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El presupuesto de los banqueros

Por Jerry White
13 Agosto 2011

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Este artículo apareció originalmente en nuestro sitio en su ingles original el 5 de agosto, 2011.

Los orígenes políticos de Estados Unidos surgieron de la lucha revolucionaria lucha revolucionaria en contra de una aristocracia empeñada en mantener el status quo. Hoy la clase trabajadora se enfrenta a un enemigo no menos determinado: la clase dirigente parasítica bancaria, la cual sólo puede reaccionar a la crisis que ella misma ha creado con ataques cada vez más feroces contra las condiciones de vida de la gran mayoría de la población estadounidense y de todo el mundo.

A la cabeza de esta clase dirigente se encuentra el gobierno de Obama, el cual, con la ayuda de la prensa estadounidense y de los ámbitos políticos en general, insiste en que las reducciones presupuestales, valoradas en US$2.4 trillones (US$2.400.000.000.000) y consecuencia del último acuerdo sobre el presupuesto, representan solamente el “primer paso”, o sea, “el pago inicial” del ataque histórico contra los derechos sociales de la clase trabajadora, desde la atención médica para la salud hasta la educación pública.

Las reducciones al presupuesto se formularon en comunicación íntima y constante con un puño de ejecutivos banqueros que tienen la última palabra en cuanto a las directivas políticas. Durante los seis días que precedieron al voto del Congreso esta semana, el jefe del personal de la Casa Blanca, William Daley, quien anteriormente había sido ejecutivo de JP Morgan Chase [institución bancaria], se unió a otros funcionarios del gobierno para conversar por teléfono con banqueros y otros ejecutivos de las empresas principales, tales como American Express y Honeywell.

El Wall Street Journal, a vísperas del voto en el Senado de Estados Unidos, reportó que el ministro del Tesoro, Timothy Geithner, había llamado a Jamie Dimon, ejecutivo principal de JP Morgan, “para informarle acerca del acuerdo final”. Geithner bien sabía que si Dimon se oponía al acuerdo, éste iba a fracasar.

Muy lejos de postrarse ante el “chantaje” de los Republicanos—tal como los apologistas liberales e “izquierdistas” de Obama han pintado las acciones del mandatario durante los acontecimientos de la semana pasada—el presidente actuó como representante de los bancos al formular el acuerdo para reducir el presupuesto.

Los dos partidos políticos de Estados Unidos ya no pueden llegar a ninguna decisión importante sin que la clase dirigente banquera primero la apruebe. Luego de haber pasado los tres últimos años saqueando el Tesoro de Estados Unidos para pagar las deudas irresponsables que Wall Street incurriera debido a la recesión del 2008, el gobierno de Obama trató de obtener el permiso de los bancos para poner en práctica el plan que obligaría a la clase trabajadora a pagar por ello.

Los bancos ejercieron presión—y lanzaron una carta abierta que advertía que sucedería una calamidad si el Congreso fracasaba en llegar a un acuerdo—y aparentemente convencieron a varios Republicanos recalcitrantes que se subscribieran al acuerdo de último momento. Pero una vez que la clase dirigente logró este fin, inmediatamente comenzó a abogar por ataques aún peores contra la clase trabajadora.

Las agencias que valoran la solvencia crediticia de las empresas, tales como Moody's y Fitch, advirtieron que era muy posible que bajaran de categoría a la deuda de Estados Unidos si el Congreso fracasaba en aprobar enseguida las medidas para reducir la deuda. Esta advertencia siguió los pasos de otra que Standard & Poor's había hecho la semana anterior: que todo acuerdo que no redujera la deuda en por lo menos US$4 trillones (US$4.000.000.000.000) pondría en peligro su valoración de la deuda de Estados Unidos.

A medida que los temores acerca de una recesión de doble fondo en cuanto a la crisis de la deuda en Estados Unidos y Europa resultaba en la caída estrepitosa de los mercados—inclusive la venta de acciones el jueves pasado que disminuyó en 512 puntos, según el Dow Jones Industrial Average—los analistas de las finanzas y comentaristas de la prensa formularon una nueva narrativa. También se presentaron ciertas inquietudes debido a que Washington no tenía la “fuerza de voluntad política” para reducir drásticamente los antiguos programas de ayuda social y que, por lo tanto, estaba agravando la “incertidumbre del mercado”.

Aludiendo a la liquidación de acciones en el mercado, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, puntualizó el jueves pasado que el acuerdo sobre el presupuesto debería enviarle al mundo entero un “mensaje tranquilizador ”: que el gobierno de Estados Unidos ha adoptado una actitud bien seria en cuanto a la calibración del presupuesto.

El hecho es que las nuevas reducciones sólo han de intensificar la crisis mientras las espectaculares reducciones a las estampillas para alimentos, al seguro de desempleo, a la atención médica y a la educación eliminarán programas que hoy día son más necesarios que nunca para sobrevivir.

El gobierno de Obama ahora ha establecido el siguiente precedente: si la deuda del gobierno aumenta un dólar, los gastos sociales serán reducidos igualmente. Pero aún si en el 2021 los gastos discrecionales para fines no militares se redujeran radicalmente en un 33%—lo que terminaría en reducciones bestiales en las becas Pell, los programas de estampillas para la comida y otros programas—el techo de la deuda tendría que subir a US$ 6 trillones (US$6.000.000.000.000), según el Centro de Prioridades Presupuestales y Políticas.

Añade este informe que el esfuerzo por equilibrar, dólar por dólar, la deuda a través de los aumentos y las reducciones de los gastos requeriría la destrucción de una gran porción del programa de la Gran Sociedad y hasta del Nuevo Trato, lo que abriría paso a un gran aumento de la pobreza y la privación.

Y ahora, con millones de desempleados que no tienen la menor esperanza de encontrar trabajo, el gobierno, tanto a nivel federal como estatal, ya está en pos de reducir los beneficios de desempleo. El acuerdo sobre el presupuesto de Obama deliberadamente omitió toda extensión de beneficios federales para los más de tres millones de trabajadores desempleados a largo plazo. Estos podrían sufrir la desaparición total de su única fuente de ingresos para principios del 2012.

Según un informe nuevo del Departamento de Agricultura, hay una señal que subraya la crisis social: la cantidad de estadounidenses que reciben estampillas para la comida aumentó a casi 48.5 millones en mayo, lo que representa un15% de la población y bate el récord. El desempleo, las reducciones salariales y otros factores económicos resultaron en un aumento de 12% en el uso de las estampillas desde el año pasado. Desde mayo, 2009, el aumento ha sido en un 34%.

El jueves pasado, el New York Times reportó que, a medida que los gastos de los consumidores han declinado, las ventas de productos de lujo a los ricos casi llegan a niveles anteriores a la recesión. Estas ventas—inclusive cremas para la cara marca Crème de la Mer en US$1.650; botas de cuero Louboutin en US$2.495; abrigos Gucci en $11.950; y sedanes Mercedes Benz en US$200,000—aumentaron en un 11.6% en julio, o sea, el mayor aumento mensual en más de un año.

La reanudación de estos excesos se debe principalmente a la subida de la bolsa de valores luego de que el rescate del gobierno de Obama resucitara a los bancos y pusiera en manos de los ricos lo que casi puede llamarse el crédito gratis. Aún después de las ventas de acciones esta semana, el Dow Jones ha aumentado en un 80% desde su peor caída en el 2009.

La clase banquera gobernante preside sobre un sistema económico—el capitalismo—que sólo se dedica a un principio: la defensa de la riqueza de la clase gobernante y las ganancias de los bancos y las empresas principales.

Los sucesos de esta semana han dejado bien claro que la clase trabajadora internacional se está viendo cara a cara con la posibilidad de una depresión económica y ataques incesantes contra sus derechos sociales más básicos. A medida que las consecuencias de las reducciones presupuestales comienzan a dejar sus huellas, la clase trabajadora, abrumada por el peso de una crisis económica sin fin, comenzará a dar batalla.

El Partido Socialista por la Igualdad (PSI) rechaza los límites dentro de los cuales todo debate oficial acerca de la reducción del déficit toma lugar. El 1% más rico de Estados Unidos controla la mayor porción de la riqueza nacional como nunca antes.

Las ganancias de las empresas y de los jefes ejecutivos ya han rebasado los niveles que tenían antes de la quiebra. El problema no es que falta dinero, sino que las necesidades humanas son subordinadas irracional y destructivamente a las enormes fortunas personales de una clase dirigente parasítica.

Los trabajadores no son responsables de la crisis. El PSI llama a todos los trabajadores y a la juventud a que rechacen toda exigencia para que se sacrifiquen y a que movilicen su inmenso poder social para ponerle paro a las reducciones y defender sus derechos sociales.

Insistimos en que toda resolución de la crisis tiene que partir de su piedra angular: la expropiación de la riqueza de la aristocracia banquera y empresarial y quitarle control de la economía. Las enormes sumas de dinero que este sector ha monopolizado tienen que ser embargadas y ser puestas a disposición de la sociedad en general.

No es posible llevar a cabo la reestructuración de la sociedad para satisfacer las necesidades sociales sin que la clase trabajadora se apodere de, y controle, las fuerzas económicas principales. Ello significa la transformación de los bancos y de las empresas mayores en industrias públicas bajo control democrático, que es forma parte íntegra de la reorganización de la toda la economía.

Este programa sólo se puede lograr por medio de la lucha política. El gobierno de los bancos, el cual tanto los Demócratas como los Republicanos fielmente representan, tiene que ser reemplazado por un gobierno de la clase trabajadora.

Para poder entablar una lucha contra las bestiales reducciones adicionales que ya se asoman, la clase trabajadora tiene que romper decididamente no sólo con Obama, sino también con los dos partidos de las empresas y así emprender la lucha por el socialismo. Le instamos a todos los trabajadores y a la juventud que se unan al PSI y establezcan la dirigencia revolucionaria de la clase trabajadora.

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