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: Español
El camino a seguir en Egipto
Por Johannes Stern
27 Noviembre 2012
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el autor
Este artículo apareció en inglés el
26 de noviembre del 2012
El decreto constitucional del presidente egipcio Mohamed Mursi
-asignándose a sí mismo el poder legislativo, constitucional,
ejecutivo y judicial- le plantea a la clase obrera cuestiones
fundamentales de perspectiva política.
El presidente, dirigente de la Hermandad Musulmana (HM), declaró
la semana pasada que se adjudicaba poderes extraordinarios "para
tomar medidas que crea conveniente para preservar y resguardar
la revolución, la unidad nacional y la seguridad nacional".
Las referencias a preservar "la revolución" son
un fraude. Las medidas Mursi tienen por objeto la clase obrera,
y él se está adjudicando las graves medidas antidemocráticas
en un esfuerzo para consolidar un régimen burgués
en Egipto, en estrecha alianza con los Estados Unidos.
Las acciones de Mursi han sacado a la luz profundas fisuras
en el estado Egipto. Secciones del antiguo aparato estatal se
oponen a la HM. De manera que Mohamed El-Baradei, que había
representado la alternativa burguesa a la Hermandad al recientemente
derrocado dictador Hosni Mubarak, ahora se refiere a Mursi como
un "nuevo faraón"; quiere sacar provecho aprovechar
la creciente hostilidad popular contra las acciones del presidente.
Pero para la clase obrera no existe facción burguesa que
pueda señalar un camino hacia adelante.
Las acciones de Mursi confirman las perspectivas políticas
fundamentales de Trotsky de la Teoría de la Revolución
Permanente: que la tarea de la revolución democrática
sólo pueden ser resueltas a mediante la revolución
socialista en base a la movilización independiente de la
clase obrera; entre esas tareas va incluida la independencia del
imperialismo,
Las acciones de Mursi han producido un descontento masivo,
y las manifestaciones en la Plaza Tahrir traen a la memoria las
luchas de enero 2011 contra Mubarak. Una principales demandas
populares es -¡abajo, abajo con Mursi y Mubarak!
Es indispensable una clara apreciación de las experiencias
de la revolución egipcia. El levantamiento revolucionario
del año pasado pudo derrocar a Mubarak, pero que no pudo
solucionar los problemas fundamentales que confrontan las masas
egipcias. En la ausencia de una perspectiva y dirección
independiente de la clase obrera, la burguesía egipcia
tuvo la oportunidad de llevar a Mursi al poder y continuar su
política más fundamental -la explotación
de los trabajadores en colaboración con el imperialismo
y la imposición de un régimen dictatorial.
El papel de los Estados Unidos -el principal aliado imperialista
de Egipto- ha sido central. Los decretos de Murzi no tienen nada
de accidental en este momento, un día después que
la secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton le agradeciera
por su papel en el brutal ataque del gobierno israelí contra
Gaza, cuando aun llovían cohetes sobre su población
civil, Mursi se ofrecía de títere del imperialismo
norteamericano y prometía intensificar el bloqueo de Gaza
y profundizar sus relaciones con Washington y Tel Aviv.
Por el momento, el gobierno de Obama considera que la Hermandad
Musulmana es una aliada estratégica en el Medio Oriente,
incluyendo en la guerra civil apoyada por el imperialismo contra
el régimen de Bashar al-Assad en Siria, y sus planes guerreros
contra Irán.
A la vez, la elite financiera se apoya en Mursi para implementar
fuertes medidas antiobreras. El jueves pasado Mursi logró
un empréstito del Fondo Monetario Internacional (IMF) por
$4.8 mil millones -organismo que brutalmente empobrece al proletariado
griego. El préstamo requiere imponer drásticas medidas
de austeridad sobre los trabajadores egipcios. El miércoles
pasado, Mursi aprobó el primer tijeretazo a los subsidios
a la gasolina.
El Financial Times citó a un anónimo observador
occidental en Cairo, que expresó los sentimientos de la
clase gobernante norteamericana: -Alguien tiene que detener las
luchas políticas internas y tomar decisiones, dijo. En
otras palabras: alguien tiene que hacer cumplir las decisiones
demandadas por los bancos e instituciones financieras internacionales.
Los poderes dictatoriales que Mursi ahora se atribuye exponen
el rol contra-revolucionario que juegan los grupos de la seudoizquierda,
tales como los Revolucionarios Socialistas Egipcios (RS) y sus
aliados internacionales: la Organización Socialista Internacional
(ISO) estadounidense y el Partido Socialista de los Trabajadores
(SWP) británico. Estas corrientes proclaman a los cuatro
vientos que los políticos burgueses pueden construir un
Egipto democrático, primero con su insistencia que la junta
militar que se apoderó del poder después de la caída
de Mubarak podía ser presionada para implementar reformas,
luego con su respaldo a la elección de Mursi, de nuevo
reclaman que éste cumplirá con los objetivos de
la revolución.
En Julio, el SocialistWorker.org de la Organización Socialista
Internacional público un informe de Sameh Naguib, un líder
del RS. En este declara que la victoria de Mursi representaba
"un gran logro en hacer retroceder la contrarrevolución
y un posible golpe militar."
Estas organizaciones también proporcionan cobertura política
para la colaboración de Washington con fuerzas de la derecha
islamita, sus aliados tradicionales en el Medio Oriente, para
que instalen regímenes proEE.UU. en Libia y Siria. Esto
ha creado las condiciones para una conflagración militar,
centrado en una guerra de agresión de EE.UU. contra Irán.
No hay camino a una democracia genuina y a los derechos sociales
fuera de la lucha por la revolución socialista. La clase
obrera debe organizar su lucha independientemente de las fuerzas
burguesas, derrocar a la burguesía y asumir el poder. Esto
requiere de una lucha en común con los trabajadores en
Israel, el mundo Árabe, y de la tierra entera contra el
imperialismo y sus guerras sangrientas en toda la región.
Las movilizaciones recientes en Egipto reivindican las perspectivas
del World Socialist Web Site. Una día después
de la caída de Mubarak escribimos:
La tarea central que el proletariado enfrenta es la formación
de órganos populares de poder, basados en la clase obrera,
para la luchas por el derrocamiento y el reemplazo de las secciones
del régimen de Mubarak, que han sobrevivo a su caída,
y construir un gobierno de trabajadores. La victoria de esta
revolución depende de ser extendida mas allá de
Egipto, uniendo a los trabajadores de ese país con sus
hermanos de clase en todo el Medio Oriente y los países
capitalistas avanzados.
Esta es la lucha por construir partidos que se basen en la perspectiva
Trotskista que armará a la clase obrera en Egipto e internacionalmente
para los grandes conflictos que surgirán después
de la caída de Mubarak.
En el correr de casi dos años desde la publicación
de esa declaración ha quedado demostrada que tal lucha
es tanto posible como indispensable. El derrocamiento de Mubarak
inspiró luchas masivas de la clase obrera a través
del mundo, desde los EE.UU., a Israel, Europa y Asia. Con la reelección
del presidente Obama la urgencia de luchas similares por la clase
obrera internacional queda de manifiesto, cuando se acelera el
acecho imperialista contra Gaza, Siria y últimamente Irán.
Sin embargo, tales luchas solo pueden ser victoriosas si son dirigidas
por partidos guiados por la perspectiva de la Revolución
Permanente como parte del camino revolucionario hacia el socialismo.
Para llevar adelante la lucha por la igualdad social y por una
genuina democracia contra individuos como Mursi es necesario aprender
las lecciones del pasado y luchar por la construcción de
secciones del Comité Internacional del la Cuarta Internacional
en Egipto y en todo el mundo.
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