WSWS
: Español
Informe de inauguración del 2ndo Congreso del Partido
Socialista por la Igualdad
Por David North
25 Marzo 2013
Utilice
esta versión para imprimir | Email
el autor
Lo que sigue es el informe de inauguración del 2ndo
Congreso Nacional del Partido Socialista por la Igualdad (PSI,
EE.UU.) El director general del PSI, David North, abrió
el congreso con estas palabras:
Lo que sigue es el informe de inauguración del 2ndo Congreso
Nacional del Partido Socialista por la Igualdad (PSI, EE.UU.)
El director general del PSI, David North, abrió el congreso
con estas palabras:
Comenzamos hoy el 2ndo Congreso Nacional del Partido Socialista
por la Igualdad. Nos reunimos en medio de la peor crisis económica,
política y social del capitalismo estadounidense y mundial
desde la década de los años 1930. No hay que ser
marxista para darse cuenta de lo frágil que se encuentra
todo el sistema económico internacional. Al leer comentarios
en la prensa burguesa, parecería que la teoría de
la catástrofe ahora cuenta con una gran cantidad de partidarios.
Cuatro años después del espectacular colapso de
Lehman Brothers en septiembre, 2008, no hay nada que indique
de que la crisis económica mundial se está por acabar.
El que aún no ocurra ninguna expansión de empleos
y que la producción de mercancías haya caído
en pique ponen en ridículo las declaraciones del gobierno
de Obama sobre el progreso de la recuperación económica.
La desaceleración económica en Europa y Asia ha
reducido enormemente la posibilidad de que la economía
de Estados Unidos se recupere considerable o perdurablemente.
La reducción simultánea de tasas de interés
de parte del Banco Central Chino y por su contraparte europea
el jueves pasado, en combinación con la decisión
del Banco de Inglaterra de acelerar su programa de estímulo,
expresan una convicción compartida por todos los círculos
de todas las clases gobernantes mundiales que la economía
global se deteriora rápidamente.
El crac es sistémico. Actualmente se desploman las instituciones
que formaron las bases de la expansión y de la estabilidad
del capitalismo mundial después de la Segunda Guerra Mundial.
La crisis crónica del euro presagia el fracaso del proyecto
de unificación europea. No se puede creer en la reacción
de las clases dominantes a esta crisis, que en gran medida resultó
de su propia temeridad e imprudencia. Desde el punto de vista
político y moral, estas clases están en quiebra.
El fenómeno de la financiación bancaria -que los
economistas contemporáneos definen como "proceso cumulativo
sistemático por medio del cual las ganancias se obtienen
cada vez más a través de medios financieros y no
del comercio y la producción de mercancías"[1]-representa
el triunfo de la economía parasítica que encarrila
a la sociedad burguesa hacia la criminalidad más depravada.
Un nuevo escándalo ha salido a la luz como consecuencia
de la admisión del Banco Barclays de Londres de haber manipulado
al mercado interbancario inglés, el London Inter-Bank
Offered Rate (Libor). No cabe duda que ésta es sólo
una entre las tantas instituciones que participaron en este fraude.
Incalculables son las consecuencias y el impacto de la manipulación
económica de Libor. ¡Falsear esta institución
económicamente es lo equivalente a falsear la serie mundial
de béisbol! Libor es la piedra angular de las tasas de
interés de los préstamos bancarios de incontables
negociaciones comerciales que ocurren todos los días en
el mundo entero.
Hace 92 años, en su segundo congreso, la Internacional
Comunista observó lo siguiente acerca de la financiación
especulativa cuando ésta todavía estaba en su infancia:
"La explotación sistemática de la plusvalía
que anteriormente fue para el empresario la única fuente
de ganancia, en la actualidad parece ser una ocupación
demasiado tonta para los señores burgueses que tomaron
la costumbre de doblar, de centuplicar sus dividendos en el espacio
de algunos días, en medio de eruditas especulaciones basadas
en el bandolerismo internacional."[2]
La desintegración de la legalidad en el campo de la
economía se refleja en la desintegración del campo
político.
El parasitismo que domina a la sociedad capitalista ya resultó
en la violación flagrante de la Constitución de
los Estados Unidos. Un caos anárquico reina en los ámbitos
más altos de la sociedad capitalista. En diciembre, 2000,
cuando el caso de Bush contra Gore iba rumbo a la Corte Suprema,
dije que el resultado revelaría hasta que punto alguna
colectividad de la clase gobernante aun apoyaba principios constitucionales.
La Corta Suprema autorizó el robo de esas elecciones, sin
la menor protesta de ningún rincón de la estructura
política. Durante la década siguiente, fueron implacables
los ataques contra los derechos democráticos más
fundamentales. Vivimos ahora en un país cuyo gobierno lanza
guerras basadas en mentiras descaradas, practica la tortura, y
se otorga el derecho de asesinar a gente por todo el mundo, incluyendo
a sus propios ciudadanos, sin ningún proceso jurídico.
Presumimos que el Presidente Obama no es el primer presidente
que ordena asesinatos, pero sí es el primero en jactarse
de ello. Ya ha revelado que dedica una gran parte de su tiempo
a la supervisión y selección de seres humanos para
matar, parte de un programa dedicado a las matanzas extrajudiciales.
Luego de aparecer un informe en el New York Times que
describía en detalle el papel clave del presidente Obama
en el programa de asesinatos extrajudiciales e ilícitos,
el ex presidente Jimmy Carter hizo pública su oposición.
Carter no es ningún inocentón político, pero
le teme a las consecuencias que devienen cuando el gobierno abandona
las bases constitucionales del estado burgués. Bien sabe
ese expresidente que la constitución es el pedestal legal
del régimen. El gobierno no tiene ninguna legitimidad sin
la autorización que le da la constitución, documento,
que todos los presidentes juran "conservar, proteger y defender".
A medida que la clase opresora abandona el constitucionalismo,
no le queda otra cosa que tomar el camino de la fuerza y de la
violencia.
Detrás del abandono de principios constitucionales se
esconde la transformación de las relaciones de las clases,
lo que resulta de contradicciones que no tienen solución
ni en los Estados Unidos ni en la economía mundial. Pocos
años antes de la Primera Guerra Mundial, Lenin advertía,
en un artículo analizando la evolución de la socialdemocracia
alemana, que la historia estaba pasando de una fase en que durante
medio siglo predominaban condiciones de legalidad política
a otra fase. Lenin preveía que las condiciones objetivas
destruían la legalidad burguesa. De ahí acaecía
"el pánico de la burguesía para deshacerse
de la legalidad que, aunque es su propia obra, se le ha vuelto
insoportable"[3].
La historia confirmaría el análisis de Lenin.
El estallido de la Primera Guerra Mundial puso fin a una larga
fase de desarrollo socioeconómico y político. Una
época de gradualidad y de legalidad dio paso a otra de
guerras y revoluciones. Ahora nos encontramos ante el fin de otra
larga fase de desarrollo histórico, durante la cual antagonismos
entre estados imperialistas se refrenaron y se suprimió
la resistencia social de la clase obrera. En verdad es más
correcto decir que ya hemos entrado en una nueva etapa de desarrollo
histórico, que se caracterizará por las mayores
convulsiones sociales en la historia del mundo. Ese es el significado
del principal documento político de esta conferencia que
dice que la crisis del 2008 representa, no menos que 1914, 1929
y 1939, una inflexión en la historia del mundo.
La tarea que este congreso es comprender las consecuencias
políticas de esta desviación desde el punto de vista
del desarrollo histórico de la Cuarta Internacional. Han
pasado setenta y cuatro años desde que Trotsky escribió
la primera oración del documento de fundación de
la IV Internacional que dice: "La situación política
mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis
histórica de la dirección del proletariado"[4]
Al elaborar su respuesta a la avanzada y grave crisis del sistema
capitalista mundial, este congreso debe tomar en cuenta esta cuestión:
En el contexto de un examen de la interacción de las contradicciones
objetivas del capitalismo mundial y la lucha de clases y el desarrollo
de la IV Internacional, ¿cuál es nuestra presente
evaluación de la crisis de dirección de la clase
obrera?
Primero necesitamos tomar por las riendas a la historia del
trotskismo. No se trata eso de ningún juego académico;
la comprensión de la historia de la Cuarta Internacional
hará relucir a una luz penetrante los procesos socioeconómicos
que impulsan las luchas de clases. A menos que reconozcamos nuestra
experiencia histórica, valdrá de impresionismo político
todo intento de analizar la situación actual y de designar
tareas "concretas" que sólo podría basarse
en selecciones eclécticas de datos empíricos extraídos
de los medios de comunicación, de los gobiernos, de los
informes académicos, y, a lo mejor, de las observaciones
personales. De esa manera es imposible llegar a comprender con
la profundidad que hace posible el análisis del movimiento
histórico de las fuerzas sociales que bailan al compás
de tendencias objetivas del movimiento económico y que
adquieren diferentes aspectos en los diferentes períodos
y "fases" de la lucha de clases
Este enfoque histórico exige de este congreso un alto
nivel de conciencia política. En sí este congreso
es también un gran momento en la trasformación de
la lucha de clases. Lejos de ser una colección de individuos
escogidos al azar, los delegados reunidos en esta sala participan
en sus debates como representantes de una clara tendencia política
internacional, corriente concretada por décadas
de luchas a favor del programa de la revolución socialista
mundial. Nuestra crónica histórica demuestra que
las luchas dentro de este movimiento han ocurrido, o bien como
resultado directo, o bien como señal anticipada de cambios
importantes en la situación política internacional
y en las correspondientes relaciones de fuerza entre clases sociales.
Actuar conscientemente en el proceso histórico requiere
que todo revolucionario aprenda todo lo que pueda extraer de las
experiencias y de las tradiciones de la Cuarta Internacional.
El marxista debe encuadrar sus propias prácticas en la
faena histórica de la lucha por resolver la crisis de dirección
revolucionaria. Han pasado ya 30 años, desde el otoño
de 1982, desde que yo hice el intento de aclarar, primero en mi
propia mente, la importancia de las diferencias teóricas,
de perspectiva y práctica política que ocurrían
entonces en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional
(CICI). Escribí:
"La historia del trotskismo es incomprensible si se la
considera como una serie de episodios aislados. Consiste de una
evolución teórica que los cuadros han destilado
de la incesante evolución de la crisis capitalista mundial
y de las luchas del proletariado internacional. Esa continuidad
de análisis políticos, a través de toda
una época histórica sin ninguna interrupción,
de todas las experiencias fundamentales de la lucha de clases,
forma la enorme riqueza del trotskismo, que es el único
progreso del marxismo después de la muerte de Lenin en
1924.
"La dirigencia política que no luche colectivamente
para asimilar toda esa historia nunca podrá cumplir
con sus responsabilidades revolucionarias hacia la clase obrera.
Sin un conocimiento real del progreso histórico del movimiento
trotskista, todas las alusiones al materialismo dialéctico
carecen de contenido; sólo son comentarios vacuos que
le abren paso a la tergiversación del método dialéctico.
La fuente de la teoría no reside en el pensamiento, sino
en el mundo objetivo. El desarrollo del trotskismo, por lo tanto,
proviene de las nuevas experiencias de la lucha de clases, que
entonces se arraigan en el conocimiento que nuestro movimiento
ha aprendido de la historia.
'el conocimiento se va desarrollando de contenido a contenido
en cada grado de determinación ulterior, lo universal
eleva toda la masa del contenido que le precede y, por su progresar
dialéctico no sólo no pierde nada, ni deja nada
tras de sí, sino que lleva consigo todo lo adquirido y
se enriquece y se condensa en sí mismo.'
Al citar este pasaje de La Ciencia de la Lógica
de Hegel [5], Lenin, en sus Cuadernos filosóficos,
escribió: 'Este extracto no está del todo mal como
especie de resumen de la dialéctica' Tampoco está
este extracto mal 'como especie de resumen' del desarrollo dialéctico
constante de la teoría trotskista.'"[6]
Nos toca ahora actualizar sobre este congreso "toda la
masa del contenido que le precede", de las experiencias de
la Cuarta Internacional. Este esfuerzo contribuirá significativamente
a la comprensión de la fase actual de la crisis de dirección
de la clase obrera y a lo que se debe hacer para resolverla.
A manera de contraste, comparemos nuestro énfasis sobre
la conciencia histórica y sobre la importancia de la remodelación
de experiencias históricas, con la actitud que prevalece
en la seudoizquierda pequeño burguesa. Alain Krivine, líder
del Nuevo Partido Anticapitalista francés (Nouveau Parti
Anticapitaliste, NPA), ha escrito:
"A diferencia de la LCR (Ligue Communiste Révolucionaire
-antecesor del NPA)- el NPA no resuelve todos los desacuerdos;
algunos quedan pendientes para futuras conferencias. En esa categoría
están todos los debates estratégicos sobre cómo
tomar el poder, las reivindicaciones transitorias, el poder dual,
etc. Tampoco pretende el NPA ser trotskista, aunque sí
cree que el trotskismo es uno, entre otros, de los elementos contribuyentes
al movimiento revolucionario. No queriendo hacer lo que se hacía
bajo el estalinismo- adoptar posturas políticas por el
espejo retrovisor-, el NPA no tiene ninguna opinión en
cuanto a lo que eran la Unión Soviética, el estalinismo,
etc. Su perspectiva política se basa en un análisis
compartido de este periodo y de nuestras tareas."[7]
En otras palabras, el NPA no tiene opinión sobre las
experiencias políticas del siglo XX. Practica el abstencionismo
histórico. El NPA tampoco tiene nada que decir sobre el
pasado. Quiere pasar por alto a la Revolución Rusa, la
existencia de la Unión Soviética, las traiciones
de la socialdemocracia y el estalinismo, el fascismo, el holocausto,
las guerras imperialistas mundiales, el ascenso y la caída
de los movimientos antiimperialistas del siglo XX siglo, y el
colapso de los sindicatos y del reformismo liberal. ¿Cómo
olvidarse de todo eso? ¿Acaso puede el NPA crear una política
revolucionaria sin tener que proyectar las lecciones del período
más turbulento de la historia del mundo? Krivine y sus
amigos reaccionan a los acontecimientos políticos con un
impresionismo total, con cada paso desligado del otro. Este método,
vinculado a su postura clasista, no puede producir otra cosa más
que las perspectivas políticas más oportunistas,
miopes y reaccionarias.
Todos los días se hace más evidente el antagonismo
entre los intereses sociales que representan las organizaciones
pequeño- burguesas de "izquierda" -o, más
precisamente, de seudoizquierda- y los de la clase obrera. Bien
dice la resolución de este congreso del PSI que todas esas
organizaciones funcionan como corrientes integradas a la estructura
política de la burguesía. Además, en la medida
en que su orientación y alineación internacional
revela la esencia de la identidad política de esas corrientes
y partidos, organizaciones como la ISO (International Socialist
Organization) de los EE.UU., el SWP (Socialist Workers
Party) de Gran Bretaña y el NPA de Francia no son nada
más que aduladores y cómplices de imperialismo.
Los entusiasmados teóricos de esas organizaciones apoyan
las aventuras neo coloniales de los Estados Unidos, Gran Bretaña
y Francia en Libia y Siria. Llegan al colmo de denunciar a al
"antiimperialismo impensado." En otras palabras, están
dispuestos a aceptar, justificar y dar su apoyo a las intervenciones
militares de las grandes potencias.
La transformación de estas organizaciones seudoizquierdistas
en testaferros de la reacción imperialista resulta de un
prolongado proceso que a la vez es histórico, social, político
y teórico.
El congreso de fundación de la Cuarta Internacional
se celebró en septiembre 1938, después de un lustro
de catastróficas derrotas de la clase obrera provocada
por las traiciones de los partidos estalinistas y socialdemócratas.
La victoria de los nazis en 1933 aplastó al movimiento
obrero alemán que contaba con la mayor experiencia política
y era el más grande de Europa. A la derrota del proletariado
alemán le siguieron los "frentes populares",
alianzas entre los partidos estalinistas y capitalistas liberales
en Francia y España. Estos ataron al proletariado al carro
de la burguesía, paralizándolo políticamente,
y encarrilándolo en la vía de su derrota. Mientras
tanto, detrás de las fronteras de la Unión Soviética,
el terror estalinista aniquilaba a casi todos los cuadros marxistas
y a la vanguardia intelectual socialista que había dirigido
la Revolución de Octubre y asegurado la supervivencia de
la URSS. Estos acontecimientos desorientaron y desmoralizaron
a la intelectualidad en Europa y Estados Unidos. Frente las derrotas
políticas sufridas por la clase obrera, los intelectuales
de izquierda más y más adoptaban perspectivas política
escépticas incluyendo escepticismo sobre la posibilidad
de una revolución socialista.
En agosto y septiembre de 1939, a raíz de la firma del
pacto de no agresión entre Stalin y Hitler y el estallido
de la Segunda Guerra Mundial, el escepticismo de los intelectuales
pequeño burgueses levantó cabeza dentro del Partido
Socialista de los Trabajadores (Socialist Workers Party,
SWP), sección estadounidense de la Cuarta Internacional.
Tres de los hombres más importantes del SWP -Max Shachtman,
James Burnham y Martin Abern- formaron una facción minoritaria
opuesta a la categorización de la Unión Soviética
como estado obrero degenerado. En gran parte, esta minoría
había adoptado muchos de los puntos de vista del italiano
Bruno Rizzi, quien sostenía que había nacido una
nueva forma de sociedad de clases. Esta estaba basada en el control
y administración de la propiedad del Estado por una burocracia:
un sistema de "colectivismo burocrático". Decía
Rizzi en su libro La burocratización del mundo:
"Para nosotros en la URSS, la burocracia es la dueña;
posee el poder estatal; dirige la economía, cómo
lo hacía la burguesía. Es ésta la que se
apodera de todas las ganancias, al igual que han hecho todas
las clases explotadoras; es la que determina los precios de venta.
Los trabajadores no cuentan para nada en el gobierno de la sociedad.
Lo que es más, no reciben ninguna parte de la plusvalía
... La realidad es que la propiedad colectiva no está
en las manos del proletariado, sino en las manos de una nueva
clase: una clase que, en la URSS, ya es un hecho consumado, mientras
que en los estados totalitarios es una clase que aún se
encuentra en proceso de formación."[8]
Al comienzo de la lucha entre facciones dentro del SWP, Trotsky
se refirió a las razones políticas e históricas
del debate sobre si la Revolución de Octubre y la creación
de la URSS había dado lugar un estado obrero, aunque éste
se haya degenerado rápidamente, o a una nueva forma de
dominio de clase que los marxistas no habían previsto.
Para Trotsky los argumentos no eran nuevos. En verdad, el concepto
del capitalismo de estado nada tenía que ver con teorías
económicas. Mucho antes de la revolución rusa, las
primeras nociones del "capitalismo de estado" se pueden
encontrar en diversas corrientes políticas antimarxistas
pequeño burguesas donde las palabras "Estado"
y "capitalista", carecen de sentido marxista. Por lo
general, en el vocabulario político del anarquismo se usa
como un epíteto la frase "capitalismo de Estado".
El ejercicio del poder del gobierno, lo que implica cierto grado
de coerción, es denunciado como "capitalista",
independientemente del carácter de clase del Estado. Que
el régimen establecido en octubre 1917 sería "capitalismo
de Estado" es algo que los anarquistas dijeron casi inmediatamente
después que los bolcheviques tomaran el poder. No eran
importantes ni la forma de dominio que éste representara,
ni el carácter socioeconómico de ese Estado. Se
hace una amalgama de la categoría Estado con el
adjetivo "capitalista", sin fundamentar el análisis
de ninguna manera creíble.
Por lo tanto, Trotsky ya conocía la acusación
de que la URSS era "capitalismo de estado", o alguna
otra forma de sociedad explotadora. No la tomaba en serio como
explicación de la economía soviética. La
presunta "teoría del capitalismo de estado" descarta
las categorías de la economía política marxista
y las reemplaza con una terminología descriptiva sin sentido
científico. Era una teoría en la que se reemplazaban
todos los elementos de la necesidad económica con una forma
extrema del subjetivismo político. Lo que sí hizo
Trotsky fue tomar en serio la revisión fundamental de la
perspectiva histórica del marxismo implícito en
los argumentos de Rizzi y Burnham. En el fondo de las posturas
de Rizzi y Burnham se encuentra el repudio de la apreciación
marxista del papel revolucionario de la clase obrera. Escribe
Trotsky:
"...Los desilusionados y aterrorizados seudomarxistas
de todo tipo responden, por el contrario, que la bancarrota de
la dirección "refleja" simplemente la incapacidad
del proletariado en cumplir su misión histórica.
No todos nuestros adversarios expresan con claridad su pensamiento,
pero todos ellos -ultraizquierdistas, centristas, anarquistas,
por no hablar de los estalinistas y los socialdemócratas-
cargan el peso de sus propios errores sobre las espaldas del
proletariado. Ninguno de ellos expresa claramente bajo qué
condiciones será capaz el proletariado de llevar a cabo
la revolución socialista.
Si aceptamos como válido que la causa de los errores
es consustancial a las cualidades sociales del proletariado como
tal, hemos de reconocer que el futuro de la sociedad moderna
se nos presenta sin esperanza."[9]
Trotsky le pudo poner el dedo en el renglón al temperamento
social que estaba echando raíces en amplios sectores de
la intelectualidad de clase media, que ya había quebrado
sus vínculos con la Revolución de Octubre. El pesimismo
de Burnham y Shachtman en 1939-40 predecía una transformación
social mucho más extensa: la izquierda intelectual pequeño-burguesa
iba a romper no sólo con una corriente política
específica dentro del marxismo (es decir, el trotskismo),
pero con toda perspectiva política de revolución
socialista, e incluso con la posibilidad de progreso social.
Dialéctica de la Ilustración, el libro
de dos teóricos de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer
y Theodor Adorno, es el más conocido entre todos los catálogos
desesperados de la pequeña burguesía publicados
después de la Segunda Guerra Mundial. El ataque de los
autores a la ilustración, a la razón y a las consecuencias
presuntamente malévolas de la tecnología, habría
de ejercer una influencia de largo alcance sobre toda una generación
de intelectuales de izquierda. El impacto de su obra no se debe
a su originalidad. Efectivamente, poco de lo que escribieron era
particularmente desconocido. Lo que sí hizo Dialéctica
de la Ilustración fue revelar el estado de ánimo
que desde hacía tiempo compartían muchos sectores
de la intelectualidad pequeño burguesa.
Casi al mismo tiempo que se publicaba Dialéctica
de la Ilustración, Dwight Macdonald, un exmiembro del
Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores
americano, SWP), quien, siguiendo a Shachtman, se había
ido al Partido de los Trabajadores (Workers Party, en inglés),
escribió un ensayo titulado "The Root is Man
(La raíz es el hombre)." Llama la atención
el grado en que los argumentos de Macdonald serían preludio
de las ideas antimaterialistas y antimarxistas que tanto se pondrían
de moda entre los intelectuales de la posguerra.
Macdonald puso de manifiesto el temor del intelectual pequeño-burgués
a la ciencia y la tecnología. Para él era un error
fatal de los socialistas creer en la naturaleza progresiva de
la ciencia y poner énfasis en lo material por encima de
la condición espiritual de la sociedad. Había pasado
de moda, insistía, la dicotomía "izquierda
y derecha", según la entendían los socialistas;
ya no tenía ninguna relevancia en el mundo moderno. La
división real, Macdonald escribió, es entre los
"progresivos" y los "radicales" (palabras
suyas) - él se colocaba entre los radicales.
"Usamos la palabra 'progresivos' para describir a aquellos
que ven el presente como un episodio en el camino hacia un futuro
mejor, los que piensan más en términos de proceso
histórico que en valores morales, los que creen que el
principal problema con el mundo es en parte la falta de conocimientos
científicos y en parte la falta de aplicación a
los asuntos humanos el conocimiento que sí tenemos; los
que, sobre todo, consideran que el dominio del hombre sobre la
naturaleza es algo bueno y ven su uso para fines malos, como
las bombas atómicas, como una perversión. Esta
definición, creo, describe bastante bien a la mayor parte
de lo que todavía se llama la izquierda, desde los comunistas
('estalinistas') pasando por los grupos reformistas como lo que
apoyan al New Deal norteamericano, los laboristas británicos
y los socialistas europeos, incluyendo a pequeños grupos
revolucionarios como los trotskistas.
Aplicamos el apodo 'radical' al pequeño núcleo
-en su mayoría anarquistas, objetores de conciencia y
a marxistas renegados como yo- que rechazan la idea del progreso,
que juzgan las cosas por su existente significado y efecto, que
piensan que la capacidad de la ciencia para guiarnos en los asuntos
humanos ha sido sobrevalorado y que, por lo tanto equilibran
la balanza, haciendo hincapié en el aspecto ético
de la política. Ellos, o más bien nosotros, creemos
que existen dudas sobre si el aumento del dominio del hombre
sobre la naturaleza ha sido bueno o malo en sus efectos reales
sobre la vida humana hasta la fecha, y favorecen subordinar la
tecnología a la medida humana en vez de moldear el hombre
a la tecnología, aunque eso signifique -como puede bien
ser posible- una regresión tecnológica. No se trata,
por supuesto, 'de rechazar' el método científico,
como a menudo se nos acusa. Para nosotros, el ámbito dentro
del cual la tecnología puede dar resultados fructíferos
es más estrecho de lo que generalmente se cree. Nos parece
que la más firme base para la liberación humana
que solía ser el objetivo de la vieja izquierda no es
la historia, sino esos valores ahistóricos (la verdad,
la justicia, el amor, etc.), que ya no están de moda entre
los socialistas que siguen a Marx."[10]
Otra sección del libro de Macdonald, que anticipa la
trayectoria antiobrera del radicalismo pequeño burgués
de posguerra, lleva el título, "El espejismo de la
revolución proletaria" (The Mirage of the Proletarian
Revolution).
"Marx consideraba que la clase obrera crearía
una sociedad mejor. Sus seguidores aún se fijan en esa
dirección, juzgando por el detalle con que la prensa marxista
analiza las luchas obreras. Creo que es hora de reconocer que,
a pesar de que la clase obrera es sin duda un elemento que participa
en la creación de una sociedad más tolerable, no
es ahora, y posiblemente nunca lo fue, el elemento que Marx pensaba.
La evidencia de esto es bien conocida, y la mayoría de
los marxistas aceptarían todas esas pruebas, todos esos
detalles. Se rehúsan sin embargo a aceptar las conclusiones
lógicas pero desagradables que esa evidencia sugiere ...
De hecho, nunca ha ocurrido un revolución proletaria.
Eso es evidente. La revolución proletaria es hoy mucho
menos una posibilidad histórica que lo era en 1900."[11]
Rechazar el progreso y repudiar a la clase obrera como la fuerza
revolucionaria central de la sociedad capitalista moderna se convirtieron
en las décadas que siguieron en principios esenciales de
la pequeña burguesía política de izquierda.
Se elaboran y se repiten en los escritos de Marcuse, Dunayevskaya
y en los de muchas corrientes anarquistas contemporáneas,
corrientes sucesoras del anarquismo, y tendencias posestructuralistas.
Macdonald, como teórico e intelectual, nunca fue un
pensador importante. Trotsky dijo una vez que Macdonald tenía
derecho a ser estúpido, pero pidió que no abuse
de ese privilegio. Sin embargo, la cuestión aquí
no es su estatura intelectual. Es el grado en que las posiciones
que Macdonald expone, se repiten en los escritos de los intelectuales
más brillantes. La prosa de Horkheimer y Adorno es mucho
más pesada, y nadie duda que su formación filosófica
había sido más profunda. Pero las ideas avanzadas
en su Dialéctica de la Ilustración son un
eco de las de Macdonald. Lo mismo puede decirse de los escritos
de la misma época, de los teóricos del "capitalismo
de Estado" como Dunayevskaya, CLR James y Cornelius Castoriadis.
Este último fue el fundador de la revista francesa Socialisme
ou Barbarie, que iría a ejercer una influencia considerable
en el desarrollo del pensamiento posmodernista.
Leer sus escritos a la luz de los acontecimientos políticos
que siguieron, es quedar boquiabierto con su miopía y superficialidad.
En sus análisis de la Unión Soviética nada
les parecía más poderoso que la burocracia estalinista.
Descartaron con burla irrisoria el programa trotskista y a la
perspectiva de la revolución política. La burocracia
representaba una fuerza social nueva y poderosa que el marxismo
no había anticipado. Como escribiera Castoriadis:
"El hecho que la burocracia salió de la guerra
no debilitada sino con una fuerza considerable, que ésta
extiende su poder por toda Europa Oriental y que regímenes
similares al régimen ruso en todo aspecto están
en proceso de establecerse como protectorados del PC, inevitablemente
nos hace considerar a la burocracia no como 'estrato parasítico',
sino como clase dominante y explotadora, lo que ha sido comprobado,
además, por un nuevo análisis de la economía
y sociología del régimen ruso."[12]
La atribución de un papel histórico único
a la burocracia acompaña el rechazo de la clase obrera
como fuerza revolucionaria. Con una arrogancia y cinismo típicos,
Castoriadis declara:
"
La verdad de las escrituras sagradas de la Biblia
se comprueban por medio de la revelación; y la prueba
de que la revelación ha ocurrido es que los escritos dicen
así. Es un sistema de autocomprobación. Similarmente,
la obra de Marx, en intención y espíritu, triunfa
o cae con lo siguiente: El proletariado es, y se manifiesta a
sí mismo como, la clase revolucionaria que está
a punto de cambiar al mundo. Si tal no es el caso-y no lo
es-la obra de Marx otra vez se convierte en lo que realidad
siempre fue: un intento (difícil, oscuro y profundamente
ambiguo) de considerar a la historia y a la sociedad con la perspectiva
de su transformación revolucionaria; y debemos reanudar
todo tomando como punto de partida nuestra propia situación
actual, que acertadamente incluye al mismo Marx y a la historia
del proletariado como componentes."[13]
Las secuelas de la Segunda Guerra Mundial impulsaron el desarrollo
entre grupos de intelectuales pequeño burgueses de una
perspectiva política creciente y conscientemente antimaterialista,
antimarxista, antitrotskista, antisocialista y antiproletaria.
Era una perspectiva muy preocupada con la opinión de otros.
A medida que el dominio capitalista en Estados Unidos y Europa
Occidental se estabilizaba de nuevo y la burocracia soviética
consolidaba su posición, la pequeña burguesía
no sólo trataba de desarrollar los conceptos intelectuales,
sino también elaborar el programa político que mejor
defendiera sus propios intereses en la posguerra. Dentro de la
Cuarta Internacional ese proceso social, político e intelectual
dio luz a la corriente pablista entre 1949 y 1953.
Hegel observó que "la lechuza de Minerva vuela
al caer el crepúsculo"[14]. Sólo durante una
etapa avanzada del desarrollo histórico se puede identificar,
con mucha más precisión que fuera posible en las
décadas de los 1950 y 1960, las fuerzas sociales que fertilizaron
el brote del revisionismo dentro de la Cuarta Internacional. No
se trataba de gente confusa que cometía errores políticos
desafortunados. Más bien, los "errores" teóricos
y políticos de Michel Pablo y Ernest Mandel -los adversarios
más importantes del trotskismo ortodoxo (que es la expresión
política del marxismo revolucionario)- son una expresión
de los procesos sociales y económicos que ocurrieron después
de la Segunda Guerra Mundial. A través de la tendencia
conocida como pablismo la pequeña burguesía trató
de adueñarse de la Cuarta Internacional y utilizar el prestigio
de esa organización para fomentar sus propios intereses.
La publicación de la "Carta Abierta" de Cannon,
la ruptura con el Secretariado Internacional pablista y la fundación
del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en
noviembre 1953, fueron medidas tomadas en defensa propia y necesarias
para prevenir la liquidación del movimiento trotskista
internacional.
Los sucesos de 1953 iniciaron en la Cuarta Internacional una
guerra civil duraría treinta y dos años. Se encuentra
la fuente de las enormes dificultades que encaraban los defensores
del trotskismo en que estaban en juego por todo el mundo los intereses
de verdaderas fuerzas sociales. La lucha ocurriría bajo
condiciones objetivas muy desfavorables para los partidarios de
la línea revolucionaria anclada en los intereses de la
clase obrera. Mantengan en mente las fuerzas internacionales que
participaban: los regímenes estalinistas en la URSS y Europa
Oriental; el régimen maoísta en China; los movimientos
nacionalistas del "Tercer Mundo"; y, en los países
más desarrollados, las burocracias estalinistas, socialdemócratas
y sindicalistas, además de la capa pequeña burguesa
relativamente privilegiada en expansión en las universidades
y en profesiones bien pagadas.
La facción de los trotskistas ortodoxos dentro del Comité
Internacional se redujo a una pequeña minoría. La
mayoría de las secciones de la Cuarta Internacional siguieron
a la corriente pablista. También se autoliquidaron a al
unirse al medio ambiente del estalinismo y el radicalismo pequeño
burgués. El CICI sufría de gran inestabilidad a
la vez que resistía la presión ejercida por tantas
fuerzas políticas, .
Muchos de aquellos temas políticos que llegarían
a definir lo que ahora llamamos, con justificación, la
política seudoizquierdista de las décadas de 1980,
1990 y 2000 -temas en órbita alrededor del individualismo
y de la vida bohemia- surgen dentro de los círculos pablistas
y dentro de la izquierda pequeño burguesa en el periodo
de 1950 y 1960. Esta fue la época en la que se celebraba
la sicología freudiana, sobre todo tal como la interpretaba
Marcuse, como alternativa Marx y al materialismo. Marcuse rechazaba
con su pesimismo la capacidad revolucionaria de la clase obrera;
permitía, y hasta exigía, alternativas a la lucha
de clases como base para la liberación personal en una
sociedad opresora y presuntamente omnipotente. Halló, particularmente
en las universidades, muchos seguidores entusiastas. El bien conocido
libro de Theodore Roszak, El Nacimiento de una contra cultura
(The Creation of a Counterculture en inglés, publicado
en 1968, ), expresa el temperamento intelectual de esa época.
Escribe con euforia acerca los adelantos hechos por Marcuse y
Norman Brown (autor de El cuerpo del amor (Love's Body)
que rebasan a los de Marx:
"Por otra parte el tono en que hablan Marcuse y Brown
de liberación es claramente no marxista. Para Marcuse,
consiste en la realización de un sentido erótico
de la realidad, un yo dionístico. Cuando se esfuerzan
en aclarar esos ideales, no tienen más salida que la teórica
y echan mano de la imaginaría del mito y la poesía.
Tocan teclas que habían estado escandalosamente ausentes
de toda la literatura ideológico social e incluso de las
ciencias sociales
Mitos, religiones, sueños, visiones
en esas oscuras
aguas pescaba Freud para encontrar su concepción de la
naturaleza humana. En cambio, Marx no tenía paciencia
para soportar toda esta temática oculta. Por el contrario,
prefirió derrochar sin desmayo hora tras hora con las
estadísticas industriales de los 'Blue Books' británicos,
en que el hombre apenas aparece de otra manera que como homo
economicus, homo faber
Marx, el moralista iracundo, el profeta ardiente del
destino, el intelectual pobre y vagabundo, ¿qué
tiempo vivió, qué crisis, tensiones y urgencias
presenció sino para pensar en el hombre como homo economicus,
explotado y triste [17]
Roszak escribió en otra obra que Freud entendía
que las batallas decisivas por el futuro de la humanidad no se
luchaban en el campo de la lucha de clases, sino en el cuerpo
humano.
Durante la década de los 1960 hubo una radicalización
muy grande de la juventud de la clase media. Muchos de estos jóvenes
se identificaban a sí mismos con el socialismo y el marxismo.
Para ellos esas palabras tenían un significado muy diferente
a lo que significaban para el marxismo clásico. En verdad
no viene al caso si se creían a sí mismos marxistas.
Sin saberlo, su rechazo teórico al marxismo clásico-que
trataban de disfrazar de críticas al materialismo presuntamente
"vulgar"-meramente repetía un análisis
antiguo subjetivo e idealistas con raíces que datan de
la década de los 1890, cuando el marxismo se había
convertido, modelado por el Partido Social Demócrata de
Alemania, en un movimiento político de las masas obreras.
El año mil novecientos sesenta y ocho marca una coyuntura
decisiva en la evolución intelectual y política
del movimiento estudiantil radical. Fue un año de enormes
manifestaciones contra la guerra imperialista en Vietnam, y contra
otros agravios sociales. El punto cumbre de las manifestaciones
fue el movimiento estudiantil que estalló en Francia. Los
eventos de mayo y junio 1968 comenzaron con una huelga de los
estudiantes que resultó en la invasión por la policía
de la universidad Sorbona. Esa sangrienta agresión desencadenó
una inmensa intervención de la clase obrera francesa en
las manifestaciones contra el gobierno del presidente Charles
de Gaulle. Casi del día a la mañana, el movimiento
de las masas obreras arrolló al de los estudiantes y planteó
la posibilidad de derrocar no sólo a de Gaulle, sino al
capitalismo francés.
Todas las protestas pequeño burguesas quedaron postradas
ante al fantasma de la revolución proletaria. Fábricas
por todos los rincones de Francia alzaban banderas rojas. La economía
del país quedó paralizada. De Gaulle se encontraba
visitando a Rumania. Regresó y descubrió para que
su régimen se desintegraba. Tuvo que viajar urgentemente
para consultar con sus generales, quienes se encontraban en viaje
a Baden, Alemania, e indagar si podían movilizarse para
marchar sobre París. Estos le contestaron que no podían
asegurarse de la lealtad de las tropas que comandaban. Para ponerle
orden a la situación todo dependió del Partido Comunista
Francés y de los estalinistas que controlaban la federación
de sindicatos obreros (Confédéracion generale
du travail, CGT). Fracasó su primer intento de ponerle
fin a la huelga general. Charles Séguy, dirigente de la
CGT, había aparecido ante los trabajadores de la fábrica
más grande, Renault. Los obreros lo abuchearon. Finalmente
Partido Comunista y la CGT sí lograron traicionar la huelga;
ésta terminó. Se salvó la clase gobernante
francesa de una revolución.
Cuando la clase obrera se lanzó a la huelga general,
abrumó al movimiento pequeño-burgués que
se disolvió. De la noche a la mañana, la clase obrera
había demostrado su capacidad revolucionaria; sin embargo,
aún permanecía bajo la dirección del Partido
Comunista. La experiencia traumatizó a amplias capas de
los intelectuales franceses. Los paralizó el miedo. Se
preguntaron, "Pero por Dios, ¿con qué estamos
jugando? Varias manifestaciones aquí y allá
vaya
y pase. Pero, ¿derrocar al capitalismo? ¿La dictadura
del proletariado? ¡Dios mío, qué Dios no lo
permita!" Así fue que en el transcurso de mayo y junio
del 1968, los intelectuales pequeño burgueses llegaron
al borde del abismo y se aterrorizaron. Su encuentro con la revolución
los empujó hacia la derecha.
La generación de "filósofos nuevos"
(noveaux philosophes), cuyos representantes más
conocidos habían sido Jean-François Revel y Bernard-Henry
Levy, se volcaron al anticomunismo so pretexto el lema hipócrita
de los "derechos humanos". Otro grupo de filósofos
-algunos de los cuales o habían sido capacitados teóricamente
por el estalinismo o habían estado asociados con Socialisme
ou barbarie- justificaron su repudio del marxismo con las
fórmulas intelectuales nihilistas del posmodernismo.
También aquellas tendencias que se autodenominaban izquierdistas
enfáticamente repudiaron al marxismo clásico, sobre
todo a la insistencia marxista sobre el papel revolucionario de
la clase obrera. Como teórico del anarquismo "posestructuralista"
contemporáneo, Saul Newman admite lo siguiente: "La
izquierda nueva que surge en mayo 1968, es una izquierda posmarxista,
o por lo menos una izquierda que pone en tela de juicio muchos
de los principios centrales de la teoría marxista leninista,
sobre todo la importancia primordial del partido, la veracidad
del materialismo dialéctico e histórico, y el estatus
esencial y universal del proletariado."[18]
Es impresionante que ese rechazo a la clase obrera sucediera
justo en medio del movimiento de la clase obrera más grande
y más sostenido desde la Revolución Rusa. La militancia
obrera afectó y se extendió por toda Europa, América
del Sur, y Norteamérica. El poderoso movimiento de la clase
obrera entre 1968 y 1975 reveló de la manera más
nítida posible, el problema fundamental de dirección
revolucionaria. Fue ése el momento preciso cuando la izquierda
pequeño burguesa decidió proclamar el fracaso de
la teoría marxista y de la perspectiva de la revolución
proletaria. El famoso teórico izquierdista francés,
André Gorz, escribió un libro bajo un título
provocativo y arrogante: Adiós al Proletariado (más
allá del socialismo). donde dice que aunque es posible
'buscar, ciertamente, el fundamento de la teoría marxista
del proletariado,' esa búsqueda 'no tiene de lo real más
que los signos que la confortan'.[19]
Jean-François Lyotard, ex militante del Partido Comunista,
anunció la llegada de la época del posmodernismo,
al que definió como una "incredulidad profunda hacia
todas las metanarrativas." Para Lyotard una "metanarractiva"
era el enfoque que se le daba a la historia como proceso gobernado
por leyes. La metanarrativa más fundamental fue la que
Marx y Engels elaboraron con su concepto materialista de la historia.
En el Siglo XX, la "metanarrativa" más duradera
de todas fue la que Trotsky presentó en su Historia
de la Revolución Rusa, que explica el derrocamiento
del zarismo como consecuencia histórica y necesaria de
las contradicciones del capitalismo internacional. Para refutar
este análisis era necesario atacar todos los elementos
centrales del concepto materialista de la historia. Como lo ha
notado recientemente un especialista en la historia de las ideas,
"el marxismo es indiscutiblemente el blanco más frecuente,
aunque no siempre el más explícito, de las críticas
posmodernistas del modernismo."[20]
Un estudio de la historia de las ideas -sobre todo del repudio
explícito y creciente de las bases filosóficas del
programa revolucionario del marxismo- es una necesidad vital para
comprender las experiencias políticas de la Cuarta Internacional.
La Liga Obrera (Workers League, sección norteamericana
del CICI) se desarrolló en la lucha contra la traición
del trotskismo por el Partido Socialista de los Trabajadores estadounidense
(Socialist Workers Party, SWP). Cuando repasamos esta historia,
tenemos la tendencia de enfatizar los temas teóricos y
políticos que le fueron fundamentales a esta lucha. No
obstante, la lucha no ocurrió en un vacío; tuvo
su elemento sociológico. El partido trató de toda
manera posible mantener una clara perspectiva política
hacia la clase obrera; orientación que es imposible sobreestimar.
Un proceso de diferenciación política y social dominó
los primeros años del partido. El crecimiento considerable
de la Liga Obrera entre 1970 y 1973 inevitablemente condujo a
una severa crisis política. Muchos reclutas provenían
de las corrientes de protesta y del radicalismo pequeño
burgués. El mismo Tim Wohlforth, secretario nacional de
la Liga Obrera había venido del movimiento de Shachtman.
A medida que el movimiento antiguerra pequeño burgués
se desmoronaba luego de la Guerra de Vietnam, las consecuencias
de las divisiones sociales dentro de la Liga Obrera se acentuaban
más y más. De ninguna manera determina directamente
su historial social la evolución de un individuo cualquiera;
sin embargo, la grave pérdida de militantes durante 1973-1974
-aunque empeorada por el comportamiento ruinoso de Wohlforth y
de su compañera Nancy Fields- resultó ser un reflejo
de un proceso social y político muy profundo. Sectores
de la clase media radicalizados durante los años 60 ansiaban
regresar a su viejo y conocido medio ambiente social. Al tomar
ese camino retornaban a la órbita de la política
burguesa.
El movimiento hacia la derecha de la clase media afectó
profundamente tanto a la Liga Obrera como al Partido Revolucionario
de los Trabajadores inglés (Workers Revolutionary Party,
WRP). En los Estados Unidos, la Liga Obrera, pudo superar la crisis
que causó la deserción de Wohlforth mediante un
análisis sistemático de las diferencias teóricas
y políticas que subyacían al conflicto. En contraste,
en Gran Bretaña los temas políticos que surgieron
de la batalla con
Alan Thornett nunca fueron analizados o comprendidos. Por consiguiente,
no obstante tajantes medidas organizativas contra Thornett, no
fueron aclaradas las presiones sociales y políticas que
esa corriente expresaba . El WRP en particular nunca logró
analizar el conflicto con Thornett en el contexto del antecedente
histórico de la lucha contra el pablismo. Por lo tanto,
la influencia de elementos pequeño burgueses que se movían
hacia la derecha crecía dentro del WRP; influencia que
se expresaría en una línea política cada
vez más oportunista, con resultados explosivos en 1985.
Sin embargo, las críticas teóricas y políticas
que la Liga Obrera había estando elaborando en el periodo
1982 a 1985 habían preparado al Comité Internacional
para esta crisis. La crítica contra el oportunismo del
WRP se ganó el apoyo de una decisiva mayoría de
las secciones del CICI. En diciembre, 1985, el Comité Internacional
suspendió a la membresía del WRP. Así concluyó
con la victoria de los trotskistas ortodoxos la guerra civil de
32 años dentro de la Cuarta Internacional, conflicto que
había comenzado con el lanzamiento de la Carta Abierta
en 1953
La escisión que ocurrió en el otoño de
1985 fue definitiva, tanto en el sentido político como
en el social. Los miembros del WRP que se opusieron al Comité
Internacional ya estaban en proceso de romper decisivamente con
todo su pasado político y con sus vínculos personales
con el socialismo revolucionario. Ni a los dirigentes del WRP
ni a sus partidarios les interesó debatir problemas de
perspectiva política socialista o los intereses de la clase
obrera. Muchos de los seguidores de Banda y Slaughter tenían
síntomas de algún tipo de histeria. Traté
de describir esto en El patrimonio que defendemos (The
Heritage We Defend) :
En octubre 1985 estallaron dentro del WRP todos los resentimientos
reprimidos de la clase media. Se convirtió en liquidación
política la cólera subjetiva de esta pequeña
burguesía -dirigida por una heterogénea pandilla
de catedráticos universitarios semijubilados- desilusionada
y amargada, desencantada de todos los años de duros esfuerzos
sin resultados, insatisfecha con su situación personal,
ansiosa de recuperar el tiempo perdido o simplemente enferma
y cansada de todo el hablar de revolución. El escepticismo
que infectaba a importantes sectores del partido fue la expresión
de una poderosa tendencia social dentro del Workers Revolutionary
Party. Sus raíces no se encontrarían en los errores
subjetivos de los dirigentes del WRP, sino, de manera mucho más
fundamental, en cambios objetivos en las relaciones entre las
clases.[21]
Cliff Slaughter solía enojarse -en el otoño de
1985- con los que trataban de explicar acontecimientos dentro
del partido en términos clasistas. En cierto momento dijo
estar "harto de la gente que trata de explicar las fuerzas
de la clase que ellos mismos representan". Cierto que Slaughter
no quería hablar de las fuerzas de clase que él
representaba; tenía buena razón. El rótulo
de la "moralidad revolucionaria" que utilizó
en 1985 para justificar su deshonestidad sirvió de puente
hacia posiciones proimperialistas supuestamente basadas en los
"derechos humanos". En el transcurso de menos de una
década los militantes de esa organización colaborarían
en la invasión de los Balcanes con la OTAN
En 1985, justo cuando la lucha dentro del Comité Internacional
llegaba a su zenit, Ernesto Laclau y Chantal Nouffe completaban
su obra principal, Hegemonía y estrategia socialista
publicada en inglés por Verso, editorial principal de la
corriente pablista.
Ese libro tuvo una influencia enorme entre los posmodernistas
y los posestructuralistas. Aunque en aquella época no conocíamos
sus obras (quizás Slaughter tampoco las conocía),
los conceptos de Laclau y Mouffe pudieron haber funcionado de
plataforma teórica para el WRP. Escribieron lo siguiente:
"Lo que está actualmente en crisis es todo el
concepto total de un socialismo basado en la centralidad metafísica
de la clase obrera, en la revolución con R mayúscula,
en la transición de un tipo de sociedad a otro, incluso
en la expectativa ilusoria de una colectividad perfectamente
unida y homogénea que niegue la posibilidad de la política
"¿No es el caso que, al limitar las pretensiones
y el área de validez de la teoría marxista, nos
desligamos de un elemento profundamente inherente de dicha teoría:
de sus aspiraciones monistas de captar, con sus categorías,
la esencia o el significado subyacente de la historia? La respuesta
sólo puede ser un sí. Para discutir hasta que punto
son válidas las categorías marxistas debemos primero
negarle la franquicia a toda teoría del conocimiento que
se base en el concepto metafísico exclusivo de 'clase
universal'. Hay que declarar de manera simple y directa que actualmente
estamos en el campo del posmarxismo. Ya no es posible sostener
los conceptos marxistas de subjetividad y de clases, tampoco
la visión marxista de la trayectoria histórica
del desarrollo capitalista, ni aún la idea del comunismo
como sociedad abierta y sin antagonismos."[22]
En los Estados Unidos y a través del mundo la extrema
polarización social ha caracterizado a estos últimos
25 años. Como nos podríamos imaginar, economistas
y sociólogos concentran su atención principalmente
en la asombrosa concentración de riqueza extrema en el
uno por ciento más rico de la población. Al mismo
tiempo, como señala la primera resolución de este
congreso del PSI, durante las últimas décadas, una
capa importante de la clase media superior se ha enriquecido considerablemente.
Este sector acomodado no posee nada que se parezca a la fortuna
del cinco por ciento más rico. En relación a la
clase obrera, sin embargo, le ha estado yendo muy bien. A través
del tiempo ese proceso fue la causa de que este estrato social
relativamente adinerado -del que proviene la izquierda pequeña
burguesa- se enajenara material, ideológica y políticamente
de la clase trabajadora.
El proceso político que ahora analizamos no es simplemente
el resultado de incongruencias teóricas. Estimulado por
la propia creciente y considerable riqueza de la izquierda pequeña
burguesa, el escepticismo que ésta siempre ha llevado a
cuestas sobre la potencialidad revolucionaria de la clase obrera
ahora adquiere características socio económicas
y políticas nuevas y bien definidas. La izquierda acomodada
ya no logra ocultar su hostilidad contra los obreros detrás
de un vacuo palabrerío seudo socialista. Sus ideólogos
se ven obligados pregonar sin pelos en la lengua una política
"izquierdista" que excluye a la clase obrera de todo
papel independiente o revolucionario. Sus intereses económicos
se concentran más y más en lograr una distribución
más favorable de la riqueza y los privilegios dentro del
diez por ciento más rico de la sociedad. Cada vez más
se incorpora a las estructuras políticas que la clase dominante
le permite.
Saúl Newman explícitamente demanda una nueva
forma lucha política, supuestamente de izquierda que:
"disienta de la noción marxista de lucha proletaria:
que no se base más en la subjetividad primordial de la
clase obrera. Aunque organizaciones obreras tradicionales participen
de manera importante en esa lucha, este movimiento ya no es inteligible
bajo el sello de la lucha de clases".[23]
El programa político del PSI y del Comité Internacional
le hace la guerra intransigente a la seudoizquierda en Estados
Unidos y en todo el mundo. Para nosotros las luchas del proletariado
son centrales; en eso basamos nuestra perspectiva política.
La clase obrera no es un mero elemento entre muchos que se oponen
al capitalismo. Es la fuerza revolucionaria social decisiva
en su contra. Le toca a este partido orientar todas sus fuerzas
para preparar la dirección y tomarle el mando a las luchas
de la clase obrera. Insistimos en que la lucha revolucionaria
es realista y sólo es 'inteligible' en el contexto del
'sello' de la lucha de clases. Sobre estos cimientos el PSI luchará
para adquirir influencia entre los trabajadores y jóvenes
en este nuevo período en que más se intensifican
los conflictos entre las clases.
1. Greta R. Krippner, Capitalizing on Crisis:
The Political Origins of the Rise of Finance (Cambridge: Editorial
Harvard University Press, 2011), pág. 4.
2. León Trotsky, Los primeros cinco
años de la Comunista Internacional, vol. 1 (Londres:
Editorial New Park, 1973), pág. 138
3. V.I. Lenin, Two Worlds, Collected
Works, vol. 16 (Moscú: Editorial Progreso, 1977), pág.
311.
4. Para leer el documento en español,
haga clic en:
5. http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm
6. Hegel; Ciencia de la Lógica;
páginas 488 y 489; haga clic en:
7. http://www.scribd.com/doc/17859976/Hegel-Ciencia-de-La-Logica-Competa
8. North, David; Leon Trotsky and the Development
of Marxism; Detroit, 1985; páginas 18 y 19;
esta cita aparece también en:
North, David; Marxism, History & Social Consciousness;
Mehring Books: Detroit, 2007; páginas 26 y 27.
9. New Parties of the Left: Experiences
from Europe, by Bensaïd, Sousa, et.al (London: Resistance
Books, 2011), p. 40 (nuestra traducción del ingles)
10. Rizzi, Bruno; The Bureaucratization
of the World; New York; The Free Press; page 69 [nuestra traducción
del ingles]
11. (En español el título del libro es; La burocratización
del mundo; Barcelona; Ediciones Península1980.)
12. Trotsky, León; En Defensa del Marxismo;
Madrid; Akal Editor; 1978; página 17; (traducido por María
Jesús Miranda)
13. Dwight Macdonald ; The Root is Man;
Brooklyn, NY; Automedia, 1995; páginas 38-39 [nuestra traducción
del inglés]
14. Ibídem, , pp. 61-65. [nuestra traducción
del inglés]
15. The Castoriadis Reader (Oxford,
Blackwell, 1997), p. 2. (nuestra traducción del inglés)
16. Ibídem, p. 28
17. Georg Hegel; Filosofía del Derecho;
Editorial Claridad, Buenos Aires; prólogo
18. Theodore Roszak, El Nacimiento de una
contra cultura Barcelona, editorial Kairós 2005, página
113
19. Ibídem, , páginas 106-107
20. Ibídem, , página 114
21. Saul Newman, Unstable Universalities:
Poststructuralism and Radical Politics (Manchester: Manchester
University Press. 2007), p. 179. (nuestra traducción del
inglés)
22. André Gorz, ; Adiós al
proletariado (Mas allá del socialismo); Ediciones 2001;
Barcelona; página 29
23. (haga clic en: http://www.scribd.com/doc/102871690/1980-Andre-Gorz-Adios-al-proletariado-Mas-alla-del-socialismo
)
24. David West, Continental Philosophy:
An Introduction (Cambridge: Polity, 2010), p. 214. (nuestra
traducción del inglés)
25. David North; The Heritage we Defend;
(Detroit: Labor Publications, 1988), pp. 13-14. (nuestra traducción
del inglés)
26. Ernest Laclau y Chantal Mouffe; Hegemony
and Socialist Strategy; London: Verso, pp. 2-4. (nuestra traducción
del inglés)
27. Esta obra fue publicada en español
con el título Hegemonía y Estrategia Socialista;
editorial Siglo XXI, Madrid, 1987
28. Unstable Universalities, p. 176.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |