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Mineros atrapados en Chile: Victimas de la sed por ganancias

Por César Uco
10 Septiembre 2010

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El drama humano de los 33 mineros chilenos atrapados por más de un mes 700 metros bajo tierra ha llamado la atención de todo el mundo. La lucha de estos trabajadores por sobrevivir y su determinación e ingenuidad en organizarse para enfrentar condiciones casi imposibles de imaginar—que aun continuará ya que los planes de rescate anticipan una duración de cuatro meses mas—ha causado la admiración y solidaridad de los pueblos alrededor del mundo.

Sin embargo, la extensiva cobertura de este dramático episodio da poca importancia, aun cuando es mencionada, a las condiciones sociales, económicas y políticas que crearon el desastre en primer lugar, y las condiciones similares que enfrentan los mineros en cientos de pequeñas minas inseguras en Chile. En general, la media meticulosamente evita tratar de la responsabilidad criminal de los dueños de la mina y el gobierno chileno.

Los 33 mineros han estado atrapados desde el 5 de agosto en la mina San José, localizada en el Desierto de Atacama a unos 350 kilómetros al norte de Santiago, cuando una explosión produjo un masivo desprendimiento de rocas que bloquearon el principal acceso a la superficie. Los mineros sobrevivieron racionando las raciones de comida para dos días a una mínima dieta de dos cucharadas de atún en conserva, un vaso pequeño de leche, media galleta y pequeños dados de melocotón en almíbar cada 48 horas.

Algunos hombres habían perdido entre siete y diez kilos cuando fueron hallados por primera 17 días después que ocurriera el accidente. Al momento, están recibiendo comida líquida y sólida, además de vitaminas. Su dieta ha subido a 1.200 calorías diarias y se espera que llegue a 2.000 calorías en pocos días.

Los doctores que han estado en contacto con los mineros informaron que cinco de ellos están sufriendo de depresión. Estos tienen problemas para dormir y se encuentran cada vez más ansiosos e irritables después de haber estado confinados a un reducido espacio por tanto tiempo.

El plan de rescate requiere que los mineros atrapados trabajen 24 horas diarias organizándose en turnos para remover de 3.000 a 4.000 toneladas de roca que caerá mientras de abre el túnel desde la superficie al refugio donde se encuentran los mineros atrapados. Los ingenieros han estimado que tomara por lo menos hasta fin de año para sacar a los mineros a salvo. Ya es el tiempo mas largo en la historia que hombres han estado atrapados en una mina.

El irresponsable comportamiento de la compañía minera, San Esteban, que se especializa en la extracción de cobre y oro, ha causado un creciente descontento popular en Chile. El registro muestra que la compañía estaba en falta en una serie de puntos: retrasaron el anuncio del accidente, habían violado varias medidas de seguridad y no habían aportado al seguro social de los mineros, de acuerdo a querellas. Uno de los mineros atrapados dijo que cuando llegaron al refugio encontraron que “se había cortado la electricidad y no había ventilación.”

La mina San José tiene citaciones de 80 accidentes. En 2004 murió un minero debido a un desplome. En 2006 un chofer de camión murió en un accidente en la mina. Ese mismo año 182 trabajadores fueron heridos, 56 de ellos de seriedad, de acuerdo a GlobalPost.

La mina cerró en 2008 después que una explosión causara la muerte de un geólogo. Los dueños fueron acusados de homicidio involuntario, pero el caso se cerró en 2008 cuando éstos acordaron pagar $170.000 de indemnización a la familia.

Una condición para reabrir la mina fue que San Esteban se comprometiese a construir una escalera que uniera el refugio con la superficie. Inmediatamente después del desplome del 5 de agosto, los mineros trataron de salir a la superficie por un túnel de ventilación. Sólo llegaron hasta un tercio del camino, donde se vieron obligados a retroceder debido a que los dueños nunca se ocuparon de completar la escalera a la superficie.

Página 12 de Argentina citó a José Rojo, un minero con 20 años de experiencia, diciendo que los dueños se habían “enceguecido” con la mina San José. “Nosotros les decíamos que se venía abajo, a cada rato había desprendimientos en el cerro. Sabían que iba a pasar. A veces cuando estaba con la perforadora Jumbo tenía que parar porque veía que se me venía encima el techo, retrocedía y al toque caía.” El día del derrumbe no trabajó porque su máquina estaba rota.

El Times de Londres entrevistó a Philippe Sanchez, 51, quien trabajó en la mina entre 1987 y 1999 y cuyo sobrino está entre los atrapados. “Es una de las peores minas de la región,” dijo. “Siempre ha sido peligrosa. Todo el tiempo hay accidentes y cuando una queda herido, es mejor no quejarse por temor a ser despedido—hay una cultura de silencio.”

Un ex parlamentario representante de la región y especialista en minería, Antonio Leal, culpó a los dueños por el accidente.

“Los principales responsables de esta tragedia son los dueños de la Compañía Minera San Esteban, Marcelo Kemeny y Alejandro Bohn,...[porque] permanentemente han infringido la ley pese a los accidentes que se han producido en las faenas de este mineral entre el 2003 y el 2010 y que han costado la vida a tres mineros y dejado gravemente lesionados a otros dos”, sostuvo Leal.

Añadió que los dueños “han sido insensibles frente a las exigencias de mayor seguridad en las faenas mineras, engañando con promesas nunca cumplidas a los órganos de fiscalización y al sindicato de la empresa”.

El sindicato minero también ha denunciado los peligros de la mina San José, señalando los muchos accidentes que ocurrieron en el pasado. Esto llevo al Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), el órgano estatal que fiscaliza la seguridad de las operaciones mineras, a cerrar la mina San José.

“En aquel momento incluso el gerente y dueño del mineral Alejandro Bohn amenazó al Director de Sernageomín Anton Hraste con hacerle perder el puesto si la mina no se reabría”, contó Leal.

En nombre de 24 de los 32 mineros chilenos (un minero es boliviano) se ha presentado una querella contra el estado chileno y la compañía. Las familias se quejan que ningún minero ha recibido su salario desde inicio de agosto, y están al amparo de donaciones del pueblo chileno para sobrevivir.

Mientras tanto, un juez local ordenó a la compañía congelar una cuenta de $1,8 millones para enfrentar futuras compensaciones a 26 de las familias. Un representante de San Esteban dijo que la compañía podría declararse en bancarrota para evitar cumplir con sus obligaciones. Por otro lado, se informó que la compañía ya está planeando abrir otra mina en el Desierto de Atacama.

La Cámara de Diputados de Chile ha llamado a una investigación y el presidente de Chile, el ultra-derechista Sebastián Piñera, quien tomó el mando en marzo pasado, dijo que su gobierno va a “investigar las responsabilidades y sancionar a los que tengan culpabilidad”.

Tales llamados a la acción son anunciados rutinariamente en un intento de apaciguar el malestar popular cuando ocurren accidentes como éste. Sin embargo, las condiciones de inseguridad en la mina San José no son de ninguna manera únicas. Esta es una de cientos de pequeñas minas en Chile que trabajan bajo condiciones precarias en un intento por parte de los dueños de sacar la mayor ganancia posible del alto precio de los metales. Atraen a mineros ofreciendo salarios y beneficios por encima del promedio.

De acuerdo al director nacional de Sernageomin, Alejando Vio Grossi, la mina fue reabierta sin su conocimiento, bajo la autoridad de un subordinado. Vio Grossi fue despedido por el presidente Sebastián Piñera después del accidente.

La realidad es que Sernageomin no tiene los fondos ni el personal adecuado para cumplir sus responsabilidades. Debido a cortes presupuestales, sólo cuenta con 16 inspectores de seguridad para más de 4.500 minas en todo Chile. En la región de Atacama sólo tiene tres inspectores encargados de supervisar 884 minas de tamaño medio y pequeño.

Bajo estas condiciones, la propuesta del gobierno de aumentar el personal de 16 a 45 y el presupuesto de 12 billones de pesos ($24 millones) a 28 billones de pesos ($56 millones) para fines del 2011 no tendrá ningún efecto significativo.

Para muchos dueños de minas, es más rentable pagar las multas por romper las reglas de seguridad que investir en mejorar las condiciones de seguridad para los trabajadores. Debemos añadir que el soborno de funcionarios públicos mal pagados es una norma entre los capitalistas chilenos.

La alcaldesa de la ciudad de Caldera, Brunilda Gonzalez, culpó a Sernageomin por fracasar en exigir que se cumpla la inspección y otros procedimientos regulares antes que se reabra la mina, lo cual había sido resultado de un soborno. “Ha habido un soborno”, ella dijo. “Se han movido influencias y hubo negligencia por parte funcionaros públicos y del estado.”

Los familiare de los mineros atrapados dijeron, en entrevistas con Prensa Asociada, que los hombres arriesgan sus vidas para trabajar bajo condiciones inseguras en las minas pequeñas porque era la única manera de sacar a sus familias de la pobreza. Muchos mineros viajan más de mil kilómetros de ida y vuelta desde la mina San José hasta donde viven sus seres queridos.

Chile es el principal productor de cobre en el mundo, representando el 40 por ciento de las exportaciones del país.

El crecimiento de 4,1 por ciento anual per cápita durante las últimas dos décadas, de acuerdo al Banco Mundial, ha ido acompañado por el crecimiento de la desigualdad social y económica. Catorce por ciento de la población, o 2,3 millones de chilenos, viven en pobreza, con varios millones más apenas por encima de la línea de pobreza.

De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas, la región de Atacama ha experimentado un “crecimiento dinámico”, pero éste no se ha traducido en la disminución de los niveles de pobreza en esta región rica en minerales.

Posando como el amigo de los mineros se encuentra el presidente Piñera, un multimillonario y descendiente político de la dictadura militar del general Pinochet, en cuyo régimen su hermano ejerció los cargos de ministro de trabajo y ministro de minas. En esta ultima posición, José Piñera fue instrumental en la aprobación de la Ley Constitucional de Minería en 1981, limpiando así el camino para que se deterioren las condiciones de seguridad en las minas. El actual presidente, Sebastián Piñera, incluyó en su plataforma electoral la privatización parcial de la compañía estatal Codelco—Corporación Nacional del Cobre.

Tal como en las postrimerías del terremoto de grado 8.8 que destruyera la costa sur de Chile hace seis meses, Piñera ahora intenta capitalizar en esta tragedia humana para promocionar su llamado a la “reconciliación” de todos los chilenos, un intento de suprimir las luchas de clase y enterrar el pasado de tortura, ejecuciones masivas y represión por las que nadie ha sido señalado como responsable.

El presidente derechista ha tratado de tomar crédito por las labores de rescate, presentándose en la localidad de la mina para convertir las operaciones en un ejercicio en patriotismo. Cuando los mineros fueron contactados por primera vez, los funcionarios le dijeron a los familiares que la noticia aun no se podía confirmar, maniobra diseñada para esperar a que Piñera llegase a la mina y se presentase ante las cámaras de televisión para leer la nota que había mandado uno de los mineros, que decía que los 33 estaban vivos. El palacio presidencial acaba de anunciar planes para organizar a todo el país a cantar el himno nacional el 18 de septiembre—dia de la independencia—con los mineros participando desde el refugio de la mina vía una transmisión en video.

El llamado a la unidad de Piñera con aquellos que Pinochet viciosamente reprimió ha encontrado eco en la oposición, el Partido Socialista, el cual gobernó al país en sociedad con los Demócratas Cristianos por 20 años consecutivos antes que Piñera tomara el poder. Tal acuerdo fue simbolizado con el abrazo que el presidente recibiera de la senadora socialista María Isabel Allende Bussi, hija del presidente Salvador Allende, quien fuera derrocado por un golpe militar el 11 de septiembre de 1973.

La unidad entre los políticos de los grandes negocios, sin embargo, no puede esconder las profundas divisiones de clase y las hostilidades que subrayan el desastre minero en Chile. Un articulo de Prensa Asociada hizo la suspicaz observación que su coraje hacía recordar el “estoicismo y esperanza conmovedoras, como la que décadas atrás se observaba en las manifestaciones de las víctimas de la dictadura de Pinochet.”

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