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La invasión de Libia: el rostro criminal del imperialismo
Por Bill Van Auken
8 Septiembre 2011
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El ataque de la OTÁN a Libia, una criminal guerra imperialista
desde su inicio hace cinco meses, ha derivado en una completa
operación de asesinato debido al intento de los agentes
de fuerzas especiales y de inteligencia de perseguir hasta la
muerte al líder Muamar Gadafi.
Desde el comienzo, el objetivo central de esta guerra ha sido
tomar control de las reservas de petróleo de Libia, la
más grande del continente africano, y llevar a cabo una
muestra de fuerza imperialista como medio de reprimir y contener
los masivos movimientos populares que hace tan sólo unos
meses atrás derrocaron a los regímenes patrocinados
por EE.UU. y la OTÁN de Mubarak en Egipto y Ben Ali en
Túnez.
"Operación Protector Unido", como la OTÁN
denominó al ataque militar, habría sido llamado
más correctamente "Operación Violación
de la Mafia Imperialista". Los EE.UU., Gran Bretaña,
Francia e Italia, cada uno persiguiendo sus propios intereses
en Libia y más ampliamente en la región, se unieron
con el propósito común del "cambio de régimen".
Para alcanzar este objetivo, aviones de guerra de la OTÁN
llevaron a cabo 20,000 misiones de combate, destruyendo escuelas,
hospitales y hogares, masacrando un número incalculable
de soldados libios, muchos de ellos jóvenes reclutas.
Repudiando los términos de la resolución de las
Naciones Unidas que autorizaba "todos los medios necesarios"
para proteger a los civiles, las potencia de la OTÁN, incluyendo
a los EE.UU., Francia y Gran Bretaña, enviaron tropas de
fuerzas especiales, mercenarios de contratistas militares y agentes
de inteligencia para armar, organizar y liderar a los denominados
"rebeldes", cuya principal función era sacar
a las fuerzas del gobierno libio para que éstas puedan
ser eliminadas desde el aire.
La pretensión de que esta es una guerra para proteger
a civiles ha sido desenmascarada como una obscenidad moral; el
número de víctimas solamente en Trípoli alcanza
las cifras de miles y las bombas y misiles de la OTÁN continúan
cayendo sobre áreas ampliamente pobladas.
Para encontrar un ejemplo similar, uno tiene que volver a la
década de 1930 en la cual, como ahora, el capitalismo mundial
estaba en las garras de una grave crisis económica. En
ese entonces, la humanidad fue pasmada por la salvaje agresión
desatada por la invasión italiana de Etiopía, el
apoyo de Hitler de los Sudetes alemanes para repartirse Checoslovaquia,
y el envío de la Legión Cóndor alemana para
bombardear España a favor de la insurgencia fascista de
Franco.
En aquel tiempo, estos violentos actos de agresión eran
vistos como parte de la caída del capitalismo mundial hacia
la barbarie. Hoy, actos similares en Libia son proclamados de
ser el florecimiento del "humanitarismo" y de la "democracia".
Durante aquel período, el presidente estadounidense
Franklin Delano Roosevelt hizo un llamado al carácter democrático
del pueblo estadounidensemientras que sin duda posicionaba
a los EE.UU. para lograr sus propios objetivos imperialistasal
exigir una "cuarentena" de la agresión fascista.
Roosevelt declaró en 1937: "Sin una declaración
de guerra y sin aviso o justificación de cualquier tipo,
civiles, incluyendo vastos números de mujeres y niños,
están siendo asesinados despiadadamente por bombas desde
el aire... Las naciones fomentan y toman posiciones en guerras
civiles en naciones que nunca les han hecho ningún daño.
Las naciones que demandan libertad para ellas mismas se las niegan
a otras. Gente inocente, naciones inocentes, son cruelmente sacrificadas
por una avaricia de poder y supremacía que se encuentra
totalmente desprovista de cualquier sentido de justicia y consideración
humana.
Estas palabras de hace tres cuartos de siglo se leen como una
acusación de la administración Obama y de los gobiernos
de Cameron, Sarkozy y Berlusconi.
Los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra
Mundial establecieron a la guerra agresiva como "el supremo
crimen internacional, diferenciándose de otros crímenes
de guerra porque éste contiene dentro de sí la acumulada
maldad de todos".
Esta concepción fue incorporada a las Naciones Unidas,
la cual prohibió "la amenaza o uso de fuerza contra
la integridad territorial de la independencia política
de cualquier estado".
Sin embargo, dentro de la clase política prácticamente
no hay ninguna crítica de la guerra agresiva llevada a
cabo por los aliados de la OTÁN. Los sinvergüenzas
de los medios de comunicación completamente se han integrado
a la maquinaria de guerra imperialista, literalmente pasando por
encima de los cadáveres y escondiendo de las cámaras
a los mercenarios occidentales para maquillar mejor su propaganda
sobre la "revolución" y liberación"
en Libia.
La fuerza motriz detrás de la guerra en Libia es el
imperialismo, adecuadamente descrito por Lenin como reacción
en su totalidad. Es una guerra que está siendo llevada
a cabo por los predatorios intereses del capital financiero. Está
diseñada para producir aquello que se refiere tanto en
la prensa financiera como una "bonanza", no sólo
para los mayores conglomerados de energía, sino para los
bancos y corporaciones, mientras que al mismo tiempo apuntalan
las vastas fortunas acumuladas por la élite dirigente por
medios de especulación financiera, el hacer caer los costos
de labor en Estados Unidos y Europa y la explotación de
la mano de obra barata en todo el mundo.
El gangsterismo internacional va mano a mano con la criminalidad
política y económica doméstica. La agresión
afuera del país se encuentra inseparable de los ataques
despiadados a los estándares de vida y derechos básicos
de amplias masas de gente trabajadora en Europa, Estados Unidos
y prácticamente en cada país principal del mundo.
Mientras que les dicen a los trabajadores en todos lados del mundo
de que no hay dinero para pagar por trabajos, educación,
salud, pensiones y otros servicios sociales, miles de millones
son gastados para bombardear e invadir Libia sin que se haga ninguna
pregunta.
Una característica notable de la guerra en Libia es
la manera como se han movilizado detrás de ella un estrato
socio-político de ex izquierdistas de clase media, académicos
liberales y ex manifestantes. Este es un proceso que se ha ido
desarrollando sobre el curso de varias décadas, acelerada
por la desmoralización de una sección de este estrato
cuyo "izquierdismo" dependía en gran medida de
la burocracia estalinista soviética y comenzó a
disiparse con la auto liquidación de la burocracia. Otros
se agruparon detrás de la intervención imperialista
en los Balcanes, atraídos en aquel entonces, como ahora,
a las falsas pretensiones de que los más grandes agresores
del mundo realizaban una guerra por "derechos humanos".
Hoy, uno tendría que ser ciego para no ver el profundo
cambio que toma lugar dentro de este estrato. Están los
sinvergüenzas académicos como Juan Cole, el profesor
de historia de Oriente Medio de la Universidad de Michigan quién
usa su reputación como un crítico de la guerra contra
Irak del gobierno de Bush para vender la guerra contra Libia por
el gobierno de Obama.
En Europa, grupos como el Nuevo Partido Anti-Capitalista (NPA)
han usado a la guerra para forjar lazos más estrechos con
sus propios gobiernos y promover los intereses de sus propias
élites dirigentes. Ellos representan un completo estrato
de la clase media privilegiada que está siendo reclutada
como nuevos simpatizantes del imperialismo. Sus políticas
son esencialmente indistinguibles de aquellas de Obama y la CIA.
La guerra contra Libia no ha ganado apoyo popular en ninguno
de los países agresores. La gente trabajadora instintivamente
sospecha que esta guerra, como aquellas que la precedieron, está
siendo ejercida para el beneficio de la oligarquía financiera
y a expensas de las amplias masas.
La lucha contra la guerra y el imperialismo sólo puede
ser llevada hacia adelante si se centra en la clase trabajadora.
La lucha contra la guerra y la destrucción de empleos,
los estándares de vida y los derechos sociales básicos
y democráticos son hoy día inseparables. El militarismo
en el extranjero y la contrarrevolución social dentro de
la nación tienen raíces objetivas comunes en la
insoluble crisis capitalista. Solamente pueden ser derrotadas
a través de la movilización política y la
unidad internacional de la clase trabajadora en la lucha por el
socialismo.
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