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La "liberación" de Libia
Por Bill Van Auken
25 Octubre 2011
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El Consejo Transicional Nacional (CTN) de Libia respaldado
por la OTÁN está próximo a anunciar la supuesta
terminación de la "liberación" del país
después del linchamiento del ex gobernante Muamar el Gadafi.
Lo que se está siendo celebrado con el discurso que
será enunciado por el presidente del CTN Mustafa Abdel
Jalil, el ex ministro de justicia de Gadafi, no es la liberación
del pueblo libio, sino la victoria de las grandes potencias imperialistas
en una guerra que tuvo como objetivo volver al período
del colonialismo.
Esta es el resultado de una campaña de bombardeo de
la OTÁN que ha reducido la mayoría de la infraestructura
del país en escombros y ha dejado muertos y heridos a miles
de hombres, mujeres y niños libios. Su episodio final,
el sitio barbárico de la ciudad costera de Sirte y el asesinato
de Gadafi, su hijo y otro ex miembro de su régimen, tan
sólo remarcan la criminalidad del proyecto entero.
Estos crímenes proveen el desenmascaramiento definitivo
de la pretensión de que la guerra en Libia fue ejercida
por objetivos "humanitarios", para proteger a civiles
libios del régimen de Gadafi. En Sirte, la OTÁN
proporcionó cobertura aérea para que un ejército
"rebelde" llevase a cabo precisamente la clase de sangriento
asalto sobre un centro de población civil de la cual supuestamente
la intervención de los EE.UU.-OTÁN estaba diseñada
para prevenir.
Desde su comienzo la guerra ha sido por el cambio de régimen,
demando por los Estados Unidos y las potencias europeas occidentales
motivada por intereses económicos geoestratégicos.
Sus objetivos incluyen detener la influencia de China y Rusia,
los cuales habían concluido importantes acuerdos de petróleo,
infraestructura y venta de armas con el régimen de Gadafi,
y amenazaban la hegemonía occidental en un país
que es un principal productor de energía en el Mediterráneo.
Las potencias de la OTÁN vieron en el derrocamiento
de Gadafi la posibilidad de establecer un control mucho más
estricto sobre las reservas de petróleo y gas de Libia
por conglomerados como BP, ConocoPhillips, Total y ENI. Ellos
vieron también la instalación en Trípoli
de un cliente completamente subordinado como medio de acertar
su poder militar en una región que ha sido convulsionada
por levantamientos populares, tanto en Túnez al occidente
y Egipto al este.
El régimen que está tomando forma en Trípoli
y Bengazi será uno dominado por gánster, "activos"
de inteligencia occidental y ex oficiales libios sobornados, todos
ofreciendo sus servicios en la re-colonización del país.
Sólo los elementos más moral y políticamente
corruptos de la denominada "izquierda" en Europa y EE.UU.
pueden denominar este sucio proyecto como "liberación"
y "democracia".
Tanto el New York Times como el Washington Post
respondieron el viernes al asesinato de Gadafi con editoriales
urgiendo a Washington de que tome un rol agresivo para la dominación
estadounidense de Libia. La matanza, el Post escribió,
"debe ser vista como el comienzo y no el fin de la transformación
de Libia". Tomando nota de que la riqueza petrolera de Libia
puede "pagar por una misión de entrenamiento estadounidense
para las fuerzas de seguridad", el editorial propuso que
los EE.UU. deberían "tomar la iniciativa". Añadió
que la "estabilización de Libia bajo un gobierno democrático
puede ayudar a levantar la amplia ola de cambio en el Oriente
Medio árabe hacia aquellos que favorecen la libertad".
Aquí la palabra "libertad" es usada, en la manera
tradicional de la política extranjera de EE.UU., para significar
estar bajo la dominación estadounidense.
El New York Times aconsejó que "más
que el dinero Libia es rica gracias al petróleoel
país necesitará asesoramiento técnico prolongado
y un compromiso a tiempo completo". Sin lugar a dudas, tal
"asesoramiento" abarcará reescribir de nuevo
los términos de contratos petrolíferos de Libia.
Ambos editoriales incluyen párrafos preocupados por
la existencia de docenas de milicias "rebeldes" y la
dispersión de reservas de armas libias, incluyendo misiles
superficie-aire, los cuales implícitamente facilitan el
pretexto por la continuación de la intervención
militar EE.UU.-OTÁN.
La brutal muerte de Muammar el Gadafi fue un asesinato de estado
abiertamente demandado por Washington. Casi 48 horas antes que
los aviones de guerra de la OTÁN y un avión no tripulado
Predator atacasen el convoy en el cual Gadafi huía de Sirte,
dejándolo a merced de los "rebeldes", la secretaria
de estado de los EE.UU., Hillary Clinton, voló a Trípoli
he hizo un llamado para que el derrocado jefe de estado libio
sea "capturado o asesinado" tan rápido sea posible.
Inspirado por el nasserismo, Gadafi dirigió un golpe
de estado realizado por jóvenes oficiales en Setiembre
de 1969. Para el tiempo de su muerte, él ya había
abandonado cualquier sugerencia de nacionalismo revolucionario.
En aquellos días, regímenes nacionalistas como el
de Libia habían llegado al poder en un número de
países proclamando una agenda social y nacional que estaba
unida con el masivo movimiento anti-colonialista.
En Libia esto incluyó el derrocamiento de la corrupta
monarquía del Rey Idris, la cual estaba completamente subordinada
a los EE.UU. y el imperialismo británico, el cierre de
la Base Aérea Wheelus, el complejo militar estadounidense
más grande en el continente africano, negociaciones menos
favorables a las compañías de petróleo extranjeras
y el empuje para que la OPEC use al petróleo como un arma,
incluyendo mediante la institución de embargos.
Fue esta política la que llevó a Henry Kissinger,
el entonces consejero nacional de seguridad de los EE.UU., para
que estableciera en 1969 la aprobación de acción
encubierta para matar o derrocar a Gadafi.
Como todos los gobernantes nacionalistas radicales, Gadafi
buscó obtener mayor espacio maniobrando en la arena internacional
con el balanceo entre el imperialismo y la burocracia soviética
estalinista, mientras que utilizaba una combinación de
represión y reformas para reprimir las luchas sociales
dentro del país. La disolución de la Unión
Soviética en 1991 dejó a Libia y regímenes
similares luchando para acomodarse con los poderes imperialistas.
En el 2003, en la estela de la invasión estadounidense
de Irak, Libia buscó una normalización de relaciones
con el Occidente, renunció a toda ambición por armas
nucleares y condenó al terrorismo mientras que colaboró
con la CIA en la cruzada global contra Al Qaeda. Una vez que tomó
este curso, Gadafi fue cortejado por Washington y cada potencia
en Europa Occidental por tratados de petróleo, contratos
de armas y otros acuerdos lucrativos.
Aún así, las potencias imperialistas jamás
perdonaron a Gadafi por su temprano radicalismo y nunca confiaron
en él. Por lo tanto las mismas figuras políticas
que lo habían adulado no hace poco se deleitaron por su
espeluznante muerte.
Habiendo escuchado sobre la muerte de Gadafi el jueves, Hillary
Clintonquién en el 2009 recibió en el Departamento
de Estado a Moatessem, el asesinado hijo del gobernante libio
río y declaró: "Vine, vi, él murió".
Esto resume el gangsterismo del gobierno estadounidense, encabezado
por un presidente que ha aparecido ante las cámaras de
televisión tres veces en los últimos seis meses
para tomar crédito por un asesinato de estado, en un caso
por el de un ciudadano estadounidense, el clérigo musulmán
nacido en Nuevo México Anwar al-Awlaki.
En su discurso el jueves, Obama aseguró que el asesinato
de Gadafi había probado "que estamos viendo la fuerza
del liderazgo estadounidense en el mundo".
Estas son tonterías. El asesinato como un continuo instrumento
de política extranjera es un síntoma no de fortaleza
estadounidense sino de declive histórico. Refleja la creencia
irracional y desesperada dentro de la élite dirigente de
que actos de violencia desnuda pueden de alguna manera compensar
la profunda crisis y decadencia del capitalismo estadounidense.
Los debacles producidos por las invasiones estadounidenses
de Irák y Afganistán tan sólo han dejado
las fundaciones por nuevas guerras aún más sangrientas.
Debido a que Obama ha usado al asalto en Libia para anunciar una
doctrina de guerra preventiva que permite a la agresión
estadounidense entrar en cualquier lugar en los que se perciba
que los "valores e intereses" de EE.UU. estén
en riesgo, tales guerras no demorarán en llegar.
La guerra en Libia, culminando en el asesinato de Gadafi ha
servido para mostar a la clase trabajadora de todo el mundo una
vez más el verdadero carácter del imperialismo,
descrito por Lenin como "reaccionario por todos lados".
Guerras predatorias en el extranjero bajo los intereses del capital
financiero son un componente de una política contrarrevolucionaria
dirigida finalmente contra la clase trabajadora. Estas son inevitablemente
combinadas con un despiadado asalto a los derechos sociales y
democráticos de la clase trabajadora en casa.
La lucha contra la guerra y la lucha contra la destrucción
de empleos, estándares de vida y derechos básicos
son inseparables. Estas sólo pueden ser ganadas a través
de la movilización política y la unidad internacional
de la clase trabajadora en la lucha por el socialismo.
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