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Expansión de la guerra en Irak pone en relieve la crisis política en Washington

Por Barry Grey en Washington, D.C.
17 Enero 2007

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Este artículo fue publicado en nuestro sitio en su inglés original el 13 de enero, 2007.

Las audiencias del Congreso nacional sobre los planes del Presidente Bush para expandir la guerra en Irak han revelado amplia oposición por parte no solo de los Demócratas, sino también de varios Republicanos destacados.

La Ministro de Relaciones Exteriores, Condoleezza Rice, presentó testimonio ante los comités sobre asuntos exteriores de ambas cámaras del Congreso; es decir, el Senado y la Cámara de Representantes. El jueves, el Ministro de Defensa, Robert Gates, y el jefe del Estado Mayor, Peter Pace, también dieron fe ante el Comité sobre las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes. El viernes se presentaron ante el mismo comité pero del Senado.

Rice se mostró bastante polémica cuando apareció ante el Comité sobre Relaciones Exteriores del Senado. Enfatizó las inquietudes de los legisladores Republicanos y Demócratas que la decisión de Bush en mandar a más de 21,000 tropas estadounidenses a Irak—lo cual se anunció por medio de un discurso por televisión el miércoles—es un preludio a la intensificación de provocaciones contra Siria e Irán que resultarían en acciones militares contra uno o ambos países.

El presidente Demócrata del comité, el Senador Joseph Biden, planteó el tema de una manera muy directa con sus comentarios y en su interrogación a Rice. Biden puntualizó que habían sido las esperanzas del pueblo de Estados Unidos escuchar un plan que "comenzaría a regresar a las tropas al país de nuevo", pero lo que "oyeron" fue "un plan para expandir la guerra", no sólo en Irak, sino también posiblemente en Irán y Siria". Continuó con que "la estrategia del presidente no ofrece ninguna solución; más bien es un trágico error".

Luego de la presentación inicial de Rice, Biden comenzó su interrogación con las siguientes palabras: "Anoche el presidente dijo—y lo cito—que ‘Vamos a interrumpir el apoyo que brindan Siria e Irán. Buscaremos y destruiremos las redes que abastecen armas avanzadas y capacitación a nuestros enemigos en Irak'. ¿No significa eso que el presidente tiene la intención de cruzar las fronteras con Siria y/o Irán para perseguir aquellas personas o individuos o gobiernos que ofrecen ayuda?"

La respuesta de Rice fue intencionalmente ambigua. Dijo que "Estamos tratando de proteger nuestras fuerzas y hacemos ello tratando de encontrar estas redes que sabemos funcionan en Irak...Podemos, tal como sucedió el 21 de diciembre [cuando las fuerzas yanquis arrestaron a dos funcionarios iraníes en Bagdad], perseguirlos hasta que los encontremos... Nuestros planes según estas redes es que creemos que podemos hacer lo que se debe hacer en Irak. Evidentemente, el presidente no va descartar nada para proteger a nuestras tropas".

Biden entonces le preguntó a Rice si ella creía que Bush "tiene la autoridad constitucional para cruzar la frontera con Irán o Siria para acabar con las redes en ambos países.

Rice contestó así: "A mi no gustaría especular acerca de la autoridad constitucional del presidente o decir algo que limite su autoridad constitucional como jefe de las fuerzas armadas. El pueblo de Estados Unidos y el Congreso exigen que el presidente haga lo necesario..." Biden respondió que, según su punto de vista, el voto para autorizar el uso de la fuerza en Irak no tenía nada que ver con ningún plan "para invadir a Siria o a Irán", y que semejante acción requeriría una nueva autorización.

Biden después añadió: "Sólo quiero que las actas muestren—y me gustaría recibir del Ministerio de Estado una respuesta jurídica en cuanto a si cree que tiene la autoridad de investigar a las redes o a cualquier otra cosa al otro lado de la frontera con Siria o Irán—y predigo que semejante acción resultará en una confrontación constitucional con el Senado".

Este intercambio, que tomara lugar durante las audiencias, no sólo muestra las inquietudes principales que motivan esta oposición a los planes de Bush, sino también los límites de la oposición.

En el Congreso se teme que la rama legislativa del gobierno se enfrenta a una pandilla del gobierno de Bush que no sólo está preparada para desafiar el enorme sentimiento anti bélico del pueblo de Estados Unidos, tal como se expresara en las elecciones congresistas de noviembre y en todas las encuestas de opinión pública desde los comicios, sino que está empedernidamente dispuesta a expandir la guerra más allá de Irak y que no va a tolerar ninguna interferencia por parte del Congreso.

El Senador Check Hagel, Republicano por el estado de Nebraska y veterano de la Guerra de Vietnam, planteó el asunto de la manera más rotunda. Le dijo a Rice: "Tomando como base lo que el presidente dijo anoche, usted no puede sentarse ahí y decirle al pueblo de nuestro país que nosotros no vamos a entrar en liza con los sirios y los iraníes si cruzamos las fronteras. Varios de nosotros recordamos el 1970...y cuando nuestro gobierno le mintió al pueblo estadounidense y dijo que no habíamos cruzado la frontera con Camboya, el hecho fue que sí habíamos cruzado...Me incumbe expresar que, según mi parecer, el discurso que este presidente pronunció anoche es el error de política exterior más peligroso para este país desde Vietnam..."

El aislamiento político del gobierno no pudo haber sido más negro. Además de todos los Demócratas y Hagel, los Republicanos Norm Coleman, por el estado de Minnesota, y George Voinovich, por el estado de Ohio, se expresaron en contra del plan de Bush. Con la única excepción de Johnny Isakson, por el estado de Georgia, los oros Republicanos mostraron varios niveles de escepticismo.

Biden logró decirle a Rice: "Espero que le pueda comunicar al presidente el mensaje que usted escuchó a 21 integrantes [del comité], con una o dos notables excepciones, expresar una hostilidad y desacuerdo rotundos, además de una profunda inquietud con lo que el presidente ha propuesto".

El apoyo a la guerra, que rápidamente se evapora dentro de las fuerzas militares mismas, también encontró su reflejo ese mismo día cuando Bush se apareció, luego de mucho ensayo, ante los soldados estacionados en el Fuerte Benning, estado de Georgia. Integrantes de la Tercera División de Infantería, Tercera Brigada, ya han servido dos giras en Irak, y varios fueron notificados que comenzarían una tercera a mediados de marzo, dos meses por adelantado, como resultado del expansionismo de Bush.

Informes de la prensa describieron la reacción de los soldados al discurso motivador de Bush con una cortesía casi hosca. Funcionarios de la Casa Blanca le habían prometido a los periodistas que podrían hablarle a los soldados, pero el General Mayor Walter Wojdakowski, comandante de la base, lo prohibió.

A pesar de todo esto, los congresistas que critican el programa de guerra se encuentran ante un dilema debido a que sus diferencias con la política temeraria e incendiaria de la Casa Blanca son de índole táctica, no principista.

Esta oposición no se basa en el hecho que la guerra es ilegal, que se lanzó a base de mentiras y que ha dejado muertos a cientos de miles de iraquíes, para no mencionar que ha destruido a una sociedad entera. No tienen ningún problema con una campaña imperialista cuyo objetivo es apoderarse de la riqueza petrolífera de Irak y establecer la conquista del Oriente Medio por parte de Estados Unidos. La dirigencia del Partido Demócrata apoya este objetivo, razón por la cual respaldó la invasión en el 2003. Más bien la oposición en el Congreso se basa en que Bush ha sido un incompetente que no ha sabido como conducir la guerra y que ha fracasado en triunfar.

Esto le ofrece al gobierno y a sus partidarios en el Congreso, quienes cuentan con el candidato para la presidencia en el 2000, el Senador Joseph Lieberman, una enorme ventaja, a pesar de que una gran mayoría del pueblo los detesta y que el apoyo del cual gozan en el Congreso rápidamente disminuye.

El gobierno de Bush representa la campaña más constante de la clase gobernante de Estados Unidos para establecer su hegemonía en el Oriente Medio y a nivel internacional. Todas las facciones de ambos partidos—los críticos de la política pro guerra de Bush no menos que sus partidarios—están comprometidos a defender los intereses fundamentales de esta clase gobernante.

He ahí la razón por la cual ambos partidos apoyaron, durante ciertas audiencias, el anuncio del Ministro de Defensa, Robert Gates, que había autorizado un gran aumento permanente de tropas para el ejército y los marinos de guerra para la "larga guerra contra el terrorismo".

Voceros del gobierno contrarrestan las quejas de sus críticos en el Congreso con la repetida aseveración que el retiro de tropas de Irak se consideraría una derrota para Estados Unidos; derrota con graves insinuaciones para los intereses de Estados Unidos en todo el mundo. Exigen que sus críticos en la misma clase gobernante presenten un plan para evitar semejante fracaso, pero, desde el punto de vista del imperialismo yanqui, esos críticos son incapaces de ofrecer una alternativa viable.

Y fue por eso que Rice comenzó su testimonio con la siguiente aseveración: "Todos sabemos que en Irak lo que está en juego es de importancia primordial. Y todos compartimos el punto de vista de que la situación en Irak es inaceptable. Esto nos une a todos." Rice retornó a este tema al terminar su testimonio, declarando que "es una imperante nacional no fracasar en Irak".

Pero Gates fue todavía mucho más insistente. "Sea el punto de vista que sea en cuanto a la decisión original de lanzarse a la guerra y las decisiones que nos han llevado a este punto", dijo al comenzar su presentación ante el Comité del Senado sobre las Fuerzas Armadas, "estamos en amplio acuerdo que el fracaso en Irak sería una calamidad para nuestro país con consecuencias históricas perdurables".

Hizo una lista de las consecuencias: "Irán se haría más osado"; "una derrota humillante en la campaña general contra el extremismo violento por todo el mundo"; y que "la credibilidad de Estados Unidos sería socavada".

En la audiencia del Comité del Senado sobre la Fuerzas Armadas, el Senador Republicano, John McCAin, quien ha propuesto un aumento de las fuerzas militares mayor que el que Bush ha pedido, le exigió los congresistas que favorecen el retiro de las tropas: "Es la responsabilidad de aquellos que abogan por semejante plan...decirnos lo que ellos creen serán las consecuencias del retiro de tropas en Irak".

Detrás de la dura retórica de los críticos existe una desesperación bastante fuerte y un deseo para formar una coalición bipartita entre el Congreso y la Casa Blanca para lograr el "éxito" en Irak. Biden representa esta visión.

Declaró que "mi consciencia" no me permite apoyar el plan de Bush, pero terminó con las siguientes palabras: "Debido a que la situación es de extrema importancia, tampoco estoy preparado para darme por vencido en encontrar una manera bipartita para seguir adelante...El fracaso en Irak no será limitado a Irak; la causará daños terribles a nuestra capacidad para proteger los intereses de Estados Unidos en todo el mundo por mucho, mucho tiempo. Esa es la razón por la cual tenemos que continuar colaborando para encontrar una solución...una solución que se gane la confianza de nuestros ciudadanos".

Biden, quien se ha anunciado como candidato del Partido Demócrata para la nominación a la presidencia en 2008, ha criticado todo esfuerzo por el Congreso para cancelar o limitar los fondos para la guerra en Irak. Las propuestas para cancelar los fondos para la guerra, que, según encuestas de la opinión pública, reciben el apoyo de la mayoría de los ciudadanos estadounidenses, cuentan con el apoyo de sólo un puñado de Representantes Demócratas y de un senador, Rusell Feingold, por el estado de Wisconsin.

Un proyecto de ley presentado por el senador del estado de Massachussets, Edward Kennedy, que requiere la autorización del Congreso para pagar por el despliegue de tropas adicionales a Irak (lo cual sería una medida de camino medio puesto que continuaría los fondos para la ocupación militar actual), ha sido ignorado por el dirigente de la Mayoría Demócrata, Larry Reid, y por la Presidente Demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Otros dirigentes Demócratas, tales como Biden y el jefe del Bloque Demócrata en la Cámara de Representantes, Emmanuel Rahm, abiertamente se oponen a semejante proyecto de ley.

La dirigencia Demócrata se encuentra en una posición malabarista: al mismo tiempo que desea aparecer como representante de los enormes sentimientos anti bélicos de la población, rechaza toda acción para ponerle paro al derramamiento de sangre. El gobierno de Bush ha elevado la importancia de este conflicto a un nivel más alto al cambiar a una política de mayor expansión de la guerra y a la enorme intensificación de la violencia en Irak en conjunto con un aumento de provocaciones militares contra Irán.

Actualmente, la dirigencia Demócrata en el Senado ha limitado su reacción a una resolución simbólica y no vinculante para el "redespliegue" de tropas. Dicha resolución ha de presentarse la semana entrante. Los dirigentes de la Cámara de Representantes desean postergar el debate sobre esta medida sin dientes.

Se contemplan otras maniobras legislativas. El viernes, David Ignatius, columnista del Washington Post, escribió con aprobación acerca de una propuesta del Representante Demócrata, John Murtha, para "establecer normas estrictas para la preparación [militar], lo cual haría difícil financiar el aumento de tropas en Irak sin fortalecer a las fuerzas militares en general". Ignatius continúa con que "la idea es pintar a los Demócratas como amigos de los militares a la vez que éstos critican ferozmente a la política de Bush en Irak".