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Washington explota la indignación por el ataque contra
la colegiala pakistaní
Por Keith Jones
15 Noviembre 2012
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el autor
La administración Obama, los medios de comunicación
y los títeres pakistaníes de Washington están
tratando de manipular la indignación provocada por el intento
de asesinato de la colegiala de 14 años, Malala Yousafzai,
para legitimar la intensificación de las operaciones militares
imperialistas en Afganistán y Pakistán.
Yousafzai se hizo ya popular cuando, a la edad de once años,
escribió un blog para la BBC en su servicio
en urdu denunciando la supresión, por parte de los talibanes
de Pakistán, de la escolaridad de las niñas durante
el período de la primavera y verano de 2009, cuando tuvieron
bajo control el lugar en el que ella había nacido, el Valle
de Swat.
El 9 de octubre, miembros del Tehreek-e-Nafaz-e-Shariat-e-Mohammadi,
uno de los grupos que componen la diversidad de aliados de los
talibanes pakistaníes, le tendieron una emboscada a la
furgoneta en la que volvía del colegio a casa. Otras dos
estudiantes resultaron heridas en el ataque.
Yousafzai, que durante varios días estuvo en coma médicamente
inducido, fue transportada el lunes de la pasada semana a Inglaterra
para recibir atención médica especializada. Según
las noticias, la evaluación inicial de sus doctores británicos
es que va a poder sobrevivir.
Tras el ataque, en cuestión de horas, el establishment
estadounidense y sus clientes pakistaníes estaban ya montando
una ofensiva propagandística, tanto en Pakistán
como en Norteamérica, con el propósito de utilizar
la atrocidad cometida por los talibanes para contrarrestar el
masivo rechazo a la ocupación de la OTAN de Afganistán,
y así preparar a la gente para una nueva ofensiva militar
contra los grupos alineados con los talibanes en Pakistán.
Obama tildó de barbarie la acción
de los talibanes. La Secretaria de Estado Hillary Clinton denunció
a los extremistas que no quieren que las niñas se
eduquen y..., dirigiéndose a los estadounidenses,
declaró: Deberíamos intensificar nuestros
esfuerzos en bien de las jóvenes valerosas como Malala
Yousafzai.
Mientras Obama y Clinton se exhibían como defensores
de las mujeres y las niñas, un editorial del New York
Times exponía la auténtica agenda de su administración:
nuevos baños de sangre para tratar de estabilizar el régimen-títere
de EEUU en Afganistán. Malala ha mostrado más
coraje enfrentándose a los talibanes que el gobierno y
la cúpula militar de Pakistán, decía
el Times. El ataque llenó de vergüenza
al ejército pakistaní, que había alardeado
de haber expulsado a los talibanes de Swat... Pero las palabras
solo tienen significado si van apoyadas por las acciones.
El ejército de Pakistán y el gobierno, integrado
por miembros del Partido Popular de Pakistán (PPP), han
montado una campaña paralela de propaganda. El jefe de
sus fuerzas armadas, el General Ashfaq Parvez Kayani, corrió
a fotografiarse al lado de Yousafzai en el hospital el pasado
miércoles, declarando que la estudiante se había
convertido en un símbolo de los valores por los que lucha
el ejército... los de una sociedad islámica basada
en los principios de la libertad, justicia y la igualdad.
Al día siguiente, el Primer Ministro y el dirigente
del PPP, Raja Pervez Ashraf, y los ministros que representan a
toda la coalición de socios de ese Partido, se reunieron
con la familia de Yousafzai en el hospital Rawalpindi. Mientras
tanto, en una serie de editoriales, el Dawn, el principal diario
liberal del país, instó al gobierno y al ejército
a aprovechar al máximo la revulsión
popular contra el intento de asesinato de Yousafzai para lanzar
una acción militar. Este es un momento que Pakistán
no puede permitirse desperdiciar, declaró. El
ataque de los talibanes contra Yousafzai atestigua su reaccionaria
política fundamentalista islámica.
Sin embargo, el intento del imperialismo estadounidense de
utilizar el criminal ataque de los talibanes pakistaníes
contra Yousafzai posicionándose como defensor de las niñas
y las mujeres debería solo despertar indignación
y desprecio en los jóvenes y trabajadores con conciencia
de clase. Las sensibilidades morales de las elites estadounidenses
son notablemente selectivas y se corresponden de forma inevitable
con la ejecución de una política exterior depredadora.
¿Dónde estaban las protestas de los medios estadounidenses
cuando los aviones de combate de la OTAN mataron a nueve muchachas
que recogían leña para el fuego en una ladera montañosa
cercana a Kabul, una atrocidad que las fuerzas ocupantes, con
EEUU al frente, trataron al principio de ocultar afirmando que
habían matado a insurgentes?
Obama invoca los oscurantistas puntos de vista de los talibanes
respecto a las mujeres para conseguir el apoyo popular que necesita
para la campaña de subyugar a Afganistán, sin embargo,
lleva décadas siendo el más incondicional aliado
de Arabia Saudí y otros Estados del Golfo cuyos gobernantes
semifeudales niegan los derechos más fundamentales de las
mujeres.
Además, repitiendo el modus operandi que utilizaron
para fomentar la oposición al régimen apoyado por
los soviéticos en Afganistán en la década
de los setenta y ochenta del pasado siglo, Washington está
actualmente armando a fuerzas sunníes derechistas en Siria,
incluida al-Qaida, a través de Arabia Saudí y Qatar,
abocando al país, y potencialmente a toda la región,
hacia una guerra civil sectaria.
Aunque Obama simula gran indignación por el intento
de asesinato de Malala, él mismo es directamente responsable
de las muertes de innumerables mujeres y niños pakistaníes
a causa de los habituales ataques perpetrados por los aviones
no tripulados estadounidenses con misiles Predator por el territorio
pakistaní.
Dichos ataques, como un reciente estudio académico documentaba,
tienen aterrorizada a la población de las Áreas
Tribales bajo Administración Federal. Pero la administración
Obama, el Pentágono y la CIA sienten tanto desprecio por
el pueblo pakistaní que se niegan a facilitar datos sobre
los ataques de los aviones no tripulados o sobre el número
de personas asesinadas.
Obama despotrica sobre la barbarie de los talibanes
pero, mediante los filtros controlados de la administración
al New York Times, ha permitido que se sepa que disfruta
eligiendo los objetivos de los ataques de los aviones no tripulados
en la reunión semanal de un equipo de seguridad nacional
encargado específicamente de esta espantosa y evidente
ilegal tarea.
Nada de esto excusa, por no decir justifica, el ataque de los
talibanes pakistaníes contra una muchacha de catorce años.
Pero la realidad es que es el imperialismo el principal responsable
de la inacabable pesadilla en que están sumidos en estos
momentos Pakistán y Afganistán.
Al comienzo de la década de 1950, EEUU apoyó
toda una sucesión de dictaduras militares derechistas en
Pakistán, que era un Estado del frente de batalla
en la confrontación de la Guerra Fría de Washington
con la Unión Soviética, además de fomentar
una rivalidad geopolítica reaccionaria de Islamabad hacia
la India.
En los últimos años de la década de 1970,
Washington apoyó el golpe de estado del General Zia ul-Hag,
consolidando poco después una estrecha asociación
con Zia en la cual Pakistán sirvió como conducto
principal de las armas saudíes y estadounidenses hacia
las fuerzas fundamentalistas islámicas que se enfrentaban
al gobierno de Kabul apoyado por los soviéticos. Esas fuerzas
financiadas por la CIA, que se vieron potenciadas por los combatientes
extranjeros reclutados por la inteligencia saudí y estadounidense,
engendraron finalmente a los talibanes, al-Qaida y a los señores
de la guerra y milicias que constituye el apoyo interno fundamental
del régimen de Karzai instalado por EEUU.
A la vez que armaba a los muyahaidines, el General Zia
fomentó una política de islamización
dentro de Pakistán, promoviendo el fundamentalismo religioso
como bastión contra las clases trabajadoras y alentando
las divisiones sectarias.
En el cuarto de siglo transcurrido desde la muerte de Ziad,
Pakistán ha ido dando tumbos de crisis en crisis. EEUU,
aliado con el Fondo Monetario Internacional, ha impuesto sucesivas
oleadas de reestructuraciones económicas que han devastado
toda la infraestructura social, incluida la educación pública,
y profundizado la pobreza. Mientras tanto, Afganistán y
gran parte del noroeste de Pakistán se han transformado
en campos de la muerte mientras EEUU se empeña en someter
a Afganistán y de esa forma asegurarse una presencia dominante
estratégica por toda la región de Asia Central,
tan rica en petróleo.
Durante los últimos ocho años, el ejército
de Pakistán ha estado emprendiendo una brutal guerra de
contrainsurgencia en las Zonas Tribales bajo Administración
Federal y áreas adyacentes, incluido el Valle de Swat,
obligando a huir a millones de personas de sus hogares, arrasando
pueblos enteros con bombardeos en alfombra y haciendo desaparecer
y torturando a miles de seres. Sin embargo, el estribillo constante
de Washington ha sido que Pakistán tiene que hacer
más para apoyar la ocupación estadounidense
de Afganistán.
A lo largo del pasado año, Washington estuvo presionando
a Pakistán para que lanzara una ofensiva militar en el
norte de Waziristán, cuartel de la red Haqqani, una milicia
que en otro tiempo sirvió como apoderada de EEUU en los
esfuerzos de Washington para derrocar al gobierno pro soviético
en Afganistán, ahora aliada de los talibanes afganos.
El viernes, el Ministro del Interior pakistaní Rehman
Malik, invocando el ataque a Malala, indicó que estaba
considerándose muy seriamente la posibilidad de lanzar
esa ofensiva.
Los trabajadores de Pakistán, EEUU y del mundo entero
deberían presentar batalla al intento de encubrir una expansión
de la guerra de AfPak bajo el disfraz de la defensa de los derechos
humanos y los derechos de la mujer. Un ataque militar pakistaní
dirigido por EEUU contra el norte de Waziristán no hará
sino provocar muerte y lesiones a miles de personas, masas de
nuevos refugiados y la destrucción de hospitales y colegios,
además de preparar el camino a nuevas e intensificadas
operaciones militares de la OTAN en Afganistán.
Los talibanes y las fuerzas aliadas son un subproducto de la
depredadora política exterior de Washington e Islamabad
y de una extremadamente atrasada estructura social, en la que
se funden elementos capitalistas y semifeudales que el imperialismo
ha creado y mantiene en Afganistán, Pakistán y por
todo el Sur de Asia. La derrota de esas fuerzas de forma progresiva
es solo posible sobre la base de una estrategia socialista internacional
para la movilización de las clases trabajadoras contra
la guerra afgana, el imperialismo y sus agentes de la burguesía
nacional.
Traducido
del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
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