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Cuarenta años desde el golpe fascista en Chile el 11
septiembre 1973
Por Bill Van Auken
24 Septiembre 2013
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El pasado 11 de septiembre marca 40 años de uno de los
más trágicos eventos de la segunda mitad del siglo
20: el golpe militar que instauró la dictadura fascista
en Chile. Este evento representa una de las mayores derrotas de
la clase trabajadora en América Latina e internacionalmente.
El resultado fue destruir una situación de un potencial
revolucionario enorme y convertirla en una pesadilla de asesinatos
y represión.
.
El golpe en Chile fue instigado por el gobierno de Nixon en Washington
y fue organizado con la más estrecha colaboración
de la CIA y el Pentágono. La participación de la
clase política estadounidense y el aparato militar y de
inteligencia no se limitó a apoyar el golpe militar, sino
que estuvieron íntimamente involucrados en apresar, torturar
y asesinar a decenas de miles de trabajadores, estudiantes e intelectuales
izquierdistas chilenos. Los funcionarios norteamericanos también
supervisaron el asesinato de dos ciudadanos estadounidenses, Charles
Horman y Frank Teruggi.
Uno de los principales arquitectos de las matanzas en Chile
fue Henry Kissinger, ex consejero de seguridad nacional y ministro
de estado de EE.UU. y uno de los más odiados viejos criminales
de guerra. El fue alabado por el sucesor de Nixon, Gerald Ford,
como un "tesoro nacional", y por Barak Obama como un
"testarudo e implacable defensor de los intereses y seguridad
estadounidense.
Fue Kissinger quien pronunció la frase célebre,
"No sé por qué tenemos que quedarnos quietos
y ver a un país convertirse en comunista debido a la irresponsabilidad
de su pueblo". Personalmente supervisó un programa
de agresión dirigido a destruir la economía chilena,
fomentar terrorismo de derecha y finalmente orquestar el derrocamiento
militar del gobierno elegido de Salvador Allende. Luego defendió
las atrocidades llevadas a cabo por la junta del general Augusto
Pinochet.
Hoy Kissinger es reconocido como el "gran Viejo"
de la política exterior estadounidense, y la Casa Blanca
aun le pide consejos. Nunca ha sido acusado y mucho menos juzgado
por sus crímenes.
Hoy, cualquier persona tontamente inocente como para creer
que Washington está especialmente equipado para defender
los derechos humanos e "imponer normas internacionales"
en el escenario mundial se le debe indicar, "Mira a Chile".
Como en todos los principales aniversarios del golpe de 1973,
la media y la pseudo-izquierda enfocan su atención en el
destino de Salvador Allende, quien murió en el palacio
presidencial La Moneda mientras era acechado y bombardeado por
los militares chilenos.
Los intentos de beatificar a Allende, sin embargo, esconde
la cruda realidad que la catástrofe chilena no habría
sido posible sin el papel desempeñado por el gobierno de
Unidad Popular, una alianza entre el Partido Socialista de Allende,
el estalinista Partido Comunista y un sector de la Democracia
Cristiana.
Allende no era un socialista, mucho menos un revolucionario.
Su rol político esencial fue el de aguantar la revolución
socialista en Chile e imponer la "paz social" al suprimir
la poderosa ofensiva de la clase trabajadora chilena. Esta tarea
la llevó a cabo en estrecha colaboración con oficiales
chilenos entrenados por los EE.UU. El alto comando, incluyendo
al general Pinochet, quien fue designado jefe del comando conjunto
por el propio Allende, fueron invitados a participar en el gabinete
del, presidente "socialista" para coordinar mas efectivamente
la supresión del masivo movimiento de los trabajadores.
La fabricas que fueron ocupadas por los trabajadores en lo
que era conocido como el cordón-industrial, fueron devueltas
a sus dueños de derecha, quienes luego victimizaron a los
trabajadores más militantes. La ley de control de armas
fue aprobada por el gobierno de Allende y fue usada por la policía
para llevar a cabo redadas en la fabricas y barrios obreros-un
ensayo para el golpe que se venía planeando-mientras que
los militares armaban a grupos terroristas fascistas.
El más empeñoso en subordinar la lucha de los
trabajadores a las necesidades del capital y la disciplina de
los militares fue el Partido Comunista, el cual alabo al ejército
llamándolo "el pueblo en uniforme".
También asistiendo en la traición había
una pandilla de organizaciones revisionistas pablistas que habían
roto con la perspectiva trotskista de luchar por la movilización
independiente de la clase obrera, favoreciendo en su lugar a las
tácticas nacionalistas pequeñoburguesas de la lucha
de guerrillas de Fidel Castro y el Che Guevara.
Contando con el apoyo de estos elementos políticos,
Castro hizo un viaje de tres semanas a Chile, respaldando la "vía
chilena al socialismo" de Allende, e insistiendo que la revolución
en Chile seria hecha por Allende o nadie más. El resultado
fue un mayor desarme político en camino hacia el golpe
de 1973.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional,
el movimiento trotskista mundial, lanzó un serio aviso
contra la amenaza de contrarrevolución en Chile, haciendo
un llamado a los trabajadores chilenos para que no confíen
en el gobierno de frente popular de la Social Democracia y los
Estalinistas y que en su lugar lleven adelante su propia lucha
revolucionaria independiente.
Muchos, particularmente los estalinistas no prestaron atención
a este aviso, alabando en su lugar los casi 140 años de
democracia parlamentaria en Chile e insistiendo que un golpe no
podría ocurrir. Obviamente, podía y ocurrió.
Ahora que la clase trabajadora internacional entra en un nuevo
periodo revolucionario, las amargas lecciones de Chile son más
importantes que nunca. Este hecho está bien establecido
dentro de los círculos de la clase política capitalista.
En las postrimerías del golpe militar en Egipto en julio
pasado, después de dos años de fermento revolucionario
en esa región, el Wall Street Journal escribió en
una editorial su ferviente deseo de que "los nuevos generales
sean modelados de acuerdo al chileno Augusto Pinochet".
En los EE.UU., el gobierno de Obama viene sistemáticamente
construyendo el marco para un estado policiaco. Se ha otorgado
a sí mismo el poder de encarcelar por periodos indefinidos
a ciudadanos estadounidenses y de asesinar a enemigos específicos
mediante el uso de misiles teledirigidos. Esto encima de preceder
sobre una vasta operación de espionaje por parte de la
NSA, que incluye llamadas telefónicas, correos electrónicos
y búsquedas por el Internet. El gobierno de los EE.UU.
es el principal enemigo de los derechos democráticos en
todo el mundo. Tal como en Chile, aquellos que creen que "no
puede ocurrir aquí" se están engañando.
La tarea decisiva hoys la misma que era en Chile cuatro décadas
atrás: resolver las crisis de liderazgo revolucionario
en la clase trabajadora. La defensa de derechos democráticos,
la lucha contra la desigualdad social y contra la guerra depende
del surgimiento de una nueva dirección socialista en la
clase trabajadora en todos los países. Esto significa la
construcción del Partido Socialista por la Igualdad y el
Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
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