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Discurso del candidato Presidencial del Partido Socialista
por la Igualdad en la conferencia del PSI y de la WSWS
Por Bill Van Auken
8 Abril 2004
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el autor
Hoy publicamos la traducción del discurso del candidato
del PSI para la presidencia de los Estados Unidos, Bill Van Auken.
La ocasión del discurso fue la conferencia sobre "Razones
para una alternativa socialista en las elecciones del 2004":
reunión que tuvo lugar en Ann Arbor, Michigan el 13 y 14
de este marzo. Un resumen
en inglés de la conferencia apareció el 15 de marzo.
El discurso inaugural por David
North, director del Comité de Redacción Internacional
de la Red Socialista Mundial (WSWS)y secretario nacional del PSI,
apareció en espa en este sitio el 17 de marzo, y hoy lo
publicamos junto con otros discursos.
El Partido Socialista por la Igualdad se presenta en las elecciones
del 2004 para darle a la clase obrera internacional una voz política
y un programa de lucha. Nuestra campaña plantea que los
inmensos problemas que confronta la gente trabajadora no pueden
resolverse fuera de un programa y una política que se base
en la unidad de todos los trabajadores y de todos los oprimidos
de la tierra contra el sistema capitalista mundial.
Punto central de nuestra plataforma electoral es el internacionalismo.
En verdad sería totalmente justo que todos los trabajadores
del mundo participasen en las elecciones presidenciales de los
EE.UU., dado el impacto que tiene la política de Estados
Unidos sobre los 6,300 millones de habitantes de este planeta.
Millones y millones de gente en todo el mundo sufre las consecuencias
de las decisiones de Washington, sin poder influenciarlas. Las
decisiones del gobierno norteamericano y de los bancos y las empresas
transnacionales con sede en los EE.UU. resultan en el hambre y
pobreza para las masas de América Latina, África
y Asia. El Pentágono determina las reglas de guerra que
causan la muerta de hombres, mujeres y niños en Irak, Afganistán,
Haití y en el resto del mundo.
Nuestro partido conducirá debates sobre todas estas
cuestiones. El objetivo de nuestra campaña es forjar, junto
con nuestros compañeros en los Partidos Socialistas por
la Igualdad de Europa, sur de Asia, Australia y Canadá,
un movimiento político mundial verdaderamente antiimperialista
basado en la movilización política independiente
de la clase trabajadora.
Las elecciones de este año ocurren en el contexto de
una explosión mundial del imperialismo norteamericano.
Luego de dos guerras en dos años y medio, el gobierno de
Bush ahora ocupa a Haití, luego de llevar a cabo un sucio
golpe de estado que, en su cinismo y bestialidad, se parece a
los métodos criminales del régimen de Hitler.
Una pandilla de matones, dirigida por conocidos asesinos y
torturadores, azotó la isla, luego de recibir armas y dinero
de la CIA. Funcionarios estadounidenses amenazaron con pena de
muerte al presidente, Jean Bertrand Aristide, quien había
sido elegido por el pueblo. A punta de revolver lo obligaron a
subirse en un avión que partió hacia África,
donde permaneció detenido. Todo eso fue justificado porque,
según el vicepresidente Richard Cheney, Aristide había
"agotado su bienvenida."
Este es un ejemplo muy evidente del renacimiento del imperialismo
y del colonialismo a nivel mundial. La Casa Blanca se da a sí
misma el derecho a derrocar a quien le convenga, a ocupar territorios
y a instalar gobiernos títeres. Esta intervención
revela incisivamente la farsa del lenguaje del gobierno de Bush:
que su intervención en Irak es parte de una cruzada mundial
por la democracia.
¿Cómo combatir el imperialismo? Los que ahora
intentan atrapar al movimiento antiguerra en la trampa del Partido
Demócrata sólo ayudan a preparar nuevas invasiones
sangrientas.
Todos los que critican nuestra participación o la de
cualquier partido que no sea el Partido Demócrata dicen
que estamos socavando nuestro deber principal: destituir a George
Bush de la Casa Blanca. Insistimos que nuestra campaña
es el factor más importante en estas elecciones. Es la
única manera de llevar a cabo una verdadera lucha contra
este gobierno. Los que buscan votos para el Partido Demócrata
desperdician sus energías o engañan adrede. Nosotros
creamos las armas políticas que la clase obrera requiere,
no importa quien triunfe este noviembre. Así preparamos
el futuro.
"¡Cualquiera menos Bush!"
Rechazamos el eslogan, "¡Cualquiera menos Bush!"
e insistimos que una victoria Demócrata en las elecciones
presidenciales no cambiará la trayectoria esencial del
imperialismo estadounidense; trayectoria que sólo una revolución
social puede cambiar.
Preguntamos: ¿Es la política exterior agresiva
de Washington durante los últimos tres años meramente
el resultado de que una pandilla criminal con afanes de guerra
se haya apoderado de la Casa Blanca sin haber sido elegida? ¿O
es simplemente la puesta en práctica de las teorías
febriles de las intrigas de un grupo, los neoconservadores, que
logró apoderarse de las riendas del poder en Washington?
¿Es la violenta explosión del militarismo estadounidense,
el emprender guerras agresivas y la conquista de un imperio colonial,
un desvío que puede corregirse una vez que esos pandilleros
sean derrotados en las elecciones?
Nosotros rechazamos la tesis que estas interrogantes insinúan,
pero que otros mal llamados izquierdistas usan como pretexto para
apoyar al candidato presidencial Demócrata, el senador
John Kerry de Massachussets.
La subida de Bush, un sadista semianalfabeto, junto con la
influencia de sujetos siniestros como Wolfowitz y Perle, quienes
antes de favorecer la idea de una guerra contra Irak, eran partidarios
de una guerra nuclear contra la Unión Soviética,
es síntoma de una profunda crisis sistémica del
imperialismo norteamericano.
La guerra y la invasión de Irak no representan un episodio
colonial aislado. Tampoco es una detestable trama descabellada
de Bush, Cheney y Ashcroft, la mal llamada "guerra contra
el terrorismo." En verdad el ataque contra, y la ocupación
de, Irak, la guerra contra Afganistán, la explosión
del militarismo estadounidense y los ataques contra las libertades
básicas revelan graves contradicciones contagiosas que
hoy día ponen en tela de juicio a la sociedad norteamericana
y a su sistema político.
Para resolver sus contradicciones insolubles, especialmente
el conflicto entre la economía global y el sistema de naciones-estados,
el capitalismo recurre a la guerra.
Al año de iniciar la guerra contra Irak, la clase dominante
de Estados Unidos hace todo lo posible para que estas elecciones
no le den oportunidad al pueblo para que su voluntad se cumpla,
ni siquiera para expresar su oposición a esta guerra.
Ambos bandos están de acuerdo que debe continuar, porque
los intereses estadounidenses requieren más muertes iraquíes
y norteamericanas y que continúe la ocupación. El
Partido Demócrata y los medios de prensa ignoran casi por
completo que este gobierno haya lanzado una guerra criminal y
le haya mentido al pueblo.
Hace una semana, el Secretario de Estado de los Estados Unidos,
Colin Powell, pidió que no se debatieran durante la campaña
electoral las mentiras del gobierno acerca de las armas para la
destrucción masiva. Según Powell, admitir que la
Casa Blanca inició una guerra ilegal en base de pretextos
falsos afectaría negativamente la moral de las tropas invasoras.
En realidad a Powell no le importa para nada el bienestar de los
soldados estadounidenses, hombres y mujeres, que conquistaron
a Irak; casi 600 han muerto, miles han sido heridos y quedado
lisiados física o psicológicamente para toda la
vida.
Cabe aclarar que ninguno de los dos partidos capitalistas ni
siquiera menciona en sus debates la destrucción de decenas
de miles de hombres, mujeres y niños iraquíes en
una guerra que muchos dentro del gobierno admiten que fue innecesaria
desde el punto de vista del pretexto de armas para la destrucción
masiva.
Sólo cuestiones tácticas separan a los Demócratas
y Republicanos sobre como mejor defender los intereses del imperialismo
de Estados Unidos en el mundo. Ambos están de acuerdo total
sobre la cuestión más importante en la política
exterior de los EE.UU.: el uso barbárico del poderío
militar para reorganizar al mundo en beneficio de las empresas
y los bancos estadounidenses y así aumentar las fortunas
de los superricos de este país.
Se necesitaría toda una conferencia para debatir la
historia de la política norteamericana en Irak. Sin embargo,
hasta un ligero resumen nos permite darnos cuenta que la guerra
que comenzó hace un año fue el resultado de las
medidas de los gobiernos Demócratas y Republicanos durante
casi 25 años.
La crónica de Carter y Clinton
A raíz de la crisis de la economía americana,
junto con las dos sacudidas petrolíferas, el boicot árabe
de 1973 y la revolución de Irán en 1979, el gobierno
de Carter inició, a fines de los 1970, medidas de para
la expansión militar y planes para intervenir en el Golfo
Pérsico.
Carter ahora se cubre con el manto de cristiano amante de la
paz que apoya a los derechos humanos, pero en ese entonces exigía,
para el capitalismo norteamericano, el derecho al acceso sin restricciones
a los recursos petrolíferos del Golfo Pérsico. Con
ese propósito propuso crear fuerzas móviles para
apoderarse de los campos de petróleo si acaso fuera necesario.
Al mismo tiempo, Carter presidió sobre la guerra de la
CIA en Afganistán, que resultaría en la muerte de
más de un millón de personas y que destruiría
a ese país, armando y financiando a las mismas fuerzas
fundamentalistas islámicas que ahora son censuradas belicosamente
como enemigas de Estados Unidos en la "guerra contra el terror."
El gobierno Demócrata que siguió bajo Bill Clinton
se empeño en continuar con sanciones económicas
contra Irak que le negaban a ese país alimentos, medicina
y bienes esenciales, lo que resultó en alrededor de un
millón de muertes, en su mayoría niños. Igual
que con la guerra, la persistencia de Estados Unidos obedeció
no a las armas para la destrucción de masas, sino a los
intereses económicos. La intención del gobierno:
impedir que sus rivales europeos lograran controlar las reservas
petrolíferas de Irak. Por eso la Casa Blanca preparó
la intervención militar: para establecer la hegemonía
de Estados Unidos sobre toda la región.
El gobierno de Clinton, feliz con el colapso de la Unión
Soviética, dio luz a la doctrina de "cambio de régimen".
No obstante los ataques Republicanos contra Clinton, Bush siempre
ha dicho que su política hacia Irak es continuación
de las medidas tomadas por su antecesor.
La política de ambos partidos refleja un consenso político
en la clase dominante de Estados Unidos. Existe un acuerdo entre
ellos que el uso de la fuerza militar es la manera principal de
establecer el dominio mundial norteamericano sobre sus rivales
en la economía y que con ese fin es imprescindible controlar
el petróleo mundial.
La perspectiva del Consejo de la Dirigencia
Demócrata (CLD)
Para mejor entender las medidas que impondría Kerry
luego de ganar las elecciones, sólo hay que leer una serie
de documentos escritos por el Consejo de la Dirigencia Demócrata(CLD,)
al que Kerry pertenece.
A diferencia de la mayoría de sus rivales en el voto
interno del Partido Demócrata, Kerry apoya la postura del
CLD que el Partido Demócrata no podría salir victorioso
si se basa en un programa económico y social nacional;
sería necesario atacar, desde la derecha, la política
de Bush sobre la seguridad nacional.
El documento principal del CLD se titula, "El Internacionalismo
Progresista: Por una Estrategia Demócrata para la Seguridad
Nacional" [Progressive Internationalism: Democratic National
Security Strategy]. Éste se adueña de la propuesta
de Bush: una guerra sin fin contra "el terrorismo".
Declara que "al igual que la Guerra Fría, la lucha
actual probablemente durará décadas. Una vez más,
Estados Unidos debe dirigir a las fuerzas de la libertad y de
la democracia para derrotar esta nueva amenaza y establecer un
mundo mejor".
El documento hace suya la doctrina de Bush en cuanto a la guerra
preventiva. Declara: "Los Demócratas sostendremos
a las fuerzas armadas más avanzadas del mundo; no titubearemos
en usarlas para defender nuestros intereses en cualquier lugar
del mundo." Además, declara que "los Demócratas
se concentrarían en prevenir que países adquieran
armas para la destrucción de masas, además de emprender
invasiones militares por anticipado, sin causa previa."
El documento también se refiere al presupuesto militar:
"Rechazamos la queja perenne de la izquierda que Estados
Unidos gasta demasiado en las fuerzas militares. No es el momento
de reducir el presupuesto del Pentágono". Eso bajo
condiciones en que el gobierno gasta 500 mil millones de dólares
anuales para mantener su maquinaria de guerra, gasto que supera
al presupuesto militar combinado de las 25 potencias militares
que siguen a Estados Unidos. Como señalara el Washington
Post hace una semana, existen legisladores Republicanos que han
llegado a la conclusión que la economía no puede
mantener el nivel actual de gastos militares, gastos que exceden
el nivel establecido durante el gobierno de Reagan en los años
1980, cuando se creó un masivo inventario de armas nucleares
contra la Unión Soviética.
El documento detalla una fría estrategia de intervención
militar imperialista mundial en una artículo titulado,
"Transformar las fuerzas militares y usarlas con más
efectividad". "Las guerras en Afganistán e Irak
muestran que debemos mejorar nuestra capacidad para proyectar
nuestros planes militares de largo alcance y con certitud mortífera".
El documento exige una mayor inversión en "la próxima
generación de armas de precisión, de aviones sin
pilotos y de bombarderos de larga distancia; en fuerzas terrestres
móviles, livianas y más mortíferas, de actividades
especiales; y en una nueva generación de barcos capaces
de lanzar mayores cantidades de proyectiles con mayor precisión
contra blancos distantes".
Además de exigir actividades adicionales tanto en Afganistán
como en Irak, el documento exige que Estados Unidos amenace a
Corea del Norte: "En caso de que ésta vuelva a producir
armas nucleares, Estados Unidos estaría preparado para
utilizar la fuerza para proteger sus intereses".
Finalmente, el documento expresa que "los Demócratas
defenderán a la patria con una urgencia vigorizada. No
dejaremos que la inercia burocrática y las rivalidades
entre agencias nos impidan crear por primera vez una organización
de seguridad interna".
¿Qué decir de semejantes declaraciones? Bajo
las circunstancias actuales, en que durante dos años y
medio el gobierno de Bush ha aterrado sistemáticamente
al pueblo con el presunto peligro de ataques terroristas, la alusión
a una "urgencia vigorizada" despierta temor. También
es de temer la propuesta de una organización de "seguridad
interna". En otras palabras: una policía política.
Lo que hasta ahora impide la creación de esa fuerza
no son las "rivalidades entre agencias", sino las barreras
jurídicas establecidas poco después de la época
de Watergate, cuando se descubrió que la CIA había
espiado y conspirado contra el movimiento antiguerra, al que le
mismo Kerry perteneció. El gobierno de Bush ha destruido
casi todas esas barreras; ahora los Demócratas proponen
eliminarlas por completo.
Las raíces sociales de la represión
¿Cuál es la causa real de que se exija una red
mayor de espionaje interno y de poderes policiales sin restricciones?
Lo mismo que con el uso de los ataques del 11 de septiembre para
justificar los planes de Estados Unidos para establecer su hegemonía
sobre el mundo, se usa la posibilidad de otro ataque terrorista
como pretexto para la represión interna cuando en realidad
la verdadera causa está en las contradicciones que quiebran
a la sociedad norteamericana.
Estados Unidos es el país capitalista avanzado con mayor
desigualdad social. Es un nación en que los ingresos de
los 13 mil más ricos superan a los de los 20 millones más
pobres. La concentración sin precedente de la riqueza ha
creado una sociedad oligárquica y un sistema basado en
sólo dos partidos que defiende los privilegios y la riqueza
de una clase gobernante muy pequeña. Esta sociedad y su
sistema político son incompatibles con los derechos democráticos.
Requieren métodos policiales para defenderse a sí
mismos.
Ese es el verdadero significado de las consignas de los mal
llamados izquierdistas y liberales: "cualquiera menos Bush,"
o "derrotar Bush a cualquier precio." Creer que una
victoria de los Demócratas inauguraría una nueva
era de paz y democracia internacional es un fraude completo. Recordemos
que el mismo gobierno de Clinton dirigió más intervenciones
militares durante sus ocho años en el poder que las que
se llevaron a cabo por las fuerzas armadas durante todos los años
después de la Segunda Guerra Mundial. Se mandaron tropas
a Somalia, Haití y a Yugoslavia. Irak, Afganistán
y Sudán fueron bombardeados.
También es una ilusión creer que la derrota de
Bush haría retroceder al reloj al año 2000. El imperialismo
norteamericano ha creado una nueva realidad militar en el Golfo
Pérsico y en la región del Mar Caspio. No tiene
la menor intención de retirarse.
El programa de militarismo sin restricciones que Kerry y el
CLD proponen sólo resultará en mayores conflictos
con rivales potenciales y actuales . La lógica inevitable
de ese antagonismo pone al mundo en un rumbo de guerras aún
más sangrientas y, eventualmente, en el del un holocausto
nuclear.
El punto central del programa del Partido Socialista por la
Igualdad es la exigencia que todas las tropas estadounidenses
en Irak, Afganistán, el resto del Medio Oriente, y Asia
Central y en Haití se retiren inmediatamente. Exigimos
que todos los que conspiran para llevar a cabo guerras sin provocación
y golpes de estados ilegales sean juzgados por crímenes
de guerra. Exigimos el desmantelamiento del Pentágono y
de la maquinaria de guerra, incluyendo la eliminación de
sus armas para la destrucción de masas. También
exigimos que todo el dinero que ahora se desperdicia en armas
se use para resolver los problemas sociales fundamentales de empleos
para los desempleados, la atención médica universal
y la educación, y para mejorar las condiciones de vida
de aquellos países destruidos por el militarismo estadounidense.
Reconocemos que la derrota del imperialismo norteamericanos
es un problema mundial que sólo puede resolverse mediante
la unidad de los trabajadores de todos los países, en base
a un programa en común y una estrategia coordinada.
Las protestas contra la guerra
Hace poco más de un año, manifestaciones mundiales
en contra de la guerra movilizaron a más de 10 millones
de personas a través del mundo. Nunca en la historia del
mundo habían ocurrido manifestaciones de esa índole,
tanto en la cantidad de manifestantes y como en su unidad internacional.
En un raro momento de lucidez, el New York Times observó
que esas enormes concentraciones señalan que ahora existen
"dos superpoderes mundiales, Estados Unidos y la opinión
pública mundial," el uno opuesto al otro.
Sin embargo, una oposición popular de masas no es suficiente
para impedir que ocurran las guerras, como lo muestra la invasión
de Irak. Se necesita una perspectiva muy diferente. En estas elecciones
existen dos alternativas. La primera consiste en desentrañar
al movimiento de las masas al vincularlo al Partido Demócrata.,.
La campaña de nuestro partido propone una perspectiva
contraria que le da voz a las fuerzas objetivas dentro de la sociedad
capitalista que sirven de ímpetu a las enormes manifestaciones
internacionales. Se trata de la intensificación de la integración
mundial de la producción capitalista, la cual ha estado
desarrollándose durante el último cuarto de siglo.
A la vez que crea más desigualdad social, este proceso
fortalece la unidad internacional de la clase obrera.
Esa unidad objetiva necesita cobrar conciencia política.
La igualdad social no es posible en Estados Unidos mientras las
grandes empresas y los bancos siguen explotando a los obreros
en América Latina, África y en el resto del mundo.
Además, liberar a las masas de los países oprimidos
y de las ex colonias de la guerra y del hambre requiere una alianza
con la clase obrera norteamericana y una lucha en común
para acabar con el imperialismo.
Los problemas que estas elecciones plantean son problemas mundiales
que requieren una solución mundial. La campaña electoral
del PSI debe convertirse en un medio para que las capas más
conscientes de la clase obrera internacional participen en la
situación política que existe aquí, en el
centro del imperialismo mundial, como parte de una ofensiva mundial
contra la guerra y por la reorganización socialista de
la sociedad.
Pido a todos los que hoy están presentes en esta conferencia
a que se unan al Partido Socialista Por la Igualdad para aprovecharnos
de la oportunidad que las elecciones del 2004 nos presentan para
crear un nuevo movimiento de masas de la clase trabajadora, en
base al programa del socialismo internacional, y así transformar
al mundo.
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