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Reunión cumbre de los G20: evaluaciones optimistas ocultan discordias

Por Nick Beams
25 Octubre 2011

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Este artículo apareció en nuestro sitio en su inglés original el 18 de octubre, 2011.

La palabras fueron relativamente optimista, pero la realidad es otra: las reuniones de los ministros de finanzas de los países del grupo G20 celebradas en París el fin de semana pasado, en comparación con otras reuniones cumbres previas, no avanzaron para nada en resolver la pesadilla de la deuda soberana y crisis bancaria de Europa.

Las principales potencias europeas, con Estados Unidos a la cabeza y respaldado por Inglaterra, insistieron que los países de la eurozona crearan un plan para resolver el problema antes de la reunión cumbre europea que se llevará a cabo el 23 de octubre en preparación de la reunión de los líderes de los países G20 el 3 de noviembre próximo.

Durante el período anterior a la reunión se hicieron varios comentarios acerca de un posible aumento en los recursos del Fondo Internacional Monetario (FMI ) para darle un mayor apoyo al sistema bancario europeo. Tanto Estados Unidos como Inglaterra se opusieron al plan. Según las palabras de Timothy Geithner, Secretario del Tesoro de Estados Unidos, las reservas del fondo, cuyo total llega a $390 mil millones, representa "una cantidad considerable de poder bancario".

George Osborne, canciller británico, le comentó a los periodistas que el aumento de los fondos del FMI "no podía sustituir las acciones de la eurozona para apoyar a su propia moneda". El ministro de finanzas canadiense, Jim Flaherty, declaró que el énfasis debería concentrarse en que "los mismos europeos resuelvan la crisis" y no en cuestiones de segunda importancia, tales como el aumento de recursos del FMI.

El comunicado de prensa emitido por la reunión contenía un pasaje bien confuso que exhortaba al FMI a descubrir "“nuevas maneras" de ofrecer la liquidez necesaria para prevenir las sacudidas financieras sistémicas a la misma vez que "mejoraba los instrumentos e instalaciones en existencia". Como comentara el Financial Times, el torpe lenguaje le permitió a Geithner indicar que Estados Unidos apoyaría la intervención del FMI "siempre que las circunstancia lo exigieran" y si "los recursos europeos pudieran comprometerse de manera más profunda". Pero aún así, Geithner mantuvo que no había necesidad de que el FMI proveyera nuevos recursos.

Las potencias europeas afirman que tienen un plan general, pero todavía tienen que presentarlo debido a la enorme cantidad de conflictos económicos e intereses políticos creados por la crisis financiera. No sólo existen diferencias entre los diferentes países, sino también entre los bancos y gobiernos principales.

El último plan europeo se concretó el 21 de julio, pero pronto fue desacreditado por ser completamente inservible. Como parte de un amplio rescate general en cuanto las deudas griegas, le exhortaba a los tenedores de bonos a aceptar un "descuento" en un 21 por ciento referente a las deudas griegas como parte de un amplio paquete de rescate. Puesto que la posición económica de Grecia ha empeorado desde que se anunciara el plan—en gran parte debido al impacto de las medidas de austeridad impuestas bajo el llamado plan de rescate—las autoridades alemanas ahora se esmeran en establecer una cifra más cercana al 50 o hasta el 60 por ciento.

Francia se resiste porque sus bancos serían adversamente afectados bajo condiciones en que son escrudiñados por las agencias de calificación crediticia, las cuales quieren bajarle la calificación crediticia.

También se plantea la cuestión de la recapitalización de los bancos; es decir, la introducción de mayores cantidades de capital social a los bancos para compensar la pérdida de valor de los activos financieros, sobre todo la deuda soberana, que tienen bajo su control.

Las autoridades alemanas abogan para que esto tome lugar a través de los mercados privados y los gobiernos nacionales. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) intervendría solamente como último recurso. No obstante, a Francia le inquieta que cualquier inoculación de fondos nacionales a su sistema bancario adversamente afectaría su calificación crediticia soberana de AAA, la cual ya se ve bajo presión luego que S&P bajara la calificación crediticia de Estados Unidos en agosto.

Además, los bancos y sus representantes han presentado varias objeciones a toda recapitalización forzada. En lo que ha llegado a conocerse como una "carta furiosa" al ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, las cinco asociaciones bancarias del país insisten en que toda posibilidad de riesgo debería ser en base de conceptos de la actualidad que satisfagan las exigencias del capital y no basarse en apretones que se planean para el futuro. La carta declaraba: "La creación de debilidades imaginarias de la industria bancaria europea por medio de apretones artificiales no constituye ninguna medida a favor de la estabilización de los mercados financieros".

Josef Ackermann, jefe ejecutivo del Deutsche Bank, advirtió que prefería vender activos para estimular la proporción entre el capital del banco y sus deudas a aceptar fondos del gobierno. Semejante movida inmediatamente resultaría en un apretón de los mercados crediticios y ahondaría la crisis económica.

El Instituto de las Finanzas Internacionales (IFI), uno de las principales agencias cabilderas de los bancos e instituciones financieras mundiales, también expresó su opinión respecto al conflicto. Su director ejecutivo, Charles Dallara, atacó toda movida para reexaminar el pacto del 21 de julio para ampliar "el corte de pelo" a los tenedores de bonos, puntualizando que "un pacto era un pacto". Cuando al Comisionado de Asuntos Monetarios Europeos , Olli Rehn, se le preguntó acerca de estas objeciones, éste dijo que el pacto de julio requería una modificación técnica: "No estamos reabriendo el pacto; más bien lo estamos visitando de nuevo".

No es el "d4scuento" a la deuda griega lo único que preocupa a los bancos. Dallara dijo que dichas movidas por la Autoridad Bancaria Europea para exigirle a los bancos que valoren sus deudas soberanas según los precios del mercado crearía "riesgos serios". Tales medidas le pondrían presión a los mercados de deuda de esos países, lo que resultaría en una baja adicional del valor de sus bonos. Esto, a su vez, resultaría en un "círculo vicioso...por medio del cual el capital atraviesa por la puerta de adelante y regresa por la puerta de atrás a medida que el valor de la deuda soberana que queda en las hojas de balance de los bancos declina".

Las palabras de Dallara subrayan la inutilidad de todo intento de resolver la crisis financiera imponiéndole a los bancos mayores restricciones. Al verse ante semejante posibilidad, estos simplemente reaccionan con medidas amenazadoras que empeorarían la crisis aún más.

Tampoco existe la posibilidad de acción unida por parte de los gobiernos. La reunión de los G20 mostró de nuevo que todos los gobiernos actúan en nombre de sus propios intereses empresariales y económicos.

Estados Unidos ha hecho campaña para el rescate para proteger los intereses de los bancos estadounidenses, los cuales, aunque no se han expuesto demasiado a la deuda europea, sufrirían enormes pérdidas en caso de una declaración de impagos debido a que poseen tantos intercambios de créditos por defecto.

Gran Bretaña está determinada a defender los intereses de la Ciudad de Londres (la cual a veces se le conoce como la Bahía de Guantánamo del sistema internacional financiero debido que ciertas prácticas que en otros lugares son ilícitas en esa ciudad se llevan a cabo sin ninguna impunidad) en contra de todo reglamento que restrinja sus actividades. Y las potencias europeas no llegan a ponerse de acuerdo sobre un plan debido los intereses conflictivos de sus respectivos bancos.

A vísperas de la reunión de los G20 el fin de semana pasado, el Financial Times publicó un editorial titulado, "Traigamos de vuelta el espíritu del 2009".

El editorial comienza con que "Es casi imposible que la situación de la economía mundial pudiera ser más lúgubre. Los desarrollos de los mercados de bonos, sobretodo en el caso de la deuda soberana, ahora causan gran ansiedad entre los inversionistas. Las tendencias macroeconómicas ofrecen poca tranquilidad, pues en Estados Unidos y en Europa, las estadísticas acerca del empleo no dan lugar para el optimismo, y hasta en China las tasas de crecimiento han sido afectadas por la disminución del comercio internacional. Las decisiones empresariales se han postergado y escapar el peligro de una recesión secundaria es más difícil todavía".

Recordando los acuerdos que se hicieron en la reunión cumbre del 2009, el editorial hizo un llamado a una nueva dosis de "esfuerzos constructivos" e insistió solo la "confianza, como mercancía vital", podía ayudar al mundo a "evitar el desastre". Si la confianza se pudo restaurar en ese entonces, también se podría restaurar hoy día.

Los acuerdos fueron posibles en 2009 sólo porque los intereses de las potencias capitalistas dominantes se alinearon temporariamente. Pero luego de dos años y medio, el mismo desarrollo de la crisis ha exacerbado los conflictos inherentes entre ellos.

La burguesía no tiene solución a la crisis que el sistema basado en las ganancias privadas ha creado, a menos que la pobreza en aumento, la austeridad y la guerra se consideren solución.

A medida que la reunión de los G20 tomaba lugar, las manifestaciones mundiales del movimiento Ocupar Wall Street señalaban la solución de la crisis: en la movilización de la clase trabajadora por el socialismo a nivel internacional, en base de la reorganización de la vida económica bajo control democrático para satisfacer las necesidades y no las ganancias privadas de los bancos y las empresas.

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