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Un crimen contra la humanidad en la frontera de los Estados
Unidos
Por Bill Van Auken
24 Julio 2014
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Este artículo de perspectivas política se
publicó en inglés el 17 Julio del 2014
Goodbye to my Juan, goodbye, Rosalita,
Adios mis amigos, Jesus y Maria;
You won't have your names when you ride the big airplane,
All they will call you will be "deportees."
Con esa letra y esa canción, Woody Guthrie respondía
con indignación al desastre en 1948 en el Cañón
de Los Gatos, donde se estrello un avión cargando braceros
deportados hacia México. Murieron todos.
La repugnante inhumanidad hacia los inmigrantes denunciado
por Guthrie hace 65 años hoy adopta una forma todavía
más criminal y grotesca que demuestra como se ha tratado
a los 57 mil niños no acompañados que han llegado
a la frontera estadounidense a lo largo de los últimos
nueve meses buscando refugio de la violencia y opresión
en sus países centroamericanos de donde vinieron.
El regreso del primer avión cargado niños y familias
deportados el lunes (conteniendo 17 madres y 21 niños de
18 meses a 15 años de edad) a Honduras, el país
con la tasa de homicidios más alta del mundo, fue celebrado
por el gobierno de Obama como un primer paso en la arremetida
contra los niños refugiados.
Las deportaciones constituyen "una señal clara"
que los niños centroamericanos que lograron alcanzar la
frontera estadounidense, "no serán recibidos a esta
país con los brazos abiertos," declaro el portavoz
de Obama, Josh Earnest, a periodistas en la Casa Blanca este lunes.
Earnest esquivo las preguntas de los periodistas acerca de
si Obama mismo estuvo involucrado en la organización del
vuelo cargado de deportados. Solamente admitió que el presidente
de hecho si es responsable por la "oleada" de agentes
de la Patrulla Fronteriza y jueces a la frontera suroeste y la
apertura de centros de detención improvisados en las cuales
miles de niños y sus madres son mantenidos presos.
La "señal clara" enviada por el gobierno de
Obama demuestra el desprecio de la Casa Blanca hacia el derecho
internacional tanto dentro como fuera del país. El mismo
gobierno que con regularidad invoca a los "derechos humanos"
como pretexto de intervención militar por todo el mundo
está realizando un crimen contra la humanidad cuyo blanco
es los niños inmigrantes vulnerables que se encuentran
en su mero umbral.
Según una encuesta realizada por el Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados, la gran mayoría
de las decenas de miles de los niños que han logrado llegar
a la frontera estadounidense, tienen derecho al asilo, a ser tratado
como refugiados, y a otros estatutos de protección dentro
de los EE.UU.
El derecho internacional define a un refugiado se como una
persona que, "debido a fundados temores de ser perseguida
por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia
a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre
fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa
de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de
tal país; o que... a causa de dichos temores, no quiera
regresar a él".
Los que huyen de Centroamérica corresponden a esta categoría
de manera inequívoca. El triangulo norte de Centroamérica
- El Salvador, Guatemala y Honduras - constituye una de las regiones
más violentas del mundo. Según estadísticas
recientes de la ONU, fue más probable que un civil fuera
asesinado en uno los países nombrados en años recientes
que en Irak durante el combate más sangriento del 2007.
Las condiciones catastróficas en la región son
la consecuencia directa de la intervención imperialista
de los EE.UU. que se artículo en el sostén proveído
para una sucesión de golpes y dictaduras brutales, y el
patrocinio de décadas de guerras contrainsurgentes, cuyas
víctimas se estiman en las centenas de miles. Esas intervenciones,
en conjunto con políticas económicas capitalistas
dictadas por Washington, han dejado sociedades enteras en jirones,
hendidas por la desigualdad social y aterrorizados por la violencia
de pandillas y las atrocidades realizadas por escuadrones de la
muerte.
Entre los principios más fundamentales del derecho internacional
es el que declara que ningún estado "podrá,
por expulsión o devolución (refoulement'),
poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de los territorios
donde su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, o de sus
opiniones políticas."
Y la Convención sobre los Derechos del Niño -
ratificado por todos países del mundo (menos los EE.UU.
y Somalia) exige de los gobiernos que "adoptarán medidas
adecuadas para lograr que el niño que trate de obtener
el estatuto de refugiado... reciba, tanto si está solo
como si está acompañado de sus padres o de cualquier
otra persona, la protección y la asistencia humanitaria..."
No obstante, el gobierno de Obama, en conjunto con los Demócratas
y Republicanos en el Congreso, están decididos a encerrar
los menores de edad centroamericanos y deportarlos lo más
pronto posible, entretanto profiriendo sus preocupaciones hipocriticas
para "los niños" y hablando de una "crisis
humanitaria."
Se han puesto en marcha diseños para invalidar un obstáculo
legal a estos esfuerzos: la ley del 2008 redactada para proteger
a las víctimas del tráfico humano. Esa ley otorga
a menores inmigrantes (que provienen de países que no comparten
frontera con los EE. UU.) más derechos legales. Se presento
la semana pasada en el Congreso una acta bipartidista con el intento
de socavar las protecciones que provee la ley, mientras que el
gobierno de Obama indico que buscaría "flexibilidad"
y "margen de acción" para ignorar estas protecciones.
El objetivo consiste en permitir a los agentes de la Patrulla
Fronteriza a expulsar administrativamente a los niños centroamericanos,
de la misma manera de los que llegan desde México.
Los Demócratas, Republicanos y los medios han pintado
a la llegada de niños centroamericanos a orillas del Rio
Grande como la manifestación de una "crisis inmigratoria."
Esto es una falsificación diseñada deliberadamente
para fomentar el chovinismo anti-inmigrante y enmascarar las violaciones
del derecho internacional por el gobierno estadounidense en la
deportación en masa de los niños refugiados.
En realidad, la entrada de inmigrantes indocumentados a los
EE.UU. ha caído repentinamente en años recientes,
a la misma ves que el gobierno de Obama ha deportado un insólito
2 millones personas - más que el gobierno de Bush y cuatro
veces más que el numero de deportados bajo Clinton. A consecuencia
de destrucción de millones de puestos de trabajo después
de la quiebra financiera del 2008, muchos inmigrantes mexicanos
regresaron a su país de origen, arrojando lo que se considera
ser una tasa de inmigración "netamente negativa"
en los años desde entonces.
Ahora se pinta al país como "invadido" por
la llegada de decenas de miles de niños refugiados a su
frontera. Esto se afirma bajo condiciones creadas en la guerra
de los Estados Unidas contra Irak y la guerra por el cambio de
régimen en Siria han enviado a millones de refugiados a
países chicos y relativamente pobres como Jordania y Líbano.
La propaganda sobre una crisis inmigratoria y fronteriza tiene
el objetivo de hacer chivos expiatorios de los inmigrantes -una
de las capas más oprimidas de la clase obrera- por el aumento
del desempleo, el declive del estándar de vida y los ataques
contra las condiciones sociales, todo lo cual es el resultado
de la crisis del capitalismo, y el intento de obligar a la clase
obrera entera a cargar con esa crísis.
Los trabajadores estadounidenses tienen que rechazar esta agitación
antinmigratoria con el desprecio que merece. Los recursos existen
en abundancia en los EE.UU. para proveer a los que huyen las consecuencias
de los crímenes del imperialismo estadounidense y proveer
un estándar de vida digna para todos los trabajadores,
tanto inmigrantes como nacidos en los EE.UU. La dificultad se
encuentra en el monopolio ejercitado por una oligarquía
financiera y empresarial que hace uso de la vieja estrategia de
enfrentar una sección de trabajadores contra la otra para
mantenerse en control.
Hay que demandar el fin a las deportaciones, el asilo para
todos los niños refugiados y sus familias, y pleno derecho
a la ciudadanía para todo y cualquier trabajador en los
EE.UU, independientemente de su estatus inmigratorio. Sólo
de esta manera será posible que la clase obrera estadounidense
mobilize su fuerza independiente en unidad con los trabajadores
de todo el hemisferio para confrontar el enemigo común:
el imperialismo estadounidense y el sistema capitalista de ganancias.
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