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Detrás de los planes de Shorten para "reconstruir"
el Partido Laborista australiano
Por James Cogan
1 Mayo 2014
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Bill Shorten, el líder del Partido Laborista Australiano
(ALP en inglés), emitió un discurso el 22 de Abril
llamando a que la vaciada y desacreditada organización
sea reconstruida como "un partido democrático, abierto
y seguro de de sí mismo". Publicitó este discurso
en tanto "conversación honesta sobre por qué
perdimos el poder". El Partido Laborista dejó el gobierno
luego de la elección de Septiembre de 2013, en la cual
obtuvo su porcentaje de votación más bajo en 110
años. "Si no cambiamos -declaró Shorten-, estamos
poniendo nuestro propio futuro en riesgo"
Shorten presentó una historia en la cual el Partido
Laborista habría perdido su apoyo, porque éste sería
hoy un aparato antidemocrático dominado por facciones vinculadas
al mundo sindical. Dejó fuera de su "honesta conversación"
la verdadera razón de la hostilidad hacia el Partido Laborista,
esto es, las políticas anti-clase obrera que éste
ha implementado. Las políticas que Shorten sí consignó
en su discurso -como ejemplos de por qué la gente pondría
"su fe, confianza y esperanza en el Partido Laborista"-,
solo sirvieron para subrayar el por qué el pueblo trabajador
se encuentra absolutamente alienado respecto de esta organización.
Shorten recordó la introducción de la educación
universitaria gratuita por el gobierno laborista de Whitlam en
1974. Apenas una década más tarde, el gobierno laborista
de Hawke reimpuso las tasas bajo la forma del Programa de Contribución
a la Educación Superior, el cual hoy cobra a los estudiantes
una tasa diferida que va de $6.000 a $10.000 anuales para obtener
su título.
También celebró la introducción de la
jubilación obligatoria por el gobierno laborista de Keating
en 1992. Este esquema ha sido utilizado por el gobierno y los
sindicatos para trabajar con la patronal en orden de suprimir
el crecimiento de los salarios. Ha devenido en un juguete de $1,6
millones de la finanza, con los administradores de los fondos,
funcionarios sindicales y corredores desviando decenas de billones
en cobros, mientras los ricos lo utilizan para evadir impuestos.
Su existencia está siendo utilizada para reclamar la eliminación
de los subsidios a los pensionados, cuando las condiciones actuales
de los obreros nunca les permitirán acumular suficiente
jubilación para sostener su retiro.
Shorten también alabó el cínico perdón
hecho en 2008 por el gobierno laborista de Rudd a las "generaciones
robadas" -los aborígenes australianos que fueron separados
de sus familias durante el siglo XX-. La inutilidad de este perdón
está demostrada por el continuo deterioro de las horrorosas
condiciones sociales soportadas por la gran mayoría de
la población indígena, el sector más oprimido
de la clase obrera australiana.
Por último, Shorten citó el Programa Nacional
de Seguro para la Discapacidad (NDIS en inglés) introducido
por el gobierno laborista de Gillard en 2013, consignándolo
como "una reforma que cambió la vida (de estas personas)".
Para los australianos discapacitados, cambiará sus vidas
bajo la forma de una incluso mayor pobreza y explotación.
El NDIS supone la privatización de los servicios de discapacidad
y una drástica reevaluación de lo que constituye
la discapacidad. Su objetivo declarado es reintroducir a la fuerza
de trabajo a 400 mil personas hoy clasificadas como discapacitadas,
y por tanto eliminarlas de la Pensión de Apoyo a la Discapacidad
(DSP en inglés).
El plan de Shorten para la renovación democrática
de la ALP requirió una reescritura de la historia de este
partido: "Cuando el Partido Laborista nació -declaró-
la visión de sus fundadores fue la de un partido basado
en la militancia. Pero en los tiempos más recientes, el
rol de los sindicatos dentro de nuestro partido ha devenido en
una toma de decisiones faccional y centralizada. Si debemos renovar
y reconstruir el Partido Laborista, debemos reconstruirlo como
un partido basado en la militancia, no uno fundado en las facciones"
"En realidad, el Partido Laborista fue una organización
altamente burocratizada desde sus orígenes. Formado como
el brazo político de los sindicatos, se opuso al marxismo
desde el comienzo y propuso un programa pro-capitalista reformista-nacional.
Promovió la colaboración de clases mediante el "sistema
de árbitros" y las panaceas racistas de la "Australia
blanca". En tiempos de crisis, incluyendo las dos guerras
mundiales y la Gran Depresión, el Partido Laborista fue
el instrumento principal utilizado por la clase dominante para
subordinar a la clase obrera al estado-nación capitalista"
Durante el boom económico que sobrevino luego de la
Segunda Guerra Mundial, el partido tuvo una activa base de apoyo
en la clase obrera derivada de su promoción de reformas
que mejoraron las condiciones de vida. Su estructura faccional,
si bien reflejaba los intereses en competencia de los distintos
sindicatos, era el resultado de una división del trabajo
-la "derecha" estaba más estrechamente vinculada
a los negocios y la finanza y seguía las señales
de Washington, mientras la "izquierda", apoyada por
el partido comunista australiano, utilizó su fraseología
"progresista" e incluso "socialista" para
desviar la crítica y la oposición de la clase obrera-.
Los conflictos faccionales eran siempre más por posiciones
y puestos parlamentarios que por cuestiones políticas.
Las estructuras del partido estaban altamente burocratizadas y
siempre cubiertas contra cualquier participación democrática
genuina de las bases.
El colapso del apoyo al Partido Laborista fue producto de la
globalización de la producción a fines de los 1970s
y 1980s, la cual minó los programas reformistas nacionales
en Australia y en el mundo entero. Las "reformas" introducidas
por los gobiernos laboristas de Hawke y Keating entre 1983 y 1996,
no fueron para mejorar la suerte de la clase obrera, sino que
para hacer al empresariado australiano "internacionalmente
competitivo" a expensas de la clase obrera. Todas las facciones
del Partido Laborista, especialmente la "izquierda"
apoyada por los sindicatos y el partido comunista, apoyaron la
agenda pro-mercado suprimieron la oposición que emergía
en el seno de los obreros hacia la destrucción de puestos
de trabajo, salarios y condiciones conquistadas mediante arduas
luchas.
La activa militancia y el amplio apoyo en la clase obrera,
colapsó como resultado de esto, y nunca se ha recuperado.
Salió del gobierno en 1996 y no fue reelecto hasta 2007,
en ese momento fundamentalmente sobre la base de que el Partido
Laborista era el "mal menor" en comparación con
el gobierno de coalición de Howard. El apoyo del partido
laborista se hundió a nuevos bajos, en tanto el gobierno
de Rudd comenzó a implementar la agenda del gran empresariado.
Luego del golpe político del 23-24 de Junio de 2010
dentro del ALP, el cual sacó de la noche a la mañana
a Kevin Rudd e instaló a Julia Gillard, el partido giró
todavía más a la derecha, desempolvando medidas
de austeridad que recortaron el gasto público y alineándose
plenamente con la escalada militar de EEUU contra China en Asia-pacífico.
Shorten declara que él democratizará el Partido
Laborista. Pero él fue uno de los hombres fuertes de las
facciones, con estrechos vínculos con la embajada de EEUU,
que removió a Rudd a espaldas de la militancia partidaria
y del pueblo australiano. En las elecciones partidarias de octubre
del año anterior, el 60 por ciento de los miembros del
ALP votaron por su rival, Anthony Albanese, en gran parte debido
a la historia de Shorten como matón faccional.
Las reformas propuestas por Shorten a la organización,
tal como las primarias al estilo de EEUU para seleccionar candidatos,
no tienen que ver con la democracia. Antes bien, en línea
con las demandas de sectores de los medios y del establishment
corporativo, Shorten busca reforzar un liderazgo parlamentario
que esté libre de la influencia de los intereses sectoriales
de las ramas estatales y los sindicatos, más maleable a
los de la elite financiera y empresarial e impermeable a la oposición
de la clase obrera.
Los medios de Murdoch declararon el miércoles (23 de
abril) que Shorten tiene un largo camino si es que quiere satisfacer
sus demandas. La editorial en El Australiano desestimó
el discurso de Shorten como un "voladero de luces".
Si bien celebra sus "tímidas propuestas" para
cambiar el ALP, afirma que el partido laborista "debe renovar
su programa para reflejar una agenda de reforma moderna, basada
en presupuestos prudentes, soluciones de mercado que refuercen
la productividad, la aspiración y el emprendimiento individuales".
Hasta que no hiciera esto, la editorial concluyó, el partido
laborista permanecerá "crónicamente no apto
para gobernar" y se le negará el apoyo para volver
al poder.
Traducción: Manuel Salgado
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