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La crisis del liderazgo revolucionario en el 2011

Por Joseph Kishore
27 Abril 2011

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Los primeros tres meses del 2011 han sido testigos de una serie de eventos extraordinarios: levantamientos revolucionarios en el Oriente Medio y el Norte de África que han derrocado a dos atrincheradas dictaduras y dejado estupefactos a muchas otras más; protestas masivas en Wisconsin que proclaman el resurgimiento de la largamente suprimida lucha de clases en los EE.UU.; y el lanzamiento de una nueva guerra imperialista. Junto a todo esto, una crisis nuclear en Japón, provocado por un tsunami, confronta al mundo entero con un desastre ecológico—el resultado del imprudente uso de plantas de energía nuclear en búsqueda del lucro—con consecuencias económicas y sociales aún desconocidas.

El ritmo con los que los acontecimientos se suceden uno a otro es característico de un período revolucionario. En una escala global existe una polarización en la sociedad cada vez más creciente entre líneas de clase. Dos años y medio después de la crisis financiera que erupcionó en el otoño del 2008, las corporaciones y los bancos están intensificando su guerra contra la clase trabajadora. Al mismo tiempo, los primeros meses del año han producido un importante crecimiento de resistencia popular.

Las luchas iniciales de la clase trabajadora han dejado claro que confrontan inmensos y complejos retos políticos en cada país, todos los cuales están centrados en el problema del liderazgo revolucionario.

En el Oriente Medio y África del Norte, las heroicas batallas de los trabajadores y jóvenes han sido incapaces hasta ahora de alcanzar cualquier grado significativo de democratización, ni que hablar de una redistribución de riquezas y una reestructuración de las economías nacionales a favor de las masas. En Túnez y Egipto, manifestaciones masivas y huelgas han traído abajo a dos dictadores patrocinados por EE.UU., pero han dejado en el lugar los regímenes que formaban la columna vertebral de su poder.

En Egipto el gobierno militar, aclamado por la administración Obama como el garante de la democracia, está intentando prohibir las huelgas y las manifestaciones. Este está respondiendo de una manera no menos brutal que su predecesor a las demandas económicas y políticas de las masas egipcias. La ausencia de un liderazgo revolucionario y político en la clase trabajadora ha permitido, por el momento dado, que la burguesía egipcia se reagrupe. La clase dirigente ha sido ayudada por las organizaciones de oposición oficiales, las cuales rechazan la lucha por el poder obrero y el socialismo y han trabajado para subordinar la clase trabajadora al existente estado capitalista.

Las luchas de los trabajadores en los Estados Unidos, inspirados en parte por Egipto, confrontan el mismo problema de liderazgo en una forma diferente. Cientos de miles llegaron a Wisconsin para oponerse a la ofensiva del Gobernador Scott Walker de eliminar los derechos de negociación colectiva y atacar a los trabajadores del estado y a los programas sociales. El esfuerzo para resistir este ataque fue estropeado por la política derechista de los sindicatos, quienes se opusieron a realizar una huelga general para obligar a renunciar a Walker.

Los sindicatos trabajaron sistemáticamente para subordinar la oposición al Partido Demócrata, el mismo que en varios estados, y en un nivel federal, está implementando recortes y medidas de austeridad no menos brutales que aquellas exigidas por Walker.

En Europa los trabajadores confrontan una nueva ola de demandas de austeridad aún más extrema que aquellas que fueron implementadas el año pasado, todo esto con indicios que la primavera traerá con ella una reanudación de la crisis de deuda. Como en los Estados Unidos, los gobiernos han gastado fortunas para rescatar a los bancos y están exigiendo que la clase trabajadora pague. Las huelgas generales de un día, organizadas por los sindicatos el año pasado, no hicieron nada más que permitir un desahogo inmediato, dándole a la clase dirigente el tiempo de planear otra ofensiva.

La guerra en Libia ha expuesto las consecuencias de la crisis del liderazgo. La oposición popular al régimen de Gadafi, careciendo de un independiente programa revolucionario-democrático y anti-capitalista, ha sido secuestrada por el imperialismo para que sirva a sus propios intereses.

Más aún, el apoyo por esta sucia guerra colonial librada por los EE.UU. y sus aliados europeos ha dejado al desnudo el abismo social y político infranqueable que separa los intereses de la clase trabajadora, en una escala internacional y la de los representantes liberales e “izquierdistas” de la burguesía. En el nombre de “derechos humanos”—un eslogan empleado selectivamente para justificar guerras neo-coloniales—los viejos movimientos de protesta y partidos de “izquierda” que representan los intereses y perspectivas de las secciones más afluentes de la clase media alta se han alineado ellos mismos con el imperialismo. Más aún, mientras que aprueban el imperialismo de “derechos humanos” estos partidos y organizaciones hacen todo lo que pueden en su poder para bloquear el desarrollo de las luchas de la clase trabajadora en sus propios países en contra de las políticas de austeridad de la clase dirigente. En los EE.UU., esto toma la forma de apoyar a la administración de Barack Obama, incluso cuando él continúa y expande las políticas reaccionarias, nacional e internacionalmente, de su odiado predecesor.

Escribiendo en el medio de otra época revolucionaria, Trotsky explicó en 1938 que “la situación política mundial en conjunto está caracterizada principalmente por una crisis histórica del liderazgo del proletariado”. Las condiciones han cambiado, pero la tarea política básica aún permanece. Para liderar las luchas de la clase trabajadora contra el sistema capitalista, la misión crítica es la construcción de un nuevo liderazgo socialista en cada país.

Es bajo estas condiciones que el Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos organiza una serie de conferencias sobre La Lucha por el Socialismo Hoy. Los eventos del año han demostrado su importancia histórica como una etapa crítica en la construcción del liderazgo socialista en los Estados Unidos.

Se urge a aquello que viven fuera de los EE.UU., contactar al PSI y su organización juvenil, los Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social y que tomen la decisión de unirse hoy. Mientras el mundo entra en una nueva era de luchas revolucionarias, ahora es el momento de tomar la lucha por el socialismo.

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