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La masacre de los mineros en Sudáfrica
Por Bill Van Auken
25 Agosto 2012
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el autor
La masacre de los mineros de platino den huelga en Sudáfrica
el jueves ha desnudado el irreconciliable conflicto entre la clase
trabajadora por un lado y el gobierno del Congreso Nacional Africano
(CNA) y sus aliados sindicales por el otro.
Los funcionarios han cifrado como 34 el número de víctimas
en la barbárica masacre policíaca. No obstante,
otras fuentes, sugieren que la verdadera cifra podría llegar
a los 50. Decenas más han sido heridos-algunos de ellos
críticamente-por las balas de las armas automáticas
desatadas contra los mineros, quienes sólo cargaban machetes
y palos. La policía ha arrestado a 259 mineros. Las familias
continúan buscando padres, hermanos e hijos perdidos en
los hospitales, las morgues y las jefaturas de policía.
La escena de una falange de policías disparando con rifles
de asalto a una masa de trabajadores casi indefensa, avanzando
por medio de un campo empolvado lleno de cadáveres ensangrentados
y heridos en agonía, ha conmovido la consciencia de Sudáfrica
y causado recuerdos la terrible represión llevada a cabo
en masacres similares en Sharpeville en 1960 y Soweto en 1976
bajo el dominio del apartheid.
La diferencia más evidente es que esta vez la matanza ha
sido organizada no por un régimen de minoría blanca
que devengó en un paria internacional, sino por un gobierno
controlado por su otrora antagonista, el Congreso Nacional Africano,
el cual ha gobernado al país por 18 años y proclamado
a su gobierno como la realización de la lucha por la liberación
y el guardián de la igualdad.
La realidad es que, aunque el apartheid racial establecido por
la ley ha sido abolido, la desigualdad económica ha empeorado
mucho más desde la que había bajo el dominio de
la minoría blanca. El abismo que separa a la adinerada
clase gobernante de Sudáfrica-cuyas filas ahora incluyen
multimillonarios ex funcionarios negros del CNA, líderes
sindicales y hombres de negocios con conexiones políticas-y
las masas de trabajadores y pobres es más amplia que en
cualquier otra parte del mundo, con la única excepción
de Namibia.
El periódico Sowetan observó precisamente en un
editorial en su portada del viernes que la masacre "nos ha
despertado a la realidad de la bomba de tiempo que ha parado de
hacer tic tac... ¡ha explotado!".
Después de considerar todos los aspectos, esta explosión
ha sido desatada por la crisis mundial del capitalismo, cuyo impacto
en la economía sudafricana y el sector minero en particular
ha llevado al brote de la lucha de clases en este país,
al igual que en el Oriente Medio, Europa y a través del
mundo.
Los analistas políticos han intentado reducir los sangrientos
eventos a una pelea entre el Sindicato Nacional de Trabajadores
Mineros (SNTM)-el sindicato de 300,000 miembros, corazón
de la federación del Congreso de Sindicatos Sudafricanos
(CSS), el cual, a su vez, tiene una alianza política con
el CNA-y un sindicato independiente más militante: el Sindicato
de la Asociación de Trabajadores Mineros y de Construcción
(SATMC).
El SATMC ha crecido debido a la cada vez mayor ira de los mineros
contra la corrupción y el enriquecimiento de la burocracia
del SNTM, personificados por la figura de Cyril Ramaphosa, ex
presidente del SNTM, quién se ha convertido en uno de los
millonarios más adinerados de Sudáfrica con su considerable
participación personal en el sector minero y un escaño
en la junta directiva de la corporación londinense Lonmin,
propietaria de la mina donde la masacre tuvo lugar. Obtuvo su
fortuna prestando sus servicios para subordinar los intereses
de los mineros a las exigencias del gobierno y las compañías
mineras multinacionales a las que sirve.
Informes acerca del lugar donde sucedió la masacre, sin
embargo, indican que el advenedizo sindicato fue incapaz de contener
la militancia de los huelguistas.
Los que abandonaron la mina de platino de Lonmin hace una semana
se encuentran entre los trabajadores más explotados del
planeta: operadores de perforación de rocas que trabajan
profundamente bajo tierra en condiciones peligrosas e increíblemente
duras por apenas $500 al mes. Muchos son trabajadores inmigrantes
de países tales como Mozambique y Swaziland, y envían
la mayor parte de lo que ganan a sus hogares para mantener a sus
extensas familias que viven en chozas sin electricidad o agua
potable.
Los 3,000 mineros que se reunieron en una colina que da vista
a la mina Marikana de Lonmin primero ahuyentaron al presidente
del SNTM, quién intentó dirigirse hacia ellos desde
un carro blindado de la policía, sólo para después
rechazar un llamado del presidente de la SATMC a que se dispersaran,
gritando de que morirían antes de retornar al trabajo con
las mismas condiciones existentes.
La policía fue enviada precisamente con la misión
de acribillar a estos trabajadores. Los oficiales policíacos
se refirieron a su misión como "Día D",
jurando usar la "máxima fuerza". Como el reportero
del diario de Johanesburgo Star, Poloko Tau, escribió el
viernes: "Fue un ataque bien planeado que convirtió
a una manifestación en una zona mortal".
Después de dispersar al gentío con bombas lacrimógenas
y granadas de estruendosas y perseguir a los mineros a caballo
y en carros blindados, una sección de los trabajadores
fue puesta en una línea frente a los policías concón
armas automáticas y munición real. Este derramamiento
de sangre tiene como objetivo reprimir la creciente militancia
de los trabajadores y defender el control en decadencia de los
sindicatos que defienden al gobierno.
Los líderes de estos sindicatos, junto con su otra organización
compañera en la alianza tripartita con el CNA, el estalinista
Partido Comunista Sudafricano, han jugado el papel más
despreciable de todos. Han defendido a los policías asesinos
y exigido que los mineros huelguistas-y a quienes han llamado
"criminales"-sean reprimidos y que sus "cabecillas"
también sean arrestados y castigados.
El derramamiento de sangre en Marikana significa un punto de inflexión
en la historia de Sudáfrica. No es para nada un evento
aislado, sino parte de una creciente erupción de luchas
de los trabajadores y oprimidos sudafricanos, quienes hoy se enfrentan
a una tasa de desempleo oficial en el 25 por ciento y condiciones
de vida en pueblos empobrecidos que poco han cambiado de la miseria
que existía bajo el apartheid.
El asesinato de los mineros sudafricanos, calculado por el estado,
debe ser considerarse como una advertencia a la clase trabajadora
internacional. Es indicativo de los métodos que serán
usados cada vez más como reacción a la creciente
oposición de la clase trabajadora a las drásticas
medidas de austeridad y ataques a los derechos de los trabajadores
en todos los países. Nadie que conozca la historia de la
lucha de los trabajadores en los EE.UU. puede dudar que la reacción
de la clase gobernante estadounidense a la enorme oposición
social será diferente a la de su contraparte sudafricana.
Los desarrollos en Sudáfrica han presentado la confirmación
más cruda de la Teoría de la Revolución Permanente
de León Trotsky, el cual estableció que en los países
oprimidos, los movimientos nacionalistas burgueses, atados al
capitalismo y temerosos de la clase trabajadora, son orgánicamente
incapaces de llevar a cabo la lucha por la democracia y la liberación
en contra del dominio imperialista, mucho menos satisfacer las
aspiraciones sociales de las masas trabajadoras y oprimidas.
Estas tareas son la responsabilidad de la clase trabajadora, la
cual debe movilizarse detrás de todos los estratos sociales
oprimidos. Para realizarlas, es necesario separarse políticamente
del CNA y su maquinaria sindical y establecer un nuevo liderazgo
independiente basado en una perspectiva socialista e internacionalista.
Esto significa luchar por un gobierno obrero que nacionalice las
minas y otros sectores claves de la economía y llevar a
cabo una redistribución radical de la riqueza, mientras
al mismo tiempo se busque la extensión de la revolución
por todo el continente africano y más allá de sus
fronteras. La lucha por esta perspectiva requiere el; establecimiento
de una sección sudafricana del Comité Internacional
de la Cuarta Internacional.
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