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Tres trabajadores asesinados en protestas mineras en Perú

Por Armando Cruz y Luis Arce
5 Abril 2012

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El 15 de marzo, tres trabajadores fueron abaleados cuando miles tomaron las calles de Puerto Maldonado, la capital de la provincia selvática de Madre de Dios en el extremo sureste del Perú.

La protesta fue dirigida contra cuatro decretos emitidos en febrero por el gobierno del presidente Ollanta Humala penalizando a cualquiera que esté involucrado en la "minería informal", esto es, la extracción y comercialización de recursos minerales sin contar con registros fiscales o estudios ecológicos. Las nuevas leyes impondrían condenas hasta de 12 años en prisión para quienquiera que financie o participe de tales actividades.

Las protestas, que involucraron aproximadamente 15.000 trabajadores, fueron organizadas por la Federación Minera de Madre de Dios (Federación Minera de Madre de Dios - FEDEMIN) después que fracasaran las negociaciones con el gobierno.

Mineros informales de otras regiones distantes del país—Piura y La Libertad en el norte y Puno en el sur extremo—también se unieron a la lucha contra los decretos, marchando a través de las calles y bloqueando las carreteras principales.

Pero las protestas del 15 de marzo en Madre de Dios tuvieron un carácter mucho más confrontacional. A las 2 a.m. los manifestantes ya estaban bloqueando un mercado y tirando bombas molotov a los policías, quienes respondieron con bombas lacrimógenas y disparos al aire. Horas después, más trabajadores estaban tratando de bloquear el Puente Continental, el aeropuerto y el Mercado Modelo.

Entonces, cuando los trabajadores bloqueaban la avenida Fitzcarrald los policías abrieron fuego y mataron a tres personas: Carlos Lanci Yumbato, 40, un minero informal; Julio Ticona Medina, 38, un trabajador que no estaba tomando parte de las protestas; y Francisco Areque Jipa, 35, un indígena peruano de la comunidad Amarakaeri José de Karene. La esposa de Areque alegó que él fue asesinado por policías desde un carro patrulla que estaba "disparando a matar".

Al final del día hubo 62 manifestantes detenidos y 35 heridos, incluyendo un niño de nueve años.

También se realizaron protestas por federaciones mineras en las regiones de Arequipa y Apurímac. Prácticamente desde el 15 de marzo se informaba a diario de mineros informales bloqueando carreteras y enfrentándose a la policía. El gobierno del presidente Humala está enfrentando más de 200 conflictos mineros en todos los rincones del país, la mayoría de los cuales tienen que ver con la minería y el medio ambiente.

Dado los considerables recursos mineros del Perú—el cuarto exportador de minerales más grande del mundo—la extracción y el comercio de minerales se ha vuelto un principal medio de sobrevivencia para miles de empobrecidos trabajadores y sus familias. Se reporta que más de 50.000 trabajadores están involucrados en estas actividades y más de 60.000 miembros familiares.

El ingreso promedio para un minero informal es US$200 al mes, más que el sueldo mínimo pagado a los trabajadores en la capital de Lima (US$117). En Madre de Dios, una de las regiones con menor densidad de población, el descubrimiento de oro generó una masiva migración de trabajadores provenientes de las áreas más empobrecidas del país.

"La minería informal da trabajo a muchas personas, vendedores y comerciantes en gran y pequeña escala... La minería pequeña y artesanal representa casi el 80 por ciento de la economía en Madre de Dios", dijo Miguel Herrera, uno de los manifestantes, quién también aseguró que los nuevos decretos van a dejar a miles de familias sin recursos económicos.

Los mineros pequeños son totalmente conscientes de que los nuevos decretos beneficiarán a las trasnacionales mineras—las cuales han jugado un papel importante en la explotación de los recursos del Perú por décadas—ya que fácilmente comprarán las tierras subdesarrolladas que una vez fueron explotadas por lo mineros pequeños.

La pretensión de los políticos y los medios de que los decretos van a detener desastres ecológicos e incrementar los ingresos gubernamentales al fiscalizar la producción de los pequeños mineros es una mentira.

Uno sólo necesita ver a la ciudad de La Oroya, tan sólo 176 km de Lima, para notar como las trasnacionales disfrutan completa inmunidad por realizar los mismos delitos de las que los pequeños mineros son acusados.

Comprada en 1996 por la Corporación Doe Run, la fundición en la ciudad de La Oroya ha contaminado tanto el aire que un documental de la CNN en 2008 reveló que el 99 por ciento de los niños de la ciudad sufría de intoxicación por el plomo.

Grandes operaciones gestionadas por empresas extranjeras, como una refinería de oro cerca a la ciudad de Nazca y de propietarios rusos, dependen de los mineros informales como sus suministradores principales.

La fundición en La Oroya de Doe Run Peru S.R. LTDA (hoy desligada de la matrix Doe Run Resources Corporation en San Luis, EE.UU., la cual había incumplido todos los acuerdos firmados con el gobierno de limpiar la contaminación ambiental producida por la planta de fundicion de La Oroya) asimismo dependía de los minerales extraídos por cientos de mineros informales. En un momento de la década pasada, Doe Run Perú paró las operaciones mientras que al mismo tiempo debía $300 millones a estos mineros.

Además se tiene la infame mina de oro de Yanacocha en Cajamarca. Administrada por la peruana Buenaventura y el gigante estadounidense Newmont, la mina es conocida por su contaminación de ríos y lagos y la intimidación de los residentes locales. La población está tan consciente de sus mentiras y evasión de obligaciones que rechazaron el proyecto de inversión de US$5 mil millones de Conga, a pesar de las promesas hechas de que será ejecutada en acuerdo con estudios medioambientales. (Ver: "Miles marchan en Perú contra proyecto minero respaldado por EE.UU.)

Después de la sangrienta represión en Madre de Dios, Luis Otsuka, el presidente de FEDEMIN, anunció una "tregua" durante la cual habrá otra ronda de negociaciones. "Si entramos en una verdadera formalización (de los mineros) y un verdadero entendimiento, nosotros definitivamente suspenderemos la huelga", declaró.

Mientras los negociadores del gobierno están tratando de separar minería "informal" de "ilegal"—estos últimos, operando dentro de territorio declarado reservas naturales—y están buscando un acuerdo en el cual ofrecerían a los mineros informales un año para regular su situación, el problema de informalidad tiene raíces históricas profundas.

El gobierno central nunca mostró mucha atención a lugares remotos como las regiones andinas o amazónicas. Desde su independencia de España en 1821 hasta la mitad del Siglo XX, los grandes terratenientes fueron quienes dictaron la ley en estas áreas.

El trabajo infantil es común en la minería informal debido a que muchas de las familias involucradas en ella son de origen campesino en donde el trabajo comunal es la norma. Con el paso del tiempo, la tenencia promedio de la tierra de una familia campesina se ha reducido a menos de 5 hectáreas, lo cual por décadas ha obligado migraciones a la ciudad y ahora a las operaciones mineras ilegales en la selva.

Hoy, las brutales condiciones de explotación en Madre de Dios, incluyendo el trabajo y la prostitución infantil, se parecen a aquellas de la "bonanza" del caucho a comienzos del Siglo XX, el cual atrajo a miles de extranjeros a la región del noreste peruano, centrado en la ciudad de Iquitos en las costas del Río Amazonas.

Los despiadados barones del caucho establecieron "campos de esclavos" para asegurar que los trabajadores, que eran brutalmente azotados para incrementar la producción, no escaparan.

La situación en Madre de Dios es en muchas maneras incluso peor. Bajo la previa presidencia de Alan García, la mayoría de la selva fue dividida en concesiones permitiendo a compañías extranjeras explorar por petróleo y explotar recursos madereros y reservas de oro.

Humala, que previamente había posado como un nacionalista de izquierda, ha dejado en claro que él se pondrá de lado con las corporaciones mineras en sus intentos para superar a la resistencia a sus actividades.

Las ganancias mineras en el Perú alcanzaron los US$4 mil millones, 70 por ciento perteneciendo a cinco compañías multinacionales. Con la minería informal alcanzando el 15 por ciento de la minería aurífera, está claro que detrás del impulso para regular las minas en Madre de Dios y otras partes del Perú se encuentra la avaricia insaciable del capitalismo internacional.

Así de simple, una vez "formalizados", los mineros informales no tendrán los recursos para competir con el capital internacional, como la corporación minera Newmont de Colorado (el principal accionista de Yanacocha, la segunda mina de oro más grande del mundo); o compañías como Doe Run Corporation, el más grande productor de plomo integrado en los EE.UU.(que explotara una de las fundiciones más contaminadas del mundo en La Oroya); o Southern Copper Corporation, consorcio mexicano que administra los inmensos complejos mineros de Cuajone y Toquepala.

Añadido a este problema está la influencia de políticos corruptos conectados al gobierno que se benefician de la minera informal. En un reporte del diario El Comercio que se basaba en grabaciones de audio y video, se revelaba que el congresista Eulogio Amado Romero, del partido Gana Perú del presidente Humala, controla 6.700 hectáreas y recibe pagos de US$300,000 por parte de operaciones de minería ilegal en Madre de Dios.

La familia de Cecilio Baca, la cual llegó a Madre de Dios en los años 70, controla 7.500 hectáreas y tiene 17 concesiones por extracción de oro. La familia gasta enormes cantidades en transporte y maquinaria pesada, mantiene relaciones de negocios con amplios sectores de la economía "legal". Se ha diversificado en varios negocios, como hoteles, estaciones de gas, transporte y compra de minerales. El gobierno está investigando los negocios familiares por actividades de lavado de dinero.

Mientras la presidencia de Humala continúa virando hacia la derecha, está usando a los medios de comunicación para publicitar planes de inversión extranjera por más de US$10 mil millones en los próximos dos años. Por supuesto, la gran parte de este dinero fluirá a los inversionistas extranjeros y a la burguesía peruana. La implementación de estos plantes depende de la habilidad del Presidente de aplastar la creciente protesta social en el país.

El impresionante crecimiento anual en los años recientes ha convertido al país en un polo de atracción para las inversiones extranjeras. El Perú es visto como un productor de materias primas que alimenta el enorme crecimiento de Asia, en particular China.

Los sectores de construcción y bancario están experimentando un boom. Se ha reportado que las ganancias bancarias están a la orden del 14 por ciento y cada semana se anuncia un nuevo megaproyecto en construcción: centros comerciales, cines y cadenas de restaurantes, parques industriales, etc.

Pero este crecimiento, el cual ha incrementado el salario promedio del trabajador peruano (usualmente a través de planes de participación de beneficios), también ha creado una situación caótica e insostenible.

La mayoría de los trabajadores no tienen seguro médico y son empleados por "terceros", lo que significa que no tienen protección de empleo o beneficios. Estos contratistas también emplean a jóvenes con grados universitarios y pagan menos de US$300 al mes.

Debido a que el crecimiento chino se está desacelerando y temores de una creciente inestabilidad política en el gigante asiático, tarde o temprano este completo esquema colapsará. El problema de la informalidad, la prevalencia de minifundios antieconómicos entre el campesinado y la creciente deuda de consumo entre la población urbana, llevará a un explosivo desorden social.

No hay ninguna oposición real al gobierno de Humala. Ninguno de los líderes de los manifestantes, desde la federación minera, los gobiernos regionales o la izquierda pequeño burguesa que apoyó a Humala, tiene algo que ofrecer. Todos hacen un llamado a Humala para que regrese a su original—y fraudulento—programa de "inclusión social".

La economía peruana es una parte integral de la crisis capitalista mundial. Su caótico y desigual crecimiento llevará a una explosión social, una confrontación entre la clase trabajadora y la burguesía peruana y sus socios extranjeros. Para resolver este problema la clase trabajadora peruana necesita tomar el destino con sus propias manos, adoptar un programa socialista y construir su propio partido revolucionario como una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

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