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Protestas en China hacen temblar al capitalismo mundial
Por John Chan
4 Julio 2011
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el autor
La erupción de protestas de trabajadores en Zengcheng
ha hecho temblar a los círculos financieros globales, remarcando
qué tan dependiente la economía mundial es de la
supe explotación de la clase trabajadora china.
Tanto el Financial Times como el Wall Street Journal
han publicado artículos en que muestran su preocupación
sobre la habilidad del estado policíaco chino para contener
cualquier movimiento masivo de la clase trabajadora. Un editorial
del Financial Times especuló sobre el número e intensidad
de las protestas en China y remarcó: "La percepción
de que las protestas locales obtengan una coherencia nacional
más grande es algo mayormente amenazante al Partido Comunista
Chino".
Este panorama es también amenazante para la burguesía
internacional. Incluso una explosión social en la localidad
de Zengchengconocida como la "capital de los Jeans"ha
resonado en todo el mundo. La ciudad satélite de Guangzhou
produce un tercio de los jeans del mundo para 60 diferentes marcas
internacionales. Zengcheng es tan sólo una de muchas capitales
"manufactureras", cada una especializada en una sola
mercancía, mayormente para la exportación.
Amplios disturbios industriales en China tendrían enormes
ramificaciones para las corporaciones internacionales; que incluyen
desde las exportadoras alemanas de máquinas hasta la gran
minería en Australia y Brasil. General Motors en la actualidad
produce más automóviles y camiones en China que
en los EE.UU. Y Walmart es dependiente en China para la mayoría
de sus bienes de consumo baratos. Los iPhones e iPads de Apple
son hechos en enormes maquiladoras (término originalmente
empleado para describir la industria norteamericana producidaes
decir, maquilladaen México) administradas
por Foxconn. Subsidiarias gestionadas por empresas extranjeras
directamente emplean a 16 millones de trabajadores chinos, con
muchos millones más involucrados en complejas cadenas de
suministro para corporaciones trasnacionales.
Las furiosas protestas de migrantes rurales en Zengcheng fueron
provocadas por el duro trato de una mujer embarazada por guardias
de seguridad locales. Subrayando el incidente, sin embargo, se
encontraban agudas tensiones sociales producidas por los crecientes
precios de la comida, el alojamiento y otros asuntos esenciales.
El aumento de sueldos ganados por los trabajadores el año
pasado en una serie de huelgas que comenzaron en una planta de
Honda fue completamente erosionado por la inflación.
Las protestas de Zengcheng ha sido seguida por paros industriales.
La semana pasada, 2.000 trabajadores en la planta japonesa Citizen
Watch en Dongguan se fueron a la huelga por varios días
para protestar contra las largas horas de trabajo y bajos sueldos.
Esta semana, 4.000 trabajadores en una fábrica de carteras
surcoreana que fabricaba productos de gama alta en Guangzhou se
fueron a la huelga reclamando sueldos más altos y el alto
a los abusos de la administración.
En respuesta a las protestas de Zengcheng, un editorial en
el periódico estatal Global Times se esforzó para
negar que China fuese propenso a las convulsiones revolucionarias
del Oriente Medio y el Norte de África. "Muchas personas
pueden tener quejas específicas y apelaciones, pero estas
no tienen intereses en romper con el orden social existente y
romper la estabilidad social", declaró. "China
no es una nación donde el descontento público busque
derrocar el orden existente. Es tiempo de descartar esta mentira
irracional".
En realidad, el régimen del Partido Comunista Chino
(PCC) aún se encuentra atormentado por los levantamientos
del Mayo y Junio de 1989 cuando millones de trabajadores se unieron
a los estudiantes en Beijing y otras ciudades para demandar estándares
de vida decentes, derechos democráticos y un fin a la corrupción
oficial, sólo para ser brutalmente reprimidos.
Ninguna de las contradicciones sociales que llevaron a aquella
explosión ha sido resuelta. En lo contrario, el impactante
crecimiento del capitalismo chino en las dos décadas pasadas
ha producido una división social cada vez más profunda
entre los ricos y los pobres. El número de trabajadores
urbanos ha crecido de 120 millones en 1978 a más de 500
millones, incluyendo a 210 millones de trabajadores rurales. El
número de multimillonarios en dólares estadounidenses
que China tiene ha saltado desde ninguno en el 2002 a 189, el
mayor incremento afuera de los EE.UU.
En una encuesta online de Marzo, el Global Times encontró
que 94 por ciento de los que respondieron se consideraban así
mismos como "marginalizados" por el orden social actual.
Típico de aquellos que votaron por el sí se encontraba
una persona que declaró que China era "un cielo de
los ricos mientras que los pobres amargamente luchan por el empleo,
por un hogar y por sobrevivir". De una manera u otra, este
hirviente descontento social en China encontrará su expresión
en un movimiento de masa contra el régimen estalinista
de Beijing.
En Europa y en los EE.UU., después de haber rescatado
a los bancos y las principales corporaciones, los gobiernos están
ahora imponiendo las enormes deudas incurridas en la forma de
drásticas medidas de austeridad. Aterrorizadas ante la
posibilidad del creciente desempleo y descontento, el régimen
chino ha respondido a la crisis financiera global proveyendo masivos
paquetes de estímulos y abriendo las compuertas de crédito
para mantener a la economía creciendo a un ritmo frenético.
Estas políticas no pueden a ser sostenibles a largo plazo.
Beijing ya está frenando el crédito que inevitablemente
desacelerará el crecimiento económico el aumento
del desempleo y llevará a mayores disturbios.
Si hay alguna lección que los trabajadores chinos deben
aprender de las protestas en el Oriente Medio, Europa y los EE.UU.,
es que ninguna cantidad de presión va a obligar al régimen
de Beijing realizar cualquier cambio fundamental.
Los trabajadores chinos están bastante conscientes de
que los sindicatos estatales funcionan como agentes policíacos
para el régimen. Sin embargo también deben rechazar
la perspectiva de aquellos como los del fundador del Boletín
del Trabajo de China Han Dongfang, quién propone que
los trabajadores pueden defender sus derechos a través
de la formación de sindicatos "despolitizados"
independientes. Él está usando su reputación
como líder obrero durante las demostraciones de 1989 para
engañar a los obreros para que crean que con las huelgas
y las protestas podrán presionar al gobierno para obtener
concesiones.
Han Dongfang recientemente hizo un llamado a Beijing para que
implemente un sistema en el cual las demandas de los trabajadores
puedan ser resueltas a través de "negociaciones pacíficas,
equitativas y constructivas con la administración".
Él continuó: "Si los trabajadores pueden alcanzar
sus objetivos a través de una pacífica negociación
de convenio, a largo plazo habrán pocas huelgas, los trabajadores
serán mejor pagados y las relaciones laborales serán
mayormente mejoradas". En realidad, Han Dongfang está
ofreciendo sus servicios para ayudar a paralizar cualquier movimiento
independiente de la "negociación de convenio"
de los trabajadores, incluso mientras el régimen fortalece
sus medidas de estado policíaco.
Al igual que en Europa, los EE.UU. y el Oriente Medio, los
trabajadores en China tienen que confiar en su propia fuerza y
movilizarse independientemente sobre la base de un programa socialista
e internacionalista. Sus aliados naturales son los trabajadores
alrededor del mundo, quienes confrontan las mismas corporaciones
trasnacionales exploradoras y el mismo sistema de opresión
capitalista. La tarea central que confrontan los trabajadores
chinos es el de liderar a las oprimidas masas rurales para derrocar
al régimen estalinista en Beijing y tomar el poder en sus
manos. Esto significa la construcción de un nuevo partido
revolucionario como la sección china del Comité
Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista
mundial.
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