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El 2012 inicia con una creciente amenaza de Guerra en el Golfo
Pérsico
Por Peter Symonds
12 Enero 2012
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El año comienza con la amenaza inminente de una nueva
guerra estadounidense, esta vez contra Irán. En un fuerte
intercambio de palabras, los EE.UU. ayer dejó de lado una
advertencia iraní de que el portaviones estadounidense
USS John C. Stennis no regresará al Golfo Pérsico
ya que constituía una amenaza a Irán.
Los EE.UU. y la Unión Europea han incrementado tensiones
deliberadamente en el Golfo con adicionales sanciones económicas
que podrían mutilar la ya debilitada economía iraní.
El sábado, el presidente Obama firmó como ley el
Acta de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, siglas
en inglés) la cual incluye una medida para penalizar compañías
extranjeras que hagan negocios con el Banco Central de Irán
y de esta manera potencialmente bloquear las exportaciones de
petróleo iraníes. A finales de este mes, la Unión
Europea considerará un embargo a las importaciones de petróleo
iraní por sus estados miembros.
El impacto en la economía iraní ha sido inmediato.
El rial cayó 11 por ciento contra las monedas extranjeras
el lunes, obligando a intervenir al Banco Central. La moneda ha
caído casi 35 por ciento desde septiembre, estableciendo
la alta tasa inflacionaria del país. Ventas de petróleo
y gas representan el 80 por ciento de las ganancias de exportaciones
de la divisa fuerte de Irán.
Teherán ha respondido a la guerra económica de
Washington amenazando con cerrar el Estrecho de Hormuz sis se
implementan restricciones a sus exportaciones de petróleo.
La marina estadounidense ha advertido que "no tolerará"
cualquier restricción al acceso al Golfo. Los medios internacionales
y estadounidenses han aprovechado los ejercicios navales iraníes
y los ejercicios de prueba de nuevos misiles para demonizar a
Irán, denunciando la "agresión" iraní
y pregonar los peligros de un "Irán nuclear".
Una vez más una administración estadounidense
está usando afirmaciones sin fundamento sobre armas nucleares
para generar pánico público y crear el clima político
para una peligrosa aventura militar. Los recientes comentarios
del Secretario de Defensa Leon Panetta, quién declaró
que Irán podría obtener un arma nuclear dentro de
un año y que advirtió que los EE.UU. "tomarían
cualquier medida necesaria para lidiar con ello", hacen eco
de la retórica beligerante del Presidente George W. Bush
y el Vicepresidente Dick Cheney en el 2002 mientras se preparaban
para invadir Irak.
En un año de elecciones presidenciales, Obama está
bajo presión de sus potenciales rivales republicanos para
adoptar una postura incluso más belicosa hacia Irán.
El domingo pasado el candidato presidencial Rick Santorum declaró
que él "degradaría" las instalaciones
nucleares iraníes a través de ataques aéreos
a menos que Teherán se ponga de acuerdo para desmantelarlas.
La Casa Blanca también está siendo presionada por
Israel para que tome acción contra Irán.
Irán ha sido central a las calculaciones de la administración
Obama en el Oriente Medio el año pasado. Habiendo sido
tomado por sorpresa por los levantamientos en Túnez y Egipto,
los EE.UU. y sus aliados europeos se aprovecharon de las protestas
anti-gubernamentales en Libia para intervenir militarmente con
una campaña de bombardeo criminal para derrocar a Gadafi
e instalar un régimen clientelista en Trípoli. Ahora
métodos similares están siendo usados contra el
aliado regional de Irán: el régimen sirio del Presidente
Bashar al-Assad.
Esfuerzos estadounidenses para aislar y minar a Assad han recibido
asistencia considerable de Turquía, el cual se está
aprovechando de la llamada Primavera Árabe para expandir
sus propias ambiciones como un poder regional. En meses recientes,
el gobierno turco, sin lugar a dudas apoyado por Washington, se
ha retractado de desarrollar lazos con Irán para convertirse
en un patrocinador de los grupos oposicionistas a Assad.
Habiendo fracasado en asegurar la continua presencia de tropas
estadounidenses en Irak, Washington está también
fomentando intrigas con partidos de base sunitas en contra del
gobierno iraquí del Primer Ministro Nouri al-Maliki, de
quién se considera que está demasiado alineado con
Teherán. Los EE.UU. se está aprovechando de las
actuales y amargas disputas sectarias en Bagdad ya sea para poner
a Maliki en línea o para modelar un régimen más
de acorde a los intereses estadounidenses.
Un documento del 20 de diciembre de Anthony Cordesman, analista
del Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos,
y otros dan voz a un amplio sentimiento que hay en Washington
de que "a menos de que los EE.UU. actúen de una manera
mucho más decisiva, Irán resultará ser el
ganador de facto de la invasión estadounidense de Irak".
Concluyó con: "Mucho depende de lo que EE.UU. haga
afuera de Irak para detener y contener a Irán".
La administración Obama ya ha tomado los pasos para
consolidar su presencia militar en Kuwait y otros estados del
Golfo, incluyendo Bahréin, la sede de la quinta flota de
la marina estadounidense. Con el estímulo de Washington,
la reciente cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo
en Riad aprobó la creación de una "unión"
formal que involucre cooperación de seguridad contra amenazas
externas, implícitamente Irán.
El jueves pasado, la Casa Blanca remarcó una venta de
armas valorizada en $30 mil millones a Arabia Saudita, un aliado
estadounidense y el viejo rival de Irán por la influencia
regional en el Golfo. Al siguiente día, los EE.UU. anunció
un acuerdo por $3.5 mil millones para vender sofisticados sistemas
de defensa de misiles a los Emiratos Árabes Unidos. El
Noviembre pasado, la administración Obama propuso otro
acuerdo de armas a los EAU que incluía bombas anti bunkers,
el claro objetivo son las instalaciones militares y nucleares
subterráneas de Irán.
Las preparaciones estadounidenses para una guerra contra Irán
no están dirigidas para detener el supuesto programa de
armas nucleares del país, sino para expandir la hegemonía
de Washington en las regiones estratégicas y petroleras
del Oriente Medio y Asia Central. Los EE.UU. no ha abandonado
el objetivo que condujo a las invasiones de Afganistán
e Irak: ejercer control en los suministros de petróleo
y gas de sus rivales europeos y asiáticos.
Uno de los principales objetivos de la administración
Obama al unirse al bombardeo de la OTÁN en Libia era el
de minar la creciente influencia de China en el Oriente Medio
y África. La guerra contra Libia puso miles de millones
de dólares de proyectos chinos en peligro. Un embargo petrolero
o un conflicto militar con Irán tendrían consecuencias
económicas mucho más grandes para China. Irán
es la fuente de 11 por ciento de las importaciones petroleras
de China y el destino de largas inversiones chinas en los sectores
de construcción y energía.
Apenas en noviembre pasado los EE.UU. y Australia anunciaron
un nuevo acuerdo para estacionar tropas estadounidenses en el
norte del país último y así expandir las
operaciones militares y de inteligencia estadounidenses en una
movida claramente dirigida contra China.
Al levantar irresponsablemente la temperatura política
en el Golfo Pérsico, la administración Obama ha
subido el peligro de un descenso hacia un conflicto militar que
amenace con engolfar a la región y esparcirse internacionalmente.
La única fuerza que puede prevenir tal catástrofe
es la clase trabajadora internacional. Esta debe ser movilizada
contra la guerra imperialista y la raíz de su causa, el
sistema capitalista y su obsoleta división del mundo en
estados naciones competitivas sobre la base del programa de la
revolución socialista mundial.
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