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¡No a la guerra imperialista! ¡Volver a las tradiciones
revolucionarias del Primero de Mayo!
Por David North
22 Abril 2014
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Esta declaración se publicó en inglés
el 12 de abril del 2014
12 de abril 2014
El domingo 4 de mayo, el Comité Internacional de la
Cuarta Internacional actualizará una manifestación
internacional en el Internet para celebrar el Primero de Mayo.
El propósito de esta reunión, a disposición
de los oyentes de todo el mundo, es retomar las tradiciones socialistas
revolucionarios de este día histórico de solidaridad
internacional del proletariado.
La clase obrera debe aprender de las experiencias por las que
atraviesa, y el Primero de Mayo de este año, está
lleno historia. Hace cien años en 1914 el Primero de Mayo
se celebró a sólo tres meses del que estallara la
Primera Guerra Mundial, la catástrofe inicial del siglo
XX. Los miles de trabajadores, que se movilizaron en todas las
grandes capitales de Europa para participar en las manifestaciones
en ese ominoso día de fiesta en 1914 pregonaban abiertamente
su oposición al imperialismo y al belicismo capitalista.
Las grandes organizaciones obreras de esa época -sobre
todas, el Partido Socialdemócrata de Alemania y el Partido
Socialista en Francia habían estado previniendo durante
años que el conflícto incesante de las principales
potencias capitalistas entre sí por colonias y esferas
de influencia, en combinación gastos en armamentos que
iban en aumento, llevarían a la guerra.
Apenas 18 meses antes de la guerra, en noviembre de 1912, la
Segunda Internacional tuvo un congreso en Basilea, Suiza donde
asistieron delegados de los partidos socialistas de todo el mundo.
Allí se aprobó un llamado a todos los partidos y
organizaciones de la clase obrera a hacer todo lo posible para
impedir la guerra. Pero si ésta llegara a ser inevitable,
los delegados de la Segunda Internacional se comprometieron a
aprovechar la venidera "crisis económica para
"acelerar la caída de la clase capitalista, es decir,
para explotar las dificultades que la guerra crea los gobiernos
y la indignación de las masas, para la revolución
socialista", promesa que en poco tiempo se pondría
a prueba. En el verano de 1914 occurre un incidente político
en la ciudad bosnia de Sarajevo (el asesinato del archiduque Francisco
Fernando de Austria). Casi de sorpresa se desencadena una crisis
a escala europea que en cuestión de semanas se transforma
en una guerra entre Alemania y el Imperio austrohúngaro
por un lado, y Francia, Gran Bretaña y Rusia por el otro.
Frente a la realidad de la guerra, los líderes de los
principales partidos socialistas de Alemania, Francia, Gran Bretaña
y Austria repudiaban sus programas y declaraban su apoyo a las
acciones militares de sus propias burguesías nacionales.
El martes 4 de agosto de 1914, en una traición política
del proletariadosin precedentes, los delegados socialdemócratas
en el Reichstag alemán votaron unánimemente a favor
de los créditos necesarios para financiar la guerra.
Como consecuencia de esta traición morirían decenas
de millones de personas durante cuatro años de guerra imperialista.
¡La flor de la juventud obrera mundial perecería
bañada el la carnicería de la lucha de los poderosos
intereses capitalistas nacionales (en particular los de Alemania,
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que entró
en la guerra en 1917) para dominar el mundo! Durante esos cuatro
años de guerra, ríos, ciudades e incluso una península:
Somme, Marne, Ypres, Verdún y Gallipoli se convirtieron
en sinónimos de grandes matanzas .
No todos los socialistas perdieron su integridad. Como opositores
a la traición de la Segunda Internacional, los más
grandes marxistas de la época condenaron la guerra, y a
la vez explicaron sus causas esenciales. Vladimir Lenin, el líder
del partido bolchevique ruso, enseñó que la guerra
surgió inevitablemente de las contradicciones del sistema
imperialista mundial dominado por el capital financiero y por
los enormes monopolios. León Trotsky, quien se había
hecho famoso como un importante líder de la Revolución
de 1905 en Rusia, declaraba que la guerra era la manifestación
explosiva de la contradicción entre el desarrollo de la
economía mundial y el sistema arcaico de los estados nacionales.
Lenin y Trotsky predijeron que las mismas contradicciones objetivas
que causaron una guerra imperialista mundial causarían
también la revolución socialista mundial. Fue sobre
la base de esta perspectiva que propusieron la creación
de una nueva internacional revolucionaria y establecieron las
bases políticas para el triunfo de la primera revolución
socialista, en Rusia en octubre de 1917.
La victoria de la Revolución de Octubre provocó
un gran movimiento de la clase obrera europea e internacional
que obligó a poner fin a la guerra imperialista. Pero en
ausencia de una dirección marxista comparable al Partido
Bolchevique en Rusia, la oleada revolucionaria de la posguerra
fue empujada hacia atrás y el capitalismo europeo sobrevivió
con la asistencia de un capitalismo estadounidense dominante.
En la Unión Soviética, aislada como consecuencia
de las derrotas sufridas por la clase obrera europea, la burocracia
conservadora liderada por Stalin gradualmente le arrebata el poder
político a la clase obrera. Los principios internacionalistas
revolucionarios en los que se había basado la Revolución
de Octubre fueron sustituidos por el programa nacionalista reaccionaria
de Stalin de "socialismo en un solo país". Este
rechazo del internacionalismo marxista produjo una escisión
entre el destino de la Unión Soviética como un Estado
obrero y la victoria de revoluciones socialistas fuera de sus
fronteras.
El programa de Stalin significó la subordinación
de la clase obrera internacional a los intereses nacionalistas
de la burocracia soviética, antes que nada con la defensa
de sus privilegios dentro de la URSS. Ejerciendo inmensa influencia
política a través de los partidos comunistas de
la Tercera Internacional, el estalinismo desorienta y engaña
a la clase obrera , lo que resulta en una serie de importantes
derrotas, el más catastrófica de ellas fue la llegada
al poder del partido nazi de Hitler en Alemania en enero de 1933.
León Trotsky, que había sido expulsado del Partido
Comunista de Rusia en 1927 y deportado de la URSS en 1929, reconoció
que la victoria del fascismo en Alemania daría lugar a
una segunda guerra mundial mucho más terrible que la primera.
Nada podría evitarla que no fuera el derrocamiento del
capitalismo. Pero el logro de esta tarea requeriría la
construcción una vez más de una nueva internacional:
de la Cuarta Internacional.
En el documento de fundación de la IV Internacional,
publicado justo un año antes del estallido de la Segunda
Guerra Mundial, Trotsky nos ofrece una perspectiva concisa y devastadoramente
exacta del estado del capitalismo mundial:
La premisa económica de la revolución proletaria
ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le
sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas
de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones
y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento
de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones
de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a
las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento
de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera
del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos,
tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra
a la otra. La burguesía misma no ve una salida. En los
países en que se vio obligada a hacer su última
postura sobre la carta del fascismo marcha ahora con los ojos
vendados hacia la catástrofe económica y militar.
En los países históricamente privilegiados, vale
decir, aquellos en que pueden aún permitirse el lujo de
la democracia a cuenta de la acumulación nacional anterior
(Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos) todos los partidos
tradicionales del capital se encuentran en un estado de confusión
que raya, por momentos, con la parálisis de la voluntad.
El New Deal, pese al carácter resuelto que
ostentaba en el primer período sólo representa
una forma particular de confusión, posible en un país
donde la burguesía ha podido acumular inmensas riquezas.
La crisis actual que está lejos aún de haber completado
su curso, ha podido demostrar ya que la política del New
Deal, en los EE. UU. como la política del frente
popular en Francia, no ofrece salida alguna del impasse económico.
El cuadro de las relaciones internacionales no tiene mejor aspecto.
Bajo la creciente presión de ocaso capitalista los antagonismos
imperialistas han alcanzado el límite más allá
del cual los conflictos y explosiones sangrientas (Etiopía,
España, Extremo Oriente, Europa Central...) deben confundirse
infaliblemente en un incendio mundial. En verdad la burguesía
percibe el peligro mortal que una nueva guerra representa para
su dominación, pero es actualmente infinitamente menos
capaz de prevenirla que en vísperas de 1914.
Trotsky resume su caracterización de la crisis mundial
del capitalismo con una advertencia: "Sin revolución
social en un próximo período histórico, la
civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada
por una catástrofe. Esta advertencia fue confirmada
en cada una de sus trágicas dimensiones. Hace setenta y
cinco años, en septiembre de 1939, comienza la Segunda
Guerra Mundial. Nunca fue una lucha entre "democracia"
y "fascismo". Al igual que la Primera Guerra Mundial,
la Segunda Guerra, en esencia, fue una lucha entre las potencias
imperialistas por el dominio geopolítico y económico
del planeta, en el que cada uno de los principales beligerantes
buscaron efectuar un nuevo reparto de los recursos globales más
favorables para sí mismo. Hitler se diferencia de sus adversarios
capitalistas de la Gran Bretaña y los Estados Unidos sólo
en la medida en que expresa, en la forma más brutal posible,
los delitos de los que el imperialismo era capaz. La guerra acaba
con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón.
Así ponía al mundo en sobreaviso el presidente estadounidense
Harry Truman (Demócrata, un sastre de modales suaves de
Missouri) que el dictador nazi por más loco que fuera nunca
monopolizó todas las técnicas de hecatombe. Fue
un momento de triunfo para el imperialismo yanqui.
Sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial, y a un costo
de aproximadamente sesenta millones de vidas, la economía
global se vuelve a expander. Había, después de todo,
mucho que reconstruir. Durante las siguientes tres décadas
de reformismo estatal ocurre un aumento significativo en los niveles
de vida, no sólo dentro de los países capitalistas
avanzados, sino también en la Unión Soviética.
La revolución china ponía fin a la dominación
imperialista directa de un país brutalmente oprimido. Una
ola de luchas anticoloniales en masa se extendía a través
del "tercer mundo ".
Pero nunca fue resuelto el problema histórico fundamental
del siglo XX. El capitalismo había logrado sobrevivir treinta
años de crisis devastadora de 1914 a 1945. Los años
de prosperidad de la posguerra acompañaron la más
intensa degeneración oportunista de las burocracias estalinistas
y social democráticas del movimiento obrero. A medida que
el crecimiento de la posguerra se atenuaba y la tendencia hacia
la crisis se reafirmaba (en primer lugar en los Estados Unidos)
las burocracias además de no tener ni la capacidad ni la
voluntad de luchar contra el capitalismo; tomaban medidas para
neutralizar cada intento de la clase trabajadora de elaborar una
respuesta revolucionaria a la crisis en desarrollo del capitalismo.
Dada su naturaleza, las burocracias cuidan de lo suyo. Pero
el factor decisivo detrás la impotencia de las viejas organizaciones
obreras, los sindicatos y los partidos políticos, es la
quiebra de sus programas nacionales reformistas en un contexto
histórico nuevo, caracterizado por la integración
económica global y sin precedentes del sistema capitalista.
Utilizando los avances revolucionarios en la tecnología,
con todas sus vastas consecuencias para el proceso de producción,
con los Estados Unidos a la cabeza, la burguesía internacional
inició en los años 1970 una ofensiva implacable
contra la clase trabajadora. Las burocracias se rindieron ante
esa ofensiva. Ese proceso culmina con la disolución de
los regímenes estalinistas de Europa del Este y de la propia
Unión Soviética entre 1989 y 1991. Durante el mismo
período, la masacre de estudiantes en la Plaza Tiananmen
en junio de 1989 y la subsiguiente salvaje represión contra
la clase obrera jugaron un papel fundamental en la represión
de la enorme oposición popular a la restauración
del capitalismo en China.
A finales de 1980, mientras se preparaba el terreno para la
disolución de la URSS, la burocracia estalinista soviética
bajo Gorbachov hacía alarde de sus "nuevas ideas"
geopolíticas internacionales y burla del concepto "imperialismo";
cosa que Gorbachov y sus colegas ya habían descartado dizque
por ser ficción inventada por Lenin. Con el fin de la Unión
Soviética comenzaría una nueva era de paz universal.
La realidad ha barrido con esas patéticas e ignorantes
fantasías. Los más de 20 años que han seguido
a la disolución de la URSS han sido marcados por un interminable
conflicto mundial que continua creciendo. Aún antes que
la burocracia estalinista llevara a cabo la disolución
de la URSS, el presidente George Herbert Walker Bush proclamaba,
mientral lanzaba la primera invasión de Irak, el nacimiento
de un "nuevo orden mundial".
La "guerra contra el terror",desatada en 2001, se
ha transformado en una campaña belicista mundial sin restricciones
con el fin de subordinar todas las partes del mundo a los intereses
del imperialismo yanqui. Desde la caída de Wall Street
de 2008 este proceso se ha agudizado. Sólo el año
pasado, Estados Unidos intensificó las operaciones militares
para sitiar a la China, amenazó hacerles guerra a Siria
e Irán, y, ahora acaba de organizar un golpe de estado
en Ucrania con la intención de provocar una confrontación
con Rusia.
Los Estados Unidos no está solo. Toda la Unión
Europea respalda con entusiasmo el enfrentamiento con Rusia, especialmente
Alemania. A medida que avanzaba la crisis en Ucrania, el presidente
alemán Joachim Gauck declaraba que había llegado
la hora de que Alemania jugara un papel en los asuntos mundiales
en congruencia con su poder económico. Se refería
claramente a la acumulación y el despliegue del poderío
militar alemán. Desde entonces, los medios de comunicación
alemanes han emprendido una virulenta campaña anti-rusa
en torno a la crisis en Ucrania. Parte de esa campaña consiste
en constantes y amargos ataques contra el antibelicismo arraigado
del pueblo alemán.
La confrontación con Rusia sobre Ucrania representa
un nuevo y peligroso giro en la orientación de las potencias
imperialistas. ¡Los dioses de la guerra imperialista tienen
sed de sangre! Al igual que en los años que precedieron
a la Primera y Segunda guerras mundiales, se está preparando
una nueva división del mundo.
Aquellos que creen que la guerra con China y Rusia es un imposible
(de que las principales potencias imperialistas "no arriesgarán
la guerra", contra potencias nucleares) se engañan.
La historia del siglo XX, con sus dos devastadoras guerras mundiales
y sus innumerables y muy sangrientos conflictos regionales, da
suficientespruebas del riesgo que las burguesías imperialistas
están dispuestas a tomar. De hecho, están dispuestas
a arriesgar el destino de toda la humanidad y del planeta mismo.
Cien años después del estallido de la Primera
Guerra Mundial y 75 años después del inicio de la
Segunda Guerra Mundial, la clase obrera internacional encara la
lucha contra el peligro de un tercer cataclismo imperialista.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional ahora
organiza esta celebración del Primero de Mayo a través
de las redes del internet para hacer sonar la alarma y luchar
por la unidad mundial de la clase obrera en la lucha renovada
contra el imperialismo.
¡Únase a nosotros el domingo 4 de mayo! Transformemos
una vez más el Primero de Mayo como día de solidaridad
internacional de clase y de lucha por el socialismo mundial.
[Regístrece a la manifestación del Día
de Mayo: visite: internationalmayday.org.]
David North
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