WSWS
: Español
Tras las elecciones del 2004 en EE.UU.
El partido Socilaista por la Igualdad y la lucha por la independencia
política de la clase trabajadora
Segunda Parte
Por Barry Grey
21 Febrero 2005
Utilice
esta versión para imprimir | Envíe
esta conexión por el email | Email
el autor
La versión original en inglés de este discurso
apareció en nuestro sitio por primera
vez en dos partes, publicadas respectivamente el 14 y 15 de enero
del presente.
Durante el fin de semana del 8 al 9 de enero, el Partido
Socialista por la Igualdad [PSI] celebró una conferencia
de su militancia en la ciudad de Ann Arbor, estado de Michigan.
Hoy publicamos la segunda y última parte del informe que
presentara Barry Grey, miembro del Comité de Redacción
de la WSWS. La primera parte apareció en nuestro sitio
el 19 de febrero.
El discurso de apertura de la conferencia, pronunciado por
David North, Secretario Nacional del Partido Socialista por la
Igualdad y Presidente del Comité de Redacción del
WSWS, apareció en nuestro sitio, en su versión original
en inglés, el 11, 12 y 13. La versión en castellano,
en dos partes, apareció el 31 de enero, y el dos y el tres
de febrero de este año, respectivamente.
Con la debacle de la campaña electoral y la reelección
de Bush, la cuestión acerca de la necesidad de una política
radicalmente nueva se ha planteado clara y urgentemente ante la
clase obrera. Una vez más, la falsedad de todas las perspectivas
basadas en la idea que el Partido Demócrata puede, según
lo presionen las masas desde abajo, transformarse en un vehículo
para la defensa de los intereses del pueblo trabajador y un cambio
progresista, ha recibido severo golpe.
No obstante, sería un grave error de política
pensar que este partido, a pesar de su desmoralización
y desorden actuales, simplemente se desvanecerá de la política,
o que, si esto fuese a ocurrir, que un partido de masas que verdaderamente,
bajo el control de la clase obrera, represente sus intereses espontánea
y automáticamente va a surgir para reemplazarlo.
La independencia política de la clase obrera significa
mucho más que una ruptura formal con los partidos políticos
de la clase capitalista. Significa que hay que desarrollar, en
sectores importantes de la clase obrera, la necesidad de la lucha
revolucionaria y política por el socialismo y la confianza
en que la clase obrera puede llevar a cabo senejante lucha.
Des de el punto de vista histórico, la gran flaqueza
del movimiento obrero estadounidense a los partidos de la burguesía
ha sido su incapacidad de romper sus vínculos y establecer
su propio partido de masas. De los dos partidos capitalistas principales
rn Estados Unidos, el Partido Demócrata por largo tiempo
ha funcionado con un objetivo muy específico: bloquear
semejante desarrollo y, al hacerse pasar como partido del pueblo,
desviar los sentimientos instintivos e incipientemente anti capitalistas
de la clase obrera hacia las restricciones de la política
burguesa.
En Estados Unidos han habido varios movimientos para establecer
terceros partidos. Pero hasta el punto en que éstosabiertamente
reformistas o de tipo más radicalse basaran en los
principios sociopolíticos nacionalistas de la clase media,
inevitablemente llegaron a funcionar como murallas protectoras
de la política burguesa en general y del Partido Demócrata
en particular. La ausencia de un desarrollo político independiente
de la clase obrera estadounidense no significa, sin embargo, que
no ha querido luchar. Al contrario; las luchas de la clase obrera
de Estados Unidos por lo regular han sido extremadamente militantes
y explosivas.
Pero que los trabajadores no hayan podido librarse de la tutela
de los partidos que representan a los mismos capitalistas contra
los cuales han batallado en las calles y en las fábricas
nos plantea lo siguiente: una verdadera escisión con el
Partido Demócrata significa posibilidades revolucionarias
enormes. Y es precisamente por esa razón que existen inmensas
presiones y fuerzas ideológicas y políticas que
se oponen a semejante acto.
El instrumento irremplazable para que la clase obrera venza
estos obstáculos es el partido revolucionario, el cual
se basa en todo el patrimonio de la lucha del movimiento marxista
por los principios y el programa del socialismo internacionalista.
Esa es la razón por la cual la lucha por la independencia
política de la clase obrera es inseparabley dependedel
establecimiento del movimiento trotskista en Estados Unidos y
a nivel internacional.
A uno no le toma mucho tiempo, cuando se discute con aquellos
que promueven, de una manera u otra, la política del "menor
de los dos males", establecer que la cuestión de la
escisión con el Partido Demócrata y el establecimiento
de una alternativa independiente de la clase obrera plantea temas
de importancia primordial: (1) el nacionalismo y el internacionalismo;
(2) los medios de producción en manos privadas; (3) el
dominio que el mercado ejerce sobre la vida económica;
(4) la producción en beneficio de las ganancias privadas
y la propiedad comunal de los medios de producción; y (5)
la planificación y la producción científica
para abastecer las nececidades humanans.
Estos temas a la vez se vinculan al desarrollo de la conciencia
socialista en la clase obrera. La clase obrera as una clase revolucionaria.
También es una clase oprimida. La clase gobernante controla
todos los medios de educación e información. Su
ideología es la ideología dominante. Las mismas
formas de producción capitalista y comercio, como explocara
Marx, por obligación generan formas de comunicación
y pensamiento sociales que ocultan la naturaleza esencialmente
explotadora del sistema capitalista y los intereses clasistas
que éste sirve.
Al mismo tiempo, las contradicciones del sistema empujan a
la clase obrera a luchar contra él. La gran cuestión
histórica es el desarrollo, dentro de la clase obrera misma,
de una comprensión consciente de su posición objetiva
en la sociedad capitalista y su papel como fuerza para la revolución
social. A esto fue lo que Marx se refirió cuando dijo que
la clase obrera tenía que tranformarse de clase en sí
a clase por sí.
La crisis objetiva del sistema capitalista crea las condiciones
para este desarrollo. Pero el instrumento indispensable para lograr
esta transformación es el partido revolucionario marxista,
que se basa en todo el patrimonio y el legado del pensamiento
científico. Es como si fuera, en las palabras de Marx,
el partero de la revolución socialista.
El movimiento trotskista de Estados Unidos durante toda su
historia ha conducido una lucha implacable y principista para
que la clase obrera rimpa sus vículos con el Partido Demócrata.
Se ha conducido de semejante manera en una lucha incansable contra
la burocracia que domina al movimiento obrero; contra los burócratas
de los sindicatos obreros y sus aliados estalinistas, socialdemócratas
y radicales de clase media. Y siempre ha vinculado a esta batalla
a la lucha por un programa de exigencias transicionales que parten
de las necesidades del momento de la clase obrera y y a la lucha
por el poder obrero y el socialismo.
En este momento no es posible repasar en detalle la historia
de esta lucha. Simplemente examinaré en breve una importante
fase, cuando el movimiento trotskista, primero en el Partido Socialista
de los Trabajadores (PST) y luego en la Liga Obrera (precursora
del Partido Socialista por la Igualdad), el cual nació
de la lucha contra la degenración oportunista del PST,
planteó como táctica central la exigencia de establecer
un partido laborista. (David North analiza esta cuestión
en su ensayo, "La guerra de Irak, el Partido Demócrata
y la campaña electoral de Howard Dean", el cual va
incluído en el libro que acamaboms de publicar bajo el
título, La crisis de la democracia estadounidense.
Fue en 1938 que Trotsky le instó al Partido Socialista
de los Trabajadores que adoptara esta exigencia para la formación
de un partido laboristra basado en los sindicatos, bajo las condiciones
que la explosión de los sindicatos industriales del Congreso
de Sindicatos Industriales [CIO] había creado. Este movimiento
sindicalista de masasnacido en las huelgas "sentadas"
y en las batallas acérrimas de los trabajadores en las
industrias automovilística, del acero y de la energía
eléctrica contra los matones de las empresas, la policía
y las tropas de la guardia nacionalfue un fenómeno
contradictorio. Por una parte reveló la capacidad y el
potencial revolucionarios de la clase obrera de Estados Unidos.
Muchas de las luchas fueron dirigidas por militantes de pensamiento
socialista. Por otra, fueron dominadas desde arriba por los burócratas
sindicalistas y los estalinistas del Partido Comunista, quienes,
siguiendo su política de colaboración con la clase
capitalista, ataron al nuevo movimiento obrero al gobierno de
Roosevelt y al Partido Demócrata.
La CIO ya había entrado a un callejón sin salida
al año de establecerse, pues se hjabía subordinado
a Roosevelt. Pero la trayectoria final del movimiento todavía
no se había decidido: ¿hacia la colaboración
de clases o hacia la lucha política revolucionaria?
Trotsky propuso que el Partido Socialista de los Trabajadores
(PST) exigiera la formación de un partido laborista vinculado
a una programa de demandas transicionales para debilitar el control
de la burocacia sindicalista pro capitalista y de los estalinistas
y así ponerse en buena posición para dirigir la
lucha por la independencia política de la clase obrera.
Dejó bien claro que no abogaba por el establecimiento de
ningún partido laborista reformista, como los de Inglaterra
y Australia, y se opuso a todo concepto de que la clase obrera
de Estados Unidos estaba obligada a atravesar por un partido laborista
reformista mientras se dirigía a la política socialista
revolucionaria. Al contrario; exigió un partido laborista
como táctica para plantearle a la clase obrera estadounidense,
en palabras que pudiera entender, una estrategia para llegar al
poder político y al socialismo.
A pesar dre sus esfuerzos, debido a circunstancias mundiales
fuera de su control, el PST no pudo quebrar al movimiento obrero
del control de los burócratas que regían los szindicatos.
Los burócratas no sólo obligaban a los sindicatos
a subordinarse al Partido Demócrata y se oponían
a todo movimiento por un partido obrero independiente; dirigieron
la campaña para purgar a los sindicatos de toda influencia
comunista y se aliaron a la política de la Guerra Fría
de la clase gobernante de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra
Mundial. Esta acción condenó al movimiento obrero
a una prolongada decadencia que terminó en su desintegración.
Cuando, hacia finales de los 1950 y a principios de los 60,
el PST abandonó a la clase obrera, también abandonó
la campaña por un partido laborista. La Liga Obrera, basándose
en la defensa del internacionalismo y del programa de la Cuarta
Internacional, resucitó la demanda y desde su fundación
en 1966 luchó por ella como táctica central en la
lucha contra la burocracia de los sindicatos obreros y por el
desarrollo de la conciencia socialista en la clase obrera. La
lucha por esta demanda inalterablemente tuvo que integrar una
lucha contra toda clase de tendencias oportunistas de la izquierda
que trataban de engendrar ilusiones en el Partido demócrata
y denigrar el papel revolucionario de la clase obrera.
Las enormes traiciones de la clase obrera por la AFL-CIO durante
la década de los 80, la adopción por la burocracia
de una política corporatista basada en la colaboración
entre la dirigencia empresarial y los sindicatos, y su promocióncada
vez más brutaldel nacionalismo y el chauvinismo económicos
significó que los antiguos sindicatos se habían
transformado más o menos en agencias directas de las empresas.
Ya no era posible reconciliar una línea revolucionaria
al llamado por un partido laborista basado en semejantes organizaciones.
Por consiguiente, al concluir los 80, la Liga Obrera reformuló
la demanda. Ahora abogaba por un partido laborista basado en un
programa socialista, pero optó por pasar de alto que se
basara en los sindicatos.
Finalmente, después que la burocracia estalinista liquidara
a la Unión Soviética en 1991, la Liga Obrera y el
Comité Internacional de la Cuarta Internacional asimilaron
la esencia de esta traición y concluyeron toda la fase
de "ligas", cuyas tácticas se habían enfocado
en dirigir a los trabajadores de base a confrontar a los dirigentes
de los sindicatos, había rebasado su utilidad. Nuestro
movimiento internacional inició la transformación
de ligas en partidos, resultando en la formación del Partido
Socialista por la Igualdad.
La demanda por un partido laborista ya se había agotado.
Ni era útil y su contenido revolucionario había
desaparecido. El objetivo del movimiento trotskista ahora era
establecer sus propias organizaciones que formaran un partido
internacional. Fue de esta lucha que nació el World Socialist
Web Site como instrumento principal para el reestablecimiento
de la cultura socialista y un verdadero movimiento obrero internacional.
El tema central de este repaso consta del significado programático
de la lucha por la independencia política de la clase obrera,
del papel decisivo de nuestro partido en esta lucha, y del concepto
que su esencia es la lucha por una perspectiva socialista e internacionalistapor
el marxismoen la clase obrera.
La crisis del sistema bipartito de los Demócratas
y los Republicanos
Tenemos que anticipar y prepararnos conscientemente desdde
el punto de vista político, para los enormes cambios y
las convulsiones en la superestructura política y en la
orientación de las amplias masas del pueblo trabajador
en Estados Unidos. El impacto de la guerra en Irak y la profundizante
crisis económica se harán más pesadas para
la clase obrera. Entre los comentaristas burgueses capaces de
comprender sobriamente los problemas económicos del capitalismo
estadounidense, la opinión general es que Estados Unidos
debe poner su casa en orden; es decir, tiene que tomar medidas
drásticas para reducir su presupuesto y los desiquilibrios
en las balanzas comercial y de pagos. Varios hablan abiertamente
de reducir drásticamente el consumo del pueblo estadounidense.
Un indicio de lo que esto significa en práctica apareció
esta semana con el fallo del Tribunal de Quiebra, que canceló
el contrato entre la aerolínea US Air y el sindicato
de los mecánicos, lo cual resultará en una reducción
entre el 6 y el 35% en los salarios de los trabajadores sindicalizados
y eliminará miles de empleos. El juez también aprobó
la petición de la empresa para cancelar las pensiones de
los mecánicos, los auxiliares de vuelo, y los jubilados.
De un zarpazo, este dictamen autoriza el traslado de $1.300.000.000
en salarios, beneficios y pensiones de los trabajadores a los
empresarios.
Este robo legal en la industria aérea abre el camino
a una ola sin precedentes de reducciones salariales y ofensivas
para destruir los beneficios de retiro de los trabajadores en
toda la economía. Las convulsiones y la ira que estas acciones
van a produciry que la prostración absoluta de los
sindicatos han de intensificarvarios hechos comenzarán
a ejercer su influencia, inclusive que la "guerra contra
el terror" es, en realidad, una intensificación de
la guerra contra la clase trabajadora.
La intensificación de las tensiones sociales inevitablemente
encontrarán su expresión dentro de los partidos
burgueses establecidos y en sus alrededores; proceso que será
invigorado por el surgimiento de las luchas sociales de las masas.
No podemos predecir la velocidad precisa de este proceso, o cuales
serán las formas exactas que asumirá. Pero sí
hay ciertas cosas que podemos aseverar, pues tenemos las lecciones
de la historia según el movimiento marxista las ha comprendido.
En primer lugar, la clase dirigente tratará de adaptar
y ajustar sus instrumentos políticos para, si es posible,
adelantársele a movimientos sociales semejantes y enmarcarlos
dentro de la política burguesa según surgen. La
represión y la violencia del estado no serán escasas.
Pero eso en sí no será suficiente. Tendrán
que tenderse nuevas trampas.
La historia enfáticamente sugiere que el Partido Demócrata,
a pesar de lo desacreditado y desmoralizado que esté, no
va simplemente a desaparecer del mundo. No va a dejarse desaparecer
fácilmente. Ha sido muy útil, por mucho tiempo y
con gran destreza, como supresor de la mobilización independiente
de la clase obrera y defensor de las bases del régimen
capitalista a favor de ese sector de la clase dirigente que todavía
no ha perdido la cabeza desde el punto de vista político.
Al mismo tiempo, debemos anticipar que la radicalización
política de la clase obrera será enorme y que atravesará
por varias etapas centristas. Los elementos más adelantados
podrán ser ganados más o menos directamente al programa
del partido revolucionario, pero las masas más amplias
primero tendrán que atravesar por experiencias con programas
y tendencias que ofrecen soluciones más pragmáticas
y superficialmente "realistas" a el callejón
sin salida creado por la política de los dos principales
partidos de los grandes negocios.
Por ejemplo, esto podría asumir ciertas formas, digamos
la expansión de la influencia del Partido Verde y un aumento
de su popularidad. O podría ser otra organización
reformista de la izquierda que todavía no se ha establecido.
Tampoco deberíamos presumir que tendencias semi populistas
e "izquierdistas" no van a surgir dentro del Partido
Demócrata mismo. Yo propongo, por ejemplo, que todas las
maniobras de los dirigentes principales de la AFL-CIO, bajo los
auspicios del presidente del Sindicato de los Empleados de Servicios,
Andrew Stern, ex estudiante radical, se llevarán a cabo
para reinvigorar la reputación comprometida del Partido
Demócrata, sobretodo a medida que se acercan nuevas y enormes
luchas de clase.
Nuestras labores serán muchas, complicadas y difíciles.
Tendremos que conducir la lucha por nuestro programapor
todo el patrimonio histórico de la Cuarta Internacionalsin
titubeos y sin adaptarnos. Al mismo tiempo, tendremos que tomar
en cuenta los problemas, las contradicciones y la inevitable confusión
de las amplias masas de trabajadores, estudiantes y jóvenes
que empiezan a moverse hacia la izquierda. La verdad es que tenemos
que tomar en cuenta los problemas causados por décadas
de traiciones por parte de los burócratas de los sindicatos
y el impacto que sus esfuerzos han tenido en destruir de la mente
de la clase obrera todo vestigio de conciencia de clase y las
mejores tradiciones de luchas militantes, de solidaridad y de
sacrificio.
Como dijera Trotsky en varias ocasiones: nuestro punto de partida
es la situación objetiva y las obligaciones que le impone
a la clase obrera, no el nivel actual de conciencia de la clase.
El partido es el vehículo para conquistar el atraso político
y llevar a la clase al nivel que la crisis del capitalismo exige.
Pero esta misión requiere, como hemos notado, susceptibilidad
y la capacidad para hacer una adaptación pedagógica,
no política, a la conciencia actual de la clase.
Tenemos que estar preparados y, con mucha paciencia, conversar
y dialogar con trabajadores y jóvenes y asíencontrar
tácticas para ayudarlos a vencer a sus ilusiones en los
Verdes, en Nader, en los Noam Chomskys del mundo y en fuerzas
parecidas. Debemos conducir nuestra polémica con nuestros
adversarios políticos reformistas y del centro con firmeza
y de manera decisiva, pero siempre de manera objetiva y, siempre
que sea posible, fraternalmente.
La firmeza de nuestros principios, que es como una roca, nos
capacitará para poner en práctica la lucha por el
socialismo, el internacionalismo y la independencia política
de la clase obrera contra los partidos y la política de
la burguesía con toda la flexibilidad de táctica
y modo necesarios.
Es necesario prestar atención a los debates y las discusiones
que toman lugar dentro del Partido Demócrata y en sus períferas
con mucho cuidado. Para propósito de este informe, les
puedo proveer solamente varios ejemplos de lo que actualmente
se escribe y se dice.
Debemos declarar desde un principio que la calidad general
de los debates dentro del Partido Demócrata es, desde el
punto de vista intelectual y político, pésima. Pero
no cabe duda que la degradación general de la cultura que
ha acompañado a la supresión del socialismoy
de las luchas de la clase obreraha resultado en un deterioro
bien marcado del partido burgués más antiguo de
Estados Unidos.
Si leemos los pronunciamientos sobre las elecciones del 2004
y las varias recetas que se han formulado para resuscitar las
fortunas del partido, apenas podremos encontrar siquiera un análisis
que relacione la debacle de Kerry a los procesos objetivos de
la historia, la sociedad y la economía. Por lo general,
los análisis no van más allá de alusiones
a ciertas estadísticas sobre el voto y las cifras de las
encuestas, las cuales por lo general se usan para comprobar ideas
políticas preconcebidas. Es con una regularidad deprimente
que uno oye invocaciones para darle al partido una nueva "narrativa",
lo cual sólo demuestra la influencia maligna de los disparates
postmodernistas y la creencia bien arraigada que las causa de
todos los problemas se encuentra en la imagen y no en la realidad,
y que el pináculo del éxito depende de las artimañas
que se puedan usar para vender esa imagen.
Sin embargo, dentro del Partido Demócrata existen diferentes
facciones y tendencias que luchan entre sí. A la derecha
se encuentra el Consejo de la Dirigencia Demócrata (siglas
en inglés: DLC), entre cuyos miembros se encuentran
los Clintons, Al Gore y Kerry. El análisis de todos estos
consta de que los Demócratas perdieron en el 2004 porque
no se habían movido suficientemente hacia la derecha.
Por ejemplo, castigan a Kerry por no haber dejado bien claso
que el podía ser tan "fuerte y áspero"
contra el terrorismo musulmán y tan dispuesto a usar la
fuerza militar como Bush. Pero no dicen qué más
Kerry pudo haber hecho, dada su presentación superpatriótica
como héroe de guerra en la convención Demócrata,
en cuya plataforma, justamente detrás de él, se
encontraba un reparto de generales y admirales jubilados. Pero,
como elemento de su "estrategia en el corazón del
pueblo" para revivir las fortunas del Partido Demócrata,
éstos exigen la repudiación, aún más
explícita, de la postura anti guerra del partido durante
el inicio de la década de los 70 y abogan por aceptar el
militarismo. Will Marshall, presidente del Instituto para una
Política Progresista, organización que funciona
bajo los auspicios del Consejo de la Dirigencia Demócrata,
del cual es teórico principal, ha escrito que [el partido]
"necesita una versión moderna de las tradiciones establecidas
por Kennedy y Truman para crear un internacionalismo muscular,
el cual vinculaba la fuerza militar a la voluntad para usarla,
con gran disposición, y así establecer la seguridad
colectiva".
Todos los luminarios de este grupo muestran un odio extraño
y obsesivo hacia Michael Moore. Bastante típica es esta
declaración de Marshall: "Dejemos la adoración
de Michael Moore a las estrellas de Hollywood y de Cannes. Los
Demócratas no deberían aliarse el anti americanismo
apestoso que la izquierda inspira con sus teorías de conspiraciones".
Odian a Michael Moore porque lo asocian con oposición a
la guerra y a los grandes negocios.
Critican despiadadamente a toda tendencia que quiera ganarse
el apoyo de la clase obrera con insignias populistas. Más
bien abogan para que los Demócratas adoptrn "el lenguaje
de la fe". Los Demócratas, escribe Marshall, "deberían
defender la cláusula del establecimiento y la libertad
de religión sin tener que acostarse con los absolutistas
seculares de la ACLU [siglas en inglés de la Unión
Estadounidense para la Defensa de los Derechos Civiles]".
Otro luminario del DL,c Bruce Reed, ex asesor del Presidente
Clinton sobre la política exterior, plantea el problema
ante el Partido Demócrata de la siguiente manera: "¿Cómo
puede un partido azul convertirse de nuevo en un partido rojo,
blanco y azul otra vez?"
La misma línea fundamental la presentó de manera
más brusca Peter Beinart, editor de la revista New Republic
[La Nueva República], en una columna publicada por el Washington
Post el mes pasado. Bajo el subtítulo de "Lecciones
de la Guerra Fría para reclamar le fe en la seguridad nacional",
el artículo elogia la adopción de una postura anticomunista
como plataforma básica adoptada por los liberales del Partido
Demócrata hacia finales de la década del 40. También
aboga por esta postura de la Guerra Fría como modelo para
la presunta guerra contra el extremimsmo musulmán. Y propone
que se establezca una versión anticomunista moderna del
grupo Americanos por la Acción Democrática y "lograr
que la lucha contra el enemigo totalitario de Estados Unidos se
convierta en una pasión liberal".
En la izquierda se encuentran vestigios de un Nuevo Trato debilitado
y las cenizas de la política de protesta. He aquí
un reformismo sin verdaderas reformas y un lenguaje de protesta
para fomentar la política burguesa convencional. Una muestra
bastante cínica de este último es un artículo
en el tomo corriente de la revista Mother Jones. Lo escribió
un verdadero canalla político, ex participante en las manifestaciones
contra la guerra en Vietnam y actualmente profesor universitario:
Todd Gitlin. Elogia la campaña de Kerry como anticipante
de un nuevo fenómeno: la fusión de las manifestaciones
de las masas y la "maquinaria" del Partido Demócrata.
Gitlin escribe que Bush, con el odio que ha engendrado, ha
"obligado a las dos tendencias divergentes de la izquierdaal
liberalismo, al ala progresista, o como se le antoje a uno llamar
losen la misma república insurgente y abierto la
posibilidad de una resurección histórica. Convenció
a los antiguos bestias de carga Demócratas y a los activistas
recientemente inspirados, a los viejos profesionales y a los nuevos
amateurs, a los trabajadores que todavía tienen fe en los
sindicatos obreros y a los que registran al pueblo para votar,
que si no se unen lo más probable es que cuelguen por separado...
"Así, pues, en el 2004, un vasto y desligado movimiento
de regeneración se encontró con un Partido Demócrata
luchando para renacer, y las dos fuerzas, en vez de mirarse una
a la otra con desconfianza y ponerse a pensar en como abatir a
la otra hasta convertirla en polvo, decidieron hacerse amigos,
no sólo para reinventar la políticalo cual
en sí no es una misión muy fácilsino
para redentar a Estados Unidos.
Si dejamos a un lado esta ridícula presentación
de la campaña pro guerra del multimillonario Kerry, podemos
ver que lo que Gitlin elogia explícitamente es su aspecto
más reaccionario; es decir, el éxito de haber restringido
y emasculado el sentimiento de las masas contra la guerra y el
gobierno de Bush. Y es precisamente este modelo del futuro al
cual recurre. Implícitamente lamenta como tragedia política
el conflicto entre, por una parte, el movimiento anti guerra de
la década del 60 y, por otra, la maquinaria del Partido
Demócrata de esa época; maquinaria que encontró
su expresión más despiadada en el motín de
la policía que el alcalde de Chicago, Richard Daley, desató
contra los manifestantes en las afueras de la Convención
del Partido Demócrata en 1968.
Y como punto final, citaré varios artículos publicados
en el tomo de diciembre de la revista American Prospect,
rival liberal al Consejo de la Dirigencia Demócrata más
convencional. Robert Reich, ministro de relaciones laboristas
bajo Clinton, fue uno de sus fundadores. La línea general
de estas piezas, aún con ciertas diferencias y divergencias
de énfasis, es que el Partido Demócrata tiene que
asumir una vez más el manto de la reforma liberal y dirigirse,
por medio una campaña populista, a los intereses económicos
de la clase obrera.
Podemos obtener una idea de la superficialidad de este nuevo
reformismo promulgado por el grupo si leemos parte del artículo
principal, escrito por el historiados liberal, Alan Brinkley.
Bajo el títular, "Reconectemos con el pueblo trabajador",
escribe:
"Los Demócratas necesitan quitarle énfasis
a la cultura y regresar al campo clasista....Roosevelt ganó
dos victorias preponderantescon enormes mayorías
en el Congreso nacionalno hablando de la cultura sino de
las clases sociales...A veces Roosevelt usaba el lenguaje del
conflicto entre las clases de manera sin precedentes en la historia
de la presidencia. Nos hemos ganado el odio de la avaricia
atrincherada', declaró en su discurso sobre el estado de
la nación en 1936. Buscan la restauración
de su poder egoísta...Si cedemos ante ellos tomarán
el rumbo de todas las autocracias del pasado: poder para sí
mismos y la esclavitud del pueblo'". Pero Brinkley inmediatamente
pasa de la condena de Roosevelt a la "avaricia atrincherada"algo
totalmente desconocido por los Demócratas de hoya
escribirlo siguiente: "Nadie desearía que el Partido
Demócrata de hoy día adopte semejante lenguaje o
se pinte a sí mismo como adversario del mundo empresarial".
Podemos imaginar al escritor persignándose mientras
sus lectores intonan, "Qué Dios no lo permita!"
Brinkley prosigue a respaldar la "guerra contra el terrorismo"
y le insta a los Demócratas que forjen "una relación
cómoda con la cultura militar y el orgullo nacional".
Revela su pesimismo desmoralizado cuando sugiere que la "reconstrucción
del Partido Demócrata" será una labor que "probablemente
tomará décadas".
Es interesante que una prognosis y una apreciación más
astutas de la crisis y la vulnerabilidad del gobierno de Bush
la presenta el liberal de la Guerra Fría, Arthur Schlesinger,
hijo. Ya le ha dado la vuelta la manzana más de varias
veces y bien sabe como gobiernos "intachables" pueden
derrumbarse bajo la presión de grandes eventos. En una
pieza titulada "La oportunidad toca la puerta", escribe:
"Luego de cierto tiermpo, el pueblo de Estados Unidos, hasta
la derecha religiosa, se cansará de Irak. Creo que esto
tomará lugar cerca de las elecciones de medio plazo en
el 2006. No existe ninguna garantía de inmunidad para presidentes
que gobiernan durante tiempos de guerra. La Guerra de Corea forzó
al Presidente truman a retirarse en 1952. La Guerra de Vietnam
forzó al Presidente Johnson a renunciar en 1968".
Uno de los artículos más desmoralizados de la
revista lo escribió el editor principal, Garance Franke-Ruta.
David North, en su discurso, "Luego de las elecciones del
2004: los problemas políticos a los que se encara la clase
obrera norteamericana" (incluído rn La crisis de
la democracia en Estados Unidos), dice lo siguiente: "Declarar
que los votantes respaldaron a los Republicanos debido a que se
interesan más en los valores' que sus propios intereses
materiales significa substituir al análisis sociopolítico
científico con la mística".
Pero ese es precisamente el punto de vista de Franke-Ruta,
quien ataca a la "visión materialista de la política
que no comprende, de ninguna manera fundamental, materialista
lo que millones de gente valora más en la vida...Esta visión
general, puramente lo que millones de gente valoran más
en la vida...Y mês general aún, esta visión
puramente materialista del interés propio simplemente no
comprende la naturaleza humana".
Hemos reservado nuestras últimas palabras para Reich,
cuyo artículo, que concluye [a la revista] es un llamado
al populismo económico. Escribe: "Otra vez, los Demócratas
están "replanteándose" el significado
de su política. Después de derrotas anteriores,
semejantes "replanteamientos" resultaron en un viraje
hacia la derecha. Los Demócratas cortejaron a los votantes
bien adinerados de los suburbios que podían cambiar de
parecer repentinamente, constantemente se distanciaron de las
raícesa obreras del partido...Los Demócratas solían
hablar apasionadamente acerca de la justicia social, lo cual todavía
debería ser el corazón de la moralidad de los Demócatas...La
única manera en que los Demócratas pueden luchar
contra el populismo culturral es con un populismo económico
basado en las convicciones y en la fe".
Tenemos que decir varias cosas acerca de la línea de
Reich. En primer lugar, el capitalismo estadounidense mucho menos
puede hoy fomentar reformas sociales que en la época de
Roosevelt (a pesar de la Gran Depresión) o durante los
60. Hasta el programa "La guerra contra la pobreza"
del Johnson fue un proyecto condenado a fracasar. Así pues
que esas declaraciones de Reich y otros semejantes acerca de un
retorno a la reforma social no tienen casi ningún sentido.
Y tampoco deberíamos olvidar que el mismo Reich comparte
la responsabilidad política por un gobierno que ignominiosamente
abandonó la reforma al seguro médico, destruyó
los programas federales del bienestar social y proclamó
"el fin del gobierno basado en el bienestar".
De todo modo, un serio esfuerzo para virar al Partido Demócrata
hacia el populismo económico ocasionaría divisiones
internas que seguro habría una escisión.
No obstante todo esto, las diferentes posturas que se han presentado
dentro el Partido Demócrata tienen su significado político.Reflejan
los esfuerzos que de una manera u otra se están intentando
para resuscitar a esta agencia y prepararla a desviar el movimiento
de la clase obrera. No faltarán grupos y tendencias radicales
que, aunque formalmente no integrantes del Partido Demócrata,
prestarán su ayuda a este plan.
Esa es la razón por la cual la educación de nuestros
cuadros en la historia y los principios del movinmiento marxista
y en las lecciones de las luchas de la clase obrera internacional
es tan crucial hoy día. Esa preparación interna
irá mano a mano con el desarrollo del World Socialist
Web Site y una penetración aún más profunda
de la clase obrera.
Concluído
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |