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La realidad de la guerra de Irak

Por Joe Kishore
24 Diciembre 2011

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El martes en la mañana, el presidente de los Estados Unidos Barak Obama llevó a cabo una ceremonia en la base aérea Andrews, en Maryland. El acto marcó el fin de la guerra de Irak y el regreso del comandante máximo de las fuerzas estadounidenses en Irak, el general Lloyd Austin. Mientras el presidente asentía con la cabeza, Austin declaró, "Lo que nuestras tropas han logrado en Irak durante los últimos casi nueve años es realmente notable. Junto a nuestros socios de la coalición y al cuerpo de civiles de gran dedicación, acabaron con un dictador brutal y dieron al pueblo iraquí su libertad."

Ni el Mariscal Göring lo habría expuesto mejor al referirse a la "liberación" de Polonia.

La salida de las últimas tropas de "combate" no significa en ningún caso el fin de la intervención de los Estados Unidos en el país. Sí ofrece, no obstante, una oportunidad para examinar uno de los mayores crímenes de los tiempos modernos. A pesar de todas las hipócritas y nauseabundas proclamas de "éxito" y "libertad", la guerra y la ocupación han sido una catástrofe para el pueblo de Irak y una tragedia para el pueblo de los Estados Unidos.

Las siguientes estadísticas dan una idea del nivel de destrucción ocasionado por las fuerzas armadas estadounidenses:

Más de un millón de iraquíes murieron debido a la invasión y ocupación, según cálculos científicos realizados el 2007. Las Naciones Unidas estimaron el 2008 que 4.7 millones de personas, o un 16 por ciento de la población, se volvieron refugiados.

La infraestructura del país, inclusive el sistema eléctrico, fue devastado. Según el informe de las Naciones Unidad Estado de las Ciudades del Mundo, 2010-2011, el porcentaje de la población urbana iraquí que vive en barrios pobres, definidos por la ausencia de servicios básicos como alcantarillado y agua, aumentó de menos de un 20 porciento el 2003 a un 53 porciento el 2010.

El desempleo real rodea el 50 por ciento y la inflación supera el 50 por ciento. Ha ocurrido un éxodo masivo de doctores y otros profesionales (se estima un 40 por ciento de aquellos que se encontraban en el país antes de la guerra), y el sistema educativo se encuentra colapsado.

La mortalidad infantil en Irak ha aumentado inmensamente. Un informe del 2007 estimaba que un 28 por ciento de los niños sufrían de malnutrición crónica. Una agencia del gobierno iraquí informó que un 35 por ciento de los niños iraquíes del 2007 (aproximadamente 5 millones) eran huérfanos. Una generación completa ha visto morir o desaparecer a sus padres.

Más de 4.500 soldados estadounidenses murieron durante la guerra y más de 30.000 resultaron heridos, sin contar las decenas de miles que abandonan Irak con traumas psicológicos graves.

En términos materiales, se estima que las guerras de Irak, Afganistán y Pakistán costaron unos 4 billones de dólares, incluyendo los gastos directos y el impacto a largo plazo en salud y crecimiento económico. Cientos de miles de millones de dólares han pasado a manos de contratistas militares y especuladores, y se han perdido o robado al menos 16 mil millones.

La guerra de Irak es una empresa criminal en todo el sentido de la palabra. Se promovió en base a mentiras desvergonzadas sobre "armas de destrucción masiva". Fue una guerra de agresión, iniciada sin la más mínima provocación, a pesar del rechazo masivo en Estados Unidos y el mundo. Fue un acto de bandidaje internacional, cuya meta era tomar control de uno de los países con mayores riquezas petrolíferas en beneficio de las petroleras estadounidense, además de reforzar la posición de EE.UU. en el medio oriente y fortalecerse contra las potencias rivales.

Todas las atrocidades por las que se recordará la Guerra de Irak se originan en su carácter imperialista: el encarcelamiento masivo y la tortura de iraquíes en Abu Ghraib y otras cárceles; la destrucción de Faluya; la masacre de 24 civiles en Haditha; la violación y el asesinato de una niña de 14 años y la masacre de su familia en Mahmudiya; los repetidos asesinatos que ocurren en los puntos de control y en medio de asaltos nocturnos, y las muertes por bombas y misiles lanzados desde aviones y helicópteros de ataque.

El fatal encuentro de Irak con el imperialismo estadounidense está lejos de haber terminado. La embajada de Estados Unidos en Irak, la más grande del mundo, aloja a 15.000 personas. Los funcionarios de la CIA y los mercenarios privados, que ocuparon un rol crucial en la ocupación, seguirán en el país. Decenas de miles de tropas militares permanecen todavía en la región, listas para desplegarse.

Casi nueve años después de la invasión inicial, Iraq está gobernada por un régimen inestable y cada vez más autoritario, plagado de conflictos entre facciones que amenazan con desencadenar una guerra civil abierta.

La guerra también ha dejado su huella en la sociedad estadounidense, y no sólo por las decenas de miles de heridos y muertos y los billones de dólares derrochados. La guerra jugó un rol importante en el aumento del poder de las fuerzas armadas sobre la política doméstica, y la construcción de un aparato policial-militar que significa una amenaza mortal a los derechos democráticos del pueblo de Estados Unidos.

Mientras el gobierno de Bush iniciaba y llevaba a cabo la guerra, el Partido Demócrata y sus partidarios de "izquierda" se ocuparon de frustrar y desviar a la oposición. En las vísperas de la invasión, se realizaron las mayores manifestaciones anti bélicas desde la Guerra de Vietnam, en las que cientos de miles de estadounidenses se unieron a millones de personas en el mundo entero para oponerse a la atrocidad que estaba por ocurrir.

El Partido Demócrata logró obstruir los reiterados intentos del pueblo estadounidense por poner fin a la guerra, culminando en la elección de Obama el 2008, cuya victoria fue posible en parte gracias a que el candidato apelaba, cínicamente, al rechazo popular al conflicto.

Una vez que las organizaciones "anti bélicas" oficiales lograron socavar la oposición organizada, desviándola en apoyo a las campañas electorales de los Demócratas el 2004 y 2006, aprovecharon la victoria de Obama para poner fin a sus protestas. Lejos de representar un quiebre con las políticas de Bush, el gobierno de Obama las ha perpetuado en todos sus aspectos esenciales. Obama no sólo mantuvo las ocupaciones de Irak y Afganistán, sino que además expandió la Guerra de Afganistán hacia Paquistán e inició una nueva guerra en otro país con riquezas petrolíferas, Libia.

Las mismas organizaciones que declararon su oposición a la guerra de Irak dieron su apoyo la invasión de Libia. Estas organizaciones de clase media y publicaciones como la revista Nation aprovecharon la elección de Obama para hacer las paces con el imperialismo.

La salida de las tropas de combate de Irak es un anticipo a nuevas y peores guerras. La crisis capitalista entra en una nueva fase, y trae consigo el aumento de las tensiones entre las principales potencias. Hay sectores dentro de la clase dominante estadounidense que consideraban que la ocupación fue aventura desacertada que desviaba recursos y atención de amenazas más importantes, entre ellas las potencias regionales como Irán y las potencias mundiales en desarrollo como China.

La clase dominante estadounidense será tan implacable en su guerra contra los empleos y los programas sociales de los trabajadores estadounidenses como lo ha sido al imponer sus intereses en el extranjero.

El enorme sentimiento anti bélico acumulado en los Estados Unidos debe expresarse nuevamente como parte de un movimiento político y social de clase trabajadora en contra del sistema capitalista.

 



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