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Retiro de tropas de Irak por Obama: preludio a una guerra
más grande
Por Bill Van Auken
1 Noviembre 2011
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Presentado por el presidente Obama y sus apologistas como el
cumplimiento de una promesa electoral y un giro hacia la paz,
el retiro forzado del ejército estadounidense de Irak sólo
establece el escenario para nuevos y más sangrientos conflictos.
El anuncio de Obama desde la Casa Blanca el viernes pasado
de que todas las tropas estadounidenses saldrán de Irak
para fin de año es el resultado de la incapacidad de Washington
de asegurar que el gobierno iraquí del primer ministro
Nuri al-Maliki apruebe una legislación garantizándole
a las fuerzas estadounidenses completa inmunidad de la ley iraquí.
Tal impunidad es una mínima condición exigida
por el Pentágono para la intervención militar estadounidenses
por todo el mundo. Sin embargo, tan amargas son las experiencias
de la población iraquí con una completa letanía
de crímenes de guerradesde las cámaras de
tortura de Abu Ghraib al barbárico sitio de Faluyaque
ningún partido político iraquí puede darse
el lujo de ser identificado con otorgar protección al ejército
estadounidense.
La pretensión de que el inminente retiro es el cumplimiento
de una promesa de campaña va más allá de
tratar de poner buena cara a una mala situación. La fecha
de retiro de diciembre 2011 fue establecida no por Obama sino
por la administración Bush en un Estatutos de Acuerdo Fuerzas
negociado con Bagdad en 2008.
Aunque Obama ganase la elección en gran parte postrándose
como un candidato anti-bélico, al igual que su predecesor
republicano él intentó renegociar por completo este
acuerdo tratando de mantener tantas como 20 mil tropas (posteriormente
reducida a una propuesta de tan solo 3 mil) como "entrenadores"
y "consejeros". Para ello envío a Bagdad un continuo
torrente de secretarios de su gabinete y altos funcionarios de
la rama militar en un intento de forcejeo que fracasó.
"La oleada de guerra está en retroceso", Obama
declaró en un intento de presunción retórica
durante su anuncio el viernes pasado. Por lo contrario, el oleaje
se está alzando y rápidamente.
La guerra de casi 8 años y medio en Irak, un acto criminal
de agresión lanzado sobre la base de mentiras, ha tomado
la vida de casi 1 millón de iraquíes junto con casi
4.500 tropas estadounidenses, a un costo a Washington mayor a
$1 billón. Se ha convertido en un debacle para el imperialismo
estadounidense, habiendo sido incapaz de instalar un gobierno
títere confiable y visto como los contratos de petróleo
han ido a parar a sus rivales en China y Rusia junto con la creciente
influencia política de Irán sobre Bagdad.
Y, sin embargo, Washington no ha abandonado en absoluto los
objetivos depredadores que lo llevaron a la guerra. La iniciativa
de esa guerra surgió fundamentalmente del declive histórico
del capitalismo norteamericano, que se sigue profundizando con
la economía estadounidense y mundial hundiéndose
en la crisis más grande desde la Gran Depresión.
En el intento de contrarrestar la pérdida de su posición
como el principal productor del mundo y su antigua e indiscutida
dominancia sobre los asuntos del capitalismo mundial, el imperialismo
estadounidense ha recurrido cada vez más al militarismo
como un medio de ejercer su hegemonía sobre regiones, mercados
y recursos estratégicos.
Los EE.UU. de ninguna manera está dejando Irak a sus
propios recursos. En lo contrario, está dejando allí
16,000 personal estadounidense, incluyendo a operatorios de la
CIA y un ejército mercenario de 8,000 contratistas de seguridad
bajo el control del Departamento de Estado. Mientras tanto, negociaciones
continúan para alcanzar un acuerdo con el régimen
de Bagdad en una misión de entrenamiento militar.
Un artículo por un tal Michael Knights, un consultor
del Pentágono especializado en Irak, publicado por Foreign
Policy sugiere otra alternativa para asegurar la dominación
estadounidense. El artículo hace eco de la preocupación
por el destino del ejército iraquí después
del retiro estadounidense y la amenaza que representa la creciente
influencia iraní sobre los intereses estadounidenses.
Knights escribe que "para muchos oficiales (iraquíes),
la solución es otro autócrata". Cita a uno
quién afirma que "las armas y el entrenamiento son
necesitados pero primero la política debe ser arreglada
por un hombre fuerte, sólo entonces puede emerger un verdadero
ejército".
Describiendo al ejército como una "cáliz
sagrado en el cual el nacionalismo arde brillantemente" y
la institución "al menos susceptible a la influencia
iraní", Knight concluye: "Aunque el camino sea
difícil, los lazos forjados en batalla por los ejércitos
estadounidenses e iraquíes valen la pena luchar".
Poco necesita ser añadido a esta pieza para convertirla
en un argumento explícito para un golpe apoyado por los
EE.UU. para poner en el poder a una nueva versión de Saddam
Hussein como un medio de resolver la crisis creada por el derrocamiento
y asesinato del otro.
Las proclamaciones de Obama, de que la paz está llegando,
fueron seguidas prontamente por amenazas belicosas contra Irán
por parte de la Secretaria de Estado Hillary Clinton y el Secretario
de Defensa León Panetta.
Irán se equivocaría si piensa en la región
entera sin notar nuestra presencia en muchos países en
la región, tanto en bases y entrenamiento militar, con
aliados de la OTÁN, como Turquía", declaró
Clinton a CNN el pasado domingo.
Panetta fue aún más explícito cuando señaló
a las 40 mil tropas estadounidenses estacionadas por todo el Oriente
Medio (23 mil a través de la frontera iraquí en
Kuwait) y su notable distancia de Irán. "Por lo tanto
siempre tendremos una fuerza presente, lista a lidiar con cualquier
amenaza de Irán", declaró.
A raíz del discurso belicoso de Obama por un bizarro
"complot terrorista" que supuestamente implicaba a Teherán,
estas advertencias señalan una intensificación de
amenazas estadounidenses de la fuerza militar contra Irán.
Washington ya se encuentra actuando para ganarse el apoyo de Europa
para imponer a sanciones al banco central del país, una
forma de bloqueo económico que asciende al nivel de un
acto de guerra.
Aún más ominosamente, Panetta presenta el anunciado
retiro de las tropas estadounidenses del territorio iraquí
como un "punto de inflexión" en la reorientación
del poder estratégico de EE.UU. hacia la región
Asia-Pacífico, dirigido contra China.
Hablando desde la base aérea Yokota en las afueras de
Tokio, Panetta se mencionó una lista de amenazas en Asia
que, según él, requerían más atención.
Prominente entre ellas era la de las "potencias emergentes"
en alusión a Beijing.
Él expuso este tema en una columna de opinión
en un periódico japonés, en el cual enfatizaba que
los EE.UU. y Japón confrontan una amenaza común
en China. "China está rápidamente modernizando
a su ejército", escribió, "pero con una
problemática falta de transparencia, junto con una actividad
asertiva cada vez más grande en Asia y el Pacífico".
En realidad, el presupuesto militar de China es menos que la sexta
parta del de los EE.UU.
Las guerras en Afganistán, Irak y ahora Libia tienen
como fin afirmar la hegemonía sobre las más importantes
regiones productoras de petróleo, no tanto como para satisfacer
las necesidades internas de EE.UU. sino para asegurar ventajas
estratégicas al controlar recursos vitales necesitados
por los rivales económicos del capitalismo estadounidense,
principalmente China. Ahora Washington se encuentra optando cada
vez más hacia la directa confrontación con la propia
China.
De esta manera, el debacle en Irak no ha producido un "retroceso
en la aleada de guerra" sino la amenaza de conflagraciones
militares más grandes.
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