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Shakespeare El Mercader de Venecia:

un mundo consumido por la compraventa y el comercio

Por Richard Adams y Ramón Valle
27 Abril 2012

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La nueva producción teatral del 'Mercader de Venecia' de Shakespeare que está tomando lugar este mes en el Teatro Banshee de Burbank, California (parte del área metropolitana de Los Ángeles) vibra y refresca. Esta tragicomedia festeja la complicada humanidad del dramaturgo a mediados de su carrera (escrita c. 1596-1598).

La compañía, bajo la dirección hábil de Sean Branney, pone de manifiesto la juventud y el humor del guión de manera que, sin hacer uso de trucos coreográficos (e.g., situar dramas isabelinos en la Inglaterra victoriana, en el Manhattan de 1950, o en la Las Vegas de hoy, etc. ), logra darle a la obra un toque muy contemporáneo.

Porcia y Bassanio, los amantes en torno a los que gira esta obra, son jóvenes un poco imprudente y juguetones. Sin embargo están plenamente conscientes de su incipiente condición adulta. Alrededor de ellos existe una maraña de prejuicios y desagradables intrigas. Como todos sabemos, esta obra de Shakespeare es atractiva y provocativa, pero ¿quién diría que también podía ser tan divertida?

Una de las primeras preguntas que una compañía de teatro se plantea a sí misma es: ¿Cuál es el problema dramático que impulsa al relato? Con muchas obras de teatro, la respuesta es obvia, a menudo demasiado obvia. No ocurre así con El Mercader de Venecia.

A pesar de la presencia emblemática de Shylock, el usurero judío, a menudo el único personaje que el público recuerda y que atrae a todo gran actor, la obra no se llama "El Prestamista de Venecia." Sabemos desde la primera edición impresa de la obra que el "mercader" del título es Antonio, un peso pesado de la importación y exportación. A manera de confirmación de que esta obra de Shakespeare, escrita en los años finales del siglo XVI, tiene sus raíces en un mundo de la compraventa y explora las líneas de fractura en una comunidad abocada al comercio, también juegan papeles importantes el comerciante Bassanio, favorito de Antonio y amado por él, junto con todo un grupo de otros socios comerciales

La obra concierne cuestiones que estaban muy en boga en esa época en Londres. La clase de los comerciantes acumulaba poder e influencia, lo que alimentaba su resistencia a la autoridad real a la vez que reforzaba su descontento contra un creciente movimiento puritano. En pocas décadas estos procesos sociales y económicos resultarían en una revolución contra el orden aristocrático. Shakespeare encuentra en el bullicioso puerto de Venecia un espejo de su propia ciudad y de su sociedad; dedica especial atención a las hipocresías de esa clase mercantil a medida que ésta se hacía más poderosa.

Casi todo lo que pasa en esta obra teatral tiene que ver con el dinero, directa o indirectamente. Incluso las historias de amor en la obra están enmarcadas por las finanzas. Para el lector que requiera de un resumen, la obra comienza con el problema dramático del dilema de Bassanio: está enamorado de Porcia, una joven, rica, sin padre. El joven es pobre e incapaz de cubrir el costo de un noviazgo y, como nos damos cuenta, se siente indigno de competir por la mano de su amada.

Aunque Antonio le da a su joven amigo Bassanio los tres mil ducados que necesita, él también tiene problemas de liquidez: todo su capital está invertido en empresas, tiene media docena de barcos navegando en el mar, cualquiera de los cuales, si llega al puerto, produciría ganancias más que suficientes para cubrir la deuda que contrae con el usurero Shylock.

En lugar de garantizar el préstamo con alguna de las propiedades de Antonio- es de suponer que vive en alguna parte- Shylock demanda una libra de la carne del mercader. Se trata de una negociación absurda; es también un préstamo sin interés. Shylock se quejaba que Antonio les había hecho préstamos sin interés a sus amigos, destruyendo así la única fuente de ingresos del prestamista.

Al hacer el trato, Shylock le recuerda Antonio de las muchas veces que él, un típico intolerante veneciano lleno de prejuicios, en público se burlaba del usurero, lo insultaba y escupía. Como resultado de la negociación, desde el punto de vista de Shylock, al menos por el término de los tres meses del préstamo, él y Antonio se igualan; son merecedores de respeto mutuo. Justo entonces, un inútil ricachón de Venecia, socio de Bassanio, seduce a Jessica, hija única del viudo Shylock. Jessica participa entusiasmada en la conspiración, deseosa de escapar de su mundo del ghetto (la palabra "ghetto" viene del il ghetto, el sector de Venecia donde todos los judíos se veían forzados a vivir). Jessica, además de organizar su propia fuga, se lleva un cofre de oro, y, en un cruel repudio de su padre, se compromete a hacerse cristiana.

Junto al tema principal hay argumentos secundarios. De ellos, el más importante es que Porcia cumpla con la voluntad de su padre recientemente fallecido; debe casarse con el que pueda pasar una prueba. Cada pretendiente tiene que escoger entre tres cofres, uno de oro, uno de plata, uno de plomo. Hay un proverbio inscrito sobre la tapa de cada uno de los cofres. La selección revela el carácter de cada pretendiente, y, lo que es más importante, los defectos de éste. Al final, para la alegría de Porcia, Bassanio elige correctamente el cofre de plomo y gana la mano de su amada. Porcia, para asegurar la felicidad de su nuevo marido, salva la situación disfrazándose de abogado joven y brillante que, en el último momento, interviene cuando un tribunal está a punto de exigir el pago de Antonio de esa libra de carne extirpada de su pecho .

En la época de Shakespeare, los pocos judíos que aun vivían en Inglaterra - siguiendo la expulsión de los judíos durante siglo XIII - vivían en las sombras, a menudo fingiendo conversión, ya que no se les permitiría residir legalmente en el país hasta la revolución de Cromwell, unos cuarenta años después. A pesar de la ausencia de judíos, el antisemitismo oficial por siglos había sido una parte muy importante la cultura anglosajona; antisemitismo reforzado por la enseñanza religiosa y por los misterios teatrales sobre "asesino de Cristo" que aun continuaban. La rabia de Shylock expresa el peso de siglos de opresión antisemita.

Por mucho tiempo se ha debatido la actitud de la obra hacia los judíos: ¿es ésta un ejemplo de antisemitismo cristiano o es, de hecho, una crítica a la intolerancia y los prejuicios? La obra ha sido interpretada y representada de ambas maneras; dependiendo de como se representa a Shylock. Hasta el siglo XIX, a Shylock se lo representaba en forma grotesca; un "otro" repugnante dentro de una generosa sociedad cristiana. Barrabás en El Judío de Malta de Christopher Marlowe fue el predecesor más inmediato de Shylock.

En estos días, se representa al prestamista como una persona injustamente marginada, víctima cruel, un miembro de una minoría cuya rabia es comprensible, cuya venganza contra sus opresores se justifica, y es digna de elogio. En la mayoría de las producciones contemporáneas, al igual que en ésta, Shylock le "sostiene un espejo" a las hipocresías de la clase mercantil no judía y revela los prejuicios de leyes fetichistas. En estas nuevas interpretaciones, la obligada conversión religiosa de Shylock aparece como un trágico desarraigo; la pérdida forzada de su riqueza aparece como el triunfo de una clase dominante que aplasta a otro forastero más.

En cierto sentido, ambas representaciones, esta última es sin duda más humana, son algo ahistóricas. La pregunta: "¿Fue Shakespeare un antisemita o no?", Tiene un significado limitado. ¿Compartía Shakespeare con sus contemporáneos ingleses puntos de vista y prejuicios - históricamente modelados y determinados - contra gente judía? Tal vez. Sin embargo Shakespeare es el más grande dramaturgo de la historia a raíz de su capacidad de ponerse en la situación de otros, y así comprender la razón de las acciones de los otros. Cualquiera haya sido el concepto inicial de Shylock, el dramaturgo se siente obligado en ciertos momentos a ponerse del lado del prestamista, a razón de su inmensa honestidad y objetividad artística.

Por eso es que, enfrentamos en el famoso soliloquio de Shylock, un discurso que es de los más compasivos y de franca brutalidad que jamás se hayan escrito:

"¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano?

Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza.

Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado." (Acto III, escena I)

Kirsten Kollander hace el papel de una Porcia bonita, alegre e inteligente. Recrea, interactuando con las doncellas de honor, de su misma edad, la enérgica astucia de tres niñas en vacaciones de primavera, en busca de la perfecta aventura, sin dejar de lado la seriedad de mujeres jóvenes que entienden la importancia de escoger un buen marido. El Bassanio de Daniel Kaemon es un ejemplo de sensibilidad varonil. Comprendemos totalmente el por qué Porcia tan desesperadamente desea que éste escoja el cofre correcto para ganar su mano - y por qué nosotros también estamos apoyándolo, aun concientes que esta fórmula

predetermina el afortunado desenlace. El Antonio de Time Winters es un personaje complejo, de pasiones apagadas, reprimidas quizás.

Las connotaciones homosexuales de la relación de Antonio con Bassanio, que otras producciones exageran, se ocultan aquí detrás del velo de una relación entre maestro y discípulo, o entre padre e hijo; un claro contraste con la relación asfixiante de Shylock y su hija. Shylock [Barry Lynch] nos ofrece una brillante actuación que captura orgullo, dolor, tenacidad y los defectos humanos de este personaje principal.

Todo el elenco es extraordinario. Resaltan Ericka Winterrowd [Nerissa], Anthony Marc Barrow [Príncipe de Marruecos] y Brett Mack [Graciano]. La impresionante partitura sinfónica de Reber Clark añade peso a una interpretación que en su ausencia pecaría de demasiado cómica. Si bien esta obra comienza con risa, lo que termina cautivándonos es ese drama de justicia, y la manera brutal con que la sociedad escoge ganadores y perdedores.

Más que nada, la producción del teatro Banshee de esta clásica y enigmática obra demuestra lo oportuno y relevante que puede ser una conocida obra teatral cuando se la maneja con brío e inteligencia. El director Sean Branney ha hecho un excelente trabajo con una coreografía que sirve para reforzar las vidas y las relaciones de todos los personajes.

Esta versión del Mercader de Venecia cerrará el 13 de mayo.

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