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Cristiada y la falsificación de la historia
mexicana
Por Rafael Azul
18 Junio 2012
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el autor
Dirigida por Dean Wright, escrita por Michael Love
La película Cristiada presenta una versión distorsionada
de la Guerra Cristera (1926-1929), una guerra civil entre guerrillas
campesinas que defendían la Iglesia católica y el
estado Mexicano. Actualmente esta siendo exhibida en cines a través
de los Estados Unidos con el nombre For Greater Glory.
La película, dirigida por Dean Wright, se apodera de
un conflicto social complejo y lo transforma en un cuento de David
y Goliat. Al hacerlo, enmascara el papel reaccionario de la iglesia
en México. Uno no puede imaginarse como tal enfoque del
tema pudiera convencer o educar a algún espectador, incluyendo
al que no esté familiarizado con la historia del conflicto.
Cristiada narra la historia del General Enrique Gorostieta
(Andy García), el principal comandante Cristero. Gorostieta
es contratado por la Liga Nacional Para la Defensa de la Libertad
Religiosa (LNDLR). En la cinta, los lideres de la organización
se encargan de coordinar una respuesta a la ley anticatólica
aprobada en julio de 1926: con peticiones, manifestaciones, un
boicoteo económico y, por ultimo; organizando la rebelión
Cristera, que es desvirtuada como simple reacción popular
y espontánea a la persecución de católicos
por el gobierno.
Además de restringir los derechos de propiedad de la
iglesia, la legislación de 1926, propuesta por el presidente
Plutarco Elias Calles restringía la actividad religiosa,
prohibía la participación política del clero
y no permitía trabajar a sacerdotes extranjeros.
La película nos muestra al General Gorostieta como un
adinerado dueño de fábrica, dedicado a su esposa
y sus hijas aunque sin compartir a devoción fervorosa a
la fe católica de su esposa. Gorostieta acepta la comisión
ofrecida por el LNDLR tanto por lo lucrativo del puesto como por
tener un espíritu aventurero y por el amor a su esposa.
Tulita (Eva Longoria) se llena con orgullo por el nombramiento
y espera que la experiencia fortalezca la devoción de su
esposo.
Al lado de García - cuyo carácter progresa de
un agnosticismo estudiado a la religiosidad luchan Victoriano
Ramírez (Oscar Isaac), un tiro fijo y comandante
indisciplinado; el Padre Vega (Santiago Carrera), agobiado con
la culpa por haber incendiado un vagón de ferrocarril cargado
con pasajeros; los líderes de la Liga en la Ciudad de México;
el presidente Calles (Rubén Blades); y el embajador estadounidense
a México, Dwight Morrow, en un papel hábilmente
desempeñado por Bruce Greenwood.
Un envejecido Peter O'Toole actúa en el rol del Padre
Christopher, sacerdote extranjero cuya ejecución conmueve
al adolescente José Luis Sánchez del Río
(Mauricio Kury) y lo hace decidir unirse a los cristeros. Luis
y el general Gorostieta llegan a ser como padre e hijo.
Cristiada cuenta con el tipo de violencia que es común
en las películas de acción de verano. La cámara
sigue a las fuerzas cristeras durante enfrentamientos sangrientos,
entrando en pueblos destrozadas por las tropas federales y vengando
a clérigos ejecutados. Los héroes casi siempre salen
ilesos y sus tiros jamás fallan.
La guerra toma lugar en el contexto de negociaciones entre
Calles y el embajador Morrow sobre los derechos de las compañías
petroleras estadounidenses en México. Morrow sería
el intermediario en un acuerdo entre la Iglesia, el Vaticano y
Calles que concluye la Guerra Cristera en 1929.
Las escenas iniciales de esta película pintan una placidez
urbana y adquieren un aspecto irreal cuando se toma en cuenta
que México se encontraba en la tercera década de
revolución y guerra civil. Incluso cuando la acción
se desplaza de la ciudad al campo de batalla, el espectador no
aprende nada de las condiciones de vida de los soldados campesinos
e indígenas que fueron los que realmente lucharon y murieron.
Correspondiendo a una película de propaganda unidimensional,
las actuaciones son por la mayor parte insípidas y caricaturescas,
desde García como un comandante mascando puros, a Catalina
Sandino, interpretando una valiente, y bien parecida, contrabandista
de municiones, hasta Kury como un joven que con entusiasmo elije
hacerse mártir.
La cinta filmada en México reúne
a actores latinoamericanos y estadounidenses. Es el debut de director
de Dean Wright, productor de efectos ópticos en la trilogía
de El Señor de los Anillos y supervisor de efectos ópticos
para Las Crónicas de Narnia. Pablo Barroso, el productor
de Cristiada, fundo una empresa de producción que - según
las notas de producción - "fue creada como parte de
un ministerio que produce películas con el objeto de comunicar
mensajes de fe y valores de la familia."
La iglesia católica recibió al estreno de Cristiada
con entusiasmo. En Hollywood, el Arzobispo de Los Angeles, José
Gómez fue el co anfitrión del estreno en la Academia
de Artes y Ciencias Cinematográficas. El evento contó
con lo que una publicación describió como "un
quien es quien" del mundo del espectáculo y lideres
católicos.
Gómez y otros obispos estadounidenses pregonan el mensaje
que la película trata con el tema de la persecución
de los católicos. Según Gómez, trae un "mensaje
oportuno" sobre la libertad religiosa. Se ha dicho que la
audiencia estallo en cantos espontáneos de 'Viva Cristo
Rey!' a fines de la proyección en Los Ángeles.
El estreno de la película en México coincidió
con la visita del Papa en abril. Escuelas católicas llevaron
sus estudiantes, monjas y sacerdotes a verla y instaron a los
demás que siguieran a su ejemplo.
Es irónico que una película que pretende escenificar
una lucha popular en defensa de la religión deliberadamente
ignore a los protagonistas principales: a los campesinos mismos,
tanto como individuos o en su acción colectiva. Ni las
fuerzas campesinas ni los soldados del gobierno enviados en su
contra son presentados como seres humanos de verdad.
Esta celebración de fe y el carisma resumida
con el grito "!Viva Cristo rey!" - es un vulgar esfuerzo
cuyo objeto es ocultar el subyacente conflicto de clases que dio
lugar a los cristeros, un movimiento social no ampliamente entendido.
Para los años 1920, a pesar de las promesas y reformas
que resultaron de la Revolución Mexicana de 1910-1917,
las condiciones en el México rural habían cambiado
poco. El campesinado y los trabajadores agrícolas se encontraron
enfrascados en una lucha diaria contra los latifundistas.
Dos testigos de la guerra cristera que ahora viven en
Los Ángeles ofrecieron al WSWS unas reminiscencias.
Matiana, de 96 años de edad, paso su niñez en
Jalpa, una ciudad en el sur de Jalisco, ubicada en el centro de
la rebelión cristera.
"Yo era niña durante la Cristiada. La gente vivía
atemorizados por los soldados cristeros cabalgando hacia el pueblo
que luego saqueaban. A veces los cristeros entraban a caballo
a las iglesias y robaban todo lo que podían," dijo
Matiana.
Las condiciones de vida eran muy difíciles. "Mi
padre no era tan aindiado como los demás en Jalpa. El podía
leer y escribir e hizo su vivienda como vendedor ambulante. Aunque
para ese entonces teníamos más que los demás,
solo comíamos frijoles y tortillas en una caza de adobe
de dos cuartos con pisos de tierra sin agua corriente ni electricidad.
Mi madre murió cuando tenia ocho años. Como era
la única niña tenia que cocinar y limpiar para mi
padre y mis hermanos."
En 1926 Nicolás, ahora de 103 años de edad, era
un campesino de 17 años. Vivía en Durango:
"Los sacerdotes iban de lugar en lugar en busca de refugio.
Se escondían en cuevas donde la gente que necesitaba bautismos
los hallaba. Por simpatía y lastima la gente los ayudaba
a esconderse en el viaje hacia el norte."
"Yo era campesino," continuó, "y con
mi familia sembrábamos maíz y otros cultivos. Eran
tiempos difíciles. A veces no había comida. Tratábamos
de aumentar a nuestra dieta cazando venados y conejos en los cerros
y buscando miel silvestre. No había escuelas así
que nunca aprendí a leer y escribir."
Victorioso en la Revolución Mexicana, el ejercito constitucionalista,
liderado por Venustiano Carranza, Álvaro Obregón
y Calles, había derrotado los ejércitos campesinos
de Pancho Villa y Emiliano Zapata. El nuevo régimen fue
incapaz de resolver la cuestión central de la revolución
- la redistribución de la tierra.
Por esa razón, las demandas de los cristeros eran tanto
religiosas como económicas, reflejando de manera distorsionada
la desilusión de los estratos oprimidos con la Revolución;
centrándose en la defensa de comunidades indígenas
y la distribución de las tierras.[1] En 1929, habiéndose
resuelto el conflicto , la iglesia, que no tenia interés
en la demanda campesina e indígena por la tierra, los abandona
a su suerte.
La iglesia mexicana había establecido la LNDLR, junto
con la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM)
para dar forma organizativa su la alianza con los estratos mas
conservadores de la sociedad mexicana y para pelear contra la
política del nuevo régimen, al que consideraba "jacobino".
En los años 1930, el Vaticano designaría a México,
a la España de la Segunda República antes
de Franco y a la Unión Soviética como "el
triángulo terrible" del anticatolicismo.
La LNDLR sostenía que el movimiento cristero no era
ni de izquierda ni de derecha, sino "desde arriba."
Dejando por el momento este disparato místico, el papel
de la iglesia de hecho siempre ha sido uno de sostén para
la reacción. La iglesia en México se alió
abiertamente con los latifundistas y, con ellos formó del
Partido Católico como una arma contra la revolución.
En los años 1930 el LNDLR se movió hacia el fascismo
y emprendió una campana de terror y asesinatos de profesores
que consideraba socialistas. Uno de sus miembros, León
Toral, asesinó al general Obregón que, como
Calles, era un oponente de la iglesia - en 1928.
Mientras tanto, la expoliación del campesino continuaba.
Su existencia era totalmente dominada y regulada por los latifundistas.
Ellos fijaban su salario y controlaban todo aspecto de su vida,
incluyendo el vestido y el alimento, so pena de encarcelamiento
o muerte.
El paso lento y errático de la distribución de
tierra bajo Carranza, Obregón y Calles confirmo al campesinado
la timidez del gobierno militar para confrontar los poderosos
latifundistas.
Las condiciones eran particularmente brutales en las regiones
mas integradas al mercado mundial como las plantaciones de sisal
en Yucatán. Un observador describe las condiciones en el
área, a la cual, durante el Porfiriato, fueron trasladados
miles de indios Yaquis del norte de México en marchas forzadas
para satisfacer la demanda laboral de los hacendados:
"La mayoría de estas personas, presas o libres,
rápidamente se familiarizaban con el sistema de deudas.
Los hombres eran mantenidos en cuarteles y marchados por jinetes,
acicateados por mayordomos a latigazos; marchados de regreso de
forma igual y encerrados por la noche... Estos lugares eran vastas
fabricas agrícolas con decenas de miles de acres de cultivo,
administradas de manera científica, con vista al rendimiento
óptimo." [2]
La iglesia extraía su tajada de esta explotación
brutal. El obispo de Mérida, por ejemplo, andaba en un
coche plateado de oro con incrustaciones de joyas, en imitación
del coche regalado por el zar ruso al Papa Leo XIII.
Las inmensas propiedades de la iglesia fueron una razón
principal de estancamiento económico e inestabilidad social.
La iglesia opuso tenazmente todos los esfuerzos del siglo XIX
de obligar la iglesia a rentar sus tierras, sin hablar de entregarlas
a otros.
Según el historiador Jesús Silva Herzog el campesinado
y la clase obrera encaraban "un triunvirato diabólico:"
los latifundistas, el ejercito y la iglesia. "Hubo tres palabras
trágicas en la historia de México hasta reciente
fecha: hacienda, sacristía y cuartel." [3]
Careciendo de un partido revolucionario y aislado de la clase
obrera, la rebelión del campesinado mexicano fue lisiada
por la iglesia. Campesinos y indígenas se lanzaron desesperadamente
al combate en la Guerra Cristera aprisionados ideológicamente
por el dogma católico.
Si la guerra cristera sólo hubiera sido entre el gobierno
del presidente Calles y la jerarquía católico, es
improbable que la brutalidad que la acompañó - la
represión masiva contra los campesinos, el saqueo de los
pueblos - hubiera sucedido.
Históricamente, las clases dirigentes reservan esa clase
de brutalidad desmesurada para los más oprimidos: campesinos,
obreros o esclavos. La película concluye con una foto de
campesinos ahorcados de postes telegráficos hacia la distancia.
Murieron 90 mil, de una población de 15 millones, como
resultado de la guerra.
Lee más: http://espanol.17style.com/#ixzz1xhdMPP20
[1] Avitia Hernandez, Antonio; El caudillo sagrado; 2006; PDF
Documento; http://www.bibliotecas.tv/avitia/El_Caudillo_Sagrado.pdf;
ver introducción, paginas 3-30
[2] Reed Nelson, The Caste War of Yucatan, 1964, Stanford University
Press, 232-233
[3] Jesús Silva Herzog, Breve Historia de la Revolución
Mexicana, 1985, Fondo de Cultura Económica, México,
30--el libro puede ser encontrado en línea: [http://www.carmagsonora.gob.mx/pagina/modules/news/Secundaria%20Bi
bliografias/Breve%20Historia%20de%20la%20Revol%20Mex...Antec.pdf]
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