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El cambio de liderazgo en China
Por John Chan
15 Noviembre 2012
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el autor
Este artículo apareció en inglés el
5 de noviembre del 2012
Al igual que con la elección presidencia que acaba de
ocurrir en los Estados Unidos, bien entienden los gobiernos mundiales,
las grandes empresas y los medios de prensa que el 18avo congreso
nacional del Partido Comunista Chino (PCC) -que revelará
una nueva dirección para ese país para la próxima
década -acarrea profundas consecuencias para el capitalismo
global.
En verdad están en juego enormes intereses, no sólo
por tratarse de la economía china ahora la segunda más
grande en el mundo, sino porque la sección más grande
de la clase trabajadora internacional se encuentra ahora en China.
Hoy en día las empresas transnacionales dependen enormemente
de los 400 millones de trabajadores chinos, fuente la mano de
obra barata y de ganancias. El que el PCC pueda mantener su autoridad
se ha vuelto un asunto de vida o muerte para el imperialismo mundial.
Dos causas interrelacionadas impulsan una intensa crisis dentro
del PCC -el impacto de la crisis económica mundial en la
economía china y el agresivo giro del gobierno Obama que
tiene como objetivo debilitar la influencia estratégica
y económica que China tiene tanto sobre los países
que la rodean como internacionalmente.
La burocracia en Beijing está rajada por conflictos
internos que son causa de inestabilidad política. Entre
telones, ocurren luchas entre las camarillas Joven Liga Comunista
-encabezada por el Presidente Hu Jintao y el Premier Wen Jiabao
-Pandilla de Shanghái del ex presidente Jiang Zemin y grupos
y más pequeños como el del ex secretario del partido
en Chongqing: Bo Xilai. Todas estas facciones son pro capitalistas
y pro libre empresa, pero hay importantes diferencias tácticas
sobre cómo conducir la economía y la política
extranjera.
La guerra entre estos bandos toma la forma de escándalos
de corrupción y de guerras de revanchas. Bo dirigía
una supuesta tendencia de izquierda antes de ser expulsado, acusado
de asesinato y de una corrupción que conllevaba una amplia
red de negocios familiares. Wen, su principal contrincante -quién
es promovido como principal portavoz del ala "liberal"
del partido- también se ha visto involucrado en un escándalo.
El New York Times publicó un largo reportaje el 26 de octubre
que detalla su fortuna familiar de $2.7 mil millones y sus extensos
negociados.
La revelación del extraordinario poderío y riqueza
de esos principales líderes ha puesto al desnudo el carácter
oligárquico y corrupto toda la dirección que dizque
ser comunista. La crueldad de la lucha interna es una aguda advertencia
a la clase trabajadora de que las gobernantes élites del
PCC no se detendrán ante nada en defensa de su privilegiada
existencia. Cualesquiera sea la facción que salga victoriosa,
su mandato, bajo el impulso del peor colapso de la economía
mundial desde los años treinta, es atacar los niveles de
vida de la clase trabajadora china.
Bo no fue expulsado por sus prácticas corruptas, sino
por aparecer como defensor de los trabajadores, reclamando una
disminución en la gran diferencia de ingresos entre ricos
y pobres y un retorno a los supuestos orígenes socialistas
del PCC; retórica de izquierda que preocupaba profundamente
a sus rivales. Le preocupa a estos que ese lenguaje levante las
expectativas populares y atente contra los planes del PCC de reestructuración,
de recortes de empleos y de una brutal aceleración del
ritmo de trabajo, combinados con la reducción de los programas
sociales del gobierno.
No es por nada que los partidarios de Bo habían acusado
a Wen de ser el principal representante de la burguesía
compradora, el sirviente número uno de los intereses del
capital financiero occidental. El consejo estatal del Premier
Wen había ordenado que los principales comités de
expertos desarrollen propuestas para privatizar las 100,000 empresas
estatales que aún quedan, lo cual le abriría al
dominio extranjero sectores claves de la economía y acabaría
con el control estatal del suministro de crédito y de tierras.
Todo esto sigue las recomendaciones de un informe que el Banco
Mundial publicó en febrero.
La Pandilla de Shanghái se ha opuesto a los planes de
Wen, pero desde el punto de vista del proteccionismo y el nacionalismo
económico. Al igual que Bo, demanda que las 120 mayores
empresas estatales chinas se transformen en campeones nacionales
- como lo son Hyundai y Samsung en Corea del Sur -a través
de una dura intensificación de la explotación de
los trabajadores. Esta perspectiva no tiene nada que ver con el
socialismo. Mientras que el gobierno es el principal accionista,
estas gigantescas empresas son empresas que persiguen las ganancias
y que están subordinadas a los dictados del mercado capitalista.
Todas las facciones del PCC apoyaron la restauración
del capitalismo en China que comenzó en 1978 bajo Deng
Xiaoping y son profundamente hostiles a cualquier movimiento independiente
de la clase trabajadora. Se abrieron fuertes divisiones dentro
del PCC sobre cómo lidiar con las masivas protestas de
los estudiantes y trabajadores que fueron aplastadas brutalmente
por el ejército en 1989. En años subsiguientes sin
embargo, el PCC se reunificó bajo Jiang y su protector
Deng e inició un programa de profunda reestructuración
capitalista en los años noventa. Una ola de privatizaciones
resultó en el despido de 60 millones de trabajadores. Las
empresas estatales que quedaron fueron transformados en sociedades
anónimas. Se le arrebató a la clase trabajadora
derechos que habían gozado desde hacía mucho tiempo:
de empleos, de cuidado de niños, de educación, de
vivienda, del cuidado a la salud y de pensiones.
A pesar de huelgas militantes contra la destrucción
de la propiedad estatal, el PCC bajo Jiang pudo evitar una explosión
social gracias a la expansión de los empleos en el sector
privado en función a exportaciones a los Estados Unidos
y Europa. Esos mercados siguieron creciendo en la primera década
del año 2000 debido a una amplia expansión de crédito
que estimuló una ascendiente especulación en espiral
en las acciones y en los bienes raíces. En China, enormes
fortunas fueron hechas, casi siempre por aquellos con conexiones
cercanas a los líderes principales del PCC. Cuando Hu fue
instalado como presidente en el 2002, China no tenía megamillonarios
en dólares. Ahora cuenta con el número más
grande sin contar a los Estados Unidos.
La guerra de las camarillas dentro del PCC se originó
en la crisis económica global que erupcionó en el
2008. El régimen inició un masivo programa de estímulo
con la esperanza de que Europa y los Estados Unidos se recuperan
rápidamente. El estancamiento económico y la recesión
en aquellas economías ahora están causando un crecimiento
más lento en China. Más aún, las amplias
sumas de crédito barato hechas disponibles han impulsado
una burbuja especulativa en bienes raíces que ahora está
colapsando.
Las fuertes diferencias tácticas en la política
económica han sido complicadas por la agresiva ofensiva
diplomática y del gobierno Obama y su escalada militar
contra China en la Asia circundante. La estrategia económica
abogada por Wen también tiene como objetivo apaciguar al
gobierno norteamericano. Sectores del PCC y el liderazgo militar
se oponen a esa estrategia; éstos insisten en una enérgica
defensa de los intereses nacionales chinos.
Cualesquiera sea el resultado del congreso del P,cc el liderazgo
en conjunto está de acuerdo en que la clase trabajadora
debe aguantar nuevas cargas sobre su espalda. La única
alternativa para los trabajadores chinos es la construcción
de un movimiento político independiente de todas las facciones
del PCC para expropiar a los megamillonarios y millonarios y reorganizar
la economía en forma socialista en vez de seguir siendo
el taller de explotación laboral del capitalismo global.
La historia entera de China desde la revolución de 1949
testimonia el fracaso de la perspectiva estalinista del socialismo
en un sólo país, que es la base del PCC. Los obreros
chinos deben recurrir a sus hermanos y hermanas internacionales,
especialmente a aquellos en los países capitalistas avanzados,
para entablar una lucha unida para abolir el capitalismo y crear
una economía socialista planeada y mundial.
Esto significa aprender las lecciones ineludibles de la lucha
prolongada del movimiento internacional trotskista contra el estalinismo
y maoísmo y construir una sección china del Comité
Internacional de la Cuarta Internacional que dirija las luchas
revolucionarias por venir.
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