Los mineros sudafricanos y el temor al "contagio"
Por Bill Van Auken
19 Septiembre 2012
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Este artículo fue publicado en inglés el 5 de
septiembre 2012
Cuatro mineros en huelga, empleados por una mina de oro fueron
heridos por la policía de Sur África. El acontecimiento
ocurrió sólo tres semanas después de la masacre-el
16 de agosto-de 34 mineros de platino que participaban en una
huelga en la mina de la compañía Lonmin en Marikana.
Al igual que en Marikana, la huelga en la mina Modder East,
propiedad de la empresa Gold One, es de duración indefinida
y, al igual que la huelga contra Lonmin, es una señal de
la creciente oposición al Sindicato Nacional de Trabajadores
Mineros (NUM, siglas en inglés). NUM, el sindicato más
grande de Sudáfrica y un pilar del gobierno del Congreso
Nacional Africano (ANC, siglas en inglés) , sigue defendiendo
la masacre de Marikana y exigiendo el encarcelamiento de mineros
en rebeldía. La extensión de las luchas mineras
ahora preocupa a los inversionistas de las firmas mineras, al
gobierno del ANC y a sus colegas de la burocracia del NUM. Gary
van Staden de la firma consultora NKC Independent Economists expresó
esos temores: "Pienso que hay una alta probabilidad de contagio.
Hay una buen chance que ocurran más luchas espontáneas-sin
autorización sindical".
La clase gobernante teme el "contagio" dentro y fuera
de la frontera de esa nación africana porque, cuatro años
desde que el colapso de Wall Street del 2008 detonó una
devastadora explosión económica global, la situación
que confronta la clase trabajadora sudafricana es parte de un
proceso mundial. En país tras país, la clase trabajadora
encara un establishment político enemigo de los
derechos sociales de la población . Este establishment
controla partidos y sindicatos que supuestamente representan
a los trabajadores.
En nuevo auge de luchas clasistas ha barrido con el marchito
mito de que el régimen del ANC lucha por la liberación
popular. Los atemorizados estrategas de la clase dirigente ahora
se preguntan qué tan lejos se extenderán las protestas
y las huelgas en el contexto del hirviente descontento de la clase
obrera.
En Sudáfrica, 18 años después del fin
del apartheid, cuya destrucción se logró a costo
de décadas de luchas y sacrificios de los trabajadores
y oprimidos, los capitales de las mismas empresas transnacionales
y sudafricanas que lucraron bajo el dominio de la minoría
blanca siguen intactos. La diferencia es que el ANC y el NUM ahora
los defienden. Tanto el ANC como el NUM representan un estrato
de agentes negros corruptos y sus compinches capitalistas que
han resultado ser los únicos beneficiarios del "empoderamiento
económico negro ". Para la gran mayoría de
los trabajadores sudafricanos, incluyendo a los mineros cuyo duro
y peligroso trabajo les da tan poco como U$300 al mes, las condiciones
de vida son tan malas o peores quw las que existían bajo
el mando blanco.
Katiso Mosebetsane -un joven de 22 años en Marikana
en busca el cadáver de su padre, un minero asesinado en
la masacre del 16 de Agosto. Habló con el periódico
The Independent. Describió así los sentimientos
de los trabajadores: "Trabajan juntos el patrón, el
gobierno, y la policía-incluso el sindicato. Se supone
que estos últimos deben proteger nuestros intereses, pero
están en contra del pueblo
. Eso es igual que durante
el apartheid".
El tsunami de luchas obreras en todos los continentes: obreros
de Chrysler en los EE.UU., tripulaciones de vuelo de Lufthansa
en Europa, trabajadores de Hyundai en Asia, funcionarios públicos
en Brasil, más y más adquieren la forma de rebelión
abierta contra los sindicatos actuales. En la medida en esas organizaciones
logren controlarlas, estas luchas serán aisladas, asfixiadas
y derrotadas.
En todos los lados, uno ve como, "trabajan juntos el patrón,
el gobierno, y la policía-incluso el sindicato", en
las palabras del joven trabajador sudafricano. Juntos se esfuerzan
en imponer una contrarrevolución social contra la clase
trabajadora. Esta es la respuesta de la clase gobernante a la
crisis.
Al tratar de explicar el rol del NUM en Sudáfrica, muchos
han comentado sobre la evolución de Cyril Ramaphosa, quién
dirigía el sindicato en los 1980. Ramaphosa se convirtió
en secretario general del ANC a comienzos de los 1990 y al terminar
aquella década entró al sector privado donde, en
un ascenso meteórico, logró convertirse en uno de
los hombres más ricos de Sudáfrica con una fortuna
personal de casi U$230 millones. Pertenece a la junta directiva
de Lonmin, la compañía culpable de la opresión
de los mineros de platino que causó la huelga y la masacre
el mes pasado.
Aunque la historia de Sudáfrica le de características
propias, una vez más vale la pena afirmar que este fenómeno
no tiene nada de único. En los Estados Unidos el Sindicato
de Trabajadores Automotrices (UAW, siglas en inglés) posee
el 55 por ciento de las acciones de Chrysler y un oficial del
UAW tiene un asiento en la junta directiva de esa compañía.
Al igual que los mineros sudafricanos, los trabajadores automotrices,
como los de la planta de motores de Dundee en Michigan que rechazaron
el contrato local negociado por el UAW, encaran a esta supuesta
"organización obrera" brazo con brazo directo
de la patronal y enemigo de los trabajadores.
En la misma manera que el NUM de Sudáfrica posee un
interés material en mantener las opresivas condiciones
que generan ganancias para las compañías mineras,
el UAW está directamente interesada en imponer el sistema
salarial de dos niveles, turnos de 12 horas y un contrato de trabajo
de $9 la hora en plantas automotrices. No es principalmente la
corrupción o traición de este u otro oficial sindical,
sino la transformación de estas burocracias en entidades
de negocio cuyo objetivo es velar y controlar a la clase trabajadora.
En Sudáfrica esto ha producido el espectáculo
en que NUM-una organización que dizque representa a los
trabajadores colabore a la policía a organizar la masacre
de estos. No cabe duda que aguzamiento de las luchas de clase
en Europa o Norteamérica producirá una respuesta
similar.
Tanto en Sudáfrica, como en EE.UU., en donde sea, la
clase trabajadora debe romper con estas organizaciones sindicales
y construir una nueva dirección revolucionaria, cuyo objetivo
debe ser tomar el poder estatal e imponer medidas socialistas,
que convertirán a las minas, los bancos y las principales
compañías en empresas de servicios públicos
controlados por los trabajadores.
Este movimiento debe ser armado con una consciente estrategia
internacionalista que una a la clase trabajadora de todos los
países en una lucha común contra el capitalismo
y por el socialismo.
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