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La revolución egipcia y la crisis de dirigencia revolucionaria
Por Johannes Stern
4 Julio 2013
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el autor
Este artículo de perspectiva política apareció
originalmente en inglés en nuestro sitio el 2 de julio,
2013, el día antes que las FF.AA. de Egipto llevaron a
cabo un golpe de estado contral el gobierno de los Mohammed Morsi
y los Hermanos Musulmanes. La naturaleza de ese golpe confirma
la siguiente perspectiva.
Casi después de dos años y medio de la destitución
del dictador Hosni Mubarak, los trabajadores y jóvenes
otra vez se han tirado a las calles para manifestarse en masa,
esta vez exigiendo que al presidente islamita Mohammed Morsi y
a los Hermanos Musulmanes se les expulse del poder.
Las manifestaciones, que ahora se despliegan son de las más
grandes en toda la historia. De acuerdo a los militares egipcios,
17 millones de manifestantes invadieron las calles y plazas el
domingo 30 de junio, el aniversario de la toma del poder por Morsi.
Después de tan sólo un año, las masas
han descubierto la índole reaccionaria de los Hermanos
Musulmanes (HM). A pesar del haber tratado de adornar a su programa
reaccionario con demagogia islamita, Morsi y su gobierno encaran
una resistencia cada vez más grande de parte del proletariado.
Según un informe publicado por el Centro Egipcio de los
Derechos Económicos y Sociales (CEDES), las huelgas y manifestaciones
aumentaron en un 100 por ciento bajo Morsi, y también aumentaron
pronunciadamente durante el primer trimestre del 2013 con 2,400
manifestaciones o huelgas.
Morsi ha reaccionado alineándose más íntimamente
con el imperialismo yanqui. Durante las semanas que precedieron
el estallido de las manifestaciones de las masas, Morsi apoyó
la guerra imperialista encubierta de los Estados Unidos en Siria,
que tiene el objetivo de derrocar al Presidente Bashar al-Assad
y preparar le guerra contra Irán. En un mitin para "Apoyar
a Siria", Morsi declaró que apoyaría una veda
de vuelos en contra de Siria y le daría apoyo "tangible
y moral" a la oposición islamita que el Occidente
respalda.
Esto sólo ha hecho que las masas del pueblo odien a
su régimen aún más todavía. Con la
explosión de las manifestaciones contra Morsi, el problema
de la dirigencia revolucionaria se ha convertido en el problema
principal de la Revolución Egipcia.
El programa de Tamarod ("rebelde") domina políticamente
a las manifestaciones. Respaldan a esta corriente varios partidos
liberales, islamistas y seudoizquierdistas además de algunos
sectores que son vestigios del régimen de Mubarak. También
lo apoyan el Frente Nacional de Salvación (bajo el mando
de Mohamed ElBaradei), el Partido Fuerte Islamita de Egipto, el
Movimiento de la Juventud del 6 de Abril, los Socialistas Revolucionarios
(que no son ni lo uno ni lo otro), y Ahmed Shafik, el último
primer ministro bajo la dictadura de Mubarak.
Tamarod ha hecho un llamado al ejército egipcio para
que reemplace a Morsi con un gobierno tecnocrático, otro
régimen pro capitalista bajo el control directo de los
militares del país. El lunes primero de julio, la organización
emitió una declaración que llama a todas las instituciones
del estado, incluyendo al ejército, a la policía
y a la rama judicial, a que apoyen completamente a la voluntad
popular de las multitudes".
Por su parte, el ejército egipcio, financiado por Estados
Unidos, todavía no se siente lo suficientemente fuerte
para suprimir directamente a los manifestantes. Prefiere, por
lo tanto, ponerle el dedazo a un nuevo líder y ser árbitro
de la nación, estrategia que elabora en colaboración
con Estados Unidos. El lunes, el General Martin Dempsey, presidente
del Estado Mayor de ese país presuntamente tuvo una conversación
con su contraparte, el General Sedki Sobhi.
El mismo día, las fuerzas armadas publicaron un ultimátum
con un plazo de 48 horas a los partidos políticos "la
última oportunidad de cargar el agobio histórico
al que ahora se enfrenta la nación es lograr la reconciliación
y ponerle fin a esta crisis".
La coalición multipartidista que las FF.AA. desean,
juntaría a los Hermanos Musulamanes, a los partidos liberales,
a antiguos socios de Mubarak, y como hoja de parra, a algún
otro grupo seudoizquierdista, para quitarle legitimidad a la movilización
popular.
Washington comparte estos objetivos. Al imperialismo yanqui
lo aterra la posibilidad que la clase obrera egipcia choque abiertamente
contra un estado egipcio debilitado; cosa que representaría
contra la espina dorsal imperialista en el Oriente Medio, donde
Egipto, mancornado a Estados Unidos e Israel, juega un papel primordial.
Las luchas de la clase trabajadora necesitan una voz política
independiente: Necesitan librarse de todos los partidos burgueses,
que una y otra vez han frustrado las aspiraciones democráticas
y sociales del proletariado
Las amargas experiencias de las luchas revolucionarias del
pasado enseñan que ninguna corriente de la burguesía
egipcia ni los militares, ni los islamitas, ni los liberales
de ElBaredei tiene nada que ofrecerle a la clase trabajadora.
No tienen el apoyo de las masas; el imperialismo las sostiene.
Todas las fuerzas políticas de Egipto defienden la propiedad
capitalista, sus vínculos al imperialismo, y el estado
burgués.
Un programa revolucionario claro sólo puede desarrollarse
sobre cimientos marxistas, la lucha por la teoría de la
Revolución Permanente que, como escribiera Trotsky, puntualiza
que "sólo el proletariado, aliado con los campesinos
pobres y los pobres de las ciudades, puede resolver el problema
de la sociedad tomando el poder en sus manos, expropiando a los
imperialistas y a la burguesía, y comenzando la tarea de
transformas a la sociedad en términos socialistas".
Para derrocar al capitalismo egipcio y reemplazarlo con un
gobierno obrero que luche por una política socialista,
la clase trabajadora tiene que establecer sus propias instituciones
de lucha modeladas en los soviets (consejos obreros) que establecieron
las bases para la conquista del poder por la clase obrera en la
Revolución Rusa de octubre,1917.
La única tendencia política en el mundo que presenta
y defiende esta perspectiva es el Comité Internacional
de la Cuarta Internacional (CICI). Los trabajadores deben establecer
una sección del CICI en Egipto, unir sus luchas con las
de sus hermanos y hermanas de clase en el Oriente Medio y a nivel
internacional, y unir a la clase trabajadora en una lucha revolucionaria
común en contra de dictaduras, de la explotación
capitalista y de las guerras imperialistas.
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