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Los orígenes de la crisis del Euro

Por Peter Schwarz
10 Mayo 2012

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El artículo que sigue se basa en un reporte hecho por Peter Schwarz, miembro del comité editorial del World Socialist Web Site y secretario del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, en un encuentro del Partido Socialista de la Igualdad (PSI) congregado en Berlín el 7 de Enero del 2012

En los últimos tres años la economía mundial ha pasado por su peor crisis desde los años 1930. Particularmente, Europa ha sido duramente golpeada. Se cuestiona ahora si el euro y la Unión Europea sobrevivirán. Para entender el significado y las consecuencias de esta crisis, no basta estudiar sus manifestaciones económicas inmediatas. Es necesario estudiar las relaciones sociales que están por detrás de estas manifestaciones.

En general, la crisis es presentada como el resultado del sobre-endeudamiento de algunos países de la Unión Europea. Se alega que sus deudas llegaron a un nivel en que no pueden ser pagadas ni refinanciadas. Sin embargo, esta afirmación no se sustenta si miramos más de cerca. De esta manera, el endeudamiento de la Unión Europea (cerca del 80% de su PBI) está considerablemente por debajo de la de EE.UU. (100%), o la de Japón (220%). La deuda estadounidense aumentó considerablemente durante los últimos cinco años; de menos del 60% a más del 100%. Aún así, EE.UU. es todavía capaz de financiar su deuda sin gran problema.

Exceptuando a Grecia (158%), los mismos países de la UE que están más afectados por la crisis no están excesivamente endeudados: en España, el nivel de la deuda nacional es 68%; en Portugal, 102%; en Irlanda, 112%; en Italia, 120%, aproximadamente el mismo nivel cuando se asociaron a la zona del Euro. Las deudas gubernamentales de Alemania (82%), Francia (85%) y Gran Bretaña (80%) están en el mismo nivel de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Debe haber otras causas para explicar cómo es que Europa se haya vuelto el objetivo de los mercados financieros mundiales. Para examinar más a fondo, es necesario tener en consideración los cambios sociales que ocurrieron en las últimas tres décadas.

Polarización social

Después de la Segunda Guerra Mundial, las clases gobernantes en Europa Occidental fueron obligadas a hacer concesiones sociales para preservar el sistema capitalista. La atrocidades del capitalismo por el fascismo y la guerra aún estaba fresca en la memoria de la población y era amplio el apoyo al socialismo. Incluso a comienzo de los setenta, cuando un movimiento internacional huelguístico se desarrolló -impulsado por el movimiento de los derechos civiles en los EE.UU., las revueltas estudiantiles internacionales y el movimiento contra la Guerra de Vietnam- la clase trabajadora logró aumentos salariales y otros derechos considerables.

Sin embargo, en los ochenta, la burguesía entró en una contraofensiva que continúa hasta el día de hoy. Esta contraofensiva estaba fuertemente ligada con las figuras de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, pero no estaba confinada a los EE.UU. ni a Gran Bretaña. En aquella época el presidente estadounidense Ronald Reagan destruyó al sindicato de controladores aéreos (PATCO), mientras que a la primera ministra británica Margaret Thatcher dirigió sus ataques contra los mineros británicos. Ambos combinaron sus ataques a la clase trabajadora con una desregulación de los mercados financieros y un fortalecimiento de los elementos más parasitarios del capital financiero, a costa de la base industrial de sus países.

El resultado fue un aumento de la desigualdad social, la misma que había disminuido considerablemente en el período de la posguerra. Este desenvolvimiento ha sido confirmado por innumerables estudios estadísticos. De 1910 a 1970, la proporción del ingreso nacional que pertenecía a los súper-ricos declinó progresivamente por todo el mundo. Esta tendencia fue revertida de los años 1970 en adelante, siendo particularmente visible en EE.UU. y Gran Bretaña, donde la proporción del ingreso total en manos del 1% más rico cayó del 20% en 1910 a 10% en 1950. Hoy el ingreso poseído por los súper-ricos ha vuelto al nivel de 1910.

Durante los últimos 30 años, el ingreso del 20% de la población más pobre de los EE.UU. cayó 4%, mientras el ingreso del 1% más rico subió 270%. Durante el mismo período, la cuota del sector financiero en las ganancias de todo el sector corporativo subió de 10% a 40%. Esto demuestra que el aumento en la desigualdad social estaba íntimamente ligado con el aumento del sector financiero.

Los números mencionados se refieren al ingreso. En términos de riqueza, la polarización social es aún más espantosa. Hoy el 40% de los activos globales están en manos del 1% más rico de la población mundial, 51% con el 2% más rico y 85% con el 10% más rico. Por su parte, el 50% más pobre de la población mundial posee menos del 1% de la riqueza mundial.

El mismo proceso de polarización social ocurre en el continente europeo, aunque con cierto atraso. Este atraso se expresa en la proporción del gasto público del PBI, que llega a cerca del 46% en la zona del Euro, bien encima del promedio de 41% del OCDE. Este es el motivo por que Europa, aún con los recortes salariales y de derechos perpetrados en las décadas recientes, es aún vista como un paraíso del estado de bienestar por la aristocracia financiera internacional.

El líder europeo en esta cuestión es Francia, con una tasa de 53% del PBI destinada al gasto público. En los EE.UU., el número correspondiente es de apenas 39%, y en el paraíso bancario de Suiza, 33%. La proporción en Alemania es de 43%, poco encima del promedio de la OCDE. Debido al programa Agenda 2010 introducido por el gobierno de Gerard Schröder, este porcentaje cayó 5% en los últimos diez años.

Estos números muestran como Europa está en medio del fuego cruzado de los mercados financieros internacionales. Para los representantes del capital financiero, las cantidades gastadas por los estados europeos en pensiones, educación, salud y otros servicios y estructuras públicas son demasiado altos. Ellos están determinados a usar a la crisis para revertir todas las conquistas sociales y los derechos democráticos obtenidos por el movimiento obrero a lo largo de las últimas seis décadas.

Grecia sirve como un campo de prueba. Los representantes de las grandes finanzas están amenazando al país con la bancarrota e imponiendo un paquete de austeridad tras otro. Los salarios están siendo recortados, los servicios públicos y los derechos sociales están siendo desmantelados. Se calcula que el estándar de vida de un ciudadano griego va a disminuirá dentro de pocos años un 30%, 40% o hasta 50%. Fuera de un período de guerra, esta disminución no tiene precedentes.

Esta contrarrevolución social no puede ser realizada por medios democráticos. La troika compuesta por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo asumió el control del presupuesto griego y reemplazo al gobierno democráticamente elegido con un gobierno ilegítimo de tecnócratas. Con el fin de intimidar a la clase trabajadora, el partido fascista LAOS fue incluido en este gobierno.

Los líderes europeos decidieron transformar a la Europa entera en una zona de austeridad bajo la línea del modelo griego. Este es el significado de la decisión de la reunión de la cúpula de la UE el 8/9 de Diciembre del 2011: implementar un límite a la deuda en las constituciones de todos los estados-miembros. Criterios de legalidad están siendo introducidos para obligar a los gobiernos europeos a implementar rígidas políticas económicas, a pesar de toda la oposición popular.

Este enfoque evoca a la desastrosa política implementada por el gobierno Brüning en la fase final de la República de Weimar. Heinrich Brüning, político del partido de derecha Zentrum, asumió el puesto de canciller aleman en 1930 en medio de una crisis económica mundial y descargó el peso de la crisis sobre la clase trabajadora. Él basó su gobierno, por un lado, sobre la autoridad del presidente y, por el otro, en el apoyo que recibió de los Social Demócratas (PSD). Brüning gobernó por medio de decretos de emergencias y contaba con el PSD para que le cubriera la espalda en el Parlamento, como hacen ahora los gobiernos tecnócratas en Grecia e Italia.

El gobierno Brüning era extremadamente inestable y duró apenas dos años. Su impulso por la austeridad arruinó económicamente a Alemania y provocó una seria lucha entre las clases. Debido al fracaso político del Partido Comunista, los nacional-socialistas salieron victoriosos de esas luchas. En 1932, Brüning fue sucedido por las dictaduras de corta duración de los generales Franz Von Papen y Kurt Von Schleicher, antes de que Adolf Hitler asumiera el poder en 1933.

Hoy, no hay ninguna falta de llamados a la élite dirigente para que entre en razón y desista de su devastadora política de austeridad bajo la línea de Brüning. Toda la política del Partido de Izquierda alemán toma esa forma. El partido reivindica una "economía social de mercado" del período de la posguerra y proclama como modelo de conducta Ludwig Erhard, el ministro de Economía del canciller conservador Konrad Adenauer.

Sin embargo, un retorno a las políticas económicas del período de la posguerra es simplemente tan irreal como querer transformar a una persona de 80 años en una de 20. Esto es impedido por los cambios descritos encima. La élite financiera que emergió de esta redistribución del ingreso y la riqueza domina todas las esferas de la vida social y económica y está dispuesta a defender a sus privilegios a cualquier costo.

El poder de la aristocracia financier

Es significativo que, a pesar de la crisis económica mundial, el total acumulado por los millonarios europeos aumentó más rápidamente en los últimos años de lo que la deuda de todos los gobiernos europeos sumadas. Mientras que las fortunas de esos 3 millones de millonarios se duplicaron en los últimos 13 años, las deudas gubernamentales demoraron 15 años para registrar el mismo porcentaje de crecimiento. Las riquezas totales de los millonarios europeos ahora llegan a los $10 trillones. Esta cantidad es más que suficiente para pagar la deuda de todos los países europeos de un solo golpe.

Solamente en Alemania, cerca de 830 mil millonarios tienen a su disposición títulos financieros que suman € 2,2 trillones. Esto es más de lo que las deudas municipales, estatales y federales de los gobiernos del país. Una de las publicaciones económicas más prestigiosas, el Handelsblatt, estima que los griegos ricos tienen € 560 mil millones guardados en cuentas en el exterior, lo que representa más del doble de la deuda nacional griega.

El crecimiento explosivo de esas fortunas se debe a la intensificada explotación de la clase trabajadora y de los enormes recortes de impuestos para las empresas y para aquellos que ganan grandes salarios. Si los recortes de impuestos para los grandes negocios y para el sector financiero en Alemania fuesen revertidos, los cofres del estado engordarían con más de € 100 mil millones.

Estas enormes riquezas fueron "fermentadas", es decir, infladas por la especulación. Y hay estadísticas muy interesantes en relación a esto.

Al inicio del siglo veinte, el total de títulos de los tres más grandes bancos de Gran Bretaña igualaba 7% del Producto Bruto Interno (PBI) británico. Al fin del siglo, sus títulos habían escalado a 75% y, en el 2007, alcanzaron los 200%.

El total de los títulos de los tres más grandes bancos británicos, de esta manera, suman más que el doble del tamaño del producto interno bruto británico, al mismo tiempo que el total de títulos de todo el sector financiero británico ahora representa más que el PBI británico multiplicado por 5. En comparación a su propio capital, los bancos británicos ahora distribuyen 10 veces más en préstamos de lo que hacían cien años atrás. En aquella época, la suma de todos los préstamos representaba el triple de los capitales de los bancos. Hoy, la proporción es de 30 veces más que la de sus recursos.

En esta cuestión, también, la Europa continental sigue el mismo patrón con un pequeño atraso. La suma de los títulos del sector financiero, tanto en Alemania como en Francia, es tres veces mayor que sus PBIs. En Suiza, el país récord, es seis veces mayor.

Como vimos, estas enormes cantidades de capital están concentradas en las manos de una pequeña porción de la sociedad. Pero los súper-ricos no pueden simplemente acumular sus riquezas en cofres. Como dijo Marx, el capital es "trabajo muerto que, como vampiro, solamente vive chupando el trabajo vivo". Esta vive para cazar ganancias e intereses. Si el capital es retirado de su ciclo económico, este rápidamente pierde su valor.

Esta es la fuerza motriz detrás de la campaña de austeridad, la cual, teniendo en consideración la experiencia histórica del canciller alemán Brüning (1930-1931), parece aproximarse a la locura. Los gastos públicos que tienen que ver con la educación, la formación profesional, la salud, las pensiones, los servicios públicos e infraestructura son vistos por la oligarquía financiera como un desvío ilegítimo de su acumulación de riquezas; así también son vistos los derechos y salarios de los trabajadores. A pesar de la profunda crisis social, la élite financiera no está dispuesta, ni es capaz, de ceder siquiera una parte de sus riquezas y privilegios. En ese sentido, ella se asemeja a la aristocracia francesa previa a los eventos de 1789. En aquella época sólo existía una manera de librarse de la aristocracia: por medio de la revolución.

En ese contexto, es sintomático que todos los grandes partidos, sean conservadores, social-demócratas, verdes o de "izquierda", apoyan los actuales programas de austeridad y no ofrezcan ninguna alternativa.

Dirigentes social-demócratas como José Sócrates (Portugal), George Papandreou (Grecia) y José Luis Zapatero (España) sacrificaron su carrera política personal y la de sus partidos para empujar programas de austeridad devastadores en frente de la resistencia de sus propios electores. Líderes conservadores como Angela Merkel (Alemania), Nícolas Sarkozy (Francia) y David Cameron (Gran Bretaña) marcan la pauta de la contrarrevolución en Europa. Los verdes promueven vehementemente la disciplina fiscal. Y los sindicatos sofocan cualquier oposición a las medidas de austeridad, al mismo tiempo que cooperan íntimamente con sus respectivos gobiernos.

El hecho de que ninguno de los políticos en el poder proponga una alternativa seria al curso económico de Europa por si sólo ya demuestra que no hay ninguna solución a la crisis en el contexto del actual sistema social.

A favor o en contra del Euro

Mientras que varios sectores de las élites dominantes concuerdan con la necesidad de medidas de austeridad, la profundización de la crisis está provocando serios conflictos nacionales y políticos entre ellos.

Una minoría agresiva está haciendo un llamado por la abolición del Euro y de la Unión Europea. Esta minoría está compuesta tanto por elementos nacionalista de derecha (como el Frente Nacional en Francia; la Liga del Norte en Italia; el Partido de la Independencia Británica, en Gran Bretaña y el presidente de la ex-Asociación Federal de la Industria alemana, Hans-Olaf Henkel, en Alemania) como de tendencias pequeño burguesas de pseudo-izquierda.

Un típico representante de estas tendencias es el profesor Costas Lapavitsas, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, quién escribe regularmente para el Guardian y para publicaciones como International Viewpoint y Marx21. Lapavitsas reivindica el retorno de Grecia al drachma. Él justifica su propuesta argumentando que así el país retomaría la soberanía sobre su política económica, desvalorizaría su moneda, aumentaría las exportaciones y traería una recuperación económica.

El profesor Lapavitsas entonces propone cambiar el empobrecimiento de la clase trabajadora griega impuesto por los dictámenes de austeridad de la troika por una política inflacionaria que recortaría los salarios reales, pensiones y ahorros y llevar al mismo tipo de empobrecimiento por la otra vía.

La recomendación de Lapavitsas acaba siendo una propuesta de balcanización de una Europa que se ha vuelto estrechamente ligada económicamente. Las consecuencias de tal propuesta serían tan catastróficas como la disolución de Yugoslavia en los años noventa. Iría a desencadenar conflictos armados sobre las fronteras y propiedades, así como limpiezas étnicas y guerras civiles. Un estudio del banco suizo UBS alertó sobre las consecuencias de una posible salida de Grecia de la zona del Euro: "Vale la pena notar que casi ninguna unión monetaria cayó sin que emergiese algún tipo de régimen autoritario o militar, o el inicio de una guerra civil".

Mientras tanto, las implicaciones desastrosas de una balcanización de Europa no significa que debamos defender el Euro o a la Unión Europea. La justificación de que la U.E. es el equivalente a la unificación de Europa siempre fue una mentira. La tarea de la U.E. nunca fue la de conciliar las contradicciones nacionales, sociales y económicas, sino reforzar los grandes negocios europeos frente a sus rivales internacionales. Para este fin, la U.E. aumentó el poder de las mayores corporaciones y conglomerados industriales al mismo tiempo que redujo los salarios y niveles de vida, destruyó los medios de subsistencia de los trabajadores y condujo países enteros a la bancarrota. Al final, esto también llevo a la fragmentación de Europa.

La cuestión de fortalecer la posición de la competividad mundial del capital europeo fundamenta todos los debates sobre la Unión Europea. Al inicio del nuevo milenio, un encuentro europeo en Lisboa formuló el objetivo de volver la Unión Europea "la economía con base de conocimiento más competitiva y dinámica del mundo" (a economia com base de conhecimento mais competitiva e dinâmica do mundo).

Restó para los propagandistas como el filósofo alemán Jürgen Habermas, el historiador Heinrich August Winkler y Joschka Fischer, del Partido Verde, la función de retratar a la U.E. como la culminación de una larga evolución del camino de la democracia y la armonía europea.

La idea ampliamente divulgada de que la introducción de una moneda común llevaría automáticamente a la mitigación de antagonismos dentro de Europa también probó ser una ilusión. De hecho, lo contrario viene ocurriendo y los conflictos vienen aumentando.

La economía alemana es la que más se ha beneficiado con el Euro, además de haber fortalecido su posición dominante, mientras que los estados más débiles se volvieron aún más débiles. La industria alemana ha más que doblado sus exportaciones desde la introducción del Euro. En el 2007, esta registró un superávit comercial de casi € 200 mil millones, mientras que 19 de los 27 miembros de la U.E. registraron un déficit de comercio exterior.

El Euro aseguró que la moneda alemana permanezca estable y relativamente baja en valor tanto en nivel europeo como internacional, lo que fue extremadamente favorable para la industria de exportaciones alemana Si Alemania hubiese mantenido el Marco como moneda, su tipo de cambio hubiese aumentado considerablemente. La introducción del Euro surtió el efecto contrario en los países económicamente más frágiles del sur y oriente europeos. Su comercio e industria eran incapaces de competir con importadores de los estados-miembros más fuertes. Los precios -y en menor grado, los salarios- aumentaron y perjudicaron la competividad. A diferencia del pasado, esta situación no puede ser reparada por medio de una desvalorización de las monedas nacionales.

El abismo que aumentaba entre los países no era inmediatamente visible. La introducción del Euro dio a los países más frágiles acceso a préstamos en tasas favorables. Esto hizo disparar burbujas de construcción y especulación en España e Irlanda. Sin embargo, sólo la élite y algunos sectores de la clase media se beneficiaron, mientras que el Euro significó para la clase trabajadora el aumento de precios desde el comienzo, así como una abrumadora competencia para los negocios pequeños. La burbuja finalmente explotó con el brote de la crisis financiera internacional

Innumerables estadísticas demuestran la fuerza con la que las divisiones económicas y sociales dentro de la Unión Europea se profundizaron desde la introducción del Euro. La renta anual media de un trabajador en una gran compañía varía en un factor que llega a 20: entre € 43.000 en Dinamarca y € 1.900 en Bulgaria, de acuerdo con estadísticas del 2006. Grecia y España ocupan una posición intermediaria, con € 20.000.

La crisis financiera del 2008 sacó todos estos antagonismos a la superficie. Los bancos europeos fueron duramente golpeados. Ellos habían invertido fuertemente en los activos tóxicos estadounidenses. En España, la burbuja de construcción civil explotó y en Irlanda el sistema bancario entró en colapso. Los gobiernos europeos respondieron usando enormes cantidades de los fondos públicos para rescatar los bancos y estimular la economía.

Ese es uno de los motivos principales por el aumento de la deuda gubernamental. Dentro de un corto período, la deuda total del estado irlandés subió de 25% del PBI a 100% porque el gobierno decidió emitir una garantía para cubrir todas las pérdidas especulativas de los bancos.

Ahora los mercados financieros están usando el dinero público de los rescates a los bancos para especular contra los estados que contrajeron enormes deudas justamente al rescatar a los bancos. Las contradicciones internas y las proporciones relativamente altas de los gastos públicos volvieron a Europa particularmente vulnerable.

Todos los partidos establecidos, así como los sindicatos, están ahora reivindicando que la clase trabajadora haga sacrificios para preservar la Unión Europea y rescatar el Euro. Nosotros rechazamos esta posición categóricamente. No hay nada sobre la U.E. o sus instituciones que sea progresista o valga la pena ser defendido. No seremos intimidados por la amenaza de que la bancarrota de la U.E. traiga serias consecuencias.

La balcanización (la fragmentación de la U.E. en sus países miembros individuales) y la austeridad (el "rescate" de la U.E. por medio de recortes en gastos públicos y de la reducción de salarios) son meramente dos estrategias empleadas por el capital financiero para atacar a la clase trabajadora. No es nuestro papel apoyar uno u otro campo de la burguesía en este conflicto. Y eso, sin embargo, es justamente lo que resume la política de las organizaciones de pseudo-izquierda. Ellos se encuentran fervorosamente discutiendo sobre si unirse a los defensores u opositores de la U.E. en la clase dirigente.

Nosotros estamos a favor de una perspectiva independiente que permitirá a la clase trabajadora intervenir en los eventos políticos por sí misma. Lo que es central en nuestra perspectiva es la unificación de la clase trabajadora europea en la lucha por un programa socialista.

En la era de la economía mundial, el potencial económico y cultural del continente no puede desenvolverse sin superar su división en diversos estados pequeños. Sin embargo, tal unión es impensable bajo el capitalismo. En el inicio del siglo pasado, León Trotsky ya había señalado que la burguesía es orgánicamente incapaz de unificar a Europa. La única forma concebible de "unidad" para ellos es el dominio de las naciones más débiles por las más fuertes como intentó, y fracasó, Alemania en la Primera y Segunda Guerra Mundial.

El análisis de Trotsky fue confirmado por la crisis actual. La Unión Europea se volvió un sinónimo de destrucción de los medios de subsistencia de la población trabajadora, y sus políticas han sido recibidas con furia, odio y oposición en todos los lugares. La única forma concebible por la cual Europa puede, de hecho, unirse es construyendo la Unión de los Estados Socialistas de Europa: una federación de gobiernos obreros que expropien los grandes bancos, compañías y bienes de los súper-ricos y coloque estos recursos al servicio de las necesidades de la población, en vez del servició del lucro privado.

Disciplina fiscal o abertura de las compuertas financieras

Además de las diferencia sobre los rumbos de la U.E., la clase gobernante está dividida en relación a la política financiera. El gobierno alemán, principalmente, insiste en una rígida disciplina fiscal, mientras que los EE.UU., Gran Bretaña y, hasta cierto punto, el gobierno francés defienden una política fiscal más generosa. Ellos quieren aliviar la presión sobre las tasas de interés para los países endeudados emitiendo bonos de euros y resolver el problema de la liquidez de los bancos permitiendo que el Banco Central Europeo imprima más dinero.

Ellos no están proponiendo paquetes de creación de empleos, proyectos de infraestructura u otras medidas como aquellas tomadas por Franklin D. Roosevelt en los años treinta como parte del New Deal. En vez de eso, proponen suministrar más dinero a los bancos. Todos los defensores de una política fiscal más generosa reivindican, simultáneamente, recortes en gastos públicos.

En esta cuestión también nos rehusamos a alinearnos con uno u otro campo de la burguesía. El Partido Social Demócrata (SPD), los verdes y el Partido de Izquierda en Alemania abogan por bonos de euros y una política financiera más estimuladora por parte del Banco Central Europeo. En los años treinta, Trotsky escribió decisivamente en relación a un asunto parecido en su "Programa de acción".

"Para tratar de salir del caos en que ella misma ha sumergido al país, la burguesía francesa debe comenzar por resolver el problema monetario. Un sector de ésta quiere hacerlo mediante la inflación, es decir mediante la emisión de papel moneda, la devaluación de los salarios, el alza del costo de la vida, la expropiación de la pequeña burguesía; otro sector confía más en la deflación, o sea en la disminución del nivel económico de los trabajadores (rebaja de los salarios y sueldos), ampliación del desempleo, ruina de los pequeños productores agrarios y de la pequeña burguesía de las ciudades".

"Ambas alternativas significan más miseria para los explotados. Optar por uno u otro de estos métodos capitalistas equivaldría a elegir entre dos instrumentos con los que los explotadores se preparan para degollar a los trabajadores" (...)

"Al programa de deflación, de reducción de sus medios de vida, los trabajadores deben oponerle su propio programa de transformación fundamental de las relaciones sociales mediante la completa "deflación" de los privilegios y ganancias de la banda de los Oustrics y los Staviskys [especuladores] que explotan al país! Este es el único camino hacia la salvación."

Hoy, poco debe ser añadido a esas palabras. La lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa esta inseparablemente ligada a la movilización de la clase trabajadora para defender todas sus conquistas sociales democráticas. Esto requiere un quiebre organizativo con todos los partidos y sindicatos que defienden al capitalismo, así como la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

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