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: Español
La cara brutal del neocolonialismo en Afganistán
Por Bill Van Auken
12 Junio 2013
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 10 de abril, 2013
El secretario de Estado estadounidense John Kerry ha hecho
una serie de declaraciones aparentemente en señal de duelo
por la muerte de la agente del ministerio de Exteriores de 25
años Anne Smedinghoff, una de los cinco estadounidenses,
incluidos tres soldados, muertos el pasado sábado [6 de
abril] en un atentado con un coche bomba en la provincia de Zabul
al sur de Afganistán.
La muerte de una persona tan joven es trágica, como
lo ha sido la muerte de los casi 2.200 soldados estadounidenses
muertos en los once años de guerra y ocupación [de
Afganistán]. Sin embargo, el objetivo de las palabras de
Kerry no es tanto reconfortar a los apesadumbrados familiares
y amigos como justificar y defender la guerra que ha costado la
vida de esta joven.
Kerry afirmó que esta muerte presentaba "un fuerte
contraste a ojos de todo el mundo entre dos grupos de valores
muy diferentes". "Por una parte", afirmó,
había "una valiente joven estadounidense [
]
decidida a avivar la luz del conocimiento por medio de libros
escritos en la lengua nativa de los estudiantes a los que ella
nunca conoció pero a los que se sentía obligada",
mientras que en el otro lado había "cobardes terroristas
decididos a traer la oscuridad y la muerte a unos completos desconocidos".
El mismo día en que Anne Smedinghoff perdió la vida
un ataque aéreo estadounidense mató al menos a 18
personas, incluidos 11 niños de edades comprendidas entre
unos meses y ocho años. Seis mujeres resultaron gravemente
heridas en el ataque. Kerry no pronunció una sola palabra
de simpatía por la pérdida de estas jóvenes
vidas ni tampoco por sus padres que los lloraba. No hay ni que
decirlo, la muerte de estos once niños no recibió
ni una centésima parte de la cobertura dada a la de la
diplomática estadounidense en los medios de su país
que, como siempre, desprecia las vidas afganas.
Vale la pena recordar que el nuevo secretario de Estado estadounidense
y exsenador democrático por Massachusetts empezó
su carrera política como joven veterano que denunció
públicamente la Guerra de Vietnam War. Kerry, ahora la
persona más rica del Senado, se dedica a promocionar y
lavar la imagen de las nuevas guerras imperialistas de agresión
y a encubrir el mismo tipo de atrocidades que una vez intentó
denunciar.
La retórica de Kerry acerca de que Estados Unidos lleva
desinteresadamente la luz y el "futuro" a Afganistán
y de que aquellos que resisten a Washington son cobardes, terroristas
y las fuerzas de la oscuridad es tan vieja como el propio colonialismo.
Los franceses en Argelia e Indochina, los británicos en
India, África y otras partes, y las demás potencias
europeas que conquistaron más de una cuarta parte de la
superficie de la tierra durante las tres últimas décadas
del siglo XIX utilizaron todos ellos un lenguaje prácticamente
idéntico que proclamaban sus principios civilizadores y
humanitarios mientras saqueaban estas tierras y masacraban a sus
pueblos.
El prolongado enfrentamiento de Afganistán con el imperialismo
estadounidense dura ya más de tres décadas y culmina
en los últimos once años de ocupación militar
estadounidense directa y control semicolonial de su corrupto gobierno
instalado por Estados Unidos. ¿Qué "luz"
y "futuro" ha traído Estados Unidos al pueblo
afgano?
Desde 1979 bajo el gobierno democrático del presidente
Jimmy Carter el imperialismo estadounidense inició una
política criminal cuyo objetivo era desestabilizar el régimen
prosoviético de Kabul y provocar así una intervención
militar soviética. Como explicó entonces Zbigniew
Brzezinski, asesor de seguridad nacional estadounidense, el objetivo
era "dar a la URSS su Guerra de Vietnam". Esta política
demostró ser un éxito pero el pueblo afgano fue
su daño colateral. Las maquinaciones de Washington desencadenaron
una guerra civil que ha seguido hasta hoy en día y que
ha costado la vida de millones de afganos.
A través del suministro de armas, asesores y dinero de
la CIA Washington trabajó codo con codo con islamistas
afganos y extranjeros, incluidos tanto el millonario saudí
Osama ben Laden (cuyo nombre la mayoría de los estadounidenses
solo conocieron después del 11 septiembre de 2001) como
todos los fundadores de los talibán y de otras milicias
contra las que ahora están luchando las fuerzas estadounidenses
en Afganistán.
Por lo que se refiere a los años de ocupación estadounidense,
Washington ha empleado más de 100.000 millones de dólares
en la "reconstrucción" de Afganistán,
pero los auditores del gobierno solo puede dar cuenta de apenas
un 10% de este dinero. La mayor parte ha ido a manos de contratistas,
colaboradores corruptos, desde los "Karzai" hacia abajo.
Al cabo de una década bajo la tutela de Washington las
condiciones en Afganistán son tan desesperadas como siempre,
si no más. La esperanza de vida sigue siendo de 44.5 años
para los hombres y 44 años para las mujeres. La tasa de
mortalidad maternal es una de las más altas del mundo (1.600
muertes por 100.000 niños nacidos vivos) y más de
la mitad de los niños menores de cinco años están
desnutridos.
Uno de cada tres afganos vive en la pobreza, incapaz de satisfacer
las necesidades mínimas de la vida diaria y se calcula
que el 40% de la población está en paro. Unos estudios
indican que el 65% de los afganos padecen estrés y otras
formas de enfermedad mental a consecuencia de esta guerra interminable.
Supervisando esta catástrofe humanitaria hay una colección
de matones y señores de la guerra a los que las armas estadounidenses
mantienen en el poder y que se aprovechan tanto de la ayuda exterior
como del comercio del opio afgano, que equivale a más del
90% del suministro mundial.
El imperialismo estadounidense no está en Afganistán
para luchar contra el terrorismo (este argumento ha sido completamente
rebatido ya que Washington se ha aliado con milicias vinculadas
a Al Qaeda en las guerras por el cambio de régimen en Libia
y Siria) ni para llevar la "luz" al pueblo afgano. Al
igual que en Oriente Próximo y África, intervino
ahí para reafirmar la hegemonía de Washington frente
a sus rivales europeos y asiáticos (en particular, China)
en regiones del mundo que son vitales desde el punto de vista
geoestratégico, además de ricas en fuentes de energía.
Aunque el gobierno Obama ha anunciado que el plazo formal para
la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán
es finales de 2014, está negociando con el régimen
del presidente Hamid Karzai para mantener indefinidamente a miles
de soldados y bases estadounidenses en Afganistán. Estas
fuerzas incluirán tanto comando de operaciones especiales
para seguir persiguiendo y asesinando a quienes se resistan a
la dominación estadounidense, como adiestradores y asesores
para dirigir las fuerzas títeres afganas y, por supuesto,
una fuerza aérea para seguir con el tipo de ataques aéreos
que asesinó el pasado sábado a once niños
en la provincia de Kunar.
El objetivo de Washington es mantener Afganistán como base
para lo que el Pentágono denomina "proyección
de poder" en la cuenca del Caspio con sus vastas reservas
de petróleo y gas, y en contra tanto de Rusia como de China.
Esta estrategia contiene las semillas de un conflicto global mucho
mayor y más catastrófico.
La lucha por el futuro del pueblo de Afganistán y de la
clase trabajadora de todo el mundo depende de que resucite un
genuino movimiento en contra de la guerra y del neocolonialismo
basado en la movilización independiente de la clase trabajadora
contra la fuente de ello, el sistema capitalista del beneficio.
Traducido
del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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