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Gobiernos latinoamericanos se "disculpan" por los crímenes de las dictaduras

Por Bill Van Auken
25 Enero 2012

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Esta semana el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, presentó una disculpa formal en nombre del Estado salvadoreño por la Masacre de El Mozote de 1981, uno de los peores crímenes cometidos durante los 12 años de guerra civil en ese país.

“Aquí se cometieron un sinnúmero de actos de barbarie y violaciones a los derechos humanos," afirmó Funes en un discurso en Meanguera, un municipio del Departamento de Morazán, donde se ubicaba el pueblo de El Mozote. El acto marca el vigésimo aniversario de la firma del tratado de paz entre el gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

La realidad es que sí se conoce el número de víctimas en El Mozote y las áreas cercanas. Las investigaciones forenses descubrieron 966 cadáveres, de los cuales 700 pudieron identificarse, los demás habían sido descuartizados o quemados al punto de quedar irreconocibles. Todas las víctimas eran pobres, no tenían armas y no opusieron resistencia alguna; la mayoría de los muertos eran niños.

Un informe sobre la masacre publicado en 1992 por una “comisión de verdad” patrocinada por las Naciones Unidas indica que: "El 10 de diciembre de 1981, en el caserío El Mozote, departamento de Morazán, fueron apresados por unidades del Batallón Atlacatl, sin resistencia, todos los hombres, mujeres y niños que se encontraban en el lugar. Después de pasar la noche encerrados en las casas, el día siguiente, 11 de diciembre, fueron ejecutados deliberada y sistemáticamente, por grupos. Primero fueron torturados y ejecutados los hombres, luego fueron ejecutadas mujeres y, finalmente, los niños en el mismo lugar donde se encontraban encerrados..."

En otros informes más detallados se habla de mujeres- y también niñas de apenas diez años- que fueron violadas en grupo para luego ser ametralladas o apuñaladas con bayonetas por los soldados, de niños descuartizados con machetes y colgados de los árboles, y de cadáveres amontonados y quemados.

El gobierno de El Salvador no actuaba solo al cometer estos crímenes. El Batallón Alacatl estaba “Fabricado en Estados Unidos”: era una creación asesina del Pentágono. Entre sus líderes había alumnos graduados de la infame Escuela de las Américas del Ejército de los Estados Unidos, que entonces se ubicaba en Panamá; el batallón recibió entrenamiento de las unidades de Fuerzas Especiales estadounidenses en Fort Bragg, en Carolina del Norte, antes de ser desatadas sobre el pueblo salvadoreño. El batallón operaba acompañado de consejeros de las Fuerzas Especiales estadounidenses y, según ciertos informes, éstos estaban presentes durante la masacre que ocurrió en diciembre de 1981.

Lejos de disculparse por la carnicería cometida por el batallón de contrainsurgencia que organizó y entrenó, Washington defendió sus actos, argumentando que los informes sobre la masacre de El Mozote eran poco más que “propaganda comunista”, y que la unidad era un modelo a seguir en el respeto a los derechos humanos.

¿Cuál es el significado de que Funes se disculpe en nombre del Estado por estos crímenes?

Este asunto no se limita a El Salvador. Esta semana en Uruguay, el Ministro del Exterior Luis Almagro anunció que el gobierno del presidente José Mujica presentará unas disculpas formales similares por los crímenes de la dictadura que gobernó el país de 1973 a 1985.

En el caso de Uruguay, se están realizando las disculpas para acata la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en un proceso iniciado por Macarena Gelman- la nieta del poeta argentino Juan Gelman- cuya vida entera fue trastocada por la salvaje represión que sacudió el cono sur de América Latina en los 70.

Las fuerzas de seguridad secuestraron a los padres de Macarena en Argentina en 1976. Su padre Marcelo, el hijo de Juan Gelman, fue torturado y asesinado en un centro de detención clandestino. A su madre, María Claudia García, que entonces estaba embarazada y sólo tenía 19 años, se le envió a Uruguay como parte de la Operación Cóndor, un plan de represión y asesinato elaborado por las dictaduras del cono sur en conjunto con la CIA. Desapareció tras dar a luz a Macarena, que fue entregada a la familia de un policía y sólo descubrió su verdadera identidad el 2000.

Macarena y su abuelo acudieron a las cortes uruguayas para conocer el destino de su madre e identificar al responsable. A cada paso fueron se vieron obstruidos por las llamadas “leyes de impunidad”.

Al acatar con la decisión de la Corte Interamericana, el Gobierno uruguayo afirmó que al disculparse con la familia Gelman, éstos representaban a los miles y miles de uruguayos que fueron asesinados, torturados y forzados al exilio bajo la dictadura.

Hay un denominador común entre las disculpas formales de los Estados de Uruguay y El Salvador. En el primer país, el presidente Mujica es un ex miembro del movimiento guerrillero Tupamaro, que se transformó en un partido político tras el fin de la dictadura. En El Salvador, Funes llegó al poder como el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que sufrió un cambio similar tras la firma de los acuerdos de paz salvadoreños hace 20 años.

De este modo Mujica, el ex Tupamaro, y Funes, el candidato del FMLN, ofrecen disculpas formales por la represión realizada por fuerzas militares que buscaban exterminar estos movimientos guerrilleros.

Ambos gobiernos- que los medios masivos tildan habitualmente de “izquierdistas”- han mantenido las amnistías dictadas por las fuerzas de orden de sus respectivos países, otorgando impunidad a los responsables de masacres, asesinatos, torturas, desapariciones y secuestro de bebés. Se realizaron pactos similares en Argentina, Brasil y en prácticamente toda Latinoamérica en que ocurrió una supuesta transición al gobierno civil.

Tomando en cuenta la protección otorgada a criminales que han podido vivir tranquilamente hasta jubilarse, las disculpas del Estado- presentadas tres y cuatro décadas desde que se cometieron los crímenes- suenan falsas.

Al hacer estas disculpas, por otro lado, ambos hablan como guardianes del aparato estatal que realizó estos crímenes, compuesto de las mismas fuerzas de represión y defensor de los mismos intereses sociales: los de las elites capitalistas salvadoreñas y uruguayas, además de los bancos y corporaciones transnacionales.

En última instancia, estas disculpas constituyen un último intento por enterrar el pasado, pero sólo logran confirmar que las atrocidades cometidas en las décadas de 1970 y 1980 no fueron meramente el accionar de los generales, coroneles, torturadores y asesinos que las ejecutaron. Fueron la respuesta de las clases dominantes de estos países y del imperialismo estadounidense a un desafío revolucionario desde abajo. Dada la reaparición del conflicto revolucionario por el impacto de la crisis global del capitalismo, los mismos Estados que se disculpan hoy volverán a los viejos métodos mañana.

En efecto, en Centroamérica, ya existen indicios de una remilitarización del Estado con un fuerte apoyo de los Estados Unidos y bajo el amparo de la “guerra contra las drogas”. El mismo Funes nombró un general retirado como ministro de Seguridad Pública, y quitó a ex comandantes del FMLN de sus puestos en las fuerzas de seguridad, en apariencia para satisfacer las condiciones impuestas por Washington para la entrega de ayuda bajo una nueva Iniciativa de Seguridad Regional de América Central.

En Guatemala, el general en retiro Otto Pérez Molina, acusado de crímenes de guerra cometidos durante la represión genocida desatada en el país en la década de 1980, asumió recientemente la presidencia, prometiendo gobernar con “mano dura” e incorporando varios veteranos de la guerra sucia a su gobierno.

Y el mes pasado en Honduras, el presidente Porfirio Lobo presentó una enmienda constitucional que permitiría que las fuerzas armadas patrullen las calles hondureñas.

El que los responsables de las atrocidades del pasado rindan cuentas, y el evitar que éstas se repitan, es en última instancia la tarea de la clase trabajadora de América Latina, que debe luchar conjuntamente con los trabajadores de Estados Unidos y del mundo para poner fin al sistema capitalista que da origen a estos crímenes.

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