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¡Hay que detener los asaltos contra empleados públicos y servicios sociales!

Declaración de Jerry White, candidato presidencial del PSI
21 Julio 2012

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Los reducciones drásticas de sueldos en Scranton, Pensilvania y la bancarrota de San Bernardino, California deben servir de advertencia, no sólo para los trabajadores municipales sino para la clase obrera en su conjunto. La élite financiera estadounidense ahora inicia nueva etapa, nuevos ataques contra empleos, salarios, beneficios sociales y pensiones. Esos ataques van mucho más allá de los recortes presupuestarios; incluyen la destrucción total de los niveles de vida y los derechos sociales; roban a la gente trabajadora para enriquecer aún más a multimillonarios.

En Scranton, el alcalde Demócrata le ha cortado el sueldo a cada empleado municipal. Desde ahora ganan el salario mínimo legal de $ 7.25 la hora, un recorte de dos tercios para muchos trabajadores. Beneficios para trabajadores de la ciudad con incapacidad, como los bomberos heridos en el trabajo, también fueron cortados a $ 7.25 la hora. El alcalde afirmó que la ciudad había quedado sin dinero y ningún banco le prestaría dinero.

San Bernardino se convierte en la tercera ciudad de California que se declara en bancarrota en poco más de una semana, siguiendo a Stockton, una ciudad de unas 300,000 habitantes, y al pequeño pueblo de recreo de Mammoth Lakes. Al igual que en Stockton, el objetivo principal de la declaración de quiebra es el de obtener la aprobación judicial para romper contratos con los sindicatos e imponer grandes recortes en salarios y beneficios sobre todos los empleados municipales, activos y retirados.

Al menos una docena más de ciudades y pueblos de California están ahora en peligro de quiebra, en gran medida por el impacto a largo plazo del colapso de la burbuja inmobiliaria que ha reducido los valores de propiedad y los ingresos fiscales. Un asesor de la política fiscal para la Liga de Ciudades de California, dijo el martes 10 de julio que algunas ciudades ni siquiera se molestarán declararse en bancarrota. "Puede que se disuelvan", dijo. "Puede que cesen de existir."

El colapso de los gobiernos locales tiene un impacto nacional y es consecuencia de la crisis sistémica del capitalismo. Según un estudio, los gobiernos municipales estadounidenses tienen un déficit colectivo de U$ 1.5 mil millones, y que pasivos de pensiones sin financiamiento añaden otros US $ 1,5 billones. Un 40 por ciento de las ciudades y pueblos de los Estados Unidos han despedido empleados desde que comenzó la crisis financiera en 2008. Todo dicho, los gobiernos locales han eliminado más de 500.000 puestos de trabajo en los últimos cuatro años.

Los políticos Demócratas y Republicanos son responsables en conjunción por la profundización de la crisis de las finanzas municipales. Mientras que le entrega miles de millones a Wall Street, el gobierno de Obama ha privado sistemáticamente de recursos a estados y municipios. Los delincuentes financieros que provocaron la crisis han recuperado totalmente sus fortunas, mientras que los estados y ciudades han sido devastadas por el desplome de valor de viviendas y por la pérdida de ingresos fiscales debido a cierres de empresas y a las altas tasas de desempleo.

Hace tiempo que se agotó el dinero penosamente inadecuado del presunto "Proyecto de ley de estímulos económico". la Casa Blanca se ha negado cualquier ayuda adicional. Esto es una política deliberada. Se utiliza la crisis financiera para llevar a cabo un salvaje ataque contra los servicios sociales, empleos y niveles de vida de los trabajadores que proveen esos mismos servicios. Obama dio el ejemplo con el plan de rescate automotriz de 2009, cuando los salarios de los nuevos obreros se cortaron en dos y se redujeron los beneficios de la salud y de las pensiones para obreros jubilados.

No importa a cual de los dos partidos pertenezcan, los gobernadores usan la crisis para forzar recortes en los servicios públicos. En Ohio, por ejemplo, el estado tiene un superávit presupuestario de $ 235 millones, pero el gobernador republicano insiste en depositar todo ese dinero en un fondo de emergencia del estado, en vez de ayudar a las ciudades como Cleveland y Youngstown que pasan penuria.

En Pensilvania, donde Scranton, la tercera ciudad más grande del estado, está al borde del colapso financiero, el gobierno Republicano del estado aprobó incentivos fiscales por U$100 millones para las grandes empresas, incluyendo a la petrolera Shell, que acumuló ganancias globales de U$31 mil millones en el 2011.

En Michigan, donde vivo yo, alternos gobernadores, un Demócrata y un Republicano, se aprovechan de una ley estatal que les da el poder de nombrar administradores de emergencias para las ciudades, aboliendo cualquier pretensión de control democrático y estableciendo una dictadura desembarazada de los representantes de los acreedores de Wall Street.

Lo que se está desarrollando en los Estados Unidos es un asalto a puestos de trabajo, a los niveles de vida y los servicios públicos tan feroz como las medidas de austeridad que se le imponen-por orden de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional, y la gran banca, con el apoyo del gobierno de Obama-contra los trabajadores de Grecia, España, Irlanda y otros países europeos.

La crisis de 2008 fue el punto de partida para la puesta en marcha de una contrarrevolución social, en que las élites gobernantes se han abocado de manera sistemática y deliberada para restaurar y aumentar sus propias riquezas por a costa del desplome de decenas de millones de personas que ahora se ven obligados a vivir y trabajar en la pobreza y la indigencia. Los empleados públicos han sufrido la peor parte de estos ataques.

Como muestra el ejemplo de Scranton, no existe raya que no estén dispuestos a cruzar los multimillonarios y sus agentes políticos de los partidos Demócrata y Republicano. Un bombero notó que ahora está ganando menos arriesgando su vida para combatir incendios que un hijo de su vecino gana vendiendo helados.

Los sindicatos no alzarán ni un dedo para defender los trabajadores. Su única preocupación es codearse con el gobierno y continuar con la deducción de las cuotas sindicales, aún cuando los sueldos de sus miembros se reduzcan a lo mínimo. Sindicatos del sector público como AFSCME están apoyado con entusiasmo a Obama-no importa cuán viciosas sean sus ataques contra los trabajadores-porque los Demócratas tradicionalmente estado aliados y han hecho uso de los servicios de los sindicatos. Cuentan con su asistencia para atacar los empleos y niveles de vida.

La crisis de los estados y de las ciudades es evidencia del fracaso del sistema capitalista, que está sumido en la peor crisis mundial desde la Gran Depresión. En todos los países, la clase dominante ha tratado de hacer que los trabajadores paguen por esta crisis. Es hora de que la clase obrera responda luchando.

Como candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad (PSI)) les pido a los trabajadores de Scranton y de todo el país que rechacen todas las demandas de concesiones y de destrucción de programas sociales. Los trabajadores y los habitantes del país deben organizar comités de acción en sus lugares de trabajo y en los barrios, independientes de los sindicatos y del Partido Demócrata, para combatir despidos, concesiones, los cierres de escuelas y todos los otros planes para desmantelar y privatizar esenciales servicios sociales.

El PSI insiste en que son derechos sociales la educación, la atención de la salud, el acceso a la cultura y recreación, y puestos de trabajo seguros y decentes. Lograr esos derechos, sin embargo, requiere de una lucha política contra el sistema capitalista contra los dos partidos de las grandes empresas y contra todos los que insisten en que los "derechos" de la aristocracia financiera deben tener prioridad sobre las necesidades de la clase obrera.

Hay que construir un movimiento político de masas de la clase obrera, basado en la lucha por el socialismo. Éste ser construido de modo que los trabajadores logremos conquistar el poder político y para distribuir la riqueza que creamos para satisfacer las necesidades humanas, y no las ganancias privadas. Esto incluye la nacionalización de los bancos y el poner bajo el control democrático de los trabajadores las grandes sumas de dinero que ahora son monopolizadas por la banca y especuladores financieros.

Sobre esta base, debemos iniciar un programa multibillonario de obras públicas para recontratar a los millones de empleados públicos y trabajadores de la construcción, y dar trabajo a millones más que se necesitan para reconstruir las ciudades y proporcionar los servicios públicos necesarios para una vida digna y civilizada.

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