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Guatemala: Ex general a punto de ganar la presidencia
Por Kevin Kearney
29 Septiembre 2011
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La semana pasada, Otto Pérez Molina, un ex general del
ejército durante la sangrienta guerra civil de 36 años
en Guatemala, obtuvo el mayor número de votos en la elección
presidencial del país, la cuarta que se realiza desde que
el conflicto formalmente terminó en 1996.
No obstante, debido a que ningún candidato obtuvo los
requeridos 51 por ciento de los votos, la presidencia se definirá
en una segunda vuelta el 6 de Noviembre. En ésta, Pérez
Molina y su Partido Patriota (PP) enfrentarán a su competidor
más cercano Manuel Baldizón del partido LIDER, un
adinerado hombre de negocios del estado norteño fronterizo
de El Petén.
Ambos candidatos han dirigido campañas alarmistas a
favor de la "ley y orden" con promesas de implementar
una amplia militarización para la guerra contra las drogas
modelada por la política introducida en México:
un despliegue militar masivo que ha resultado en un incremento
exponencial en el número de víctimas y la violación
sistemática de los derechos humanos desde su inserción
en el año 2006.
Tales esfuerzos han sido apoyados en gran manera por los medios
de comunicación locales e internacionales que han inundado
al público con reportes turbios e histéricos sobre
la violencia en las guerras de las drogas en los últimos
años. Aunque el crimen violento -mayormente el legado de
la guerra civil y la grave pobreza- ha sido por largo tiempo un
problema en las principales ciudades de Guatemala y en las regiones
fronterizas, casi cada instancia de violencia en los últimos
años ha sido atribuido a los carteles de droga mexicanos,
especialmente los Zetas, sin ningún apoyo o corroboración
objetivo.
Por su parte, Molina -cuyo símbolo partidario es un
puño de hierro- se ha ganado el apoyo de las familias de
la élite de Guatemala y la embajada estadounidense como
el candidato mejor adaptado para llevar acabo la re-militarización
del país basado en su rango de comandante durante el período
de la guerra civil en una región que sufrió las
peores atrocidades.
Durante los 1980 en su capacidad de general en el ejército
guatemalteco, Molina lideró incontables masacres contra
civiles indígenas mayormente indefensos de los que se sospechaba
nada más que de simpatías comunistas o izquierdistas
en los departamentos noroeste de El Quiche. De acuerdo al diario
mexicano La Jornada, el nombre de Molina también
está conectado con el asesinato del Obispo Juan Gerardi,
un activista de derechos humanos. Gerardi creó el proyecto
para la recuperación de la memoria histórica en
los 1990 en un esfuerzo para exponer los crímenes del liderazgo
militar, del cual Molina fue parte, contra la población
civil durante la guerra civil.
La reputación de Molina era bien conocida en Washington.
El saliente embajador estadounidense Stepehen McFarland comentó:
"Como jefe de la inteligencia militar, Molina no era ningún
ángel..." Esta descripción, ofrecida en un
cable confidencial de la embajada por Wikileaks vino después
de que el embajador personalmente agradeciera a Molina por ayudar
a la embajada estadounidense a anular la nominación de
un candidato desfavorable para el cargo de defensor público
guatemalteco.
Para confrontar su trasfondo militar y vínculos cercanos
con la embajada de EE.UU., el adversario de Molina, Baldizón,
se ha esforzado en establecer una reputación autoritaria;
juró expandir el tamaño y poder del ejército
para las operaciones domésticas; hacer mayor uso de la
pena de muerte (incluyendo volver a las ejecuciones públicas)
y eliminar los acuerdos de derechos humanos que dificulten tales
procesos.
Sin embargo, la prensa burguesa ha presentado unánimemente
el éxito inicial y moderado de Molina como un referendo
público del apoyo por una expansión contra la guerra
de las drogas y el masivo despliegue del ejército.
En un artículo titulado "Desesperados guatemaltecos
aceptan un 'puño de hierro'", el New York Times
intenta atribuir el ascenso de Molina y Baldizón como una
reflexión de la voluntad del pueblo guatemalteco. Nota
que más del 60 por ciento del electorado de Guatemala está
bajo la edad de los 30. "En sus ojos", declara, "la
guerra que mató un estimado número de 200,000 civiles
guatemaltecos es un sombra vaga".
Los esfuerzos del Times de culpar a los Guatemaltecos
por el ascenso de Molina a la prominencia es tan sólo una
repetición de la propaganda de la guerra contra las drogas
de centros de investigación política bien financiados
del imperialismo estadounidense como el Centro Woodrow Wilson
para Escolares Internacionales, cuya miembro Cynthia Aronson declaró
al Times, "Es como Colombia en el 2011 y 2002, cuando
la inseguridad, el crimen y la violencia eran la realidad dominante
de la vida diaria... la gente quiere orden".
Una simple reseña de las verdaderas estadísticas
encuestadoras refuta tales alegaciones. Con una población
cercana a los 14 millones, sólo 5 millones en realidad
votaron en la primera vuelta representando cerca a 36 por ciento
de la población. De aquellos 5 millones, tan sólo
2,6 millones votaron por Molina y Baldizón, representando
cerca de 19 por ciento de la población total. Aquellos
que dejaron sus votos en blanco representan casi 3 por ciento
de la población, tomando el cuarto lugar de la elección.
Ese número se dobla a 6 por ciento de la población
total cuando uno añade los votos por el candidato del partido
izquierdista Rigoberta Menchu, un autor indígena ganador
del Premio Nobel asociado con el activismo de derechos humanos.
En realidad la amplia mayoría de la población
guatemalteca está socialmente y políticamente privada
de sus derechos. Setenta y cinco por ciento del país vive
en pobreza extrema y sufre una de las más altas tasas de
desnutrición, mortalidad infantil y analfabetismo en Centroamérica.
La mayoría de los pobres son nativos indio-americanos,
muchos de los cuales no hablan español. El genocidio del
período de la guerra civil se enfocó en esta población,
enajenándolos aún más de las políticas
burguesas. Una declaración de la ley marcial sobre una
región entera del país por el saliente Presidente
Álvaro Colom a comienzos de este año fue un crudo
recordatorio de que los problemas de clase que llevaron al baño
de sangre de la guerra civil quedan aún sin resolverse.
Más aún, las elecciones han sido estropeadas
por fraude e intimidación: docenas de candidatos locales
y legislativos han sido asesinados durante el ciclo de la campaña,
un ayuntamiento del oeste de la capital fue atacado por alegaciones
de que el alcalde ganó mediante fraude y varios centros
locales de gobierno fueron quemados a través del interior
del país debido a similares acusaciones de fraude electoral.
En vez de cabalgar encima de una ola de apoyo popular por la
militarización del país, Molina ha sido seleccionado
por la élite económica guatemalteca. En una conversación
con el ex embajador James Derham, Molina se jactó de que
tenía el apoyo de las cuatro familias más ricas
en el país: los Castillos, los Novellas, los Herreras y
Dionioso Gutiérrez. La élite de Guatemala, amenazada
por los exiguos programas de asistencia social asociados con el
presidente saliente Álvaro Colom y su esposa Sandra Torres
de Colom -quién fue prohibida de la presidencia por un
fallo de la Corte Suprema- ha dado su apoyo a Molina y su puño
de hierro en esta elección. Más aún, cables
de Wikileaks revelan que Molina ha estado en constante y animoso
contacto con la embajada estadounidense desde su intento fallido
por la presidencia en el 2007.
Más importante, mientras que la embajada estadounidense
ha cortejado al ex-general, también ha estado aumentando
apoyo militar en el país bajo el pretexto de la guerra
contra las drogas. En un cable del 2009 que detalla una visita
a Guatemala por el Teniente General Ken Keen, entonces Comandante
Diputado del Comando Sureño de los Estados Unidos (SOUTHCOM,
siglas en inglés) -una subdivisión del departamento
de defensa de EE.UU. responsable por asegurar los intereses del
imperialismo estadounidense en Centroamérica y Sudamérica-
el ex embajador Stephen McFarland reseñó un número
de nuevas operaciones militares conjuntas alrededor del país.
Estas incluían: "una unidad policíaca/militar
guatemalteca entrenada por el gobierno", una base militar
establecida por la sexta brigada en el pueblo fronterizo norteño
de Playa Grande y una base militar en Poptun, El Petén
cerca de la frontera Mexicana compuesta por fuerzas especiales
guatemaltecas que reciban liderazgo e "inteligencia procesable"
directamente desde el gobierno estadounidense.
McFarland expresó sucintamente la principal preocupación
de Washington en un cable diplomático a Hillary Clinton
el 29 de Setiembre del 2009. Él escribió: "El
electorado actual guatemalteco es distinto de muchos países
latinoamericanos en que se expande centro-izquierda a derecha
extrema. Sin embargo, la amplia pobreza, el hambre, la marginalización
de la gran (pero reacia) minoría indígena y una
larga historia de olvido estatal de los pobres pueden proveer
tierra fértil para el surgimiento de una izquierda nueva
y radical".
En Junio de este año, tan sólo meses antes de
las elecciones, Hillary Clinton visitó Guatemala para atender
la Conferencia Internacional por el Apoyo a la Estrategia de Seguridad
Centroamericana. La conferencia reunió a las élites
políticas Centro Americanas para discutir mil millones
de dólares en financiamiento potencial "que pueda
ser usado por cada país para sus propias prioridades y
que claramente incluyen una estrategia de seguridad", de
acuerdo a Pamela Cox, la vice presidenta del Banco Mundial para
Latino América y el Caribe. El mensaje de la conferencia
no puede estar más claro: ayuda financiera para los países
empobrecidos de Centro América será distribuido
a partir de ahora no sólo bajo la imposición de
programas de austeridad salvajes sino en el progreso de un país
dado hacia la nueva agenda de seguridad estadounidense.
Irónicamente, ambos candidatos también han sido
acusados de tener lazos al narcotráfico de drogas. Aunque
es un secreto abierto de que cada político burgués
en Guatemala recibe apoyo de una u otra manera de traficantes
de drogas, el Partido Patriota de Pérez Molina una vez
incluyo a miembros de la familia Mendoza, un grupo narcotraficante
de Guatemala.
La relación cercana entre Pérez Molina y la familia
Mendoza fue revelada en 2007 durante su primer intento por la
presidencia. Causó tal preocupación que fue invitado
a la embajada estadounidense, y admitió al entonces embajador
James Derham que tenía una relación con el miembro
"menos malo" de la infame familia de narcotraficantes.
Reporteros del diario guatemalteco El Periódico
que trabajaban en una investigación de los lazos de Molina
con los traficantes de droga en el 2007 fueron a la embajada estadounidense
para quejarse que habían recibido amenazas de muerte, incluyendo
un arreglo floral con una invitación a su propio funeral.
En el fondo, el retorno al militarismo en Guatemala es la respuesta
de la burguesía nacional al cambio de Washington por una
agenda de seguridad militarista para la región entera,
la cual comenzó con Colombia, se expandió hacia
México y ahora busca colocarse firmemente en el istmo Centroamericano.
El proyecto de militarización está siendo conducido
como respuesta a la crisis económica global, la misma que
ha agudizado las rivalidades imperialistas y radicalizado a los
trabajadores alrededor del mundo. Tan sólo un movimiento
de los trabajadores a través de la región armados
con una perspectiva y liderazgo socialista pueden parar esta militarización
y resolver el desastre social que engendrado al violento narcotráfico.
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