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El discurso de Obama sobre Iraq, un ejercicio de cobardía
y de engaño
Por Bill Van Auken
8 Septiembre 2010
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el autor
El discurso del presidente Barack Obama retransmitido a todo
el Estado desde el Despacho Oval de la Casa Blanca el pasado jueves
[27 de agosto de 2010] fue un ejercicio de cobardía y de
engaño. Fue decepcionante para el pueblo de Estados Unidos
y de todo el mundo en su caracterización de la criminal
guerra contra Iraq. Y fue cobarde en su prosternación ante
el ejército estadounidense.
El discurso no podía sino inspirar disgusto y desprecio
entre quienes lo vieron. Obama, que en gran medida debe su presidencia
al sentimiento en contra de la guerra del pueblo estadounidense,
utilizó el discurso para glorificar la guerra a la que
erróneamente se había considerado que él
se oponía.
El pasaje más espeluznante llegó al final del
discurso de 19 minutos cuando Obama declaró: "Nuestras
tropas son el acero de nuestro barco de Estado" y añadió:
"Y aunque nuestra nación navegue por aguas tempestuosas,
nos dan confianza de que nuestro rumbo es bueno".
El miserable discurso de Obama merece ser recordado por esta
declaración más que por todas ambigüedades
acerca de la retirada de tropas. Era una retórica apropiada
para una república bananera gobernada por los militares
o para un Estado fascista. El ejército (y no la Constitución,
ni la voluntad del pueblo o las instituciones ostensiblemente
democráticas del país) constituyen el "acero"
en el "barco de Estado". Se supone que los derechos
democráticos del pueblo son un lastre que se puede arrojar
por la borda cuando sea necesario.
El motivo del discurso fue el plazo artificial fijado por el
gobierno de Obama para lo que el presidente llamó el "final
de nuestras misiones de combate en Iraq." Ésta es
sólo una de las innumerables mentiras incluidas en sus
breves comentarios.
Unas 50.000 personas pertenecientes a las tropas de combate
siguen desplegadas en Iraq. Aunque se les ha cambiado el nombre
por el de fuerzas "transitorias" dedicadas supuestamente
a "adiestrar" y "aconsejar" a las fuerzas
de seguridad iraquíes, su misión sigue siendo la
misma.
Es más, apenas una semana después de que los
medios convirtieran el repliegue de Iraq de solo un batallón
Stryker en un "hito" que señalaba la retirada
de las últimas tropas de combate, se envió de vuelta
al país ocupado desde Fuerte Hood, Texas, a 5.000 miembros
del Tercer Regimiento Acorazado de Caballería.
Washington no tiene intención de acabar con su presencia
militar en Iraq. Sigue construyendo bases permanentes y está
determinado a seguir con la agenda original después de
que gobierno de Bush iniciara la guerra en marzo de 2003: la imposición
de la hegemonía estadounidense en el rico en petróleo
Golfo Pérsico.
El discurso de Obama fue tan incoherente como humillante. De
forma deshonesta, el presidente trataba ganar crédito por
cumplir su promesa de campaña respecto a Iraq. Cuando era
candidato había prometido retirar las tropas de combate
estadounidenses del país en el plazo de 16 meses desde
que llegara al poder. Al final se limitó a adoptar el calendario
y el plan diseñados por el Pentágono y el gobierno
de Bush para una retirada parcial que deja 50.000 soldados de
combate en Iraq.
Bajo la apariencia de rendir tributo a "nuestros soldados"
el residente demócrata se sentía obligado a distorsionar
y lavar la imagen de todo el carácter de la guerra a la
que fueron enviados a luchar describiendo uno de los capítulos
más negros de la historia estadounidense como una especie
de esfuerzo heroico.
"Mucho ha cambiado" desde que Bush emprendió
la guerra hace siete años y medio, afirmó Obama.
"Una guerra para desarmar a un Estado empezó una lucha
contra toda insurgencia" en la que los soldados estadounidenses
combatieron calle por calle para ayudar a Iraq a aprovechar la
oportunidad de un futuro mejor".
El discurso se elaboró como si el presidente se dirigiera
a una nación de amnésicos. ¿ Creía
realmente que nadie recuerda que fue una guerra que se emprendió
basándose en mentiras? Se le dijo al pueblo estadounidense
que era necesaria la invasión de Iraq porque el gobierno
de Sadam Husein había desarrollado "armas de destrucción
masiva" y se estaba preparando para ponerlas en manos de
al-Qaeda para hacer estallar "nubes en forma de hongo"
sobre todas las ciudades estadounidenses.
No había "armas de destrucción masiva"
ni había relación alguna entre el régimen
iraquí y al-Qaeda. Eran invenciones de un gobierno que
estaba decidido a llevar a cabo una guerra de agresión
para hacer avanzar los intereses estratégicos imperialistas
estadounidenses.
Estas mentiras se expusieron minuciosamente y contribuyeron
a hacer que entre el pueblo estadounidense aumentara una hostilidad
generalizada hacia la guerra. Todo esto tiene que ser olvidado,
descalificado y reducido a detalles insignificantes.
Obama presentó al pueblo iraquí como el afortunado
beneficiario del auto-sacrificio y heroísmo estadounidense,
que le otorgó la "oportunidad de abrazar un nuevo
destino".
Apenas se podría imaginar que más de un millón
de iraquíes han perdido la vida a consecuencia de esta
guerra estadounidense que no fue provocada, ni que la violencia
ha expulsado de sus hogares a unos cuatro millones de personas
obligadas a exiliarse o bien desplazas dentro del propio país
devastado por la guerra. Cada institución y componente
esencial de la infraestructura social de Iraq fue arrasado por
la invasión estadounidense, que desencadenó lo que
con toda propiedad se podría calificar de sociocido,
el asesinato de toda una sociedad. La devastación causada
por el militarismo estadounidense ha dejado una destrozada nación
de viudas, personas sin hogar, parados y heridos.
Aunque se pudo lograr una reducción temporal de la resistencia
armada a la ocupación estadounidense cometiendo una sangría
entre el pueblo iraquí, lo que ha quedado es una sociedad
y un sistema político inviables, dominados por divisiones
sectarias y eclipsados por la continua presencia estadounidense.
Entre las secciones del discurso de Obama que más revolvían
el estómago estaba el tributo gratuito a su antecesor,
George W. Bush. Aunque reconoció que habían "estado
en desacuerdo respecto a la guerra" (un desacuerdo que no
tenía ganas de explicar en detalle), Obama insistió
en que "nadie podría dudar del apoyo del presidente
Bush a nuestros soldados, o de su amor al país y su compromiso
con nuestra seguridad". Esto demostraba, continuó,
que "había patriotas que apoyaban esta guerra y patriotas
que se oponían a ella. Y todos nosotros coincidimos en
nuestro reconocimiento a nuestro hombres y mujeres soldados".
Bush emprendió una guerra que era ilegal según
el derecho internacional. Él y otras figuras dirigentes
de su gobierno (Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice)
arrastraron al pueblo estadounidense a un crimen de guerra, esencialmente
el mismo acto por el que los nazis fueron juzgados y condenados
en Nuremberg: planear y emprender una guerra de agresión.
Obama dijo a su audiencia que había hablado con Bush
aquella tarde, aparentemente para expresar su solidaridad a un
criminal de guerra que debería ser juzgado en La Haya.
Inevitablemente, a este crimen esencial le sucedieron toda
una serie de otros crímenes. Los "hombres y mujeres
soldados" estadounidenses, cuyo honor se invoca constantemente
para justificar el asesinato masivo, se convirtieron en partícipes
de estos espantosos crímenes.
Al pueblo estadounidense y al mundo entero le asquearon las
imágenes procedentes de Abu Ghraib. Pero el gobierno Obama
ha intervenido ante los tribunales para impedir que se expongan
las pruebas de otros actos criminales que son aún más
atroces.
Los propios soldados fueron víctimas de esta guerra.
Casi 4.500 han perdido la vida en la agresión emprendida
por el gobierno de Bush y otros 35.000 más han resultado
heridos. Cientos de miles han padecido traumas psicológicos
a consecuencia de ser arrojados a una sucia guerra colonial.
"La grandeza de nuestra democracia es nuestra capacidad
para movernos más allá de nuestras diferencias y
aprender de nuestras experiencias mientras hacemos frente a los
desafíos que tenemos ante nosotros", continuó
Obama. ¡Menuda farsa!
La reputación de la democracia estadounidense se construyó
sobre principios y derechos constitucionales que fueron destrozados
por el gobierno Bush en nombre de una "guerra global contra
el terrorismo". El gobierno de Obama ha aceptado completamente
estos ataques a los derechos democráticos y ha defendido
el espionaje interno, los juicios extraordinarios, el encarcelamiento
sin cargos o juicio, e incluso arrogar al ejecutivo el derecho
de considerar a ciudadanos estadounidenses sospechosos de terrorismo
y ordenar su ejecución extrajudicial.
El retorcido camino del discurso de Obama llevó de Iraq
a Afganistán. En este caso afirmó que era una guerra
que podría ser apoyada por "estadounidenses de todo
el espectro político" porque supuestamente se emprendió
contra al-Qaeda, que "sigue tramando contra nosotros".
Señaló que la "retirada de Ira"q había
permitido que se dedicaran mayores recursos a esta guerra con
el resultado de que "casi una docena de dirigentes de al-Qaeda"
habían sido "asesinados o capturados por todo el mundo".
No se explicó qué tiene esto que ver con triplicar
el número de soldados estadounidenses desplegados en Afganistán
desde que Obama entró en la Casa Blanca. Según altos
cargos y agentes de la inteligencia estadounidense, hay menos
de cien miembros de al-Qaeda en Afganistán, que ahora está
ocupado por casi 100.000 soldados estadounidenses y otros 40.000
de la OTAN y otros soldados extranjeros.
Obama continuó reconociendo que las fuerzas estadounidenses
"están luchando para romper el impulso talibán"
sin molestarse siquiera en exponer los argumentos a favor de una
relación entre esto y "eliminar" a miembros de
al-Qaeda por todo el planeta. La realidad es que en Afganistán
las fuerzas estadounidenses están luchando contra afganos
que resisten a una ocupación extranjera. El objetivo no
es derrotar el "terrorismo", sino establecer el dominio
estadounidense en Asia Central, con su importancia geoestratégica
y sus vastos recursos de energía.
Por último, tras reconocer que la guerra de Iraq había
contribuido a llevar al país a la quiebra, Obama sugirió
que el cambio que ha ordenado en el despliegue militar en Iraq
está relacionado en algún modo con una determinación
por parte de su gobierno de cambiar su centro atención
hacia resolver la crisis a la que se enfrentan más de 26
millones de trabajadores estadounidenses que o bien están
en paro o son incapaces de encontrar un empleo a tiempo completo.
"Hoy, nuestra tarea más urgente es restaurar nuestra
economía y hacer que los millones de estadounidenses que
han perdido su empleo vuelvan a trabajar", afirmó.
"Para fortalecer a nuestra clase media debemos dar a todos
nuestros niños la educación que merecen y a todos
nuestros trabajadores las habilidades que necesitan para competir
en una economía global".
Ésta es otra mentira. Mientras que el gobierno ha entregado
billones de dólares para rescatar a Wall Street, ha dejado
claro muchas veces que no hará nada para crear empleo para
los parados. Por lo que se refiere a la educación, el gobierno
federal sigue recortando los fondos, despidiendo a profesores
y cerrando escuelas.
Tras su retórica artera el discurso ha subrayado una
cosa: las decisiones respecto a Iraq y Afganistán las han
dictado los altos cargos militares y la Casa Blanca de Obama las
ha implementado obedientemente. Éste es un gobierno que
no tiene una política independiente y mucho menos convicciones.
Implementa unas políticas elaboradas en otra parte (en
Wall Street y dentro del Pentágono) y está entregado
a la defensa de la aristocracia financiera a expensas del pueblo
estadounidense.
Traducido
del inglés para Rebelión
por Beatriz Morales Bastos
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