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La "normalización" de relaciones entre Washington y Venezuela

Por Bill Van Auken
2 Julio 2013

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Este artículo apareció en nuestro sitio en su inglés original el 12 de junio, 2013.

El presidente venezolano Nicolás Maduro viajará a Roma la próxima semana después de haber obtenido una audiencia con el papa Francisco Jorge Mario Bergoglio, quién como clérigo derechista en Argentina fue cómplice de los crímenes de la guerra sucia del país.

Este giro hacia la jerarquía de la iglesia viene justo después del acomodamiento público de Maduro con uno de los capitalistas más adinerados de Venezuela el mes pasado y el encuentro privado la semana pasada de su ministro de relaciones exteriores, Elías Jaua, con el secretario de estado de Estados Unidos, John Kerry, para buscar una "normalización" de las relaciones de la República Bolivariana y el imperialismo estadounidense.

Después de varios meses y su estrechísima victoria sobre el candidato de la derecha venezolana, Henrique Capriles—y frente a una crisis económica cada vez más severa, caracterizada por aproximarse a una tasa de hiperinflación de 35 por ciento, sueldos estancados y escasez crónica—es evidente que Maduro está realizando un giro hacia la derecha para reforzar a su gobierno.

Igualmente importante es el apoyo que han dado a este esfuerzo Washington y los capitalistas venezolanos. A estos últimos los representa el propietario multimillonario del conglomerado Polar Foods, Lorenzo Mendoza, quién fue invitado a un cordial encuentro con Maduro en el palacio de Miraflores.

El gobierno de Obama, debe ser recordado, fue el único gobierno en el mundo en negarse a reconocer la presidencia de Maduro después de su victoria de 1.5 por ciento por encima de Capriles. Estados Unidos también fue el único gobierno en exigir un recuento completo del voto del 14 de Abril, a pesar de que no hubo evidencia de fraude, por no mencionar la lamentable historia del sistema electoral de Estados Unidos con la instalación de un presidente no elegido en el 2000 y la falsificación de los votos por medio de computadoras en el estado de Ohio en el 2004.

En cuanto a Mendoza, además de poseer una fortuna personal de $4.5 mil millones, éste apoyó abiertamente el abortado golpe patrocinado por Estados Unidos en el 2002 que brevemente derrocó al fallecido Hugo Chávez como presidente venezolano. Después de fracasar el golpe, fue obligado a asumir una presencia política más discreta, pero montó una defensa vehemente de su empresa frente a las acusaciones de Maduro de organizar una "guerra económica" y el "sabotaje".
Estos partidarios naturales de la derecha venezolana—Washington y Mendoza—han fastidiado la campaña de la derecha para tildar a Maduro de presidente "ilícito" y forzar nuevas elecciones.

Igualmente revelador es la decisión del mes pasado por el conglomerado petrolífero estadounidense, Chevron, de otorgar $2 mil millones para financiar un consorcio con la empresa estatal petrolífera, PDVSA.

Por ahora, tanto el imperialismo estadounidense como los sectores decisivos del sistema gobernante capitalista venezolano consideran que la estabilización del gobierno de Maduro es una alternativa preferible a la explosión política y social. Ambos recuerdan el Caracazo—levantamiento urbano de masas contra la política del FMI [Fondo Monetario Internacional] en 1989—y la revuelta popular que estalló contra el golpe de estado que se intentó en el 2002.

Aunque pueden haberse fastidiado por la política extranjera y varios programas internos del gobierno de Chávez, ellos no comparten las ilusiones que la pseudo izquierda pequeño-burguesa promueve tan vigorosamente en Latinoamérica e internacionalmente: que el chavismo y su herencia post-Chávez representan cierto tipo de desafío directo al imperialismo o un camino viable hacia el socialismo.

Están completamente conscientes de que Venezuela, a pesar de los 14 años de la "Revolución Bolivariana", permanece un país capitalista y una fuente de súper ganancias tanto para los bancos y corporaciones multinacionales como para los capitalistas venezolanos. El 71 por ciento por completo de la producción permanece en manos privadas y el sector financiero se encuentra entre los más rentables del mundo, pues ha logrado un crecimiento de 31 por ciento en el primer trimestre del año, aun cuando la manufactura entrara en recesión, la inflación desenfrenada haya reducido el sueldo real de los trabajadores venezolanos, la moneda se haya devaluado varias veces, y el control de los precios se haya desencadenado..

El país cuenta con las reservas petrolíferas mayores del mundo y su economía depende completamente de las exportaciones de petróleo, las cuales en su mayoría van destinadas a Estados Unidos.

Aquellos de la presunta "izquierda" que promueven ilusiones en la capacidad de Maduro y el chavismo para montar una verdadera lucha contra el imperialismo o abrir el camino hacia el socialismo, igual que aquellos que plantean que la tarea política en Venezuela consta de empujar a Maduro hacia la izquierda, en realidad laboran para desarmar políticamente a la clase trabajadora frente a peligros muy serios.

A pesar de toda la retórica acerca de los "fascistas", los "golpes" y la "guerra económica", los chavistas—movimiento nacionalista burgués— no han encontrado ninguna dificultad en acomodarse con aquellos que habían criticado acérrimamente tan sólo unos días antes.

Si existe una verdadera amenaza de golpe, ésta proviene del mismo movimiento chavista y de una de sus bases claves: el ejército, de dónde provino el mismo Chávez. Hay rumores siniestros que Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, representante de la boliburguesía—la cual se ha enriquecido a sí misma mediante conexiones políticas y la corrupción—y ex militar igual que Chávez, se encuentra movilizando apoyo dentro de los cuerpos de oficiales para ajustar cuentas con Maduro.

Aún así, sectores de la "izquierda" activamente buscan como tapar semejantes amenazas. Marea Socialista (MS)—cuya política la promueven tanto los pablistas como por la International Socialist Organization (Organización Socialista Internacional, OSI)— recientemente escribió de esta manera acerca de la necesidad de "incorporar activamente a miembros militares del pueblo bolivariano" en una ofensiva política para contrarrestar la "desilusión y la frustración" de la población. MS—que funciona como una tendencia dentro del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) que gobierna—asegura a sus lectores de que no hay "posibilidades inmediatas de un golpe contrarrevolucionario" debido al carácter "bolivariano" del cuerpo de oficiales.

Los estalinistas, los nacionalistas pequeño-burgueses y las tendencias revisionistas pablistas una y otra vez han promovido ilusiones idénticas en Latinoamérica: desde las declaraciones de que el ejército chileno representaba al "pueblo en uniforme" en vísperas del sangriento golpe de 1973 de Pinochet, a las garantías de que el general izquierdista-nacionalista de Bolivia, J.J. Torres, armaría a los trabajadores frente a la toma de poder por parte de la derecha en 1971. El precio de esas ilusiones ha sido pagado con las vidas de decenas de miles de trabajadores.

La tarea política urgente en Venezuela—e igual que en toda Latinoamérica—es el establecimiento de un nuevo partido revolucionario que luche por la independencia política de la clase trabajadora como único medio de alcanzar el socialismo. Estos partidos deben fundarse firmemente en las experiencias estratégicas del movimiento internacional de los trabajadores durante todo el período anterior; experiencias asimiladas a través de la lucha del movimiento trotskista mundial representado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

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