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Revaloración del yen japonés intensifica las guerras monetarias

Por Nick Beams
16 Abril 2013

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Este artículo originalmente apareció en nuestro sitio en inglés el 13 de abril, 2013.

La semana pasada el Banco de Japón (BOJ) decidió duplicar, durante los próximos dos años, el dinero en circulación del país por medio de enormes compras de bonos gubernamentales de largo plazo. La acción tendrá dos efectos: la intensificación de la crisis económica mundial y mayores ataques contra la clase trabajadora japonesa.

Japón no sólo ha adoptado el programa de “imprimir dinero” puesto en práctica por otros bancos centrales de importancia, sino que ya lo ha hecho duplicando la tasa adoptada por el Banco Federal de Reservas de Estados Unidos.

La intensidad de la crisis económica mundial ahora se puede medir por el programa que ahora se inicia: tirar cantidades de dinero sin límite a los cofres de los bancos, acción que solo pocos años atrás habría sido desestimada como demasiado arriesgada pero que ahora funciona como proceso normal.

Aunque el BOJ ha insistido que el único objetivo de sus acciones sin precedentes es la estimulación de su economía interna, la enorme inyección de dinero tendrá consecuencias de gran alcance mundial. Por un lado habrá la tendencia a disminuir el valor de la moneda japonesa. Por otro, esto servirá de estímulo a las empresas japonesas en la lucha cada vez más desesperada por mercados globales.

Entre los países importantes con que Japón comercia y se encuentran en la línea de fuego están China, Corea del Sur, Brasil, Australia y de otros países en la región sureste del Asia. Todas, las monedas han de aumentar su valor debido a la decisión del BOJ.

Se ha reportado que economistas en China que funcionan como asesores del Banco Central del país están “furiosos” acerca de la decisión y han criticado las acciones del BOJ como iniciadoras de una guerra monetaria. Han exhortado al Banco Popular Chino que tome represalia y disminuya el valor del yuan.
Liu Ligang, economista del Banco ANZ, considera que la decisión del BOJ es un “chantaje monetario”. Li Daokui, profesor universitario y ex asesor del Banco Popular de China, advirtió que la acción “podría significar la ruina” de otras economías regionales.

Entre los países más afectados se encuentra Corea del Norte, donde los ingresos procedentes de las exportaciones constituyen casi el 60 por ciento de su producto interno bruto. Japón y Corea del Sur compiten codo a codo en siete de sus diez mayores exportaciones.

Además del impacto directo de la caída en el valor del yen, la decisión del BOJ tiene otra consecuencia: aumentar el presunto “carry trade” en yenes. Por medio de este proceso, los bancos toman dinero prestado en el Japón, donde las tasas de interés son más bajas, para invertirlo en países donde éstas son más altas. Esto hace subir el valor de la moneda de esos países, lo cual resulta en consecuencias severas para sus exportaciones y mercados internos.

Lo más probable es que Brasil y Australia sientan el impacto. Ya Brasil ha impuesto un control del capital para tratar de “aguantar” la entrada de este “dinero caliente”. En Australia, la entrada de dinero en búsqueda de tasas más altas ha visto al dólar subir a niveles que baten el récord, lo que tiene consecuencias devastadoras para industrias claves, sobre todo la manufactura.

Esta semana, después de General Motors anunciar el despido de 500 trabajadores, Jac Nasser, jefe de la Ford del 1998 al 2001, advirtió que la alta valorización del dólar australiano, junto con la competencia internacional cada vez más extensa, significa que no había ninguna esperanza para la fábrica de automóviles en el país. El impacto sobre otros sectores claves de la manufactura son igualmente severos.

Como siempre resulta el caso, la guerra económica en el frente internacional va mano a mano con mayores ataques internos contra la clase trabajadora. Los negocios y los bancos japoneses más y más exigen medidas para reducir la deuda pública, que ahora llega al 240 por ciento del Producto Interno Bruto, y “reestructurar” la economía del país.

Ya el gobierno del Primer Ministro, Shinzo Abe, ha adoptado medidas para reducir, comenzando en agosto, los beneficios normales del bienestar social en aproximadamente un 6,5 por ciento. Las reducciones, que han de extenderse por tres años, afectarán otros niveles de asistencia pública, tales como subvenciones para los gastos escolares ya que estos están vinculados a los pagos normales de bienestar social.

El gobierno ha justificado las reducciones con que los beneficios del bienestar social deberían estar en línea con la deflación de los precios japoneses. Pero el objetivo explícito del BOJ es generar la inflación, así que los pagos de bienestar social serán reducidos a medida que los precios aumentan. Además, la debilitación del yen aumentará los precios de todas las importaciones que entren al Japón, lo cual aumentará el costo de vida.

Cambios de largo alcance ahora timan lugar en la fuerza laboral. Hace tiempo que los días de empleos garantizados de por vida no existen. Aproximadamente 14,1 millones de trabajadores, o sea, más del 25 por ciento de la fuerza laboral, ahora obedecen contratos de duración fija. En varias empresas, los empleados nuevos reciben contratos por seis meses sin que se les garantice la renovación.

El año pasado se adoptó una ley para duplicar, hacia fines del 2015, el impuesto sobre el consumo nacional a un 10 por ciento. Puede que se presenten mayores aumentos o impuestos adicionales en el futuro. La aparente razón para el aumento del impuesto sobre el consumo, introducido por el ex gobierno del Partido Demócrata del Japón antes de perder las elecciones del diciembre pasado, es que era necesario para financiar el sistema de seguro social. Pero se ha calculado que, a base de los mismos cálculos, el impuesto tendría que aumentar en un 30 por ciento.

El mes pasado, el primer Ministro Abe anunció que Japón participaría en las negociaciones de Trans Pacific Partnership (TPP), auspiciadas por Estados Unidos. Un informe publicado por el centro de estudios, la Institución Brookings, expresa que la participación en el TPP ofrecería “un foco de atención para la desregulación y competencia que la economía del Japón urgentemente necesita” y ayudaría a realizar ”el elemento de mayor importancia en la estrategia económica del Primer Ministro Abe: la reforma estructural.

Como en todo país, estas son frases en código para lanzar grandes ataques contra los empleos, los salarios, las condiciones de trabajo y beneficios sociales. Estos han de acelerar después de las elecciones para la cámara superior del Japón, que tendrán lugar en julio.

El programa económico y político que sectores claves la clase gobernante japonesa proponen lo especificó el ex gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, cabecilla del Partido por la Restauración del Japón (partido de oposición), en una entrevista publicada en Ashahi Shimbun el 4 de abril.

Ishihara dijo que los fundamentos del país tenían que cambiar, puesto que el sistema en existencia basado en “altos niveles de bienestar social junto con bajos impuestos ya no funciona”.

Ishihara dejó bien claro el vínculo entre los planes internos para el país y el crecimiento del nacionalismo y militarismo cuando insistió que la constitución debería ser enmendada para remover la cláusula dedicada al pacifismo.

“Japón debería convertirse en una fuerte potencia militar”, puntualizó, pues una “la voz de una nación sólo puede ser respaldada por el poderío militar y la economía. Lo mejor que la industria de la defensa puede hacer es revitalizar la economía del país. El debate sobre la posibilidad de un rearmamento nuclear es una alternativa para el futuro del Japón”.

Aunque Ishihara es un derechista franco y directo, funciona como voz de las opiniones de sectores más amplios de la clase política dominante, inclusive dentro del gobierno mismo. Tal como sus comentarios dejan bien claro, el programa del Japón en cuanto imprimir dinero forma parte un programa mucho más amplio: el nacionalismo económico agresivo que termina en conflictos y guerras.

 



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