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Lecciones de la huelga de BART en San Francisco
Por Joseph Kishore
7 noviembre 2013
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el autor
Este artículo de perspectiva política apareció
en inglés el 23 de octubre del 2013
Se suspendió el 21 de octubre la huelga de cuatro días
de los 2,300 trabajadores del tren urbano de la Bahía de
San Francisco (Bay Area Rapid Transit, BART) en California. El
quinto sistema de transporte público más grande
del país volvió funcionar.
Si bien los sindicatos involucrados, el sindicato de trabajadores
de mantenimiento (Service Employees International Union, SEIU)
y el sindicato de trabajadores de tránsito (Amalgamated
Transit Union, ATU) no han publicado ningún detalle del
contrato, lo que sí ha sido reportado deja en claro que
estos se postraron ante todas las demandas importantes de la gerencia
de BART. Cedieron en las pensiones, en beneficios de salud y en
cambios en las reglas de trabajo, efectivamente empeorando futuras
condiciones de trabajo. El nuevo contrato es la continuación
del de 2009 con 100 millones de dólares en concesiones
laborales y cuatro años de sueldos congelados.
Era completamente predecible que los sindicatos iban a suspender
la huelga bajo condiciones que beneficiaba a la gerencia, siguiendo
un guión que se ha repetido muchísimas veces en
los últimos treinta años.
El guión sigue así: se declara una huelga que el
sindicato no tiene la menor intención de ganar cuyo único
propósito es aliviar la saña de los obreros, para
que luego sea más fácil hacerles aceptar concesiones;
no se hace nada para movilizar apoyo popular. Los trabajadores
permanecen aislados mientras los medios de información
inician una campaña de calumnia. Se suspende el paro cuando
el sindicato lo considere posible, con nada ganado y con los trabajadores
de vuelta al trabajo antes de poder leer, ni hablar de votar,
a favor o en contra del contrato.
Ambos sindicatos en estos momentos organizan asambleas y obligan
votaciones sobre el contrato lo antes posible, con el objetivo
de darle a los trabajadores el menor tiempo posible para que estudiar
la propuesta. Hay una amplia oposición entre los trabajadores,
y con amplia razón. Sin duda muchos se estarán preguntando:
"Si este es el resultado, ¿cuál fue el propósito
de la huelga?".
El patrón de la huelga de BART ha sido repetido una y otra
y otra vez, cosa que significa que la experiencia de los trabajadores
del BART es parte de un proceso más amplio. Lo que está
involucrado en todo esto no es simplemente un conflicto con una
institución o un grupo aislado de corruptos funcionarios
sindicales. Para poder ganar, es necesario cuidadosamente aprehender
las lecciones de lo que acaba de pasar.
Al igual que todos los conflictos sociales que hoy ocurren en
los Estados Unidos, la huelga del BART, desenmascara la violencia
que existe detrás de los conflictos de clase y el carácter
esencialmente político de esa lucha. Los trabajadores
de tránsito, en búsqueda de la defensa de sus derechos,
se toparon con la furiosa oposición del Estado y de todas
sus instituciones. Los políticos, Demócratas y Republicanos,
atacaron a los trabajadores en tándem con la prensa.
Se acusó a trabajadores con ingresos anuales de 60,000
dólares de ser sobrepagados y avaros en una región
en donde el costo de vida es de los más caros del mundo
y donde viven algunas de las personas más ricas del mundo.
Las grandes empresas tienen ganancias récord, el mercado
de acciones está por el techo y, por supuesto, los gerentes
e inversionistas de Wall Street jamás han tenido tanto
dinero. Sin embargo es inaceptable que trabajadores luchen por
un estándar de vida decente.
No bien comienza la huelga, aparece la demanda de que el Estado
intervenga contra los huelguistas. Demócratas y Republicanos
piden que se prohíba la huelga. Esa llamada aparece en
el supuesto diario liberal de San Francisco, el San Francisco
Chronicle. Un editorial publicado luego de la conclusión
de la huelga declaraba echando humos: "¿Por qué
permitir hacer huelga a trabajadores en un servicio tan esencial
a la vida y seguridad del área de la bahía?"
Según el diario, se debería proscribir toda forma
de resistencia social.
Gavin Newson el vicegobernador del Estado y ex alcalde de San
Francisco (favorito de los Demócratas de "izquierda")
se hizo eco de esas amenazas en la conferencia de prensa que anunciaba
el nuevo acuerdo cuando declaró refiriéndose al
paro laboral: "No se permitirá que esto vuelva a ocurrir".
La determinación de la clase gobernante y sus representantes
políticos contra la huelga resultó en la muerte
de dos trabajadores de mantenimiento atropellados por un tren
durante el fin de semana de la huelga. Inicialmente un portavoz
de BART aseguró que el tren que mató a los trabajadores
estaba siendo operado por un supervisor con experiencia; luego
se supo que el que conducía el tren era un esquirol bajo
adiestramiento en caso de que la huelga durara mucho tiempo.
La clase gobernante ve al ataque de los trabajadores de tránsito
como un componente crítico de una política de clase
más amplia. Todos los derechos obreros están bajo
ataque. Quieren hacer desaparecer todo lo que no contribuya a
la acumulación de la riqueza personal para la burguesía:
el cuidado a la salud, las pensiones, la educación pública,
los salarios decentes. No bien volvió a sus funciones,
después de la crisis fiscal, el gobierno de Obama inició
negociaciones con Republicanos y Demócratas en el congreso
sobre el tijereteo de cientos de miles de millones dólares
en beneficios médicos y de jubilaciones (Medicare y Social
Security).
La lucha de los trabajadores de tránsito por la defensa
de sus derechos está incrustada en un marco social y político
mucho más amplio. La clase trabajadora confronta la
necesidad de contraponer a la estrategia de la clase gobernante
su propia estrategia, basada en sus propios intereses de
clase.
Los sindicatos funcionan no como instrumentos de lucha, sino como
instrumentos de supresión de luchas. Su objetivo primordial
es impedir toda oposición. En los últimos treinta
años, las huelgas (que en otras épocas han sido
muy comunes en Estados Unidos) han casi desaparecido, aun cuando
la desigualdad social se aproxima a niveles que se aproximas a
las del período previo a la gran depresión de 1929.
Cuando ocurre alguna huelga, los sindicatos actúan para
aislarla y derrotarla. Eso ha sido el caso en cada lucha desde
la década de los 1980, sin excepción. Es
imposible señalar un sólo ejemplo durante este período
en que estás organizaciones (sostenidas hoy día
por falsos grupos de "izquierda" como los únicos
representantes legítimos de la clase trabajadora), hayan
dirigido a los obreros a la victoria.
El papel de los sindicatos es función de la relación
social y política que tienen con el sistema capitalista.
Los sindicatos, instrumento de los ejecutivos privilegiados de
clase media alta que los controlan, aceptan y defienden al capitalismo,
evidencia de esto es su alianza política con el Partido
Demócrata. Ellos dependen de todas las cosa a las que la
clase obrera se opone.
El acuerdo que los sindicatos han alcanzado con la gerencia de
BART aún debe ser aprobado por los obreros. Para comenzar,
nuestro partido, el Partido Socialista por la Igualdad (PSI) urge
rechazar este acuerdo traidor.
Esto sólo es el primer paso. Hay que crear nuevas organizaciones
de combate. Hay que iniciar la construcción de un nuevo
liderazgo entre los trabajadores de BART en cada sección
de la clase trabajadora a través del país y por
todo el mundo. Este liderazgo debe ser forjado en oposición
a los partidos Demócratas y Republicanos, los sindicatos
y todas las instituciones de la clase gobernante.
Para luchar, es necesario entender con lo qué uno está
luchando. La defensa de todos los derechos proletarios involucra
un conflicto contra la clase gobernante, contra su Estado y contra
el sistema capitalista. La creciente radicalización de
amplias secciones de la población requiere una orientación
anticapitalista y socialista, con la misión de construir
un movimiento de masas de la clase trabajadora que tome el poder
político y reorganice la sociedad para la satisfacción
de las necesidades sociales, no del lucro privado.
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