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El mundo se acerca más la recesión tras el fracaso
de la cumbre de los G20
Por Nick Beams
19 Noviembre 2011
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La cumbre del G20 realizada en la ciudad francesa de Canes
hace la semana pasada ha revelado una vez más las cada
vez más profundas fracturas en la economía mundial
y la incapacidad de las élites dirigentes de ni siquiera
comenzar a penetrar en sus problemas, y menos aún de cómo
resolverlos.
La cumbre comenzó con miedos sobre las consecuencias
de una moratoria griega y su retiro de la eurozona. Acabó
en desorden por el temor de que Italia fuese a ocupar el lugar
de Grecia como el centro de la crisis de deuda europea.
El periódico Guardian de Gran Bretaña describió
al segundo día de la reunión como uno de "implacable
pesimismo". Advirtió de que "una recesión
mundial era más probable después de que una revoltosa
cumbre de los G20 fracasase en negociar una nueva ayuda financiera
para países afligidos y que la Italia agobiada por la deuda
fuese obligada a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) monitoree
su programa de austeridad".
En los días previos a la cumbre, surgieron rumores de
que los G20 se pondrían de acuerdo en aumentar los recursos
del FMI hasta en $250 mil millones adicionales para así
tratar de aliviar la crisis financiera. Pero los desacuerdos sobre
la propuestaEE.UU. y Gran Bretaña se habían
opuesto fuertemente a financiamientos adicionales del FMI
indicó que tal decisión sería postergada
hasta la próxima reunión de los ministros de finanzas
del G20 el próximo febrero.
El encuentro se convocó en medio del caos provocado
por el anuncio del primer ministro griego George Papandreou llamando
a un referéndum en cuanto al programa de austeridad dictado
anunciado por la reunión cumbre de la eurozona el 27 de
octubre. Bajo intensa presión de Francia y Alemania, Papandreou
retiró el plan y elogió el "consenso"
logrado cuando la oposición griega anunció que apoyaría
al programa de austeridad.
La crisis griega dominó al G20 no simplemente porque
su moratoria y retiro de la eurozona podría desatar una
reacción en cadena, por mas sería que ésta
fuera. Si el problema fuese simplemente la deuda griega de 350
mil millones, podría ser relativamente fácil resolverlo
mediante una inyección de fondos provenientes del resto
de la eurozona. El hecho de que no se puede hacer es claro indicio
de que la crisis tiene profundas raíces dentro de la misma
estructura de la eurozona misma.
El establecimiento de la eurozona en 1999 fue empujado por
fuerzas económicas poderosas, las mismas que necesitaban
el establecimiento de una sola moneda para así recortar
los costos de transacción y facilitar el movimiento de
finanzas a través de la economía cada vez más
integrada de Europa.
Sin embargo, la integración financiera no se extendió
al punto del establecimiento de un banco central que funcionara
como un prestador de último recurso. Esto fue descartado
por las economías más fuertes de Europa del norte,
especialmente Alemania, sobre la base de que la eurozona se convertiría
en una "unión de transferencia" en la cual los
fondos serían continuamente canalizados a las regiones
más pobres.
En otras palabras, la eurozona encarnó en sus propias
fundaciones una de las contradicciones más fundamentales
de la economía capitalista: aquella entre el carácter
integrado de la actividad económica y los intereses en
conflicto de naciones-estados rivales.
Con el comienzo de la crisis de la deuda soberana, se han realizado
intentos para superar esta fatal imperfección. El Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, siglas en inglés),
establecido en mayo del 2010 mientras la crisis financiera griega
se desarrollaba y que fuera fortalecido en las cumbres de julio
y octubre, era el encargado de proveer rescates financieros para
los países endeudados. Pero no es un fondo con su propia
fuente de dinero para proveer facilidades de prestamista de última
instancia. En vez de ello, es un vehículo con el denominado
propósito especial de recaudar fondos para los mercados
financieros internacionales para los países endeudados.
El EFSF no supera las contradicciones de la eurozona; tan sólo
las reproduce en formas aún más bizarras. Bajo la
estructura del EFSF todos los países de la eurozona actúan
como su garante en los mercados financieros. Esto significa que
los países endeudados son un soporte para el mismo fondo
que supuestamente los tiene que rescatar. Si un país como
Italia -un principal garante- requiere un rescate, un signo de
interrogación se coloca sobre la habilidad del EFSF para
recaudar los fondos necesarios en los mercados internacionales.
El encuentro del G20 no proveyó ninguna asistencia.
La idea de que el FMI pudiese prestar dinero al EFSF fue frustrado;
la directora general del FMI Christine Lagarde dejó claro
que el fondo "presta dinero a países no a entidades
legales".
El potencial explosivo de las contradicciones que empuñan
a la economía mundial fue dejado claro en los comentarios
sobre la propuesta del referendo griego y la posibilidad de moratoria
mientras el encuentro estaba en convocatoria. Lord Soley, del
partido laborista británico, remarcó: "Cuando
la historia de este período se escriba puede que la decisión
griega sea vista como el equivalente económico del asesinato
del archiduque Ferdinando en Sarajevo en 1914. Desatará
eventos que irán más allá de las fronteras
de Grecia y Europa".
Un editorial del Financial Times también trajo a la
memoria la chispa que desató a la Primera Guerra Mundial:
"Desde el punto de vista económico, la eurozona tiene
lo que se necesita para resolver la crisis sin alguna ayuda externa.
Debe hacerlo. El siglo veinte comenzó con un pequeño
estado balcánico estallando al mundo. La historia no debe
repetirse a sí misma en el siglo veintiuno. Hay algo profundamente
errado con la economía global para que un pequeño
país como Grecia se vuelva una gran amenaza".
En efecto. Las contradicciones que carcomen al capitalismo
global están creando potenciales "momentos de Sarajevo"
por todos lados. Estos conflictos estuvieron al centro del encuentro
G20.
Los europeos quieren fondos del FMI para el EFSF pero esto
es impedido por EE.UU. y Gran Bretaña. EE.UU. quiere que
China revalorice el renminbi, pero el régimen chino no
puedo hacerlo por miedo de perder su competividad internacional.
Hay un acuerdo casi universal para que un país con "superávit"
de exportación como Alemania deba elevar su gasto domésticamente
e impulse el consumo para así corregir los desequilibrios
globales. Alemania insiste que el problema no son sus superávits
sino las deudas de otros países. Y la lista continúa...
sálvese quien pueda y que gane el mejor.
En la conclusión de la cumbre, como en tantas otras
ocasiones, el comunicado oficial hizo un llamado para que se apliquen
medidas que "den un nuevo impulso al crecimiento económico".
Sin embargo, como lo notó el Financial Times, el "plan
de acción" para el crecimiento y los empleos "comprometió
a los países a casi nada de que lo que no estén
ya haciendo". La nota citó a Eswar Prasad, ex oficial
del FMI, castigó al G20 por ofrecer nada excepto "vagas
promesas para el futuro y una serie de arreglos de corto plazo
que son hostiles a las circunstancias políticas en países
individuales".
En otras palabras, ninguna solución a la crisis global
puede ni siquiera comenzar a ser promovida debido al conflicto
irreconciliable de los intereses nacionales entre las principales
potencias capitalistas.
La erupción de este conflicto en el centro mismo de
la economía y política mundial tiene el significado
histórico más profundo. Marx explicó que
una época revolucionaria surge cuando "las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con
las relaciones existentes de producción". Tal período
ha comenzado. Las élites globales gobernantes no tienen
ninguna respuesta a la crisis de su sistema, a menos de que la
guerra, la depresión y el empobrecimiento de millones de
personas sean considerados una solución. Sólo puede
ser resuelto sobre una base progresiva por la clase trabajadora
global en la lucha por el programa del socialismo internacional.
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