EN INGLES
Visite el sitio inglés
actualizado a diario
pulsando:
www.wsws.org

Análisis Actuales
Sobre el WSWS
Sobre el CICI

 

 WSWS : Español

El bombardeo de Irak

Un capítulo vergonzoso en la historia de EE.UU.

Por Martin McLaughlin y David North
19 Diciembre 1998

Los responsables del bombardeo de Irak han escrito un capítulo vergonzoso en la historia de los EE.UU. Cientos de hombres, mujeres y niños han muerto o han sido mutilados por las bombas y misiles norteamericanos. Se espera que el número de muertos sea aún mayor. El propio Pentágono había estimado que más de 10,000 morirían en un ataque de mediana intensidad, y una cifra mucho mayor en un ataque total como el de mediados de diciembre.

Poniendo de lado, por el momento, los objetivos reaccionarios que el gobierno de Clinton persigue, la enorme disparidad de fuerzas entre los EE.UU. e Irak le da un carácter siniestro y criminal a las acciones del Pentágono. El ataque se asemeja más a una ejecución organizada por una nación contra otra que a una guerra. Una ejecución donde la víctima no es un individuo atado a una silla sino la población desarmada de un país indefenso.

Tanto la Casa Blanca, el Pentágono, el Congreso y, por supuesto, los medios de difusión se llenan la boca de albanzas para "nuestros heroicos hombres y mujeres en el Golfo Persa." Pero en realidad, todo ciudadano norteamericano debería sentirse avergonzado de los que estos "héroes" están haciendo en nombre de los EE.UU. El término "heroísmo" involucra, como mínimo, un cierto elemento de riesgo y peligro. "Héroes" no son aquello que están dispuestos a matar, sino aquellos que están dispuestos a morir. En base a esta definición, la gente de Bagdad merece mucho más respeto y admiración que aquellos que los agreden desde la posición relativamente salva de sus máquinas asesinas de alta tecnología.

No hay nada particularmente heroico en apretar el gatillo que lanza un misil mientras se navega en un barco en el Golfo Persa o se vuela en un bombardero B52 a más de 1,000 kilómetros de Bagdad.

En la Guerra del Golfo en 1991 los soldados norteamericanos tuvieron un índice de mortalidad menor al de sus conciudadanos que se quedaron en casa. Más murieron en accidentes de tránsito que de las armas iraquíes. Y en los últimos siete años se ha reducido aún más el riesgo que enfrenta el personal militar norteamericano. Mientras que las armas norteamericanas se han sofisticado aún más, la capacidad defensiva de Irak ha sido virtualmente destruida. Más aún, los pilotos norteamericanos cuentan con la ayuda proporcionada por los inspectores de armas de las Naciones Unidas y por satélites espías que continuamente vienen fotografiando el territorio iraquí durante los últimos ocho años.

En tanto a los comandantes responsables por esta sórdida operación, la historia los juzgará de una manera similar a los criminales que supervisaron el genocidio de los indios norteamericanos en las décadas de 1870 y 1880. En 50 años a nadie se le ocurrirá hacer un film de éstos comandantes como El Día más largo del Siglo, Patton o Salvando al Soldado Ryan.

Uno no tiene que estar de acuerdo con la política de los personajes de la Segunda Guerra Mundial como Eisenhower, Bradley, Patton y Nimitz para reconocer que ellos, por lo menos, dirigieron ejércitos contra un enemigo que era capaz de defenderse y atacarlos. Los generales de hoy no son más que burócratas de masacres, que ascienden en el Pentágono emitiendo órdenes para destruir a gente indefensa, y luego se retiran a puestos muy bien pagados en el directorio de alguna empresa o como "consultores" de una cadena de TV comentando sobre el próximo crímen de Washington.

Los horrores de la Segunda Guerra Mundial produjeron imágenes que influenciaron profundamente la conciencia política de varias generaciones. Junto a las imágenes de los campos de concentración nazis, están las de la aviación alemana, la Luftwaffe, bombardeando poblaciones indefensas en Varsovia, Roterdam, y, el ataque más infame de todos, contra la villa vasca de Guernica. Esta última atrocidad fue transformada en el lienzo de Picasso en una expresión universalmente reconocida de repudio contra la inhumanidad del fascismo.

A pesar de que los EE.UU. no sufrieron mucho los horrores de la lucha durante la Segunda Guerra Mundial, el evento que los llevó a la guerra-el bombardeo de Pearl Harbor-tuvo un profundo impacto sobre la opinión pública. Desde el punto de vista del análisis histórico hay motivo para sospechar que el gobierno de Roosevelt manipuló la situación de manera que el gobierno japonés no tuvo otra alternativa que irse a la guerra contra los EE.UU. Pero la manera como Japón inició las hostilidades-bombardeando Pearl Harbor sin aviso previo-enfureció a millones de norteamericanos. Durante décadas, la frase "ataque imprevisto" fue sinónimo de la peor forma de traición. 20 años después, en 1962, durante la crisis cubana, una de las razones de Robert Kennedy para oponerse a la invasión de Cuba fue que tal acción requería de un "ataque imprevisto" que ensuciaría la historia de los EE.UU.

Y hoy, en 1998, el gobierno-sin temor a la opinión pública-abiertamente ha declarado que bombardeó Irak sin aviso previo, menos aún con una declaración de guerra.

En ningún otro país supuestamente democrático está tan restringida la expresión política. La Casa de Representantes pasó una resolución apoyando el ataque con tan sólo cinco votos disidentes.

Los medios de comunicación-la televisión, la radio y la prensa escrita-se encuentran totalmente integrados a la maquinaria de guerra norteamericana. No ha habido ningún intento serio de evaluar el impacto del ataque aéreo ni de comunicarle al pueblo norteamericano la aterradora realidad de la guerra moderna. Los medios de comunicación se limitan a difundir la propaganda del Pentágono, dando la apariencia de una guerra antiséptica y libre de riesgo, en la cual miles de bombas y misiles pueden caer sobre Bagdad y provocar la muerte de sólo un puñado de gente.

La verdadera dimensión del ataque contra un país que ha sido reducido al hambre puede estimarse en relación a la bomba que destruyó la embajada norteamericana en Kenya. Si una bomba primitiva, que pesaba tanto como un solo misil norteamericano, pudo matar a 300 personas, ¿qué se puede esperar del impacto de miles de bombas que cayeron sobre una ciudad tan grande como Chicago?

El ataque traidor del gobierno de Clinton contra Irak se llevó a cabo aprovechando la confusión política que existe dentro de la clase obrera, explotando sentimientos patrióticos y la preocupación por hijos que se unieron a las fuerzas armadas, en gran medida porque no tenían otra oportunidad económica.

Pero tanto la Casa Blanca como el Pentágono están concientes de la enorme hostilidad potencial contra una nueva guerra en el Golfo. En febrero pasado, durante el ensayo final para el ataque de diciembre, los funcionarios del gobierno fueron denunciados en un foro sobre la crisis de Irak en la Universidad Estatal de Ohio. Luego, la decisión de lanzar un ataque aéreo sin prevención alguna se hizo, no tanto como una medida táctica para sorprender a Irak, sino para presentarle al pueblo norteamericano un acto ya consumado.

Para los medios de difusión norteamericanos ninguna mentira es muy grande como para no ser contada. Todos los días se publican historias en primera plana que están llenas de contradicciones. Cuando Clinton anunció el ataque, dijo que el objetivo principal eran las "armas de destrucción masiva"-armas nucleares, químicas y biológicas. Luego dijeron que ninguna de esas localidades fueron destruidas por los misiles. La razón dada por el Pentágono-una gran mentira-fue la preocupación por los civiles iraquíes, que podrían morir de los agentes químicos y biológicos. La verdadera razón es que no existen tales fábricas de armas de destrucción masiva, y los Fuerzas Armadas norteamericanas no van a desperdiciar bombas en localidades que no existen.

El verdadero objetivo del bombardeo de Irak fueron armas convencionales-tropas, tanques, cañones antiaéreos-y su infraestructura industrial. Lo que el Pentágono llama "capacidad" de producir armas químicas o biológicas son plantas químicas para pesticidas, procesamiento de alimentos y manufactura que son comunes en cualquier sociedad industrial.

Una ola de repugnancia se sentirá en los EE.UU. cuando se reconozca la verdadera naturaleza del ataque contra Irak.

Ver también:
Lecciones polìticas del golpe de Estado en Chile
Declaración de la Cuarta Internacional,
18 de septiembre de 1973
Una respuesta a los defensores de Pinochet
[17 de Noviembre de 1998]
Entrevista con el Secretario General de la Asociación de los Arrestados y Desaparecidos en Chile: "El principio de la justicia y los derechos humanos tiene que ser rescatado"
[12 noviembre 1998]

Regresar a la parte superior de la página



Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved