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El infierno en la prisión de Honduras: Un crimen del
capitalismo
Por Bill Van Auken
25 Febrero 2012
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el autor
El número oficial de víctimas en el horrible
incendio que ardió en la prisión de Comayagua en
el centro de Honduras el 14 de Febrero se elevó a 356 el
viernes, después del anuncio que otro paciente hospitalizado
sucumbió a quemaduras de tercer grado.
Mientras más información surge de esta inmensa
tragedia, más claro es que aquellos que murieron fueron
víctimas de una masacre organizada por el estado, tal cual
si hubieran sido acribillados por escuadrones de la muerte militares
que jugaron un rol tan sangriento en la historia reciente de Honduras.
El jueves, salieron a la luz reportes de que el fuegoprimero
atribuido a un corto circuito eléctrico y después
al cigarro de un prisionero encendiendo un colchónfue
iniciado intencionalmente por guardias como medio de encubrir
una conspiración que involucraba a un grupo de prisioneros
en mejores condiciones quienes habían pagado a los guardianes
para escaparse de la prisión. Se ha informado que las autoridades
hondureñas están investigando las cuentas bancarias
de los oficiales asignados a la instalación.
Prisioneros que sobrevivieron han declarado que fueron disparados
mientras trataron de escapar de las llamas y han hecho un llamado
a aquellos responsables del sombrío trabajo forense de
identificar a las víctimas buscando si los cadáveres
tenían heridas de bala.
Los bomberos que respondieron al incendio también atestiguaron
del tiroteo. Aunque llegaron en menos de 10 minutos, la llamada
en sí no fue hecha hasta después de 20 minutos de
que el incendio empezase, y tiempo adicional se perdió
debido a que no pudieron entrar por miedo a ser disparados. Cuando
pudieron combatir el incendio, era demasiado tarde para salvar
a alguien.
Los prisioneros y sus familias denunciaron a los guardias por
no abrir las puertas de las celdas, dejando que los presos mueran
quemados tras las rejas. Incluso si hubiesen actuado responsablemente,
tan sólo había dos guardias dentro del terreno de
la prisión para organizar el rescate de 852 prisioneros.
Las autoridades reconocieron que no existían planes para
la evacuación de la instalación en el caso de una
emergencia.
El gobierno de Honduras ha reconocido que casi el 60 por ciento
de aquellos encarcelados en Comayagua no habían sido condenados
por algún crimen, sino estaban esperando juicio o habían
sido encarcelados como miembros sospechosos de alguna pandilla
bajo leyes draconianas que permiten a la policía detener
a individuos por no poseer más evidencia que tener un sólo
tatuaje.
Si hubo alguna vez un desastre anunciado, la tragedia de la
prisión de Comayagua lo fue. En el 2004, un incendio similar
mató a 107 reos en la prisión de San Pedro Sula,
la segunda ciudad más grande de Honduras, y el año
anterior, 66 prisioneros y 3 visitantes mujeres murieron en una
masacre en la cárcel de El Porvenir cerca a la ciudad costera
caribeña de La Ceiba.
Tan recientemente como el 2010, la Comisión Inter-Americana
en Derechos Humanos emitió un reporte denunciando las abismales
condiciones de las cárceles hondureñas y exigiendo
que el gobierno tome acción inmediata para hacerles frente.
Desde entonces, el gobierno hondureño tan sólo ha
permitido que las condiciones empeoren imponiendo un programa
de austeridad tras otro, recortando los salarios y las condiciones
sociales para incrementar las ganancias de la docena de familias
que gobiernan el país, los bancos internacionales y las
corporaciones trasnacionales que explotan la mano de obra barata
en los talleres de montaje hondureños o maquiladoras.
Las condiciones en las prisiones son un barómetro preciso
de las prevalecientes condiciones sociales en cualquier país.
En Honduras, ellas reflejan una sociedad que está entre
las más desiguales en el mundo. El segundo país
más pobre en el Hemisferio Occidental después de
Haití, gobernado por una estrecha oligarquía de
latifundistas, industrialistas y financieros, mientras el 60 por
ciento de la población subsiste en la pobreza y el 30 por
ciento está desempleado.
La respuesta de los medios internacionales a esta atrocidad
inevitablemente ha incluido referencias a la tasa de homicidios
en Honduras, la peor en el mundo con 82.1 por 100.000 comparándolo
con un 6.9 promedio globalmente, y al tráfico de drogas.
No obstante, lo que pasa prácticamente sin mención
alguna es la larga y sangrienta historia de la violencia estatal
en Honduras, la cual está íntimamente atada a su
opresión de más de un siglo por el imperialismo
estadounidense.
Invadida siete veces por infantes de marina estadounidenses
durante las tres primeras décadas del siglo XX, en los
ochenta Honduras fue el escenario de desenfrenadas masacres estatales,
tortura y represión, cuando el país sirvió
como la base de operaciones de la CIA para la guerra de los "contras"
en Nicaragua. Permanece siendo la locación de la instalación
militar estadounidense más grande en Latino América,
la base aérea Soto Cano, la cual esta semana suministró
a las autoridades hondureñas con 400 bolsas para cadáveres
para los muertos de Comayagua.
Las corruptas y reaccionarias instituciones del país
y la clase dirigente han sido formadas por una larga serie de
golpes militares respaldados por EE.UU., el último de los
cuales tomó lugar tan sólo dos años y medio
atrás con el respaldo indispensable de la administración
Obama.
El actual presidente hondureño, Porfirio Lobo, se las
ha arreglado para legitimar el trabajo sangriento del golpe en
Junio 2009, mientras aseguraba total impunidad a todos los lideres.
El ex presidente derrocado Manuel Zelaya, quien fue sacado del
palacio presidencial en pijamas por las mismas tropas hondureñas,
ha hecho la paz con el actual gobierno. Un terrateniente rico
que se gano el odio de su propia clase por su retorica populista,
su alianza de conveniencia con Hugo Chávez de Venezuela
y un minimo aumento salarial, en mayo pasado Zelaya firmo un acuerdo
con Lobo, donde legitima al gobierno y sus virtudes democráticas.
Para las masas del pueblo trabajador hondureño, no obstante,
el desprecio criminal mostrado por las vidas de los prisioneros
en Comayagua es un indicador preciso del verdadero carácter
de esta denominada democracia, en los cuales los periodistas,
sindicalistas, activistas de derechos humanos, trabajadores, campesinos
y otros continúan muriendo en las manos de escuadrones
de la muerte.
La intensa indignación popular por la atrocidad en Honduras
tiene profundas raíces en la determinación de los
trabajadores hondureños a resistir. La masacre en Comayagua
sólo demuestras una vez más que es imposible asegurar
condiciones de vida, derechos democráticos y libertad de
la dominación imperialista fuera de la movilización
independiente de la clase trabajadora en Honduras y por toda América
en la lucha para poner un fin a la opresión de clase y
construir una sociedad socialista.
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