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Bernard-Henri Lévy apela al humanitarismo para bombardear
Libia
Por Alex Lantier
30 Marzo 2011
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El 24 de marzo, el escritor francés Bernard-Henri Lévy
dio una entrevista por chat en el sitio web de Le Monde
en la que defendía la guerra de agresión sin provocación
lanzada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia contra
Libia.
En la década de 1970, Lévy fue uno de los principales
"nuevos filósofos", un grupo de jóvenes
intelectuales que criticaba desde la derecha tanto al marxismo
como al estalinista Partido Comunista Francés (PCF), alegando
consideraciones de derechos humanos después de que el PCF
vendiese la huelga general de mayo-junio de 1968. Inicialmente
simpatizantes del Partido Socialista (PS), estas fuerzas rápidamente
giraron a la derecha junto con el PS. Se han convertido en acaudaladas
y prominentes personalidades de los medios de comunicación
y algunos de ellos abandonaron el gran negocio del PS para apoyar
al presidente conservador Nicolás Sarkozy en 2007.
En su entrevista rigurosamente deshonesta, Lévy utiliza
su falaz argumento de "los derechos humanos" para reforzar
la propaganda del gobierno francés, que afirma que su intervención
en Libia se produce en el marco de una campaña limitada
diseñada para proteger la vida de los partidarios del Consejo
Nacional rebelde.
En este sentido, Lévy no solo está protegiendo
la política criminal del gobierno francés sino que
se está protegiendo a sí mismo. Él, personalmente,
jugó un papel importante en el período previo al
ataque occidental organizando una reunión el 10 de marzo
entre el presidente francés Nicolás Sarkozy y los
líderes del Consejo Nacional, el grupo de rebeldes que
combaten al gobierno libio del coronel Muamar Gadafi. Poco después,
Sarkozy reconoció al Consejo Nacional como el gobierno
libio. París, a continuación, presionó a
favor de una resolución de la ONU que permitiera el bombardeo
de Libia iniciado el 19 de marzo.
La entrevista de Le Monde, titulada "BHL [Bernard
Henry-Lévi]: El Consejo Nacional quiere una Libia laica",
comenzaba con una pregunta sobre por qué Lévy se
interesó por el caso de Libia y organizó la reunión
entre el Consejo Nacional y Sarkozy. Lévy respondió:
"No es un caso. Se trata de Bengasi". Ante la amenaza
de Bengasi, Lévy insiste, "me conmovió profundamente.
Hice lo que pude".
Al preguntársele por su papel, declaró: "Simplemente,
se me ocurrió, estando una noche en Bengasi, la loca idea
de coger el teléfono y llamar al presidente de la República
de mi país y sugerirle que recibiera a una delegación
libia". Luego negaba que hubiera tenido ninguna participación
en "cuestiones políticas" diciendo: "Yo
soy como tú. Sigo con preocupación el desarrollo
de los acontecimientos".
Este comentario absurdo plantea muchas más preguntas
que respuestas. Está meridianamente claro que Lévy
no es, como él sostiene, un ciudadano de a pie interesado
por el desarrollo de la crisis libia. Uno se siente obligado a
preguntarse cómo entró Lévy en Bengasi, en
medio de una guerra civil y con línea telefónica
directa con Sarkozy.
La posición adoptada por Lévy -que su apoyo al
ataque francés a Libia y al Consejo Nacional está
basado en una preocupación desinteresada por salvar vidas
humanas- es un fraude. De hecho, Levy no se opone a que haya muertes,
como deja claro. Preguntado sobre si apoyaba las operaciones limitadas
para aplicar una zona de exclusión aérea en Libia,
respondió: "Debemos ir más allá de la
'zona de exclusión aérea'. Lo que significa que
hay que ir a ataques dirigidos contra el armamento pesado de Gadafi.
Es lamentable. Es horrible incluso la idea de un ataque dirigido.
Pero si realmente queremos proteger a los civiles de Misrata,
Sirte y Bengasi, no hay otra solución".
Más adelante, Lévi pretendía adoptar una
posición humanitaria alegando que "en lo que a mí
respecta, siento que soy absolutamente pacifista. Es en nombre
de la idea que tengo de la paz por lo que creo que debemos acabar
con la guerra provocada por Gadafi contra su propio pueblo".
Esto no es más que un fraude deshonesto. La "idea
de paz" de Lévi consiste en ataques masivos y mortales
contra soldados y civiles libios mediante la campaña aérea
que las potencias occidentales han lanzado contra las unidades
del ejército libio y contra Trípoli. Lévy
considera, no obstante, que estas muertes son políticamente
preferibles a las muertes que puedan producirse en Bengasi si
las fuerzas de Gadafi volvían a hacerse con la ciudad.
Lévy no explica en ningún momento las razones
subyacentes en su cálculo. En cambio, avanzaba la absurda
pretensión de que respalda al Consejo Nacional porque es
más democrático que Gadafi. Así, afirmaba:
"Hay una cosa importante ya: [los miembros de las fuerzas
del Consejo Nacional] son musulmanes laicos. La Libia que imaginan
será una Libia en la que la religión será
una cuestión de conciencia. El gobierno que sustituirá
a la actual dictadura será el producto de elecciones libres
y probablemente transparentes".
Al igual que los otros pro-imperialistas y propagandistas del
Consejo Nacional, Lévy guarda un absoluto silencio sobre
quién compone el Consejo Nacional, afirmando rotundamente
que "probablemente liderarán un régimen democrático.
De hecho, no hay ninguna razón para creer que ello vaya
a ser así, ni siquiera es probable. En efecto, ya se ha
informado ampliamente acerca de que el Consejo Nacional es una
precaria coalición de varios ex funcionarios del régimen
de Gadafi, de grupos islamistas, líderes tribales y activistas
por los derechos humanos de clase media que mantienen, a través
de gente como Lévy, un estrecho contacto con gobiernos
occidentales de derechas.
Así, un periodista preguntaba a Lévy: "La
cuestión del componente 'tribal' [del Consejo Nacional]
o la rivalidad histórica entre el este y el oeste de Libia
rara vez se menciona. Tras su visita a las fuerzas revolucionarias,
¿no incluyó esto en su análisis?" Lévy
respondió: "No, tal vez porque no tuve tiempo de analizar
la cuestión. Pero también porque los propios representantes
del Consejo Nacional afirman y repiten que este 'componente tribal'
desempeña un papel ínfimo en su análisis
de la situación".
Lo que Lévi quiere es que sus lectores se crean que
viajó a Bengasi sin saber con quién se iba a reunir
y que aún no ha tenido tiempo de "estudiar la cuestión".
Lo cual no es más creíble que las otras afirmaciones
de Lévy. Sin embargo, algunas citas de Le Monde
-un periódico que Lévy conoce bien, ya que forma
parte de su comité de supervisión- ayudarán
a aclarar la cuestión del Consejo Nacional.
Luis Martínez, del Centro Internacional de Investigaciones
y Estudios (CERI) de Sciences-Po, en París, declaraba en
Le Monde: "Hay tres grupos en la oposición:
los islamistas, los defensores de los derechos humanos y los más
numerosos, la juventud". Aunque Martínez no lo mencionó,
es bien sabido que la máxima dirección del Consejo
Nacional está integrada por tránsfugas recientes
del régimen de Gadafi. Incluyen al ex ministro de Justicia,
Mustafa Abdul Jalil y el general Abdel Fattah Yunis al Obaidi,
comandante de la unidad Rayo de las Fuerzas Especiales libias.
Las fuerzas islamistas que participan en el Consejo Nacional
incluyen al partido Umma y al Grupo Islámico Combatiente,
según Hasni Abidi, un investigador de Suiza. Estas fuerzas
apoyan explícitamente un Estado teocrático.
Francçois Dumasy, del Instituto de Estudios Políticos
de Aix-en-Provence, ha explicado que hay jóvenes seguidores
del Consejo Nacional "preocupados por la liberalización
de la economía y el aumento del desempleo en los últimos
años". Sin embargo, no existe una "visión
común" entre los diversos componentes del Consejo
Nacional; como decía Dumasy, "hay que comprender que
durante los 42 años de gobierno de Gadafi, la expresión
política se ha reducido a mínimos".
En efecto, Le Monde sugiere que el Consejo Nacional goza
de poco apoyo popular. Rémy Ourdan, corresponsal de Le
Monde en Bengasi, señala que "no se percibe en
la población un gran entusiasmo por el Consejo Nacional".
Le Monde añade: "La dificultad de identificar
claramente a sus miembros y el hecho de que su presidente y portavoz
hayan ocupado cargos en el régimen de Gadafi no ayuda a
este 'gobierno paralelo'".
Las afirmaciones de Lévy al respecto de que el Consejo
Nacional promoverá un régimen democrático
o laico son mentiras. Se trata de una coalición inestable
de la clase media y de elementos de la clase dominante que han
respondido a la radicalización de las masas del norte de
África aprovechando la falta de liderazgo político
en la clase obrera para establecer una alianza militar con el
imperialismo occidental. Dependientes del apoyo militar de las
grandes potencias, negociarán a la baja la venta de las
reservas petroleras de Libia y proporcionarán a Occidente
una base de derechas para otras operaciones en el norte de África,
en caso de que alcancen el poder.
Es sintomático de la posición clasista de Lévy
que instintivamente esté del lado de esas fuerzas, a pesar
del contenido reaccionario de su política.
Es preciso añadir que la clase dominante francesa tiene
una larga experiencia y comprensión de la función
que esas fuerzas pequeño-burguesas juegan en atar de pies
y manos la unión de los trabajadores a la política
imperialista. En Francia, los activistas de derechos humanos se
mueven en un entorno de prósperos académicos, sindicalistas
burócratas y partidos como el Nuevo Partido Anticapitalista
que se moviliza para contener y desarmar cada movimiento de huelga
de los trabajadores. Durante la huelga petrolera del pasado otoño,
por ejemplo, insistieron en que los trabajadores tenían
que someterse estrictamente a la negociación de los sindicatos
sobre los recortes de pensiones con Sarkozy, y responder a la
disolución de la huelga por parte de la policía
únicamente con protestas "simbólicas".
Cuando ha estallado la lucha en Libia estas fuerzas han apoyado
la guerra. Es significativo que los argumentos presentados por
el Nuevo Partido Anticapitalista para justificar su apoyo a la
guerra sean esencialmente los mismos de Lévy. (Véase:
"Una herramienta del imperialismo: el Nuevo partido Anticapitalista
francés apoya la guerra contra Libia").
Lévy es muy consciente de los intereses imperialistas
que subyacen en la campaña de Francia en Libia. Esa es
la inevitable conclusión que se extrae de su absurda respuesta
a la pregunta de si "la intervención militar en Libia
está motivada exclusivamente para proteger al pueblo libio
y los derechos humanos". Lévy esquiva la pregunta
diciendo simplemente: "Eso es lo que parece, sí, ¿por
qué otra cosa podría ser?"
Esta respuesta tremendamente ingenua y rotundamente increíble
sitúa el juego de Lévy a distancia. Él sabe
que las grandes potencias están compitiendo por 46.4 mil
millones de barriles de petróleo de las reservas probadas
de Libia y por su estratégica ubicación en el cruce
del norte de África, una región sacudida por la
oleada de luchas obreras revolucionarias. Lejos de ser un inocente
ignorante de cómo funciona el juego de la influencia del
Estado, Lévy es un experimentado e influyente mercachifle
cuya respuesta está pensada simplemente para ocultar la
apropiación del petróleo y los intereses imperialistas
más amplios que él respalda mediante su apoyo al
Consejo Nacional.
El hijo de André Lévy, un influyente comerciante
de maderas exóticas africanas que dirigió la empresa
Bécob, Bernard-Henri Lévy ha explotado en varias
ocasiones sus vínculos políticos para ayudar a la
empresa en crisis de su padre. La primera vez fue en 1986. Como
refiere L' Express "Bernard tiró la casa por
la ventana por su padre. ¿Intervino ante los consejeros
presidenciales para utilizar los contactos africanos de la presidencia
para que Costa de Marfil liquidara sus deudas prioritariamente
con Bécob? BHL niega esta intervención. Sin embargo,
admite haber tenido contacto con [el entonces ministro de Economía
del partido Socialista Francés] Pierre Bérégovoy
para que ayudase a su padre". Lévy también
buscó ayuda entre los conservadores del círculo
de Jacques Chirac, entonces alcalde de París, y finalmente
consiguió un préstamo ventajoso del Estado tras
la intervención personal del presidente François
Mitterrand.
La empresa Lévy también obtuvo un préstamo
ventajoso de François Pinault, político gaullista
y ejecutivo de una firma de lujo que hoy ocupa el puesto número
67 entre los hombres más ricos del mundo con una fortuna
de 11.5 mil millones de dólares.
Dada la mala reputación de Pinault en los círculos
empresariales y sus vínculos con figuras de la extrema
derecha como Jean-Marie Le Chevallier o el neo-fascista Jean-Marie
Le Pen, dirigente del Frente Nacional, L'Express señala:
"Ayudar a Bernard-Henri Lévy, una estrella de la izquierda
intelectual y líder de una red importante en los círculos
editoriales y en los medios de comunicación, tal vez no
era un movimiento estúpido... La teoría de un gesto
de Pinault para ganarse a BHL se ajusta bien, en todo caso, a
los acontecimientos posteriores: el cambio del grupo [Pinault]
hacia la industria cultural y el nacimiento de una 'gran amistad'
con Bernard".
Diez años más tarde, según L'Express,
Pinault compró Bécob por 800 millones de francos,
o aproximadamente 130 millones de dólares. "La fortuna
de BHL es, pues, importante y suma entre 150 y 180 millones de
euros. Esto ha desempeñado un papel clave en su historia".
Esto no es solo una descripción acertada de Lévy
sino de todo el edificio político de los que se dedican
actualmente a la fraseología de las cuestiones humanitarias
en Francia. Habiendo comenzado como la ideología de varios
estudiantes descontentos y de los hijos de la burguesía
en el período posterior a 1968, se desarrolló muy
rápidamente a medida que esas fuerzas se hicieron ricas
o, en el caso de Lévy, inmensamente ricas. Hoy en día
sirven abiertamente como la hoja de parra verbal de los intereses
estratégicos del imperialismo francés.
Traducido
del inglés para Rebelión
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