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Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente
Una tragedia argentina
Por David Walsh
20 Mayo 2003
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el autor
Flores de septiembre, dirigida por Pablo Osores, Roberto
Testa y Nicolás Wainszelbaum, analiza el trágico
destino de varios estudiantes en la Escuela Secundaria Carlos
Pellegrini en Buenos Aires hacia finales de la década del
70. Los jóvenes, participantes en el movimiento guerrillero
Montoneros, fueron raptados y asesinados por la dictadura militar
durante la llamada "guerra sucia".
La película es un esfuerzo asombroso en el que se reconstruyen
la cultura y las relaciones que existían en una escuela
bajo circunstancias cada vez más aterradoras. Está
compuesta por extensas entrevistas con compañeros de clase,
ex colegas políticos y miembros de las familia de tres
jóvenes en particular: Rubén Bemchoam, Juán
Carlos Mártire y Mauricio Weinstein. Es imposible no quedar
conmovido por el testimonio. Aún cuando la política
por la que abogaban era errónea, un hecho del que no fueron
responsables, estos jóvenes claramente representaban a
cierto arquetipo humano extraordinario: desinteresado, idealista,
humanista.
Los últimos años de las décadas del 60
y del 70 presenciaron una fuerte radicalización en Argentina,
lo cual era parte de un proceso mundial. En 1970, partidarios
izquierdistas del ex dictador Juán Perón establecieron
a los Montoneros como movimiento guerrillero urbano y armado.
La burguesía argentina, azotada por las crisis, se vio
obligada a importar a Perón del exilio en 1970 para ponerlo
en el poder. Sintiéndose traicionados por el nuevo gobierno,
los Montoneros continuaron sus actividades con los secuestros
y los robos de bancos.
Los militares se apoderaron del poder en marzo de 1976, e inmediatamente
comenzaron su guerra exterminadora contra oponentes de izquierda
con el completo apoyo del gobierno de Ford y el ministro de relaciones
exteriores de los Estados Unidos, Henry Kissinger (y luego los
gobiernos de Carter y Reagan). [Ver "US
documents implicate Kissinger in Argentine atrocities"].
Se calcula que entre 1976 y 1983 aproximadamente 30,000 personas
desaparecieron tras ser detenidos por las fuerzas militares y
policiales. Jamás se los volvió a ver. La organización
de los Montoneros, igual que otros grupos guerrilleros, fue destruida;
muchos de sus dirigentes abandonaron el país en 1977. Cuarenta
estudiantes en el liceo de Carlos Pellegrini estuvieron entre
los desaparecidos.
Compañeros de clase de los tres chicos asesinados expresan
sus ideas acerca de la escuela, del vecindario, de los autobuses
que tomaban para ir a la escuela, de la música que escuchaban,
de las muchachas que les gustaban. Fotografías muestran
caras accesibles, inteligentes, honestas; varias son bastante
serias, otras un poco más maliciosas y hasta sardónicas.
Las entrevistas hacen desvanecer toda idea estúpida, fomentada
por los órganos de prensa, de lo que significa ser "terrorista"
o "fanático". La injusticia y la opresión
horripilaban a estos jóvenes. Uno de los que se graduó
del Pellegrini explica que "estábamos convencidos
de que la revolución ya venía". Los estudiantes
lucharon contra el sistema social, pero con métodos que
los aislaron y eventualmente facilitaron su destrucción
total.
La película narra los hechos que terminaron en tragedia.
En la escuela, la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) amenazó
a los militantes varias veces. La policía y escuadrones
paramilitares allanaron hogares y exigieron información
acerca del lugar donde se encontraba este hijo o aquel (la). Los
chicos fueron perseguidos, y por fin fueron atrapados y asesinados.
Un compañero de clase abandonó a los Montoneros
cuando se dio cuenta de que los esfuerzos del grupo eran cada
vez más fútiles y equivocados. Cuando las autoridades
detuvieron a otros en abril de 1978, éste esperó
su turno. El turno que nunca llegó. Otra ex compañera
política explica cómo la arrestaron y la llevaron
a un notorio campo de concentración. Fue testigo ocular
cuando se llevaban a los chicos para matarlos a balazos. Se siente
feliz de saber que por lo menos pasaron sus últimos momentos
acompañados de amigos.
Los chicos tuvieron un fuerte efecto sobre sus compañeros,
sus novias, y hasta los estudiantes que en esa época eran
completamente apolíticos e indiferentes. La película
es muy efectiva al pintar un cuadro progresivo de seres profundamente
humanos, intensos y afectuosos. Por otra parte, los realizadores
de la cinta entrevistan a ex funcionarios de la escuela que evidentemente
colaboraron con los espías del estado y ayudaron a la dictadura.
Este arquetipo también existe, y no sólo en Argentina.
Los espectadores en Buenos Aires se quedaron atónitos
ante la cinta, pues estos acontecimientos todavía son muy
recientes. Muchos de los asesinos y torturadores, perdonados por
los gobiernos que siguieron, viven en los vecindarios de la ciudad.
Hoy día el país desciende una vez más al
caos económico y político. Ninguna de las contradicciones
sociales se ha resuelto. Esta cinta conmueve, inspira y advierte.
Merece la popularidad. [Ver "Entrevista
con Nicolás Wainszelbaum y Roberto Testa, directores de
Flores de septiembre".]
Películas de cierto tipo familiar
Otras películas argentinas son de tipo y rumbo familiar:
cintas "independientes" que no lo son en ningún
sentido serio de la palabra, pues no se rebelan para nada contra
los conceptos y las instituciones dominantes. Ya tenemos suficientes
películas así en Norteamérica, Europa, Japón
y Australia. Si algo se puede decir acerca de este tipo de películas
argentinas, es que se han puesto más sosas y menos apremiantes
a medida que la crisis política y el sufrimiento de la
población aumentan agudamente.
Aparentemente, la defensa de estas películas se basa
en que reflejan con exactitud ciertas generaciones y capas sociales.
Pero eso, por supuesto, es verdad de toda obra. Los productos
comerciales de los estudios también reflejan con exactitud
ciertas generaciones y capas sociales, pero éstas no son
muy apetitosas y no vale la pena consagrarles tantas horas a sus
ideas y sentimientos.
Esta es una irónica defensa de gente que podríamos
catalogar de "formalistas". ¿Es el arte, pues,
simplemente un espejo pasivo? Nosotros los marxistas pensamos
de otra manera. La misión del artista consiste en reflejar
la vida y la sociedad desde el punto de vista de la crítica,
en penetrar la superficie y descubrir corrientes más profundas.
Hace ya tiempo que un crítico observó lo siguiente:
para la persona que se fija en un objeto y lo examina sin tener
un punto de vista definido, los ojos no le sirven para nada. El
artista no sólo debe pensar. También tiene que ser
científico social.
No queremos ser crueles hacia los directores jóvenes,
pero la sinceridad es el mejor camino. Cintas como Nadar solo
(Ezequiel Acuña) y Ana y los otros (Celina Murga)
son esfuerzos flojos. La primera trata sobre un joven disconforme
de diecisiete años, que proviene de la clase media. Pertenece
a una banda de música, tiene amigos y sufre problemas en
la escuela. Viaja a la costa, donde llega a conocer a una chica.
El problema no es tanto que el protagonista sea miembro de cierta
clase social, sino que la trivialidad domina el argumento. Al
final, la cinta permite le permite al espectador no tomar la enajenación
del personaje tan en serio. Pero eso trivializa la situación
y eso es algo que no debería ocurrir.
Ana y los otros sufre de dificultades similares. Una
joven mujer a principios de sus veinte regresa de la Capital a
un pueblo del interior donde se crió. Al principio parece
que busca a su ex novio con cierta despreocupación, pero
eventualmente la búsqueda no es nada casual. Lo persigue.
Y ahí termina. Uno siente que ella se encuentra sola y
que no está feliz con su situación, pero eso es
casi todo. Como mencioné en otro artículo, la cinta
tiene ciertos momentos muy divertidos con un niño. Camila
Toker, en el papel de Ana, es encantadora.
Nunca es bueno halagar a nadie, sobre todo a los jóvenes
directores, si sus películas son relativamente superficiales
e insípidas. Ello no anima al artista "nuevo que batalla",
sino que simplemente perpetúa la mediocridad y la satisfacción
propia. Si ciertos jóvenes realizadores de cine argentino
no adoptan un enfoque más crítico (y auto crítico)
hacia la realidad contemporánea, ni dejarán
ni merecerán dejar sus huellas.
Conversación en un centro comercial
Cantata de las cosas solas (Willi Behnisch, nacido en
1956) es una película difícil de describir, lo que
quizás sea el deseo de su director. Consiste en una serie
de imágenes, de larga duración, de varios objetos
y actividades que aparentemente están desvinculados: tomas
desde un tren, un ojo, un pájaro picoteando un cadáver,
un pantano en que el agua semi estancada apenas corre, una colección
de insignias, una demolición, un tronco en un riachuelo,
nubes por encima de un edificio. Varias imágenes nos sorprenden
mucho o nos causan impresión, pero otras no. Es difícil
comprender el sentido general de la película.
Se escucha la narración de ciertos textos, entre ellos
uno que se refiere a la conservación de las cosas "sin
historia, sin miedo". Otro dice: "Todavía nadie
ha visto lo que cada ser ve".
En una conversación que tuvimos, Berhnisch dio a entender
que lo inquietan la naturaleza, la existencia y las cosas en sí.
Es un director inteligente y sensible. Le dije que su película
era bastante inabordable, difícil de penetrar. Respondió
que esperaba que no fuese así. Expresó que tenía
la sensación que cierta perspectiva mundial, basada en
la relación jerárquica del hombre con la naturaleza,
estaba en proceso del colapso. Dijo que quería hacer desaparecer
la idea de que en las películas las imágenes sirven
una función específica. Le pregunté si él
mismo no había decidido usar ciertas imágenes específicas
en la película en vez de otras posibilidades. Sí,
pero las imágenes fueron escogidas espontáneamente
porque le dieron impulso a algo que para él tenía
significado.
Estábamos sentados en un centro comercial lleno de padres
e hijos y adolescentes. En cierto momento le hice el siguiente
comentario: "Presumamos, para propósito de la conversación,
que usted es una persona inteligente, llena de ideas, susceptible.
¿No cree que usted podría comunicarse mejor con
gente que necesita más cultura y susceptibilidad en sus
vidas? Aunque no lo sepan, añoran por algo mejor. Creo
que usted podría hacer mayores esfuerzos en esa dirección,
sin tener que comprometer su integridad y su talento artístico".
Y ahí lo dejamos.
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