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La Masacre de Aurora: Otra vez: evasión en lugar de explicaciones

Por David North
28 Julio 2012

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El domingo 22 de julio, el presidente Barack Obama aterrizaba en Denver, Colorado, para reunirse con los familiares de las víctimas de la masacre del cine de Aurora Después haría una breve declaración pública; entre otras cosas dijo:

"Hoy se habla mucho del supuesto asesino. Pero estén seguros que, cuando él haya sentido toda la fuerza de nuestro sistema de justicia, sólo se recordará a las buenas personas que fueron sus víctimas."

Esta afirmación es, a la vez, irreflexiva y cínica. Hasta ahora se sabe muy poco acerca de James Holmes, el presunto asesino responsable de matar a 12 personas y de herir a muchos más. Es una suerte que este individuo no se suicidara al concluir su mortífero pandemonio. El hecho de que Holmes siga vivo al menos ofrece la posibilidad de que se revelen las causas psicológicas más profundas de este episodio, y otros, de asesinatos múltiples.

Con suerte, los médicos harán un esfuerzo serio para descubrir los procesos neurológicos y psicológicos que llevaron a ese joven a cometer un crimen tan atroz.
Teniendo en cuenta que esta es la tercera matanza de gran magnitud que ocurre en el transcurso de su presidencia, el lector se podría imaginar que Obama también reconoce la trascendencia de dicha investigación. Sin embargo, parece que a este presidente sólo le interesa la venganza; se imagina que las raíces preocupantes detrás de esta última tragedia desaparecerán cuando Holmes sea subyugado con "toda la fuerza de nuestro sistema de justicia."

¿Qué será de las víctimas, y de sus familiares que se sienten atrozmente afligidos? Pronto serán olvidados por la clase política y por los medios de comunicación. ¿Acaso recuerdan los políticos y los medios de comunicación las víctimas de las masacres de Columbine, Virginia Tech o Tucson? Al igual que en el pasado, las familias de los fallecidos y heridos, tendrán que sufrir el dolor y verter lágrimas en soledad. Se desprende de su estructura actual que la sociedad norteamericana no cree que le debe nada a las víctimas, ni siquiera una explicación.

Un examen de los antecedentes psicológicos de este crimen es esencial, pero éste sólo puede proporcionar una parte de la explicación de los asesinatos de Aurora. Holmes es una persona muy enferma; sin embargo el esclarecimiento de este crimen va mucho más allá de la investigación de la psicología del pistolero. La zozobra homicida de Holmes, como la de otros que cometieron asesinatos múltiples, ocurrió en un contexto social particular. Debemos entender tanto la patología del individuo, como la de la sociedad que lo produjo.

Han transcurrido más de13 años desde que la matanza de estudiantes en la escuela secundaria de Columbine sorprendió en los Estados Unidos y en todo el mundo. A esa catástrofe siguieron palabreos sin sentido sobre "la vileza humana" y declaraciones hechas a la ligera de solidaridad con las víctimas y sus familias. Tanto los políticos y los medios de comunicación pronto se olvidaron del acontecimiento. Le siguieron otros desastres. ¿Existe alguien que pueda decir que algo se aprendió de esa tragedia?

Cabe también preguntar: ¿Han sido identificadas y analizadas por lo menos algunas de las causas fundamentales de la matanza de Columbine? ¿Es la sociedad actual más caótica o menos caótica que lo era en 1999? ¿Hay menos injusticia y desigualdad? ¿Son menos tensas las relaciones sociales? ¿Ha sucedido algo durante los últimos 13 años, que haya transformado a la sociedad estadounidense en una sociedad menos violenta y más solidaria? ¿Existe alguna razón para que, hoy en día, los jóvenes estadounidense sean más optimistas sobre su futuro que las generaciones que maduraron hace una o dos décadas?

¿Qué hechos y circunstancias formaron la vida conciente de James Holmes? Nació en diciembre 1987. Tenía sólo 11 años cuando ocurrió la masacre en Columbine. Los acontecimientos del once de septiembre del 2001, que pusieron en marcha la "Guerra contra el Terror", ocurrieron cuando Holmes tenía 13 años. Desde su temprana adolescencia, Holmes crecería en una sociedad cuyos líderes políticos fomentan una forma de paranoia social, un constante estado de "alerta" en pos de "individuos sospechosos" y amenazas desconocidas. Al pueblo se le dice que el peligro acecha por todas partes. La única defensa contra eso amago oculto, una presencia que no se puede borrar, es la violencia que los líderes de este país despliegan sin atenerse a ningunos límites. Cada día, en algún rincón del mundo, Estados Unidos mata a sus "enemigos".

Ese es el ambiente de violencia-un entorno recargado con las presiones sociales de años de crisis económica-que afectó la mente de James Holmes. La característica más curiosa de la delincuencia de Holmes es lo casual de los asesinatos. Entra en un teatro a oscuras, con un armamento bárbaro; y comineza a disparar hacia el público allí sentado, sin conocer a la gente a la que disparaba; apenas podía ver sus caras. Para él sus víctimas sólo eran blancos.

Esta clase de muerte despersonalizada imita el uso-por los EE.UU.-de aviones drones. El gobierno admite que muchas de las víctimas de sus proyectiles han sido asesinados sólo por equivocación. Nada saben esos "técnicos", que controlan esos pájaros metálicos de la muerte a miles de kilómetros de distancia, de aquellos a los que están matando. En su estimación sus actos no son sino la destrucción de representantes despersonalizados de una amenaza abstracta. Esos ataques, personalmente dirigidos por el presidente Obama, obedecen planes cuidadosamente y fríamente calculados.

Los homicidios racionales del estado son la chispa que enciende la irracionalidad social. La vulgarización y la despersonalización de la aglomeración de masacres, todas justificadas por los medios de comunicación, debe tener consecuencias trágicas para la sociedad. Con toda legitimidad se puede decir que una de esas consecuencias es la sangre que ahora llega al río en Aurora.

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