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La "Segunda Revolución" de Egipto
Por Joseph Kishore
10 Junio 2011
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Las manifestaciones del 27 de mayo en Egipto fueron las más
grandes desde que el movimiento revolucionario de los trabajadores
y la juventud derrocaran al viejo dictador Hosni Mubarak el 11
de Febrero. Cientos de miles se reunieron en la capital de El
Cairo y en otras ciudades para denunciar las políticas
del gobierno militar establecido después del hundimiento
de Mubarak.
Entre las consignas planteadas por los protestantes se encontraban
los llamados a una "segunda revolución". Contenida
dentro de esta frase se encuentra una comprensión crítica:
el hecho de que la caída de Mubarak, hace ya tres meses
y medio, no ha solucionado las básicas aspiraciones democráticas
y sociales de las masas manifestantes.
En relación a los derechos democráticos, el régimen
militar ha mantenido las leyes de emergencia, la abolición
de éstas representaban una demanda central de la revolución.
En Marzo, el ejército implementó una nueva ley prohibiendo
huelgas o manifestaciones que afectasen a la economía.
El ejército mantiene un control completo sobre las discusiones
de cambios constitucionales y controlaría muy de cerca
cualquier elección, si es que alguna vez se mantienen.
El ejército ya ha atacado de manera brutal a las manifestaciones
de jóvenes en la Plaza Tahrir. Sus métodos de represión,
sin embargo, tienen como objetivo a todas las secciones de la
clase trabajadora, la cual ha sido la fuerza social que ha llevado
a cabo la revolución egipcia. Las huelgas que erupcionaron
en los días previos al 11 de Febrero continúan y
han aumentado ya que los trabajadores buscan realizar sus demandas
por una mayor igualdad, mejores salarios y condiciones.
Junto a la represión del estado, la clase trabajadora
egipcia ahora confronta una crisis económica cada vez peor.
El desempleo ha saltado casi hasta el 12 por ciento. La clase
dirigente egipcia utilizará el desempleo masivo para hacer
retroceder las demandas por mejores salarios y condiciones.
En política exterior, el nuevo gobierno ha mantenido
su alianza con los Estados Unidos que ha sido la piedra angular
del estado egipcio por décadas:. El gobierno ha jugado
un rol crítico en ayudar a la intervención imperialista
en la vecina Libia. En cuanto a Israel, las limitadas medidas
que han sido tomadas, como la apertura parcial del cruce de fronteras
de Rafah tiene como objetivo contener oposición doméstica
y preservar la alianza estratégica entre Egipto e Israel.
Los EE.UU. está jugando un rol crítico en reforzar
al régimen militar. Por décadas, el gobierno estadounidense
apoyó a la dictadura de Mubarak, proveyéndolo con
miles de millones de dólares cada año para financiar
su aparato militar-policíaco. Mientras las manifestaciones
crecían durante el año, la administración
Obama en primera instancia apoyó abiertamente a Mubarak,
entonces trabajó detrás del telón para organizar
una "transición ordenada" que mantendría
a Mubarak por un extendido período de tiempo.
Obligado eventualmente a abandonar a su cliente, los EE.UU.
está ahora trabajando con el ejército para preservar
sus intereses.
Los EE.UU. y los poderes europeos están buscando aprovecharse
de la situación para abrir aun más la economía
egipcia a la penetración foránea. Es esta misma
liberalización de mercado la que ha estimulado la desigualdad
social que ayudó a producir la revolución en el
primer lugar.
En su discurso sobre el Medio Oriente a comienzos de este mes,
Obama insistió que el "apoyo estadounidense por la
democracia" será condicionado por "asegurar la
estabilidad financiera, promover la reforma e integrar a los mercados
competitivos uno con el otro y con la economía global".
Estas son palabras en código para disolver las industrias
nacionalizadas y ofrecer la clase trabajadora egipcia para la
explotación de corporaciones transnacionales. La cumbre
del G8 de la semana pasada reiteró este punto, además
de vincular mezquinas asistencias económicas a través
del FMI y otras instituciones con la "reforma de mercado".
Como el World Socialist Web Site advirtió
el 10 de Febrero, en vísperas de la caída de
Mubarak, "el más grande peligro que confrontan los
trabajadores egipcios es que, después de proveer la fuerza
social esencial para arrebatar el poder de las manos de un envejecido
dictador, nada esencial cambie excepto los nombres y rostros del
personal dirigente. En otras palabras: que el estado capitalista
permanezca intacto".
En el horizonte se avecinan nuevos y explosivos conflictos
de clase. Para que estas luchas sean exitosas, es necesario sacar
las conclusiones de la primera etapa de la revolución egipcia.
El curso de la revolución es otra poderosa confirmación
de la teoría de la revolución permanente de Trotsky,
la cual mantiene que las aspiraciones democráticas de las
masas en un país oprimido y antiguamente colonial como
Egipto y su liberación de la dominación imperialista
sólo pueden ser realizadas a través de la conquista
de poder político de la clase trabajadora bajo la base
de un programa internacionalista y socialista.
Debido a la ausencia de un programa político independiente
y de un partido de la clase trabajadora, las primeras etapas de
la revolución en Egipto han sido dominadas políticamente
por los partidos de la "oposición" burguesa.
El rol esencial de la Hermandad Musulmana y los estratos alrededor
de Mohammed ElBaradei durante los eventos de Enero y Febrero,
que se iniciaron fuera de su control, fue el de actuar como un
freno en las luchas revolucionarias de las masas. Ellos promovían
ilusiones en los militares como un "ejército del pueblo"
con el fin de desarmar a los trabajadores y desviar una lucha
decisiva contra el régimen.
Este rol ha continuado después de la caída de
Mubarak. La Hermandad Musulmana abiertamente apoya al gobierno
de los militares y denuncia las protestas del pasado viernes mientras
acusa a los "secularistas y comunistas" por organizarlas.
En cuanto a ElBaradei, en los días pre-revolucionarios
él advirtió que "Egipto está a punto
de explotar" y de que el "ejército debe intervenir
para salvar al país". Ahora, él está
levantando advertencias sobre "otra revolución, la
revuelta de los pobres". Su objetivo es el de aconsejar a
los EE.UU. y al gobierno militar sobre la mejor manera de desviar
tal levantamiento.
En la órbita de la oposición oficial están
los varios grupos pseudo-izquierdistas y "sindicatos independientes".
Grupos como los Socialistas Revolucionarios y el Partido Socialista
Egipto, junto con sus aliados internacionales, incluyendo al Partido
de los Trabajadores Socialistas en Gran Bretaña y la Organización
Socialista Internacional en los EE.UU. promovieron a ElBaradei
y a la Hermandad Musulmana como agentes progresivos del cambio
antes de la salida de Mubarak.
Ahora todos estos grupos se han juntado bajo la base de una
plataforma común cuyo propósito esencial es el de
prevenir un movimiento socialista independiente de la clase trabajadora.
A comienzos de este mes, los varios grupos "izquierdistas"
en Egipto se unieron para formar el denominado Frente Socialista,
el cual proclama a su objetivo como el de "cooperar con todos
los poderes progresivos y democráticos para alcanzar objetivos
nacionales comunes". En otras palabras, ellos continuarán
trabajando para subordinar a la clase trabajadora a la oposición
burguesa.
La tarea básica que confronta a los trabajadores egipcios
es la construcción de un nuevo liderazgo revolucionario,
cuyo objetivo sea el de movilizar a la clase trabajadora en la
lucha por el poder y poner fin al dominio capitalista. Sin embargo,
las luchas que se desenvuelven en Egipto no pueden ser exitosas
tan solamente en Egipto, y las lecciones de Egipto no son sólo
lecciones para los trabajadores egipcios.
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