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Trabajadores portuarios chilenos finalizan su huelga de un mes

Por César Uco y Armando Cruz
7 Febrero 2014

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Este artículo apareció en inglés el 29 de enero 2014

Una huelga que había paralizado los puertos de Chile desde Diciembre fue terminada el sábado después que los líderes sindicales alcanzaran un acuerdo temprano en la mañana con el gobierno del presidente Sebastián Piñera. Los operadores privados portuarios aceptaron el pago de bonos y recontratar a los huelguistas despedidos.

El acuerdo fue alcanzado por detrás de las espaldas de los huelguistas. Deja intacto los principales motivos que desataron la huelga y causaron a que se expandiera por toda la costa chilena: la demanda de que se acabaran las leyes de la era pinochetista que fueron diseñadas para mantener a los trabajadores portuarios atomizados; la abolición del trabajo eventual y otras formas de empleo informal; y el derecho a sindicalizarse.

Desde finales de Diciembre, miles de estibadores chilenos se unieron a la huelga en diversos importantes puertos en el país. El 26 de Diciembre, 350 estibadores cerraron el puerto de Antofagasta, exigiendo un aumento de 150,000 pesos chilenos (US$274.51). El 6 de Enero, los puertos norteños de Iquique, Tocopilla, Chañaral y Guasco se unieron a la huelga. Después de la brutal represión de los huelguistas por fuerzas anti-disturbios, los puertos sureños de Lirquén, penco, Coronel, San Vicente, Calbuco, Corral, Puerto Montt y Chacabuco también se fueron a la huelga. Antes del acuerdo, los portuarios se habían movilizado en piquetes en 15 puertos por todo el país.

Entre las demandas se encontraban el derecho a sindicalizarse y la abolición de las leyes heredadas de la dictadura de Pinochet (1973-1989), las cuales separaban a los trabajadores en "primera" y "segunda" clase de trabajo. Este sistema reaccionario ha sido mantenido con impunidad desde el fin de la dictadura por ambos gobiernos de "izquierda" y derecha. Entre ellos el gobierno de la lideresa del Partido Socialista Michelle Bachelet (2006-2010), quién fue elegida el mes pasado, encabezando a la coalición de "Nueva Mayoría", el cual incluye al Partido Comunista Chileno, que ha sido recompensado por su rol en traicionar las huelgas, protestas y movilizaciones de los estudiantes.

Inicialmente, las empresas portuarios respondieron a las demandas de los huelguistas con medidas a media como un aumento del 15 por ciento, mientras que rechazó por completo la demanda de que el aumento incluya también a los trabajadores eventuales. Los oligopolios de grandes puertos recurrieron a los rompehuelgas y exigieron que el gobierno reprima a los trabajadores que se encontraran en los piquetes. Esto llevó a la casi muerte de un trabajador, Luis Gonzalez Fuentes. El pasado marzo y abril, una previa huelga resultó en la muerte del sindicalista Enrique Solar, golpeado salvajemente por los carabineros, la policía militarizada chilena.

La poderosa huelga estremeció a la clase gobernante, no sólo debido a su efecto directo en la economía del país (con perdidas multi-millonarias en importaciones y exportaciones), sino por perjudicar la imagen internacional de Chile como un país preferido para las inversiones extranjeras y un refugio seguro para estas. Con el gobierno cada vez más queriendo una firme resolución a la huelga, el Ministro del Interior Andrés Chadwick levantó la posibilidad de invocar el Acta de Seguridad Interna -promulgada en 1975 durante la represión más feroz de la dictadura de Pinochet-, la cual otorga penalidades extremas en situaciones consideradas por las autoridades como perturbaciones de orden público.

El Ministro del Trabajo Juan Carlos Jobet había insistido que el gobierno no entre en negociaciones hasta que la huelga haya terminado. Sin embargo, detrás de esta postura de intransigencia, las negociaciones ya estaban tomando lugar, sin lugar a dudas con la participación de la entrante administración de Bachelet. El establishment político cooptó por la burocracia sindical para que terminara la huelga, sobre la base de concesiones económicas limitadas a los huelguistas.

Pérdidas en las exportaciones de cobre se aproximaban a la cifra de 67 millones de dls. al día. Pérdidas en las exportaciones de frutas alcanzaron los 40 millones de dls. a la semana.

Los inversionistas internacionales monitorearon cercanamente la situación en Chile. Ken Tsuchikawa, CEO del gigante minero asiático Mitsui, declaró que el país "no es tan confiable" para los inversionistas, confirmando los miedos expresados por los ministros chilenos.

El problema de una "mala" imagen fue profundizado por el diario de Santiago El Mercurio, el cual reveló el precario futuro de la industria del cobre, la espina dorsal de la economía de exportación chilena. De acuerdo a Thomas Keller, CEO de Codelco (la compañía estatal de cobre de Chile), se necesita más de 6 billones de dls. para expandir operaciones. Mientras tanto, Chile recientemente fue incluido en un grupo de ocho países emergentes clasificados como "economías frágiles".

Contrario a lo que la prensa tabloide de Chile dice, la huelga tiene un amplio apoyo en el pueblo. Los mineros, los trabajadores de banco y los estudiantes repetidamente se han unido a la huelga y se han movilizado en solidaridad así como los trabajadores eventuales en Codelco, los trabajadores forestales y los camioneros.

La derecha ha dejado claro que luchará por la continuidad del Pinochetismo. Sven von Appen, un multimillonario fascista (su familia posee el holding Ultramar que administra 20 puertos en el país), declaró a comienzos del conflicto el pasado diciembre que si Bachelet fracasa en gestionar bien la economía "buscaremos otro Pinochet". Si la huelga hubiese continuado, hay poca duda que el gobierno hubiera invocado las leyes de la era Pinochet y reprimido a los portuarios.

Buscando desviar la presión de los de la base, el portavoz del Sindicato de Puertos de Chile hizo un llamado a boicotear internacionalmente todos los barcos llevando cargo para las compañías de Sven von Appen. Como está claro ahora, esto fue una hoja de parra para esconder la traición que estaba siendo preparada.

El gran número de huelgas militantes que han ocurrido desde el 2010 son una señal que la clase trabajadora chilena se ha recuperado de la brutal represión desatada con el golpe de 1973 y los posteriores 17 años de dictadura y de que está lista para volver a luchar por sus derechos.

Como una señal de hostilidad a esta creciente lucha de clases, el Partido Comunista Chileno (PCCh) no ha publicado ni una sola declaración sobre la huelga de los portuarios. En vez de ello, es u último comentario editorial, se concentra en sembrar ilusiones en las "grandes esperanzas" planteadas por la elección de su nuevo gabinete por la Presidenta Bachelet, el cual incluye un miembro del PCCh.

Finalmente está el rol del pseudo-trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), alineado políticamente con el francés Nuevo Partido Anti-Capitalista (NPA, siglas en francés). En una larga declaración, el PRT reduce su programa a fortalecer los sindicatos reemplazando a los actuales burócratas con líderes más militantes. Mucho de la declaración del PRT está dedicado a denunciar al sindicato en el puerto de Bío Bío por limitar la huelga a un día de protesta.

En ningún lado de esta escéptica declaración hay alguna referencia de la urgente necesidad de construir un partido revolucionario en la clase trabajadora chilena. El PTR, activo en el movimiento estudiantil, tiene como rol político principal complementar los esfuerzos de los estalinistas en mantener a la clase trabajadora chilena atada al estado burgués.

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