WSWS
: Español
El Escándalo Policíaco de Los Ángeles
y sus Raíces Sociales
Primera Parte de una Serie
Por Don Knowland y Gerardo Nebbia
28 Marzo 2000
Utilice
esta versión para imprimir
Se ha publicado mayor información acerca del escándalo
de corrupción del Departamento de Policía de Los
Ángeles (LAPD). Informes de prensa han revelado una historia
penetrante de arrestos ilegales, palizas, tráfico de drogas,
intimidación de testigos, matanzas a tiros ilícitos,
pruebas falsificadas, acusaciones fraudulentas y perjurio en la
Unidad CRASH del distrito Rampart del LAPD.
CRASH es acrónimo de Community Resources Against Street
Hoodlums, lo cual se puede traducir como Recursos de la Comunidad
Contra Rufianes Callejeros. [Nota del traductor: CRASH en sí
significa, en este sentido, quebrar, estrellar,
etc.]. Es un programa anti pandillero que el LAPD puso en práctica
hace ya diez años. El distrito Rampart, justamente al noroeste
del centro de la ciudad, cubre un área de ocho millas cuadradas.
Es una zona obrera y densamente poblada, sobretodo por inmigrantes.
El agente del LAPD, Rafael Pérez, se unió a CRASH
en 1996. Fue arrestado en 1998 por robarse del mostrador donde
se guarda la evidencia ocho libras de cocaína valorada
en $8 millones. En 1999, mientras esperaba condena reducida por
tal fechoría, Pérez comenzó a cooperar con
las autoridades y presentó testimonio contra sus ex socios.
El 24 de febrero, Pérez recibió sentencia de cinco
años en la cárcel por el robo de la cocaína,
pero es posible que salga libre en poco más de un año
si su conducta mientras es prisionero es modelo.
Los detectives de una comisión investigadora nombrada
por el LAPD y las Oficinas del Fiscal Federal de Primera Instancia
de Los Ángeles condujeron 50 horas de entrevistas con Pérez
durante los últimos seis meses. Dos periodistas del Los
Angeles Times condujeron una investigación del escándalo
y poco a poco las revelaciones de Pérez comenzaron a salir
al aire.
El mes pasado, el Los Angeles Times publicó muchas
de las revelaciones que aparecieron en las dos mil páginas
de testimonio que Pérez prestó. La actividad ilícita
entre los agentes de policía era tan penetrante que el
Times concluyó: Cierta cultura secreta, criminal
y organizada se desarrolló dentro del LAPD, donde una fraternidad
de agentes y supervisores perpetraba crímenes y celebraba
asesinatos.
Entre las revelaciones más espeluznantes son las que
tienen que ver con los homicidios policíacos o los intentos
de cometerlos. En 1996, Kulin Patel, agente de policía
miembro de CRASH, le disparó a balazos a Juan Saldana cuando
éste iba corriendo por el pasillo de un edificio de apartamentos.
Cuando Edward Ortiz, supervisor de CRASH, llegó al lugar
del crimen, retrasó la llamada a la ambulancia para que
los agentes tuvieran tiempo de tramar una confabulación.
Saldana murió antes de llegar al hospital.
En otro incidente, agentes de CRASH le dispararon 10 balazos
a Carlos Vertiz, hombre de 44 años que no tenía
ningún antecedente penal, porque lo confundieron con un
traficante de narcóticos. Para justificar la muerte, los
agentes de policía subrepticiamente colocaron una escopeta
cerca del hombre agonizante, quien ellos sostuvieron había
tratado de dispararles.
En 1996, Pérez y su socio, Nino Durden, le dispararon
en el pecho y la cabeza a Javier Orlando, joven de 19 años,
y colocaron un arma sobre él a escondidas. Ovando recibió
una sentencia draconiana: 23 años de cárcel por
no haber mostrado remordimiento. Pero a Ovando se le comprobó
inocente y el año pasado fue puesto en libertad luego de
dos años en presidio. Debido a las lesiones corporales
que sufrió, ahora guarda silla de ruedas.
En la víspera de Año Nuevo, 1996, agentes policías
miembros de CRASH abrieron fuego contra dos celebrantes, quienes,
después de haber sido heridos, fueron arrestados bajo acusaciones
falsas. Los agentes ensayaron el cuento que habían disparado
en defensa propia, agregando que los celebrantes habían
disparado contra ellos primero. Uno de los agentes, quien permanece
anónimo, presuntamente le ha dicho a su abogado de defensa
que los policías de CRASH esa noche habían salido
de caza deportiva para emboscar a gente.
Pérez le relató a los detectives el extremo hasta
el cual los agentes de policía y sus supervisores llegaban
para encubrir los tiroteos ilegales. En una ocasión, durante
una búsqueda, un policía neófita abrió
la puerta de un armario, se sorprendió al ver otro hombre
dentro y disparó, dejándolo muerto. Cuando el supervisor
llegó al lugar del incidente, le dijo al novato que relatara
lo siguiente: el hombre llevaba un espejo en las manos; el agente
de policía vio su propio reflejo y, confundiéndolo
por persona con mano armada, abrió fuego.
La agente de policía Melissa Town le disparó
a un joven que estaba sentado con un grupo de amigos cerca de
un parque. Cuando le cayó atrás al joven, éste
emprendió fuga. Cuando el sargento supervisor llegó,
le quitó a un auto que estaba en las cercanías una
pieza de metal con cromo que medía 5½ pulgadas de
largo y le instruyó a Town que declarara que el joven bajo
sospecha lo había apuntado hacia ella.
Organizando el encubrimiento
Pérez también ha dado explicaciones de la manera
fácil en que los reglamentos departamentales que rigen
las investigaciones de tiroteos se obstruían. Estos reglamentos
requieren que los funcionarios locales, en colaboración
con un equipo especializado de detectives del Robbery-Homicide
Division (Sección de Investigaciones/Robos y Homicidios),
cuestione a todo agente de policía que ha usado armas de
fuego donde sea. Este equipo lleva el acrónimo OIS. El
Jefe de la Policía y la comisión policial dependen
del informe de esta comisión para llegar a la conclusión
si el uso de armas de fuego, justificado o no, sigue las pautas
establecidas por el Departamento de la Policía. Según
Pérez, los supervisores del agente de policía que
participa en un tiroteo son los primeros en llegar al lugar del
incidente. Se supone que estos supervisores aseguren el lugar
y aíslen a los agentes de policía responsables para
que el equipo OIS pueda entrevistarlos por separado antes de que
puedan conversar entre sí y tramar un cuento.
Pero, al contrario, a los investigadores se les desviaba del lugar
hasta que los agentes de policía responsables y sus supervisores
tuvieran la oportunidad de producir una historia encubridora.
Por motivo de tal, los policías miembros de CRASH típicamente
usaban códigos de radio secretos. Creaban distracciones
para retrasar la investigación, tales como que otras personas
habían participado en el atraco y todavía andaban
sueltas.
Sin ninguna sorpresa, el Jefe de la Policía opinó
que todos los tiroteos dudosos que Pérez había reportado
se habían cumplido conforme a los reglamentos. No obstante,
en algunos casos a los agentes responsables se le requirió
que tomaran cursillos adicionales de capacitación para
que en el futuro no se arriegaran indebidamente. Es decir, el
LAPD se preocupaba por la salud de los perpetradores de tiroteos,
no por el bienestar de las víctimas.
Los agentes de policía miembros de CRASH regularmente
colocaban señales de prueba falsas, tales como drogas,
armas de fuego, o cualquier otro tipo de evidencia, sobre los
detenidos. O inventaban causa razonable, lo cual es requisito
constitucional para registrar o arrestar a toda persona. Muchas
de las víctimas cuyos derechos democráticos fueron
descaradamente atropellados nunca habían cometido ningún
crimen.
Las acusaciones falsas a veces adquirían dimensiones
de venta al por mayor. Pérez relató cierta ocasión
en la que agentes de policía asaltaron una fiesta donde
forzaron a arrodillarse, con las manos detrás de las espaldas,
a una docena de pandilleros. Brian Hewitt, agente de policía,
marchó delante de la fila y, al nombrar a cada joven, arbitrariamente
le dictaba el crimen imaginario que se le imputaría.
Los miembros de CRASH habitual y arbitrariamente le caían
a puños, pateaban, estrangulaban o de una manera u otra
golpeaban a las personas bajo sospecha y a circunstantes. A veces
las palizas eran una reacción a infracciones imaginarias
contra los agentes de policías mismos. Por ejemplo, cierta
vez un agente de la policía descubrió que las llantas
de su carro patrullero habían sido acuchilladas. Otros
agentes salieron en sus carros a patrullar el barrio, apaleando
sin discriminación a muchísimos jóvenes.
En otra ocasión, un pandillero al que se le sospechaba
de haber acuchillado llantas fue maltratado, desnudado y abandonado
en el territorio de una pandilla enemiga.
Muchas veces los objetivos de las palizas eran sencillamente
acosar o satisfacer placeres sádicos. Para distracción
de los agentes de policía, a un joven se le disparó
repetidamente con una pistola que tira bolsitas de frijoles. Brian
Hewitt acostumbraba a golpear personas bajo sospecha que estaban
esposadas. Prefería pegarles que adherirse a los reglamentos
o escribir sus informes.
Eventualmente Hewitt fue despedido en 1998 por agarrar a Ismael
Jiménez por el cuello delante de todos, empujarlo contra
la pared, y golpearlo repetidamente en el pecho y el abdomen.
La evidencia indica que Jiménez fue maltratado porque la
madre de otro pandillero bajo sospecha había entablado
pleito legal contra uno de los agentes de policía que había
perpetrado violencia contra su hijo. A pesar de las graves lesiones
que Jiménez sufrió, los procuradores del condado
dos veces han declinado demandar a Hewitt a causa de que no tienen
suficientes pruebas.
Otra persona bajo sospecha fue usada como ariete contra un
blanco dibujado en la pared porque dijo que no sabía nada
acerca de un arma de fuego que los agentes de policía buscaban.
El joven les explicó a los investigadores que su cabeza
penetró el enlucido y se le enterraron las astillas producidas
por los pernos de madera dentro de la pared.
El socio de Hewitt, Daniel Luján, le cayó encima
a un joven luego de perseguirlo a pie y le lesionó la rodilla.
Cuando el supervisor llegó al lugar del incidente, Luján
admitió que no había habido causa para la paliza.
El supervisor le instruyó a Luján que acusara al
joven de cargar drogas ilícitas y lo fichara. En otra ocasión,
Luján dislocó el codo de una persona bajo sospecha
que ya había sido esposadapor deporte.
Los procedimientos del LAPD por lo general requieren que se
llene un formulario sobre el uso de la fuerza cuando ésta
se usa. Pérez ha relatado como agentes de policía
acostumbrar a inventar cuentos muy elaborados en sus informes.
Por ejemplo, un hombre se encontraba sentado en un banco cuando
de repente se le acercaron unos agentes de policía. Estos
lo esposaron, lo tiraron al suelo y procedieron a patearle la
cabeza y el resto del cuerpo. Conforme al informe que los agentes
presentaron, el hombre se había lastimado cuando saltó,
cabeza primero, por la ventana de un tercer piso. Los supervisores
aprobaron esta exageración sin más ni menos.
Los miembros de CRASH también se tomaban venganza contra
cualquier persona que se quejara al LAPD de sus métodos
o que tratara de interferir con sus intentos de agredir con acusaciones
falsas. Alex Sánchez, quien dirige un grupo local que trata
de asistir a jóvenes que abandonan sus pandillas, decidió
ser testigo de coartada para Jesús Rodríguez, joven
de quince años acusado de haber muerto a balazos a dos
agentes miembros de CRASH. En retribución, uno de los agentes
de CRASH hizo gestiones para que deportaran a Sánchez de
modo que éste no pudiera dar fe y Rodríguez quedara
exonerado de todos los cargos.
Un hecho se ha convertido en piedra angular del escándalo:
la íntima cooperación entre los agentes miembros
de CRASH en Rampart y el Servicio de Inmigración de Los
Estados Unidos para deportar a testigos u a otros contra quienes
las acusaciones policíacas no se podían comprobar.
Para fomentar que los inmigrantes participen como testigos, los
reglamentos del LAPD siempre han prohibido que a Inmigración
se le entregue toda información sobre ellos. Los agentes
miembros de CRASH desobedecían esta orden con impunidad.
Un Club Social para Matones Uniformados
Pérez también le ha informado a los investigadores
acerca de la vida social de esta unidad casi paramilitar. Miembros
de CRASH por lo regular se reunían en una barra cerca del
estadio de los Dodgers para tomar y celebrar los tiroteos en que
habían participado. Los supervisores le obsequiaban a los
tiradores insignias talladas con naipes rojos o negros. Los rojos
eran de mayor prestigio, pues le daban reconocimiento a las matanzas.
Los naipes negros, de menor valor, eran por heridas causadas.
Por lo menos un teniente de Rampart asistió una de estas
ceremonias.
Los agentes de Rampart también portaban tatuajes de
la mano del muerto, insignia de CRASH. Esta era una
calavera vestida con sombrero de vaquero y rodeada de las ases
y los ochos de un juego de poker. Otras divisiones de CRASH también
portaban tatuajes similares. Parafernalia de CRASH con esta insignia
todavía se vende en la tienda de regalos del LAPD.
Agentes de policía no podían pertenecer a la
CRASH de Rampart sin que un miembro responsable los patrocinara
y diera fe por su carácter. A agentes que habían
trabajado con candidatos presuntos se les llamaba para averiguar
si dicho candidato se adhería demasiado a los reglamentos;
es decir, si era indeseable para ser iniciado. Un
candidato sólido o recto era aquel
que se mostraba flexible en cuanto a las reglas: colocaba evidencia
subrepticia, falsificaba causa razonable para hacer arrestos y
cometía perjurio cuando prestaba testimonio en los tribunales.
Una vez que se hacían miembros de la unidad, los agentes
de policía era vigilados constantemente para asegurar que
merecían confianza suficientemente para pertenecer en
la onda. Al ser iniciados, eran capacitados en los métodos
de CRASH, tales como colocar armas de fuego subrepticiamente sobre
las víctimas. La labor de los supervisores de CRASH que
estaban en la onda consistía en proteger a
los agentes de policía de toda investigación que
los superiores condujeran sobre sus fechorías.
Las revelaciones de Pérez señalan directamente
a 30 agentes de policía y, por lo menos, a tres supervisores
de CRASH en la división Rampart. Un resultado de la investigación
es la cesación de veinte agentes de policía, quienes
han quedado despedidos o despojados de toda responsabilidad. Fallos
de culpabilidad en 30 casos han sido declarados sin lugar y por
lo menos otros 70 están bajo investigación. El Jefe
de la Policía de Los Ángeles, Bernard Parks, ha
hecho un llamado para que cargos contra 99 acusados en 57 casos
también sean declarados sin lugar. Las Oficinas del Procurador
del Condado concede que la cantidad de casos contaminados por
los agentes de policía de Rampart que se encuentran bajo
sospecha puede llegar a los cientos, para no decir los miles.
Es significante que en la gran mayoría de estos casos,
las víctimas de acusaciones policíacas falsas optaron
por confesar en vez de tirarse a la merced de los tribunales.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |