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: Español
¿Podrá "Los juegos del hambre: En llamas"
incitar a una revolución?
Por Christine Schofelt y David Walsh
30 Diciembre 2013
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el autor
Los juegos del hambre: En llamas, la secuela a Los juegos
del hambre (2012) estrenó con una taquilla de fin de
semana de más de $161 millones en los EE. UU., y aproximadamente
más de $308 millones mundialmente.
Esto y el que la trilogía de novelas escrita por Suzanne
Collins, en las cuales las películas se basan, también
haya vendido millones de copias deja claro que una fibra sensible
ha sido afectada. Las cuestiones que plantea Los juegos del
hambre, incluyendo la desigualdad social y la construcción
de un estado policíaco, pesan ciertamente sobre las cabezas
de muchos, especialmente los jóvenes, por todo el mundo.
El primer libro en esa serie de ciencia ficción (Los
juegos del hambre), publicada en el 2008, desató una
controversia sobre qué era lo que exactamente se estaba
argumentando: tanto comentadores de izquierda como de derecha
alegaron que la historia les pertenecía. Collins ha indicado
que tiene una perspectiva de izquierda-liberal; a ella le preocupa
el medio ambiente, la guerra y la privación económica.
Por amorfo que su mensaje sea, ha conseguido seguidores.
El motivo primordial en esta serie es el surgimiento de Katniss
Everdeen (Jennifer Lawrence) como un símbolo de sublevación
en Panem, una nación norteamericana post-apocalíptica
gobernada por una violenta dictadura. En la primera película,
ella sobrevive su involuntaria participación en los "Juegos
del hambre" un evento anual en el que 24 personas entre 12
y 18 años (dos de cada Distrito, escogidos por lotería)
se enfrentan en una pelea hasta la muerte contra los otros como
castigo por la rebelión de sus distritos contra la adinerada
capital unos 70 años atrás. Los actos de bondad
y solidaridad de Katniss hacia sus compañeros "tributos"
durante los juegos son considerados por las autoridades un peligroso
punto de inflamación que dan "esperanza" a las
oprimidas y furiosas masas que empiezan a levantarse.
Katniss se encuentra inconsciente de esto, por medio del aislamiento
impuesto por este esquema del gobierno y su propio ensimismamiento.
Sus propias preocupaciones, por lo menos al comienzo, son solamente
la seguridad de su familia y su propia sobrevivencia. En llamas
(dirigida por Francis Lawrence) comienza con Katniss y el
compañero de su distrito Peeta Mellark (Josh Hutcherson)
a punto de embarcarse (a regañadientes) en un Tour de los
Victoriosos patrocinado por el gobierno-siendo plural por la primera
vez, ya que se suponía que sólo un Tributo sobreviviera
El que dos de ellos hayan sobrevivido, debido al rechazo de Katniss
de matar a Peeta, enciende la ira del Presidente Snow (Donald
Sutherland), quién amenaza destruir a todos aquellos a
quien Katniss ama si es que ella no participa en la pacificación
de la población.
Aunque Katniss quiere huir, aquellos que la rodean aparentemente
empiezan a levantarse y a pensar en su situación, en la
forma de la "Revolución del Sinsajo". Mientras
las autoridades proceden con el tour, la violencia de la siempre
presente policía antimotines horroriza y asusta a Katniss.
Finalmente, el Presidente Snow, furioso ante los continuos llamados
de rebelión y "esperanza" que Katniss inspira-aunque
sin querer-hace un llamado para un "Vasallaje", otra
selección de tipo lotería entre los Tributos sobrevivientes
de cada distrito. Debido a que Katniss es la única Tributa
mujer de su distrito, es obligada de nuevo a participar en los
juegos. La segunda mitad de la película narra la competencia
entre los 24, así como las maquinaciones de Snow y sus
asociados, quiénes están determinados en desacreditar
a Katniss ante los ojos de la rebelde población y, finalmente,
exterminarla.
El veterano actor Sutherland declaró recientemente al Guardian:
"Quiero que Los juegos del hambre inciten una revolución".
Dejando a un lado lo que Sutherland-quién fue prominente
durante la radicalización de finales de los sesenta y comienzos
de los setenta, y ahora con 78 años-quiera decir precisamente
con "revolución" (ya que en la misma entrevista
admite apoyar a Barack Obama) y tomándolo literalmente,
nosotros los socialistas estamos completamente a favor de obras
que alienten una vasta transformación social. La pregunta,
no obstante, que hay que responder es: ¿Podrá Los
juegos del hambre: En llamas, en realidad, contribuir a la
llegada de una revolución social?
Sin duda, las intimaciones de una masiva respuesta social a la
pobreza y al autoritarismo tienen una cierta importancia. Hace
dos o incluso una década hubiese sido difícil concebir
que una película como esta apareciera. Que un cinta hollywoodense
trate de una rebelión popular en tierras estadounidenses
sugiere que algo de la situación actual está penetrando.
Más aún, hay reconocimiento cada vez mayor de que
los poderes fácticos promueven a las celebridades, el brutal
entretenimiento y otras formas de espectáculos para desviar
la atención del público de los males que devastan
a la sociedad. Stanley Tucci es eficaz como un desagradable anfitrión
de televisión, sonriendo y alentando la tragedia humana.
La dificultad principal con la película es que sus supuestas
preocupaciones centrales, la desigualdad y la represión
política, no son la fuerza central del drama. En llamas
está construida, en gran parte, a base de cortinas
de humo, caminos sin salida y elementos arbitrarios. El mismo
hecho que, según la lógica de la película,
una revolución social, supuestamente histórica y
capaz de cambiar al mundo, pueda ser evitada por las habilidades
de dos jóvenes (Katniss y Peeta), arriesgando de sus vidas,
pretendiendo estar enamorados en público indica a qué
nivel el trabajo está operando. En cualquier caso, una
vez que los juegos comienzan, este elemento es en gran parte olvidado.
Los Juegos en sí o son un arenque rojo o provenien de una
película diferente. La competencia es tediosa y relativamente
sin sentido. La cuestión sobre quién sobrevive y
quién no, tiene poco que ver con los temas políticos
y sociales que supuestamente estimulan a En llamas (excepto
en el magro sentido en que los competidores aprenden la virtud
de la cooperación). ¿Cómo se supone que la
habilidad de Katniss con un arco y flechas se relacione con los
problemas de la pobreza y la dictadura? ¿Qué hay
de la estructura del juego como un reloj, que es eliminado tan
pronto como se plantea? Estos son tan sólo ingredientes
de película de acción, que no enseñan nada
a nadie.
¿Que pasaría si Espártaco (1960),
el drama histórico sobre la famosa revuelta de esclavos
del primer siglo A.C., hubiese gastado la mitad de su tiempo enfocado
en los varios encuentros entre los gladiadores (por cierto, incidentemente,
En llamas hace numerosas referencias a la antigua Roma)?
¿Qué probaría que el Espártaco
de Kirk Douglas fuese victorioso en cada conflicto?
La brutalidad del entrenamiento y las peleas en Espártaco
es un elemento subordinado, destinado a dar una indicación
de la putrefacción del completo orden social. La película
luego pasa al conflicto social entre los oprimidos y las autoridades,
los ricos. Hay una coherencia en Espártaco, sea cual sea
su grado de éxito artístico, y los varios elementos
hacen sentido en relación al retrato social en conjunto.
No hay ninguna tal coherencia en En llamas. Los cineastas critican
ciertas realidades sociales (la pobreza, el hambre, los juegos
como una diversión social), pero abandonan o eluden elementos
importantísimos. La película hace referencias a
las terribles condiciones económicas, incluso la "inanición",
pero casi no otorgan ninguna clase de evidencia de estas condiciones
y no son, en ningún sentido importante, lo que hacen progresar
la historia. Aquellas circunstancias no son la fuente principal
de interés de los cineastas. La familia, las relaciones
personales y las varias maquinaciones toman el escenario central.
Ciertamente, incluso en relación al primer libro y película,
la desigualdad y el hambre parecen ser relegados a un segundo
plano. Aunque las preparaciones para el próximo Vasallaje
son lujosas, no hay ningún contraste con la pobreza de
los distritos ofrecidos en aquellos trabajos previos. La audiencia,
como Katniss, se encuentra en gran parte aislada de la casualmente
mencionada rebeldía contra estas condiciones, retratadas
en breves vistazos de imágenes de televisión y apresuradas
escenas.
Más aún, En llamas y la serie entera retrata
un régimen reaccionario, casi fascista, pero ¿emergiendo
de qué procesos sociales y sirviendo a qué intereses
económicos? Vemos a la gente yendo a trabajar a las minas,
pero ¿Quién posee las minas? ¿Quién
posee las corporaciones? ¿Cuál es el contenido de
las relaciones sociales? Esto es completamente esquivado. Simplemente
se nos presenta a un maléfico presidente y a sus secuaces.
¿Pero quién les da las (verdaderas) órdenes
a ellos? ¿Dónde están los banqueros y los
jefes corporativos? Al evadir esto Collins, conscientemente o
no, se ha acomodado a los prejuicios antisocialistas. Y es ésta
la razón por la cual la extrema derecha puede reclamar
a la película. Ésta no es una crítica del
capitalismo. Es una crítica al autoritarismo abstracto.
Supuestamente un golpe político o un putsch que retire
a los malhechores corregirá las cosas.
El único vistazo que obtenemos de la Capital, en una escena
de fiesta, hace poco para sugerir el vacío entre los ricos
y los pobres. Los invitados sentados, que beben una especie de
coctel que les permite vomitar y comer más, parece representar
más la high life de Hollywood que la élite
financiera-corporativa, aunque Peeta señala con un tranquilo
disgusto que hay gente muriéndose de hambre en su hogar
del Distrito mientras que los habitantes de la Capital participan
de tal comportamiento. Pero la secuencia en sí podría
caberle a los populistas que atacan al gentío "cosmopolita",
inmoral y alejado de la realidad de "las grandes ciudades".
Las actuaciones de En llamas son quizá superiores
en contraposición a la primera película. La interpretación
que Elizabeth Banks da a la transformación de Effie Trinket-una
eterna animadora de los Juegos que toma consciencia de la injusticia
del forzado retorno de los Tributos a la arena y que se convierte
en una activa conspiradora a favor de los esfuerzos de derrocar
al sistema que le ha otorgado una buena vida-está bien
realizada y es convincente. Asimismo, el Haymitch de Woody Harrelson
va desde ser un alcohólico marcado por la batalla a alguien
que tiene una razón para pelear, en una actuación
poderosamente agitada. Su discusión sobre los otros Tributos
con los que Katniss y Peeta se enfrentarán está
realizada con un humor suficientemente amargo para exponer el
horror involucrado en la mera idea de ser obligado a matar para
sobrevivir.
La colección de personalidades involucradas en el Vasallaje,
que van desde muy jóvenes a envejecidos, poseyendo diversas
habilidades intelectuales y físicas, ilustra todo lo que
se pierde en la guerra y la represión. Sus reacciones ante
ser llamados una vez más a los juegos van desde el júbilo
por parte de los psicópatas, al miedo, la resignación
y, en algunos casos, a una abierta hostilidad.
Una de las fortalezas de la película y la fuente de mucha
de su atracción, añadido a sus referencias a problemas
sociales, es Jennifer Lawrence. Ella es una de las actrices más
sinceras y expresivas que actualmente trabajan en la industria
del cine y tiene una presencia verdaderamente cautivante e imponente.
Uno teme lo que pueda resultar de ella en la trituradora de Hollywood,
en donde la limitada consternación social de En llamas
es incluso aún una excepción. Jena Malone, Jeffrey
Wright, Amanda Plummer y Lenny Kravitz, entre otros, se absuelven
con dignidad.
Sutherland espera que la película "incite" una
revolución. Sin embargo, conceder a En llamas un
grado de penetración social que carece, sería un
serio mal entendimiento del proceso de revolución social
que sugiere que una obra banal en cuanto a su diálogo y
a sus relaciones podría contribuir al tipo de clima crítico
y revolucionario que conduce a un levantamiento social. La más
grande contribución que se pueda otorgar a tal clima sería
el alentar un pensamiento complejo sobre problemas complejos.
Una revolución es más que la combinación
de condiciones duras y un saludo secreto.
Sería erróneo e innecesario confundir estos iniciales
y confusos contactos tentativos con las grandes preguntas sociales,
sean bien-intencionados o no, con el tipo de obra artística
que pueda ilustrar y movilizar miles de personas en un instante
histórico. Tales obras aún yacen en el futuro, un
futuro quizás no tan lejano.
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