WSWS
: Español
Los orígenes de la crisis del Euro
Por Peter Schwarz
10 Mayo 2012
Utilice
esta versión para imprimir | Email
el autor
El artículo que sigue se basa en un reporte hecho
por Peter Schwarz, miembro del comité editorial del World
Socialist Web Site y secretario del Comité Internacional
de la Cuarta Internacional, en un encuentro del Partido Socialista
de la Igualdad (PSI) congregado en Berlín el 7 de Enero
del 2012
En los últimos tres años la economía mundial
ha pasado por su peor crisis desde los años 1930. Particularmente,
Europa ha sido duramente golpeada. Se cuestiona ahora si el euro
y la Unión Europea sobrevivirán. Para entender el
significado y las consecuencias de esta crisis, no basta estudiar
sus manifestaciones económicas inmediatas. Es necesario
estudiar las relaciones sociales que están por detrás
de estas manifestaciones.
En general, la crisis es presentada como el resultado del sobre-endeudamiento
de algunos países de la Unión Europea. Se alega
que sus deudas llegaron a un nivel en que no pueden ser pagadas
ni refinanciadas. Sin embargo, esta afirmación no se sustenta
si miramos más de cerca. De esta manera, el endeudamiento
de la Unión Europea (cerca del 80% de su PBI) está
considerablemente por debajo de la de EE.UU. (100%), o la de Japón
(220%). La deuda estadounidense aumentó considerablemente
durante los últimos cinco años; de menos del 60%
a más del 100%. Aún así, EE.UU. es todavía
capaz de financiar su deuda sin gran problema.
Exceptuando a Grecia (158%), los mismos países de la
UE que están más afectados por la crisis no están
excesivamente endeudados: en España, el nivel de la deuda
nacional es 68%; en Portugal, 102%; en Irlanda, 112%; en Italia,
120%, aproximadamente el mismo nivel cuando se asociaron a la
zona del Euro. Las deudas gubernamentales de Alemania (82%), Francia
(85%) y Gran Bretaña (80%) están en el mismo nivel
de los países de la Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económico (OCDE).
Debe haber otras causas para explicar cómo es que Europa
se haya vuelto el objetivo de los mercados financieros mundiales.
Para examinar más a fondo, es necesario tener en consideración
los cambios sociales que ocurrieron en las últimas tres
décadas.
Polarización social
Después de la Segunda Guerra Mundial, las clases gobernantes
en Europa Occidental fueron obligadas a hacer concesiones sociales
para preservar el sistema capitalista. La atrocidades del capitalismo
por el fascismo y la guerra aún estaba fresca en la memoria
de la población y era amplio el apoyo al socialismo. Incluso
a comienzo de los setenta, cuando un movimiento internacional
huelguístico se desarrolló -impulsado por el movimiento
de los derechos civiles en los EE.UU., las revueltas estudiantiles
internacionales y el movimiento contra la Guerra de Vietnam- la
clase trabajadora logró aumentos salariales y otros derechos
considerables.
Sin embargo, en los ochenta, la burguesía entró
en una contraofensiva que continúa hasta el día
de hoy. Esta contraofensiva estaba fuertemente ligada con las
figuras de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, pero no estaba confinada
a los EE.UU. ni a Gran Bretaña. En aquella época
el presidente estadounidense Ronald Reagan destruyó al
sindicato de controladores aéreos (PATCO), mientras que
a la primera ministra británica Margaret Thatcher dirigió
sus ataques contra los mineros británicos. Ambos combinaron
sus ataques a la clase trabajadora con una desregulación
de los mercados financieros y un fortalecimiento de los elementos
más parasitarios del capital financiero, a costa de la
base industrial de sus países.
El resultado fue un aumento de la desigualdad social, la misma
que había disminuido considerablemente en el período
de la posguerra. Este desenvolvimiento ha sido confirmado por
innumerables estudios estadísticos. De 1910 a 1970, la
proporción del ingreso nacional que pertenecía a
los súper-ricos declinó progresivamente por todo
el mundo. Esta tendencia fue revertida de los años 1970
en adelante, siendo particularmente visible en EE.UU. y Gran Bretaña,
donde la proporción del ingreso total en manos del 1% más
rico cayó del 20% en 1910 a 10% en 1950. Hoy el ingreso
poseído por los súper-ricos ha vuelto al nivel de
1910.
Durante los últimos 30 años, el ingreso del 20%
de la población más pobre de los EE.UU. cayó
4%, mientras el ingreso del 1% más rico subió 270%.
Durante el mismo período, la cuota del sector financiero
en las ganancias de todo el sector corporativo subió de
10% a 40%. Esto demuestra que el aumento en la desigualdad social
estaba íntimamente ligado con el aumento del sector financiero.
Los números mencionados se refieren al ingreso. En términos
de riqueza, la polarización social es aún más
espantosa. Hoy el 40% de los activos globales están en
manos del 1% más rico de la población mundial, 51%
con el 2% más rico y 85% con el 10% más rico. Por
su parte, el 50% más pobre de la población mundial
posee menos del 1% de la riqueza mundial.
El mismo proceso de polarización social ocurre en el
continente europeo, aunque con cierto atraso. Este atraso se expresa
en la proporción del gasto público del PBI, que
llega a cerca del 46% en la zona del Euro, bien encima del promedio
de 41% del OCDE. Este es el motivo por que Europa, aún
con los recortes salariales y de derechos perpetrados en las décadas
recientes, es aún vista como un paraíso del estado
de bienestar por la aristocracia financiera internacional.
El líder europeo en esta cuestión es Francia,
con una tasa de 53% del PBI destinada al gasto público.
En los EE.UU., el número correspondiente es de apenas 39%,
y en el paraíso bancario de Suiza, 33%. La proporción
en Alemania es de 43%, poco encima del promedio de la OCDE. Debido
al programa Agenda 2010 introducido por el gobierno de Gerard
Schröder, este porcentaje cayó 5% en los últimos
diez años.
Estos números muestran como Europa está en medio
del fuego cruzado de los mercados financieros internacionales.
Para los representantes del capital financiero, las cantidades
gastadas por los estados europeos en pensiones, educación,
salud y otros servicios y estructuras públicas son demasiado
altos. Ellos están determinados a usar a la crisis para
revertir todas las conquistas sociales y los derechos democráticos
obtenidos por el movimiento obrero a lo largo de las últimas
seis décadas.
Grecia sirve como un campo de prueba. Los representantes de
las grandes finanzas están amenazando al país con
la bancarrota e imponiendo un paquete de austeridad tras otro.
Los salarios están siendo recortados, los servicios públicos
y los derechos sociales están siendo desmantelados. Se
calcula que el estándar de vida de un ciudadano griego
va a disminuirá dentro de pocos años un 30%, 40%
o hasta 50%. Fuera de un período de guerra, esta disminución
no tiene precedentes.
Esta contrarrevolución social no puede ser realizada
por medios democráticos. La troika compuesta por la Unión
Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo
asumió el control del presupuesto griego y reemplazo al
gobierno democráticamente elegido con un gobierno ilegítimo
de tecnócratas. Con el fin de intimidar a la clase trabajadora,
el partido fascista LAOS fue incluido en este gobierno.
Los líderes europeos decidieron transformar a la Europa
entera en una zona de austeridad bajo la línea del modelo
griego. Este es el significado de la decisión de la reunión
de la cúpula de la UE el 8/9 de Diciembre del 2011: implementar
un límite a la deuda en las constituciones de todos los
estados-miembros. Criterios de legalidad están siendo introducidos
para obligar a los gobiernos europeos a implementar rígidas
políticas económicas, a pesar de toda la oposición
popular.
Este enfoque evoca a la desastrosa política implementada
por el gobierno Brüning en la fase final de la República
de Weimar. Heinrich Brüning, político del partido
de derecha Zentrum, asumió el puesto de canciller aleman
en 1930 en medio de una crisis económica mundial y descargó
el peso de la crisis sobre la clase trabajadora. Él basó
su gobierno, por un lado, sobre la autoridad del presidente y,
por el otro, en el apoyo que recibió de los Social Demócratas
(PSD). Brüning gobernó por medio de decretos de emergencias
y contaba con el PSD para que le cubriera la espalda en el Parlamento,
como hacen ahora los gobiernos tecnócratas en Grecia e
Italia.
El gobierno Brüning era extremadamente inestable y duró
apenas dos años. Su impulso por la austeridad arruinó
económicamente a Alemania y provocó una seria lucha
entre las clases. Debido al fracaso político del Partido
Comunista, los nacional-socialistas salieron victoriosos de esas
luchas. En 1932, Brüning fue sucedido por las dictaduras
de corta duración de los generales Franz Von Papen y Kurt
Von Schleicher, antes de que Adolf Hitler asumiera el poder en
1933.
Hoy, no hay ninguna falta de llamados a la élite dirigente
para que entre en razón y desista de su devastadora política
de austeridad bajo la línea de Brüning. Toda la política
del Partido de Izquierda alemán toma esa forma. El partido
reivindica una "economía social de mercado" del
período de la posguerra y proclama como modelo de conducta
Ludwig Erhard, el ministro de Economía del canciller conservador
Konrad Adenauer.
Sin embargo, un retorno a las políticas económicas
del período de la posguerra es simplemente tan irreal como
querer transformar a una persona de 80 años en una de 20.
Esto es impedido por los cambios descritos encima. La élite
financiera que emergió de esta redistribución del
ingreso y la riqueza domina todas las esferas de la vida social
y económica y está dispuesta a defender a sus privilegios
a cualquier costo.
El poder de la aristocracia financier
Es significativo que, a pesar de la crisis económica
mundial, el total acumulado por los millonarios europeos aumentó
más rápidamente en los últimos años
de lo que la deuda de todos los gobiernos europeos sumadas. Mientras
que las fortunas de esos 3 millones de millonarios se duplicaron
en los últimos 13 años, las deudas gubernamentales
demoraron 15 años para registrar el mismo porcentaje de
crecimiento. Las riquezas totales de los millonarios europeos
ahora llegan a los $10 trillones. Esta cantidad es más
que suficiente para pagar la deuda de todos los países
europeos de un solo golpe.
Solamente en Alemania, cerca de 830 mil millonarios tienen
a su disposición títulos financieros que suman
2,2 trillones. Esto es más de lo que las deudas municipales,
estatales y federales de los gobiernos del país. Una de
las publicaciones económicas más prestigiosas, el
Handelsblatt, estima que los griegos ricos tienen
560 mil millones guardados en cuentas en el exterior, lo que representa
más del doble de la deuda nacional griega.
El crecimiento explosivo de esas fortunas se debe a la intensificada
explotación de la clase trabajadora y de los enormes recortes
de impuestos para las empresas y para aquellos que ganan grandes
salarios. Si los recortes de impuestos para los grandes negocios
y para el sector financiero en Alemania fuesen revertidos, los
cofres del estado engordarían con más de
100 mil millones.
Estas enormes riquezas fueron "fermentadas", es decir,
infladas por la especulación. Y hay estadísticas
muy interesantes en relación a esto.
Al inicio del siglo veinte, el total de títulos de los
tres más grandes bancos de Gran Bretaña igualaba
7% del Producto Bruto Interno (PBI) británico. Al fin del
siglo, sus títulos habían escalado a 75% y, en el
2007, alcanzaron los 200%.
El total de los títulos de los tres más grandes
bancos británicos, de esta manera, suman más que
el doble del tamaño del producto interno bruto británico,
al mismo tiempo que el total de títulos de todo el sector
financiero británico ahora representa más que el
PBI británico multiplicado por 5. En comparación
a su propio capital, los bancos británicos ahora distribuyen
10 veces más en préstamos de lo que hacían
cien años atrás. En aquella época, la suma
de todos los préstamos representaba el triple de los capitales
de los bancos. Hoy, la proporción es de 30 veces más
que la de sus recursos.
En esta cuestión, también, la Europa continental
sigue el mismo patrón con un pequeño atraso. La
suma de los títulos del sector financiero, tanto en Alemania
como en Francia, es tres veces mayor que sus PBIs. En Suiza, el
país récord, es seis veces mayor.
Como vimos, estas enormes cantidades de capital están
concentradas en las manos de una pequeña porción
de la sociedad. Pero los súper-ricos no pueden simplemente
acumular sus riquezas en cofres. Como dijo Marx, el capital es
"trabajo muerto que, como vampiro, solamente vive chupando
el trabajo vivo". Esta vive para cazar ganancias e intereses.
Si el capital es retirado de su ciclo económico, este rápidamente
pierde su valor.
Esta es la fuerza motriz detrás de la campaña
de austeridad, la cual, teniendo en consideración la experiencia
histórica del canciller alemán Brüning (1930-1931),
parece aproximarse a la locura. Los gastos públicos que
tienen que ver con la educación, la formación profesional,
la salud, las pensiones, los servicios públicos e infraestructura
son vistos por la oligarquía financiera como un desvío
ilegítimo de su acumulación de riquezas; así
también son vistos los derechos y salarios de los trabajadores.
A pesar de la profunda crisis social, la élite financiera
no está dispuesta, ni es capaz, de ceder siquiera una parte
de sus riquezas y privilegios. En ese sentido, ella se asemeja
a la aristocracia francesa previa a los eventos de 1789. En aquella
época sólo existía una manera de librarse
de la aristocracia: por medio de la revolución.
En ese contexto, es sintomático que todos los grandes
partidos, sean conservadores, social-demócratas, verdes
o de "izquierda", apoyan los actuales programas de austeridad
y no ofrezcan ninguna alternativa.
Dirigentes social-demócratas como José Sócrates
(Portugal), George Papandreou (Grecia) y José Luis Zapatero
(España) sacrificaron su carrera política personal
y la de sus partidos para empujar programas de austeridad devastadores
en frente de la resistencia de sus propios electores. Líderes
conservadores como Angela Merkel (Alemania), Nícolas Sarkozy
(Francia) y David Cameron (Gran Bretaña) marcan la pauta
de la contrarrevolución en Europa. Los verdes promueven
vehementemente la disciplina fiscal. Y los sindicatos sofocan
cualquier oposición a las medidas de austeridad, al mismo
tiempo que cooperan íntimamente con sus respectivos gobiernos.
El hecho de que ninguno de los políticos en el poder
proponga una alternativa seria al curso económico de Europa
por si sólo ya demuestra que no hay ninguna solución
a la crisis en el contexto del actual sistema social.
A favor o en contra del Euro
Mientras que varios sectores de las élites dominantes
concuerdan con la necesidad de medidas de austeridad, la profundización
de la crisis está provocando serios conflictos nacionales
y políticos entre ellos.
Una minoría agresiva está haciendo un llamado
por la abolición del Euro y de la Unión Europea.
Esta minoría está compuesta tanto por elementos
nacionalista de derecha (como el Frente Nacional en Francia; la
Liga del Norte en Italia; el Partido de la Independencia Británica,
en Gran Bretaña y el presidente de la ex-Asociación
Federal de la Industria alemana, Hans-Olaf Henkel, en Alemania)
como de tendencias pequeño burguesas de pseudo-izquierda.
Un típico representante de estas tendencias es el profesor
Costas Lapavitsas, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos
de la Universidad de Londres, quién escribe regularmente
para el Guardian y para publicaciones como International Viewpoint
y Marx21. Lapavitsas reivindica el retorno de Grecia al drachma.
Él justifica su propuesta argumentando que así el
país retomaría la soberanía sobre su política
económica, desvalorizaría su moneda, aumentaría
las exportaciones y traería una recuperación económica.
El profesor Lapavitsas entonces propone cambiar el empobrecimiento
de la clase trabajadora griega impuesto por los dictámenes
de austeridad de la troika por una política inflacionaria
que recortaría los salarios reales, pensiones y ahorros
y llevar al mismo tipo de empobrecimiento por la otra vía.
La recomendación de Lapavitsas acaba siendo una propuesta
de balcanización de una Europa que se ha vuelto estrechamente
ligada económicamente. Las consecuencias de tal propuesta
serían tan catastróficas como la disolución
de Yugoslavia en los años noventa. Iría a desencadenar
conflictos armados sobre las fronteras y propiedades, así
como limpiezas étnicas y guerras civiles. Un estudio del
banco suizo UBS alertó sobre las consecuencias de una posible
salida de Grecia de la zona del Euro: "Vale la pena notar
que casi ninguna unión monetaria cayó sin que emergiese
algún tipo de régimen autoritario o militar, o el
inicio de una guerra civil".
Mientras tanto, las implicaciones desastrosas de una balcanización
de Europa no significa que debamos defender el Euro o a la Unión
Europea. La justificación de que la U.E. es el equivalente
a la unificación de Europa siempre fue una mentira. La
tarea de la U.E. nunca fue la de conciliar las contradicciones
nacionales, sociales y económicas, sino reforzar los grandes
negocios europeos frente a sus rivales internacionales. Para este
fin, la U.E. aumentó el poder de las mayores corporaciones
y conglomerados industriales al mismo tiempo que redujo los salarios
y niveles de vida, destruyó los medios de subsistencia
de los trabajadores y condujo países enteros a la bancarrota.
Al final, esto también llevo a la fragmentación
de Europa.
La cuestión de fortalecer la posición de la competividad
mundial del capital europeo fundamenta todos los debates sobre
la Unión Europea. Al inicio del nuevo milenio, un encuentro
europeo en Lisboa formuló el objetivo de volver la Unión
Europea "la economía con base de conocimiento más
competitiva y dinámica del mundo" (a economia com
base de conhecimento mais competitiva e dinâmica do mundo).
Restó para los propagandistas como el filósofo
alemán Jürgen Habermas, el historiador Heinrich August
Winkler y Joschka Fischer, del Partido Verde, la función
de retratar a la U.E. como la culminación de una larga
evolución del camino de la democracia y la armonía
europea.
La idea ampliamente divulgada de que la introducción
de una moneda común llevaría automáticamente
a la mitigación de antagonismos dentro de Europa también
probó ser una ilusión. De hecho, lo contrario viene
ocurriendo y los conflictos vienen aumentando.
La economía alemana es la que más se ha beneficiado
con el Euro, además de haber fortalecido su posición
dominante, mientras que los estados más débiles
se volvieron aún más débiles. La industria
alemana ha más que doblado sus exportaciones desde la introducción
del Euro. En el 2007, esta registró un superávit
comercial de casi 200 mil millones, mientras que 19 de
los 27 miembros de la U.E. registraron un déficit de comercio
exterior.
El Euro aseguró que la moneda alemana permanezca estable
y relativamente baja en valor tanto en nivel europeo como internacional,
lo que fue extremadamente favorable para la industria de exportaciones
alemana Si Alemania hubiese mantenido el Marco como moneda, su
tipo de cambio hubiese aumentado considerablemente. La introducción
del Euro surtió el efecto contrario en los países
económicamente más frágiles del sur y oriente
europeos. Su comercio e industria eran incapaces de competir con
importadores de los estados-miembros más fuertes. Los precios
-y en menor grado, los salarios- aumentaron y perjudicaron la
competividad. A diferencia del pasado, esta situación no
puede ser reparada por medio de una desvalorización de
las monedas nacionales.
El abismo que aumentaba entre los países no era inmediatamente
visible. La introducción del Euro dio a los países
más frágiles acceso a préstamos en tasas
favorables. Esto hizo disparar burbujas de construcción
y especulación en España e Irlanda. Sin embargo,
sólo la élite y algunos sectores de la clase media
se beneficiaron, mientras que el Euro significó para la
clase trabajadora el aumento de precios desde el comienzo, así
como una abrumadora competencia para los negocios pequeños.
La burbuja finalmente explotó con el brote de la crisis
financiera internacional
Innumerables estadísticas demuestran la fuerza con la
que las divisiones económicas y sociales dentro de la Unión
Europea se profundizaron desde la introducción del Euro.
La renta anual media de un trabajador en una gran compañía
varía en un factor que llega a 20: entre 43.000
en Dinamarca y 1.900 en Bulgaria, de acuerdo con estadísticas
del 2006. Grecia y España ocupan una posición intermediaria,
con 20.000.
La crisis financiera del 2008 sacó todos estos antagonismos
a la superficie. Los bancos europeos fueron duramente golpeados.
Ellos habían invertido fuertemente en los activos tóxicos
estadounidenses. En España, la burbuja de construcción
civil explotó y en Irlanda el sistema bancario entró
en colapso. Los gobiernos europeos respondieron usando enormes
cantidades de los fondos públicos para rescatar los bancos
y estimular la economía.
Ese es uno de los motivos principales por el aumento de la
deuda gubernamental. Dentro de un corto período, la deuda
total del estado irlandés subió de 25% del PBI a
100% porque el gobierno decidió emitir una garantía
para cubrir todas las pérdidas especulativas de los bancos.
Ahora los mercados financieros están usando el dinero
público de los rescates a los bancos para especular contra
los estados que contrajeron enormes deudas justamente al rescatar
a los bancos. Las contradicciones internas y las proporciones
relativamente altas de los gastos públicos volvieron a
Europa particularmente vulnerable.
Todos los partidos establecidos, así como los sindicatos,
están ahora reivindicando que la clase trabajadora haga
sacrificios para preservar la Unión Europea y rescatar
el Euro. Nosotros rechazamos esta posición categóricamente.
No hay nada sobre la U.E. o sus instituciones que sea progresista
o valga la pena ser defendido. No seremos intimidados por la amenaza
de que la bancarrota de la U.E. traiga serias consecuencias.
La balcanización (la fragmentación de la U.E.
en sus países miembros individuales) y la austeridad (el
"rescate" de la U.E. por medio de recortes en gastos
públicos y de la reducción de salarios) son meramente
dos estrategias empleadas por el capital financiero para atacar
a la clase trabajadora. No es nuestro papel apoyar uno u otro
campo de la burguesía en este conflicto. Y eso, sin embargo,
es justamente lo que resume la política de las organizaciones
de pseudo-izquierda. Ellos se encuentran fervorosamente discutiendo
sobre si unirse a los defensores u opositores de la U.E. en la
clase dirigente.
Nosotros estamos a favor de una perspectiva independiente que
permitirá a la clase trabajadora intervenir en los eventos
políticos por sí misma. Lo que es central en nuestra
perspectiva es la unificación de la clase trabajadora europea
en la lucha por un programa socialista.
En la era de la economía mundial, el potencial económico
y cultural del continente no puede desenvolverse sin superar su
división en diversos estados pequeños. Sin embargo,
tal unión es impensable bajo el capitalismo. En el inicio
del siglo pasado, León Trotsky ya había señalado
que la burguesía es orgánicamente incapaz de unificar
a Europa. La única forma concebible de "unidad"
para ellos es el dominio de las naciones más débiles
por las más fuertes como intentó, y fracasó,
Alemania en la Primera y Segunda Guerra Mundial.
El análisis de Trotsky fue confirmado por la crisis
actual. La Unión Europea se volvió un sinónimo
de destrucción de los medios de subsistencia de la población
trabajadora, y sus políticas han sido recibidas con furia,
odio y oposición en todos los lugares. La única
forma concebible por la cual Europa puede, de hecho, unirse es
construyendo la Unión de los Estados Socialistas de Europa:
una federación de gobiernos obreros que expropien los grandes
bancos, compañías y bienes de los súper-ricos
y coloque estos recursos al servicio de las necesidades de la
población, en vez del servició del lucro privado.
Disciplina fiscal o abertura de las compuertas financieras
Además de las diferencia sobre los rumbos de la U.E.,
la clase gobernante está dividida en relación a
la política financiera. El gobierno alemán, principalmente,
insiste en una rígida disciplina fiscal, mientras que los
EE.UU., Gran Bretaña y, hasta cierto punto, el gobierno
francés defienden una política fiscal más
generosa. Ellos quieren aliviar la presión sobre las tasas
de interés para los países endeudados emitiendo
bonos de euros y resolver el problema de la liquidez de los bancos
permitiendo que el Banco Central Europeo imprima más dinero.
Ellos no están proponiendo paquetes de creación
de empleos, proyectos de infraestructura u otras medidas como
aquellas tomadas por Franklin D. Roosevelt en los años
treinta como parte del New Deal. En vez de eso, proponen suministrar
más dinero a los bancos. Todos los defensores de una política
fiscal más generosa reivindican, simultáneamente,
recortes en gastos públicos.
En esta cuestión también nos rehusamos a alinearnos
con uno u otro campo de la burguesía. El Partido Social
Demócrata (SPD), los verdes y el Partido de Izquierda en
Alemania abogan por bonos de euros y una política financiera
más estimuladora por parte del Banco Central Europeo. En
los años treinta, Trotsky escribió decisivamente
en relación a un asunto parecido en su "Programa de
acción".
"Para tratar de salir del caos en que ella misma ha sumergido
al país, la burguesía francesa debe comenzar por
resolver el problema monetario. Un sector de ésta quiere
hacerlo mediante la inflación, es decir mediante la emisión
de papel moneda, la devaluación de los salarios, el alza
del costo de la vida, la expropiación de la pequeña
burguesía; otro sector confía más en la deflación,
o sea en la disminución del nivel económico de los
trabajadores (rebaja de los salarios y sueldos), ampliación
del desempleo, ruina de los pequeños productores agrarios
y de la pequeña burguesía de las ciudades".
"Ambas alternativas significan más miseria para
los explotados. Optar por uno u otro de estos métodos capitalistas
equivaldría a elegir entre dos instrumentos con los que
los explotadores se preparan para degollar a los trabajadores"
(...)
"Al programa de deflación, de reducción
de sus medios de vida, los trabajadores deben oponerle su propio
programa de transformación fundamental de las relaciones
sociales mediante la completa "deflación" de
los privilegios y ganancias de la banda de los Oustrics y los
Staviskys [especuladores] que explotan al país! Este es
el único camino hacia la salvación."
Hoy, poco debe ser añadido a esas palabras. La lucha
por los Estados Unidos Socialistas de Europa esta inseparablemente
ligada a la movilización de la clase trabajadora para defender
todas sus conquistas sociales democráticas. Esto requiere
un quiebre organizativo con todos los partidos y sindicatos que
defienden al capitalismo, así como la construcción
de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |