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Las empresas globales y el colapso del edificio en Bangladesh
Por Peter Symonds
22 Mayo 2013
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Este artículo apareció en nuestro sitio por
primera vez en inglés el 8 de marzo, 2013
Dos semanas después del colapso del edificio Rana Plaza,
las gigantescas cadenas de tiendas que tienen en Bangladesh sus
fuentes de ropas-Walmart, Primark, Benetton
y otras-se encuentran realizando un cínico ejercicio de
relaciones públicas para distanciarse de la tragedia, conservar
su imagen y sus ganancias.
Hasta ayer la cifra oficial de muertes alcanzó 705;
la de los heridos son cientos más, lo que cataloga al colapso
como el peor desastre industrial en la historia del país
y uno de los peores en el mundo. Rana Plaza es un edificio típico
entre los miles mal construidos e inseguros que albergan talleres
de explotación laboral en los que trabajadores bangladeshí
ganan $38 al mes para realizar en masa las órdenes de producción
de las empresas más grandes del mundo.
Una operación mediática bien planificada entró
en acción tan pronto las noticias del desastre del 24 de
abril comenzaron a surgir. Los bien financiados departamentos
de relaciones públicas de las empresas directa o indirectamente
involucradas inmediatamente emitieron declaraciones expresando
su "conmoción" y "tristeza" por la
pérdida de vida. La mayoría-aconsejadas, sin duda,
por sus departamentos jurídicos, que están igualmente
bien financiados- intentó negar toda participación
en las cinco fábricas de confección de ropa ubicadas
en el edificio. Unas pocas admitieron su conexión con los
proveedores de Rana Plaza.
Las lágrimas de cocodrilo y declaraciones de "conmoción"
son completamente hipócritas. La misma razón por
la que estas muy bien conocidas marcas internacionales extraen
sus bienes de Bangladesh es que el país tiene los costos
más bajos, no sólo respecto a los salarios, sino
a la falta de regulaciones. Las normas de seguridad y construcción
tan sólo existen en papel, pues el gobierno emplea tan
sólo unos cuantos pocos inspectores para hacer cumplir
los códigos en un país que tiene mala fama de corrupción
y sobornos.
Muchas corporaciones intentan ponerse la máscara de
preocupación y establecen directrices para sus proveedores
apoyados por un sistema de "auditorías", presuntamente
para asegurar de que los estándares se cumplan. Las auditorías
por condiciones laborales y de seguridad se han convertido en
un negocio propio, en el cual organizaciones no-gubernamentales
(ONGs) participan. Las directrices son ignoradas y las órdenes
son típicamente encargadas como subcontratación
a talleres de súper explotación más pequeños.
Las auditorías no son más que molestias ocasionales
debido a que los manufactureros reducen los costos para satisfacer
el precio demandado.
Un grupo monitor, la Iniciativa de Sumisión Social de
Negocios, basado en Bruselas, ha admitido que sus auditores aprobaron,
en nombre de sus clientes, dos de las fábricas de confección
dentro de Rana Plaza. La lógica estructural del edificio
simplemente no se encontraba en la lista de verificación.
La inmensidad del desastre de Rana Plaza, que ha horrorizado
al mundo entero, ha obligado a que los gigantes de las ventas
consideren mudar sus negocios a otros lados. The New York Times
comentó que Walt Disney Company-el (licenser)
mayor licenciante del mundo, con ventas anuales de casi 40 mil
millones-había emitido una directiva en marzo ordenando
el fin de la producción de mercancía de marca en
Bangladesh y varios otros países. Productos Disney habían
sido encontrados en las ruinas de la fábrica Tazreen
Fashion que fue destruida por un incendio en noviembre en
que murieron 112 trabajadores.
En aquel momento, el incendio fue el peor desastre industrial
del país. Sin embargo, la directiva de Disney de retirarse
fue solamente una decisión comercial. El costo a su imagen
simplemente superaba al relativamente pequeño impacto a
sus ganancias, debido a que sólo una pequeña proporción
de sus productos se producía en Bangladesh. En su declaración,
Disney anunció que la producción se eliminaría
por un año. Aún así dejó la puerta
abierta para retornar sólo si las fábricas comienzan
a cooperar con el programa Better Work, gestionado en conjunto
por la Organización Internacional del Trabajo (OIL) y la
Empresa Financiera Internacional, que está conectada con
el Banco Mundial.
Las empresas que no están en posición financiera
de retirarse han llamado a los servicios de la OIL, a los sindicatos
y a varias ONGs para que presionen al gobierno bangladeshí
y a los fabricantes para que aquel realice unos cuantos cambios
cosméticos a la seguridad y los estándares de construcción.
La semana pasada, la Asociación de Fabricantes y Exportadores
de Ropa de Bangladesh (AFERB), la cual está desesperada
por retener a sus clientes globales, se reunió con representantes
de sus 40 compradores, incluyendo H&M, JC Penney,
Gap, Nike, Li & Fung and Tesco.
AFERB prometió llevar a cabo inspecciones de construcción
de todos sus socios.
Algunas empresas, como Primark, están prometiendo pagar
compensaciones de aproximadamente $1,200 a cada una de las familias
de las víctimas del desastre de Rana Plaza. Walmart,
que estuvo directamente implicada en el desastre de Tazreen
Fashion, ha rehusado pagar lo que significaría un soborno,
pero ha donado $1.6 millones hacia un programa simbólico
de capacitación de seguridad en Bangladesh. Los montos
que otorgan son una limosna, sin duda calculada por medio del
análisis de costo-beneficio que Disney usa para llegar
a su decisión.
La Unión Europea, actuando en nombre de las cadenas
europeas, emitió una declaración la semana pasada
en la que amenazaba con retirar accesos preferenciales de comercio
a los mercados de la UE para Bangladesh. El jefe de la política
extranjera, Catherine Ashton, y el comisionado de comercio, Karel
De Gucht, declararon que la UE estaba considerando "acción
apropiada" para "incentivar gestión responsable
para las cadenas de suministro en que participan a países
en desarrollo". Un 60 por ciento de las exportaciones de
ropa de Bangladesh va a Europa.
La postura de la UE no tiene nada que ver con mejorar la vida
de los trabajadores bangladeshíes. Funcionarios de la UE
declararon al Financial Times que el retiro de preferencias
comerciales sería "una medida extrema" y que
sería "improbable" que tome lugar. Un oficial
de la Comisión Europea manifestó al diario que la
declaración dirigida a las autoridades bangladeshíes
era sólo para "apagar un incendio pisando un poco
los pies".
Si las preferencias comerciales fueran retiradas, o las empresas
principales siguieran el ejemplo de Disney, el impacto sobre la
economía bangladeshí sería devastador. La
confección de ropa constituye el 80 por ciento de las exportaciones
del país y más de 3 millones de trabajadores están
directamente empleados en la industria. Muchos perderían
sus empleos, complicando así la amplia pobreza que ya aflige
a las masas del país.
Más aún, cualquier salida de las empresas de
Bangladesh terminaría en que éstas encuentren otra
plataforma de mano de obra barata, posiblemente con costos aún
más bajos. Burma (Birmania) está siendo promocionada
como alternativa. Ahí el régimen dominado por los
militares aseguraría una fuerza de trabajo dócil
con pocas regulaciones de seguridad. El apuro para satisfacer
la nueva demanda terminaría en que los edificios se construyan
de una manera igualmente al azar y desastrosa. Otras posibilidades
incluyen Pakistán, en dónde casi 300 trabajadores
murieron en el incendio de la fábrica de confección
de Karachi el pasado Setiembre, o los talleres de explotación
en países como Sri Lanka, Camboya y Haití.
Lejos de mejorar los estándares de seguridad y las condiciones
de trabajo, las las empresariales gigantes están ocupados
en una competencia salvaje contra sus rivales que se intensifica
en medio del colapso global del capitalismo. El implacable por
el lucro está minando la salud, la seguridad y los estándares
de vida no sólo de los trabajadores en los países
desarrollados, sino también en las naciones económicamente
avanzadas. El único medio para terminar la trágica
pérdida de vida es una lucha unificada por los trabajadores
de Asia, Europa y EE.UU. para poner final al sistema capitalista
obsoleto y establecer una economía socialista mundial planificada
racionalmente para satisfacer las urgentes necesidades de la humanidad.
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