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La segunda etapa de la crisis mundial capitalista
Por Nick Beams
18 Junio 2010
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el autor
El secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad
(PSI) de Australia, Nick Beams, presentó el siguiente informe
ante una reunión del partido realizada el 3 de abril, 2010.
El informe en su inglés original fue publicado el 12 de
abril, 2010.
Al comenzar esta charla quiero primero referirme al análisis
que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional
(CICI) hizo referente a la crisis económica y bancaria
que estalló cuando Lehman Brothers se derrumbó el
15 de septiembre de 2008. Nosotros insistimos desde un principio
que esta crisis no era transitoria y que tampoco ofrecía
ninguna válvula de escapa hacia la situación anterior.
Más bien, representaba el colapso del modo de acumulación
capitalista que había tomado lugar durante la época
previa.
¿Qué significaba esto? No significa que la
economía capitalista dejaría de funcionar inmediatamente,
ni que tampoco ésta se dirigiría inexorablemente
al sepulcro, ni que es inevitable que la recesión continúe
indefinidamente. Comprendimos en ese entonces que el colapso significaba
otra cosa: un nuevo período había comenzado, caracterizado
por la reestructuración de las relaciones entre las clases
sociales y entre las varias potencias capitalistas.
Para comprender el contenido fundamental de nuestro análisis,
tenemos que enfocar la evolución del sistema capitalista
desde un punto de vista histórico. La gran época
del capitalismo progresista se derrumbó con gran estruendo
en agosto de 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial,
la cual no fue ningún encuentro desafortunado
entre las potencias principales. Fue, como lo expresara Trotsky,
el colapso más explosivo en la historia de un sistema
económico destruido por sus propias contradicciones orgánicas.
Ese análisis lo confirmó todo lo que siguió.
La guerra acabó, pero ello no quería decir que habría
un retorno a la situación de antes. Más bien, el
fin de las hostilidades impulsó tres décadas de
confusión social, económica y política que
terminaron en la Segunda Guerra Mundial, conflicto aún
más desastroso que la Primera. Fue sólo debido a
las traiciones de las luchas revolucionarias de la clase trabajadora
y, como Trotsky advirtiera, sobre la sangre y los cadáveres
de millones de obreros que el capitalismo alcanzó una expansión
significativa a finales de la década de los 1940. Esa evolución
se basó en la supremacía económica del imperialismo
estadounidense y sobre la expansión de los métodos
de producción de Estados Unidos al resto del mundo.
Por una parte, entre los elementos más importantes de
la nueva expansión capitalista fue la estabilización
de Europa. Este equilibrio resolvió la cuestión
alemana: desarrolló el marco económico-político
dentro del cual el dinámico capitalismo alemán se
podía acomodar sin tener que irse a otra guerra. Por otra
parte, en el Oriente se resolvió lo que podríamos
llamar la cuestión japonesa. Quiero hacer hincapié
en estos dos convenios desde el punto de vista de la situación
de hoy, pues la confusión que hoy reina descansa sobre
la piedra angular de la Unión Europea y su moneda (descendientes
de los convenios después de la Segunda Guerra Mundial),
y de los crecientes conflictos entre China y Estados Unidos.
El crecimiento en la curva del desarrollo capitalista después
de la guerra siguió hasta principios de la década
de los 1970, cuando las contradicciones orgánicas del sistema
capitalista mundial surgieron de nuevo. Fue un período
de luchas revolucionarias, cuyo fin se debió a las traiciones
de la clase trabajadora por parte del estalinismo y la socialdemocracia
con la ayuda de los pablistas. El papel que jugaron los pablistas
en obstaculizar el desarrollo de una orientación revolucionaria
en la clase trabajadora reveló que el significado de sus
ataques contra la Cuarta Internacional, empezando a principios
de la década de los 1950, había sido de carácter
histórico. Las varias revisiones teóricas y programáticas
que el pablismo había introducido se convirtieron en rebeliones
pequeño-burguesas en contra del trotskismo. Se basaban
en cierta premisa: que las experiencias de la Revolución
de Octubre de 1917 no podían repetirse.
Apoyándose en la traiciones de las luchas revolucionarias
que ocurrieron entre 1968 y 1975, la burguesía inició
una ofensiva sociopolítica contra la clase trabajadora.
Esta movida se vinculó a, y formó parte esencial
de, la restructuración económica del capitalismo
mundial forzada por la decadencia del viejo modo de acumulación
de los 1950 y 1960. Pero por sí misma, esta ofensiva contra
la clase trabajadora no resultó en una nueva prosperidad
capitalista basada en nuevos métodos de acumulación.
Eso sólo fue posible cuando apareció un enorme cambio
en el panorama geopolítico: el colapsoo para ser
más exacto, la liquidaciónde la Unión
Soviética por la burocracia estalinista por una parte y
por otra la integración de nuevos recursos basados en la
mano de obra barata en los ámbitos del capital internacional
en grandes regiones del mundo.
Varios estudios comprueban que la fuerza laboral mundial se
ha duplicado. Otros afirman que el crecimiento ha sido entre los
300 y 500 millones. La cantidad exacta no importa, pero está
claro que esta transformación ha sido de las más
decisivas en la historia de la economía mundial. Fue este
cambio, en la misma estructura del capitalismo mundial, que produjo
las bases para la recuperación económica del sistema
a principios de la década de los 1990. Trotsky había
anticipado semejante desarrollo cuando hizo notar durante los
1920 que una nueva recuperación capitalista era posible
si la Unión Soviética desaparecía o si las
potencias imperialistas llegaban a dominar a China. La historia,
como ya sabemos, tomó un rumbo diferente, pero la esencia
del análisis de Trotsky retiene toda su validez.
La integración de la fuerza laboral de China, la India
y otras naciones al capital internacional, el desarrollo de nuevas
tecnologías basadas en la informática y los mejoramientos
en la eficiencia de la transportación, etc., etc., todos
crearon las condiciones para la nueva recuperación del
capitalismo. Todas estas medidas resultaron de la lucha emprendida
por el capital para superar la caída de las tasas de las
ganancias que habían llevado a la ruina al previo modo
de acumulación, el cual se basaba la producción
en cadena de montaje.
No obstante, esta nueva prosperidad en la curva del desarrollo
capitalista fue bastante inestable, muy similar a la que había
comenzado a mediados de los 1890 y terminado en el colapso de
1914. (En un comentario que leí recientemente, el escritor
ofrece un consuelo: la crisis del 2008 fue muy similar a la crisis
bancaria estadounidense de 1907. Pero el escritor no elabora lo
que había sucedido solamente siete años antes.)
La prosperidad de las dos últimas décadas se
basó, por una parte, en la explotación de la mano
de obra barata y, por otra, en el florecimiento de mecanismos
de acciones bancarias por medio de los cuales las economías
capitalistas principales expropiaban este aumento en la masa de
la plusvalía. El punto hasta donde llegó la transformación
de la estructura económica de varios de los países
capitalistas principales se puede ver en las estadísticas
referentes a la Gran Bretaña. En una columna publicada
por el Financial Times del 25 de marzo, Martin Wolf, comentarista
sobre la economía, nota lo siguiente: El patrimonio
económico del thatcherismo fue sorprendente. De
acuerdo al presupuesto, los servicios empresariales entre 1997
y 2006 generaron el 40% de la expansión económica;
las intermediaciones bancarias generaron aproximadamente el 13%.
La producción contribuyó casi cero. Esos fueron
los resultados del mercado. La economía del Reino Unido
se expandió más rápido que la de otros países
europeos importantes. El crecimiento parecía satisfactorio
y sostenible. El nuevo modo de acumulación le abrió
paso a cambios enormes en el panorama urbano. En las zonas urbanas
ahora las fábricas eran renovadas. La renovación
consistió en fomentar nuevos centros municipales, comerciales
y bancarios. Pero todo ese fomento estaba vinculado de una manera
u otra a la apropiación de la plusvalía extraída
de otros lugares.
La financiación se expandió rápidamente
en las economías capitalistas avanzadas. En otras palabras,
las ganancias (beneficios) llegaron a acumularse más y
más por medio de conductos bancarios que por medio del
comercio y la producción de mercancías. En Estados
Unidos, la contribución de las finanzas, como parte integral
del total de las ganancias empresariales, aumentó de menos
del 10% en 1980 a aproximadamente el 40% en el 2007.
Una encuesta de 10 países capitalistas principales llevada
a cabo por el McKinsey Global Institute y que incluye a
Estados Unidos y al Reino Unido recientemente descubrió
que desde el 2000, la deuda bruta de estos países había
aumentado a más o menos $40.000.000.000.000.000 (trillones);
o sea en un 60%. El aumento de la proporción de la deuda
totalprivada y gubernamentalpertinente al Producto
Nacional Bruto (PNB) fue en un promedio del 200% en 1990. Ya para
el 2008, esta deuda había llegado a un 330%. Durante el
mismo período, en el Reino Unido la proporción de
la deuda había aumentado del 200% al 450%. Gran parte de
la deuda se había incurrido no para financiar la producción
industrial sino para financiar las actividades bancarias.
El aumento de la deuda impulsó la expansión del
financiamiento.
Sin embargo, a pesar de las fantasías de la burguesía
y de sus ideólogos que el dinero puede engendrar más
dinero simplemente porque esa es su naturaleza, las ganancias
acumuladas por el capital bancario son, a fin de cuentas, un reclamo
sobre la plusvalía extraída de la clase trabajadora.
Al fin y al cabo, la plusvalía disponible funciona como
una restricción a las ganancias (beneficios) que provienen
de las finanzas.
Pero ello no significa que las actividades del capital bancario
consisten de una sola etapa, sujeta a esta ley. Al contrario,
la contradicen; sin embargo, tampoco pueden librarse de ella.
Como Marx notara en el primer capítulo de Capital,
la ley del valor se impone con fuerza como una ley de la
naturaleza que arrasa con todo. Y lo hace de la misma manera
en que la ley de la gravedad...se reafirma a sí misma
cuando se cae una casa y escuchamos el estruendo.
El capital ficticioes decir, el capital que no extrae
la plusvalía directamente, sino que representa títulos
o reclamos sobre la plusvalía extraída en otro lugarfue
capaz de producir un aumento en las ganancias, frecuentemente
a través de actividades bancarias cada vez más sospechosas
y puestas en práctica a una velocidad mayor que la del
aumento en la tasa de la plusvalía extraída de la
clase trabajadora. Además, aún cuando se reconocieron
los peligros, fue el mercado mismo el que lo presionó y
obligó a actuar de esa manera. Como Chick Prince, jefe
del Citigroup, dijo famosamente en julio de 2007, cuando
la música toca, todo el mundo tiene que levantarse de su
silla y empezar a bailar. Pero las leyes del sistema capitalista
eventualmente imponen su dominio. Y cuando toda la estructura
para acumular gananciasen este caso la titulación
de activos referentes a los préstamos hipotecarios de baja
calificación crediticiase desploma, la pista de baile
se hunde. Cuando un ala de la casa se cae, se derrumba toda la
casa.
Fue entonces que el estado capitalista intervino para rescatar
a los bancos y las instituciones financieras, en efecto asumiendo
las deudas de los bancos. Es decir, honró los reclamos
de los bancos y las instituciones financieras. Pero ello no significó
que los problemas habían desaparecido.
La crisis estalló debido a que, por medio de las mismas
actividades de los mercados de finanzas, los reclamos del capital
financiero eran enormemente mayores a lo que la plusvalía
podía respaldar. Ese es el significado social de los llamados
activos sin valor o activos tóxicos. El estado
intervino y honró esos reclamos. Pero el problemaque
la masa del capital ficticio es mucho mayor que la plusvalía
que lo reclamatodavía persiste, pues todavía
no se ha creado una masa de plusvalía que lo pueda reclamar.
Lo que ha sucedido es que el estado se ha apoderado de los reclamos
de los bancos e instituciones financieras, los ha pagado como
si en realidad existieran, y se ha obligado a sí mismo
la tarea de extraer la plusvalía adicional necesaria que
proviene de la clase trabajadora.
Consideremos la magnitud de lo ocurrido. Entre julio de 2007,
y marzo de 2009, los precios de las acciones de los bancos internacionales
disminuyeron en un 75%, lo que significa una pérdida de
$5.000.000.000.000 (trillones) en capitalizaciones del mercado.
En el Reino Unido, los precios de las acciones bancarias cayeron
un 80%. Junto con las caídas de otros precios de los activos,
las pérdidas de la riqueza global llegaron a más
de $25.000.000.000.000 (trillones) o casi el 45% del Producto
Bruto Interior (PBI) mundial. Las bajas de los precios de los
activos en Estados Unidos y el Reino Unido fueron tan extensas
como durante la Gran Depresión. El apoyo directo que el
estado capitalista le ofreció al sistema de finanzas es
equivalente un 25% del PBI mundial. En Estados Unidos y el Reino
Unido fue casi el 75% del PBI.
Estas acciones del estado han rehabilitado a los bancos debido
al capital barato que se les concedió, pero no transformaron
la expansión de la economía.
Las cifras pertinentes al aumento del endeudamiento de los
gobiernos muestran todo lo que se le ha extraído a la clase
trabajadora mundial para pagar por este rescate. En 67 países,
el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha predicho que la proporción
de la deuda pública al PBI aumentará de un 80% en
2007 a un 125% en 2014. Se predice que en el Reino Unido y Estados
Unidos esas mismas proporciones han de duplicarse. En los países
de la OECD [Organización para la Cooperación Económica
y el Desarrollo; siglas en inglés], se calcula que los
balances fiscales han cambiado por un puntaje del 20 al 30% del
PBI durante los tres últimos años. Según
un estudio reciente emprendido por el Banco de Acuerdos Internacionales,
la proporción de la deuda al PBI, durante la próxima
década, si las tendencias del momento continúan
su trayectoria, aumentará a 300% en Japón, 200%
en el Reino Unido, y 150% en Francia, Irlanda, Italia y Estados
Unidos. Los fondos gubernamentales destinados a pagar los intereses
aumentarán del 5% a más del 10% en todos los casos,
y puede que en Reino Unido lleguen a un 27%.
Hemos llegado ahora al significado de estas cifras para la
economía política del próximo período.
Podemos comprender más claramente la crisis fiscal del
estado. Todos los gastos del gobierno para los servicios sociales,
la salud, la educación, etc., a fin de cuentas son un descuento
a la plusvalía que el capital tiene disponible. Las reducciones
de los gastos sociales que los gobiernos capitalistas de todo
el mundo ahora imponen en práctica, conjuntamente con los
ataques contra la posición social de la clase trabajadora,
representan los medios por los cuales el estado se asigna a sí
mismo la plusvalía necesaria para rescatar a los bancos
y otras entidades financieras.
Este proceso está creando las bases objetivas para un
nuevo período de luchas revolucionarias. El enfrentamiento
no se puede evitar; no existe ninguna tecnología modernao
una nueva fuente de mano de obra barataque pueda inyectar
las grandes cantidades de plusvalía que la economía
capitalista necesita para emparejar la fortuna que entregada a
los bancos. El estado capitalista tiene que recuperar las enormes
cantidades de plusvalía que previamente habían sido
asignadas al financiamiento de los programas sociales. Para resumir,
lo que ahora se manifiesta son las condiciones objetivas para
la revolución total. Si el estado capitalista no puede
continuar gobernando como antes, la clase trabajadora tampoco
puede vivir bajo el nuevo régimen.
Nuestro análisis de las causas fundamentales económicas
del colapso tiene consecuencias políticas muy importantes.
La lucha de clases bajo el sistema capitalista consiste objetivamente
del conflicto entre la burguesía y la clase trabajadora
para obtener la plusvalía que esta última produce
durante el proceso de producción capitalista. Hoy ya no
existe el conflicto entre diferentes sectores de la clase trabajadora
y entre varias capas de la clase capitalista; conflicto en que
cierto momento interviene el estado capitalista. Éste se
ha revelado recientemente como el comité ejecutivo de la
burguesía, sobre todo de su sector dominante, el capital
bancario. Se ha convertido en la agencia principal para extraer
la plusvalía, o para ser un poco más exactos, para
expropiar de nuevo la plusvalía consagrada a los gastos
sociales. Esto significa que luchas políticas inevitablemente
han de estallar y que la cuestión de la toma del poder
político se ha planteado de forma directa. Desde un principio,
la lucha de los trabajadores para defender hasta las condiciones
sociales más elementales se convirtió en una lucha
en contra del estado capitalista, que exige que se usen estos
recursos para financiar el recate de los bancos.
Es dentro de este marco general de referencia que tenemos que
encuadrar la situación en Grecia. Tal como explicara una
declaración del Fondo Monetario Internacional el 17 de
marzo, la crisis griega marca una nueva etapa en la crisis internacional
que comenzó en 2007-2008. Las medidas de austeridad impuestas
por el gobierno de Papandreou, que tratan de recuperar la plusvalía
destinada a sostener la posición social de la clase trabajadora,
son el primer disparo en lo que va a ser una ofensiva continua
más intensa y profunda contra la clase trabajadora de todos
los países capitalistas principales, inclusive Australia.
El gobierno de Papandreou y los intereses bancarios en cuyo
nombre él actúa serían impotentes a no ser
por el apoyo que le han brindado las varias organizaciones de
los sindicatos obreros. De mayor importancia aún es que
los sucesos en Grecia subrayan nuestro análisis del papel
que juegan las organizaciones de ex radicales y pseudo izquierdistas.
Se hacen pasar de oponentes a las reducciones, pero al mismo tiempo
insisten que para mantener la unidad de la izquierda
con la clase trabajadora, la lucha contra estas medidas deben
subordinarse a los sindicatos obreros. Y los sindicatos a la vez
están comprometidos a subordinar a la clase trabajadora
al gobierno.
La lucha en contra de las reducciones presupuestales sólo
puede proceder si se basa en una rebelión política
en contra de la maquinaria sindicalista. Además, la oposición
y la lucha contra las medidas que el capital financiero le exige
al gobierno de Papandreou sólo se pueden llevar a cabo
en base de una perspectiva que consciente y directamente tenga
como objetivo la toma poder político y la reorganización
de toda la economía en base socialista y que, basándose
en esta perspectiva, trate de movilizar a la clase trabajadora
no solo en Grecia, sino en toda Europa y a nivel internacional.
La Unión Europea en crisis
La situación griega tiene otro aspecto importante. El
colapso del modo de acumulación previo pone en plan del
día no solo la reestructuración de las relaciones
entre las clases socialesque podrían llamarse las
relaciones verticales del sistema capitalistasino también
de las relaciones entre las potencias capitalistas principales,
o sea, las relaciones horizontales.
El conflicto en Europa acerca del rescate de Grecia, o, para
ponerlo de manera más precisa, la negativa de la burguesía
alemana en organizar el rescatea pesar del hecho que el
capitalismo alemán se ha beneficiado considerablemente
de la expansión de Grecia, así como también
de Irlanda, España, Italia y Portugal, basada en el endeudamientoha
provocado la crisis de mayor gravedad en la historia de la Unión
Europea.
Hemos de colocar esta crisis en su contexto histórico.
El proyecto de la unificación bajo el capitalismo ha llegado
a su límite. Pero si éste fracasa en seguir adelante,
ello no significa que va a paralizarse. Comenzará a desentrañarse
y las consecuencias pueden ser desastrosas.
La Unión Europea surgió en base de toda una serie
de medidas que tomaron lugar después de la Segunda Guerra
Mundial con el fin de tratar de asegurar que la expansión
de la economía alemana tendría lugar dentro del
contexto del progreso general de toda la economía europea
y que los conflictos entre Francia y Alemania que habían
estallado tres veces durante las previas siete décadas
no surgirían de nuevo. Las bases de la integración
económica fue la Comunidad Europea del Carbón y
del Acero, establecida entre Alemania Occidental, Francia, Italia
y las tres naciones de Benelux [Bélgica, Holanda y Luxemburgo]
por medio del Tratado de París de 1951, el cual fue seguido
por el Mercado Común bajo el Tratado de Roma en 1957.
La reacción al colapso del Acuerdo de Bretton Woods
a principios de los 1970 consistió de tratar varias veces
de establecer un acuerdo sobre las monedas europeas, pero ningún
esfuerzo tuvo éxito.
La situación llegó a su máximo punto de
tensión después que la Unión Soviética
se liquidó y la Guerra Fría terminó; guerra
que, junto con la división de Europa, había jugado
un papel importantísimo para la burguesía, pues
ofrecía una solución a la difícil cuestión
alemana. A la Alemania dividida no se le permitía expandirse
hacia el este. Inmediatamente luego de la caída de la Pared
de Berlín, la posibilidad de una Alemania reunificada hizo
temblar a toda Europa. Thatcher y Mitterand se opusieron a la
reunificación del país; temían las consecuencias
que podía traer su poder económico y político.
Se ha reportado que Thatcher una vez dijo que Le ganamos
dos veces en guerra y ahora se levanta de nuevo. Aparentemente,
le instruyó a Gorbachev que no le prestara atención
a lo que ella dijera en público acerca del problema, pero
que sí asegurara que Alemania iba a seguir dividida.
El Reino Unido y Francia no pudieron prevenir la reunificación,
pero sí lograron efectuar un arreglo para limitar a Alemania
o por lo menos asegurar sus vínculos a una Europa en continua
expansión. Esto formó las bases del Tratado de Maastricht,
el cual fue seguido por la decisión de establecer al Euro
como moneda común europea. Muchos factores determinaron
esa decisión, inclusive la necesidad de desarrollar una
alternativa al dólar estadounidense. El euro se basó
en que Alemania se pondría de acuerdo con entregar su moneda
y proveer las bases fundamentales del proyecto con ciertas condiciones:
las finanzas de las potencias europeas se quedarían dentro
de límites bien definidos; era lo único que podía
asegurar la fortaleza del euro. Pero luego de década y
pico, el arreglo ha comenzado a desenredarse. Cuando la crisis
económica estalló en 2008, ya las divisiones eran
aparentes. La cuestión era de sálvese quien pueda
o, para ser más preciso, cada país ahora defendía
su propio sistema bancario.
Como muchos comentaristas han notado, sobre todo en el Financial
Times, el modelo alemán para la UE simplemente no es
factible. Ahora se les exige a todos los países de la UE
que reduzcan los déficits, aumenten la productividad y
extiendan la competitividad internacional. En su columna del 30
de marzo, Martin Wolf hizo notar lo siguiente:
Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, declaró
luego de la reunión que esperamos asegurarle a todos
los tenedores de bonos griegos que la eurozona nunca permitirá
que Grecia fracase'. Pero sólo hay dos opciones para hacer
cumplir esta promesa: los miembros escriben cheques a favor de
sí mismos o se apoderan de las finanzas públicasy
del gobiernode los miembros errantes. Alemania nunca permitiría
la primera opción, y la política nunca permitiría
la segunda, sobre todo en los países grandes. La declaración
del Sr. Van Rompuy, por consiguiente, parece absurda.
Ahora viramos hacia un tema de mayor importancia. La
declaración de la semana pasada también planteó
que la situación del momento muestra la necesidad
de fortalecer y complementar la estructura que ya existe para
asegurar el sustento fiscal en la eurozona y mejorar su capacidad
para actuar en tiempos de crisis'. En el futuro hay que mejorar
el control de los riesgos económicos y presupuestales,
así como también los instrumentos para prevenirlos,
inclusive los trámites de déficits excesivos.
Aquí la idea dominante es que el debilitamiento
de la posición fiscal de países periféricos
refleja la falta de disciplina en la economía, lo cual
tienen en mente a Grecia y, en grado menor, a Portugal. Pero Irlanda
y España parecían haberse basado en economías
bien sólidas. Sus flaquezas estaban en los déficits
económicos del sector privado. Fue sólo cuando el
sector privado se auto corrigió que el déficit fiscal
estalló. Puesto que el problema se arraigaba en el sector
privado y no en el público, el control tiene que enfocarse
en los dos sectores.
No obstante, las burbujas de activos y las expansiones
del sector crediticio privado en la periferia también reflejaban
la ausencia esencial de una expansión de la demanda real.
Fue así que la política monetaria del Banco Central
Europeo (BCE) estableció una tasa de expansiónmás
o menos adecuadade la demanda general en la eurozona. Por
lo tanto, tan pronto nos preguntamos cuál fue la causa
fundamental de las crisis económicas de hoy día,
tenemos que aceptar que, en última instancia, resultaron
debido a la suspensión de una política monetaria
acomodada para contrarrestar la débil expansión
de la demanda en el mismo corazón de la eurozona y sobre
todo en Alemania.
______________________________________
Los creadores de la política alemana no desean
llevar a cabo ningún debate acerca de la demanda y los
desequilibrios internos de la eurozona. Siempre que este sea el
caso, la posibilidad del mejoramiento de la coordinación
económica' que el Consejo menciona no existe para nada.
Peor todavía, Alemania no quiere que sus socios se muevan
con rapidez hacia déficits fiscales menores. La eurozona,
segunda economía mayor del mundo, entonces estaría
viento en popa a convertirse en una Alemania grande, con una demanda
interna crónicamente débil. Alemania y otras economías
similares podrían encontrar la salida aumentando sus exportaciones
a los países en desarrollo. Para los socios cuyas estructuras
son más débilessobre todo, aquellos abrumados
por costos que no son competitivosel resultado más
optimista serían años de estancamiento. ¿Va
a producir esto la aclamada estabilidad'?
El proyecto de unión monetaria se enfrenta a un
enorme obstáculo. No hay manera fácil de resolver
la crisis griega. Pero hay un tema aún más importante:
la eurozona no va a funcionar tal como Alemania lo desea...la
eurozona puede alemanizarse sólo a través
de una enorme y excesiva exportación de sus abastecimientos
o a través de la recesión prolongada en grandes
sectores de la economía de la eurozona. O, lo más
probable, puede optar por las dos alternativas a la vez. Alemania
sólo podía ser Alemania simplemente porque otros
no lo eran. Si la eurozona se convierte en Alemania, no veo como
pueda funcionar.
Evidentemente, Alemania se puede salir con la suya a
corto plazo, pero no puede obligar a la eurozona a lograr el éxito
de la manera que exige. Los enormes déficits en la economía
son síntomas de la crisis, no la causa. ¿Existe
una salida satisfactoria de esta encrucijada? No que yo pueda
ver, y eso es verdaderamente espantoso.
¿Qué exige Alemania? Una Europa con una economía
fuerte. Pero eso está comprobando ser imposible en base
a una federación. Nos recuerda las posturas de Hitler en
su llamado Segundo libro (no publicado), en el cual insistió
que Europa tenía que unirse para hacerle frente al problema
que presentaba Estados Unidos. Pero ésta no podía
unirse simplemente como otra federación cualquiera. Tenía
que unirse de la misma manera que Roma había establecido
su imperio, o de la misma manera que Prusia había establecido
a una Alemania unida; es decir, como proyecto imperialista.
Si miramos más allá de la crisis griega y de
Europa, podemos plantear la siguiente cuestión: ¿Cuál
ha sido la trayectoria de las relaciones entre las potencias capitalistas
principales desde que estallara la crisis? ¿Se han unido
éstas para resolver los problemas en común, o hemos
presenciado una agudización de los conflictos y antagonismos?
La respuesta a estas preguntas en cuanto a Europa es clara.
Internacionalmente y a pesar del establecimiento de los G-20de
quien no se ha escuchado mucho últimamentelas hostilidades
han aumentado. Se vieron en Copenhagen a fines de año,
y aparecen de nuevo en los conflictos económicos que ahora
se ahondan entre estados Unidos y China. No importa cual sea la
decisión eventual en cuanto a China como manipuladora de
la moneda, las divisiones se harán más profundas.
Si hay un conflicto con China, el gobierno de Obama contará
y pedirá el apoyo de sus aliados, lo que tiene importantes
insinuaciones para Australia. Aquí (Australia) se podría
desarrollar una situación como la que ha sucedido en otras
naciones de la región; es decir, donde la burguesía
se ha dividido en dos facciones: pro China y anti China.
Dirijamos nuestras miras a la situación en Australia.
Toda una serie de vueltas y giros ha caracterizado los últimos
meses. La política principal del gobierno laborista de
Rudd en 2009, luego del paquete de estímulos, consistió
en establecer el Emissions Trading System (ETS) [Sistema
de Intercambio de Emisiones; siglas en inglés]. Varios
sectores del capital bancario consideraron que esta movida ofrecía
la oportunidad de establecer un comercio de carbono provechoso
en Asia. Fue en base a ese plan que el dirigente Liberal, Malcom
Turnbull, lo apoyó. La esencia de las negociaciones de
ETS entre Rudd y Turnbull consistió en sobornar y comprar
los diferentes sectores empresariales que se oponían al
proyecto de ley y lograr que éste se adoptara sin la menor
supervisión del público. Pero sucedió que
el Partido Liberal se fracturó y Turnbull perdió
su puesto. Fue entonces que el colapso de la Cumbre de Copenhague
produjo un cambio enorme en el ambiente internacional. La desaparición
de Turnbull y la investidura de Tony Abbott como dirigente de
los Liberales se usaron para efectuar un cambio en el gobierno
de Rudd. Quizás el cambio no fue tanto; más bien
representó un arreglo con tal de imponer medidas para reducir
los costos y aumentar la productividad y la competitividad internacional.
El mensaje que la prensa empresarialespecialmente la
prensa de Murdochle ha transmitido al gobierno ha sido recibido
y entendido. Rudd nos dijo repetidamente que la ETS representaba
el tema moral principal de nuestros tiempos, pero
ésta ha desaparecido quietamente como piedra angular del
programa del gobierno. Lo ha reemplazado una restructuración
del sistema de salud al gobierno asumir control. La esencia del
plan consiste en reducir los gastos, lo cual Rudd enfatizó
en un importante discurso el 29 de marzo en el cual bosquejó
la orientación del gobierno. Éste comenzó
justificando las acciones del gobierno luego del colapso de Lehman
Brothers en septiembre, 2008 y siguió con una descripción
de sus planes.
Como dije en mi primer discurso al Business Council
[Consejo de Negocios] de Australia luego de convertirme en dirigente
de la oposición en 2007: Quedarse uno estancado en
un mundo competitivo dinámico significa irse de retaguardia.
Por eso me he comprometido a continuar el proceso de la reforma.
Y ese proceso de la reforma tiene que arraigarse en la
expansión de la producción, en la participación
de la fuerza laboral y en una economía nacional sin estorbos'.
En cuanto a la productividad se refiere, Rudd continúa:
El declive a largo plazo en la productividad desde a finales
de la década de los 1990 es una de las tendencias más
inquietantes del rendimiento económico de Australia. Entre
1994 y 1997, el crecimiento de la expansión de la productividad
fue la segunda entre los países de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Entre 1999 y 2007, hemos caído al décimo cuarto
lugar entre los mismos países de la OCDE.
Rudd identificó a la infraestructura como elemento crítico
para el futuro de la expansión de la productividad. Fue
en este contexto que colocó a las llamadas reformas de
la atención médica de la salud:
Me gustaría señalar que el paquete del
gobierno de Australia en cuanto a la salud representa en sí
un paso significante para librar a las hojas de balance del gobierno.
Así puede reenfocar sus esfuerzos sobre las inversiones
estatales críticas para la infraestructura. Para abrirle
paso a la reforma, el gobierno por consiguiente también
ahora emprende la reforma de las finanzas de la Federación.
La Tesorería calcula que si no se toma acción,
los gastos para la salud y los hospitales consumirían todos
los ingresos recaudados por los estados y los gobiernos territoriales
de Australia durante los próximos 30 a 40 años;
es decir, todos los ingresos.
Se calcula que las reformas gubernamentales pueden quitarle
a los presupuestos estatales $15,000,000,000 (billones) a los
gastos sobre la salud durante la década venidera. Esta
movida le ofrecerá a los estados la capacidad adicional
para invertir en carreteras, la transportación pública
y la infraestructura urbana necesaria para darle apoyo a nuestras
ciudades y regiones en el futuro.
He aquí el verdadero contenido de la llamada reforma
gubernamental en cuanto a la atención médica de
la salud. Al reducir los gastos para la salud a nivel estatal,
el dinero será usado para establecer una infraestructura
vital que mejore la productividad y la competitividad internacional
de Australia.
Pero si el gobierno federal simplemente gasta el dinero que
los estados mismos habrían recaudado, entonce nada queda
resuelto. Es como robarle a Pedro para pagarle a Pablo, a menos
que el gobierno federal, luego de asumir la responsabilidad económica,
imponga las reducciones presupuestales.
Este es el propósito esencial de la reforma
sobre la salud que Rudd propone: crear un régimen dirigido
a nivel nacional que, para reducir los gastos, da las órdenes
desde arriba. Claro, lo viste como iniciativa progresista. Veremos
como los detalles se revelan con la misma metodología durante
el período venidero: presentando como paso hacia adelante
al régimen que reduce los gastos. Esto ya comenzó
con el programa sobre la diabetes que anunció a principios
de semana. No cabe duda que el tratamiento de la diabetes y de
otras enfermedades y condiciones crónicas podrían
manejarse mucho mejor que ahora. Y sin duda que un sistema central
que ofrece servicios GP a los pacientespor lo tanto reduciendo
las hospitalizacionessería mucho más preferible
a lo que ahora existe. Pero ese no es propósito ni de ese
planinclusive la atención médica a los ancianosni
de otros planes que se anunciarán en el futuro. A pesar
de que se cubren con la retórica de que hay que mejorar
los tratamientos médicos, su propósito es uno: reducir
drásticamente los gastos del gobierno.
En base a que Rudd ha reafirmado el plan de su gobierno, la
prensa le ha brindado todo el apoyo posible. Miremos como ejemplo
el artículo por Jessica Irvine en el Sydney Morning
Herald del 2 de abril, titulado Las mentiras transparentes
de Abbott. Luego de los comentarios que hiciera Barnaby
Joyce, Senador representante del Queenslan National Party,
en cuanto a que él consideraba que las páginas de
la Comisión sobre la Productibidad no servían más
que para papel higiénico, Irvine escribió que la
copia del discurso por el líder de la Oposición
también podría usarse para el mismo propósito.
Es muy raro que la prensa acuse de mentiroso a un político
de fama nacional. Y más raro aún es que la acusación
haya sido en reacción a un importante discurso sobre la
economía pronunciado por un dirigente del Partido Liberal.
La fuerza del ataque indica claramente que éste no fue
decisión de la Sra. Irvine, sino una directiva editorial
que refleja el pensamiento de poderosos sectores de la clase gobernante:
que por lo menos durante esta etapa el gobierno laborista todavía
era el mejor instrumento para poner en práctica los planes
para reducir la deuda gubernamental por medio de reducciones a
los gastos y hacerle frente a asuntos tan caros como la asistencia
médica
La situación de Australia no es exactamente igual a
la de otros países. Pero es, sin embargo, una combinación
muy original de los procesos fundamentales del desarrollo mundial;
es decir, de su totalidad en general. Tal como ocurre en todos
los países capitalistas principales, la piedra angular
de la programática del gobierno es reducir los gastos consagrados
a los programas sociales. Aunque las ganancias procedentes de
la expansión de las exportaciones a China le han dado a
la burguesía australiana cierto terreno para maniobrar,
hay indicios muy claros que una economía con dos
miras ha aparecido con toda una serie de cierres y despidos
a través de todo el sector industrial. Mientras tanto,
los despidos de la fuerza laboral siguen, situación que
tiene un gran impacto sobre la juventud.
La relación de la economía de Australia con China
ha de cambiar dramáticamente. Si Estados Unidos toma alguna
acción de represalia, China buscará la manera de
expandirse fuera del mercado estadounidense. Ya existen pruebas
de que ya esa movida anda en camino. ¿A cuál potencia
se aliará la burguesía australiana? Es posible que
se vea forzada a escoger entre China y Estados Unidos, lo que
ya se ha llamado una pesadilla. Aparte de estos cambios,
cualquier decaída aguda en la prosperidad de China basada
en las inversionespara no decir el colapso de la burbuja
económica de ese paístendrá consecuencias
muy graves para el capitalismo australiano.
El período que se desplaza ante nosotros consistirá
de giros bruscos y vueltas repentinas en los que tenemos que expandir
los éxitos que hemos logrado la celebrar el congreso de
fundación del PSI. Las bases de esos éxitos se encuentran
en la clarificación de varios de los temas y cuestiones
políticos más fundamentales que se le han planteado
al movimiento revolucionario en su lucha por establecer una dirigencia
marxista en la clase trabajadora australiana.
La labor principal política del partido durante el siguiente
período enfocará nuestra intervención en
los comicios federales luego este año. El PSI le presentará
a la clase trabajadora una estrategia socialista bajo las nuevas
condiciones que el colapso del capitalismo global ha creado. Nos
basaremos en una perspectiva histórica-mundial en la que,
debido a las tendencias objetivas arraigadas en la misma estructura
del capitalismo internacional, anticipamos el resurgimiento de
las luchas de las masas trabajadoras. Nuestra participación
en estas luchas para ofrecer la dirigencia y perspectiva revolucionaria
necesarias dependerá de la educación política
y el desarrollo de nuevas capas de trabajadores y jóvenes
que ahora buscan una verdadera alternativa al orden socio-económico
en existencia.
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