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La condena de Estados Unidos del uso de armas químicas
no se aplica a Israel
Por Jean Shaoul
2 Octubre 2013
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el autor
El gobierno Obama planeaba una acción militar contra
Siria con el pretexto, en absoluto corroborado, de que el gobierno
del presidente Bashar al-Assad ordenó utilizar armas químicas
en el ataque a un barrio de Damasco el 21 de agosto. El gobierno
Obama calificó de "obscenidad moral" el uso de
armas químicas, de manera que Estados Unidos tiene una
"obligación moral" de castigar al país
que las utiliza.
Sin embargo, esa obligación moral no se invoca contra
Israel, que tiene el mayor arsenal de armas químicas, biológicas
y nucleares de Oriente Próximo y es el único Estado
que no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Como señalaba el 9 de septiembre de 2013 la página
web Foreign Policy, Estados Unidos no solo tenido conocimiento
durante décadas de las armas químicas de Israel,
sino que ha permanecido callado respecto a ello.
Pero Israel no solo posee el mayor arsenal de armas químicas,
sino que también lo ha utilizado contra los palestinos
en Cisjordania y Gaza, contra Líbano y Gaza durante los
ataques militares de 2006 y durante la operación Plomo
Fundido contra Gaza en 2008-2009. las pruebas contra Israel eran
tan claras que después de negar inicialmente las acusaciones
del gobierno libanés, Tel Aviv se vio obligado a admitir
que en su guerra contra Líbano de 2006 había utilizado
municiones de fósforo blanco, que provocan quemaduras químicas.
Un protocolo de la Convención sobre Armas Convencionales
de 1980 prohíbe el uso de fósforo blanco como arma
incendiaria contra poblaciones civiles o en ataques aéreos
contra fuerzas enemigas en zonas civiles.
Nada de esto ha provocado jamás una palabra de condena
por parte de Washington o de los aliados europeos de Israel y
mucho menos una petición a Israel de que se libre de sus
armas químicas, sanciones o una amenaza de ataque militar
para defender a las víctimas del poderío militar
de Israel. De hecho, Estados Unidos ha financiado a las fuerzas
armadas de Israel con 3.000 millones de dólares al año
y el año pasado votó aumentar su apoyo.
En otras palabras, es completamente legítimo para un aliado
de Estados Unidos desarrollar, crear u utilizar armas químicas
y para Washington seguir financiando la criminalidad de Israel.
Esto mismo no es cierto para sus enemigos.
La Convención sobre Armas Químicas de 1993 prohíbe
la fabricación, el uso y transporte de estas armas mortíferas,
pero no ofrece mecanismos para hacer cumplir estas normas. Esta
es una tarea que Estados Unidos, uno de los principales fabricantes,
suministradores y usuarios de armas químicas desde la Guerra
de Corea en 1950-53 hasta nuestros días, se ha arrogado
a sí mismo como gendarme del mundo.
Mientras que 189 Estados han firmando y ratificado esta Convención,
Israel la ha firmado pero no ratificado. Israel es uno de los
solo siete países, junto con Burma, Angola, Corea del Norte,
Egipto, Sudán del Sur y Siria, que o bien no han firmado
o no han ratificado el tratado.
Israel tampoco ha firmado la Convención sobre Armas Biológicas
de 1972. Su actitud respecto a ambas Convenciones es ambigua.
En 1993 la Oficina del Congreso estadounidense sobre la Evaluación
Tecnológica de las Armas de Destrucción Masiva incluyó
a Israel en su lista de países que tenían una capacidad
de guerra química ofensiva no declarada. Cinco años
después Bill Richardson, un ex viceasesor del ministerio
de Defensa, afirmó: "No tengo dudas de que Israel
lleva tiempo trabajando sobre cuestiones ofensivas tanto químicas
como biológicas. No hay dudas de que han tenido este material
desde hace años".
Israel tiene un centro de investigación médica química
y biológica, el Instituto para la Investigación
Biológica de Israel (IIBR, por sus siglas en inglés)
en un emplazamiento de seguridad en Ness Ziona, a 20 kilómetros
al sur de Tel Aviv, y otro en Dimona, en el Negev. Se cree que
el IIBR, que emplea a cientos de científicos y empleados,
ha desarrollado armas químicas y biológicas, pero
la censura oficial impide todo tipo de discusión acerca
de sus actividades.
Tras la caída en una zona residencial de Amsterdam en 1992
de un avión de [la compañía aérea
israelí] El Al que llevaba gas nervioso desde Israel a
Estados Unidos el periódico holandés NRC Handelsblad
descubrió unas "sólidas relaciones" entre
el IIBR y centros de investigación similares en Estados
Unidos, una "estrecha cooperación entre el IIBR y
el programa de guerra biológica británico-estadounidense"
y una "amplia colaboración en investigación
sobre guerra biológica con Alemania y Holanda".
Desde 2001, tras el estallido de la segunda Intifada, ha habido
varios incidentes documentados de soldados israelíes que
ha utilizado un "gas desconocido" contra palestinos,
particularmente durante la campaña de seis semanas de las
fuerzas militares israelíes en Gaza.
Daba la casualidad que el conocido director cinematográfico
estadounidense James Longley estaba rodando en Gaza, Khan Yunis
y Rafah durante la primera incursión importante israelí
en la primavera de 2001. Filmó inmediatamente a las víctimas.
Su premiado documental, Gaza Strip, muestra de manera muy
gráfica la realidad de la guerra química: los botes
[de gas], los médicos, los testigos y el espantoso sufrimiento
de las víctimas, muchas de las cuales estuvieron hospitalizadas
durante varios días o semanas.
Estos ataques continuaron durante varios años. En junio
de 2004 el grupo pacifista israelí Gush Shalom documentó
un incidente en el pueblo cisjordano de al-Zawiya donde se trató
a 130 pacientes por inhalación de gas después de
que el ejército israelí dispersara una protesta
no violenta contra el Muro de seguridad de Israel. El grupo afirmó
que no eran los gases lacrimógenos habituales y preguntaba:
"Entonces, ¿se trata de una manera de dispersar una
manifestación o de guerra química?".
Como se difundió la noticia de estos nuevos gases los periodistas
internacionales lo investigaron y el canal de televisión
BBC hizo un reportaje especial en 2003 sobre el uso por parte
de Israel de "nuevas armas no identificadas". Informó
que Israel se negaba a "decir qué era ese nuevo gas".
Durante el ataque militar de Israel a Gaza en el verano de 2006
los médicos informaron de que decenas de víctimas
tenían el cuerpo completamente quemado y heridas tipo de
las de metralla que los rayos X no podían detectar.
Prolongadas investigaciones y análisis de las muestras
de los metales encontrados en los cuerpos de las víctimas
y el examen de las inusuales heridas llevaron a la conclusión
de que la causa más probable de estas fueran misiles muy
similares a los Explosivos de Metal Inerte Denso (DIME, por sus
siglas en inglés) fabricados por Estados Unidos. En otras
víctimas se encontraron restos de tungsteno, una sustancia
extremadamente cancerígena.
Israel volvió a utilizar armas de fósforo, cuyos
efectos son extremadamente dañinos, en los bombardeos aéreos
de una semana contra la población civil desarmada e indefensa
durante la operación Plomo Fundido en 2008-2009, el mortífero
ataque a Gaza que causó entre 1.166 y 1.417 palestinos
muertos y solo 13 israelíes muertos, de los cuales cuatro
lo fueron por fuego amigo.
El informe de investigación de la ONU, conocido como el
Informe Goldstone Report, reiteraba las conclusiones de otros
muchos respetados estudios internacionales y confirmaba el uso
desproporcionado de fuerza contra los palestinos por parte de
Israel y las acusaciones contra Israel y Hamas de crímenes
de guerra y "posibles crímenes contra la humanidad",
incluido el uso por parte de Israel de fósforo. En él
se dice que las fuerzas israelíes fueron "sistemáticamente
temerarias" al utilizar fósforo en zonas urbanizadas
y cita el ataque israelí a las instalaciones de la Agencia
de la ONU para los Refugiados Palestinos en la ciudad de Gaza
y los ataques al Hospital Al Quds y al Hospital Al Wafa.
Lejos de que Israel fuera llevado ante el Tribunal Penal Internacional
como resultado del informe, Goldstone y los demás autores
del informe fueron objeto de una campaña internacional
de acoso, intimidación y vilipendio de la investigación
por parte de Israel, lo que llevó a que Goldstone hiciera
una complaciente rectificación de sus conclusiones. Pero
tres de sus coautores rechazaron las peticiones de retractarse
de su informe o de falsear su objetivo afirmando que eso "despreciaría
el derecho de las víctimas palestinas e israelíes
a la verdad y la justicia".
El desarrollo por parte de Israel de armas químicas, biológicas
y nucleares, unido a sus fuerzas militares vastamente superiores
fue lo que llevó Damasco a establecer su propio programa
de armas químicas tras la apropiación [por parte
de Israel] en 1967 de los Altos de Golan sirios, su subsiguiente
anexión y ocupación, y el establecimiento de colonias
israelíes habitadas por 20.000 israelíes.
Traducido
del inglés para Rebelión por Beatriz Morales
Bastos
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