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Los trabajadores chinos se rebelan contra los sindicato

Por John Chan
13 Julio 2010

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Las recientes huelgas de los trabajadores chinos en las plantas de Honda y otras fábricas por los bajos sueldos y las duras condiciones de trabajo han planteado importantes cuestiones para la clase trabajadora internacionalmente. Desde el comienzo, las huelgas han tomado la forma de una incipiente rebelión, no sólo contra las autoridades locales y administrativas, sino contra la Federación Nacional de Sindicatos Chinos (FNSC), que es controlada por el estado y que funciona abiertamente como la policía industrial para el régimen de Pekín.

La demanda de los trabajadores exigiendo organizaciones y sindicatos independientes ha figurado prominentemente en muchas de las disputas. En la planta de transmisión de Honda en Foshan y Honda Lock en Zhongshan los trabajadores eligieron sus propios representantes huelguistas para negociar con la administración, rechazando los intentos de los oficiales de la FNSC para intervenir como "mediadores". Los trabajadores implacablemente denunciaron al FNSC como los "verdugos" de los capitalistas" y "traidores" a la clase trabajadora.

La erupción de las huelgas en China no podría tomar lugar de otra manera más que como una lucha contra el aparato de la FNSC. El régimen formado por el Partido Comunista Chino ( PCC) en 1949 no fue basado en el verdadero socialismo sino en el Estalinismo. Fue profundamente hostil a la clase trabajadora desde el comienzo. Al entrar en las ciudades, los ejércitos campesinos del PCC reprimieron todas las luchas independientes de los trabajadores. El nuevo régimen estableció el FNSC como un medio burocrático de control en las áreas de trabajo.

La hostilidad de clase del PCC a los trabajadores se intensificó después de que éste aceptara el mercado capitalista en 1978. En 1980, aterrorizado por Solidaridad, el movimiento huelguista de masas en Polonia, Pekín buscó ajustar su garra sobre la clase trabajadora. En 1982, removió el derecho nominal a la huelga de la constitución y en 1983 estableció la Policía Armada Popular para reprimir el descontento doméstico. En 1989, cuando los trabajadores se unían a los estudiantes que demostraban por derechos democráticos, el PCC envío tanques y tropas para aplastar las demostraciones en la Plaza Tianamen. Los trabajadores fueron arrestados por todo el país.

Inmediatamente después de las repercusiones de la masacre, el recién nombrado secretario general del PCC Jiang Zemin delineó la misión del FNSC. "La preocupación más grande son las quejas económicas de los trabajadores. Si los trabajadores se levantan y rebelan, tenemos un gran problema. Las organizaciones sindicales deben permanecer alerta de cualquier intento de formar un equivalente chino al movimiento polaco Solidaridad o algún grupo político similar", declaró.

La masacre de la Plaza Tianamen fue una señal al capitalismo internacional de que el PCC no dudaría en usar cualquier medio que fuese necesario para reprimir a la clase trabajadora. Las inversiones extranjeras inundaron el país para tomar ventaja de sus vastas reservas de mano de obra barata. En la década de los noventa, el FNSC jugó un rol clave en contener las numerosas protestas y huelgas que erupcionaron en contra de la completa privatización de las empresas estatizadas, lo cual resultó en el despido de decenas de millones de trabajadores. En la última década, el FNSC agresivamente se ha expandido hacia el sector privado, tomando el rol de una fuerza policíaca industrial tanto para las corporaciones locales y extranjeras.

Los trabajadores alrededor del mundo están confrontados con similares obstáculos. Aunque el AFL-CIO en los Estados Unidos o el ACTU en Australia posean orígines diferentes al del FNSC chino, las burocracias sindicales en cada país han sido transformadas, durante los últimos 30 años, en aparatos que trabajan con la colaboración más cercana al gobierno y las corporaciones para que repriman cualquier actividad independiente por la clase trabajadora. Los sindicatos siempre han sido defensores del sistema capitalista, procurando las menores concesiones como un medio de prevenir cualquier amplia rebelión contra el orden social. Sin embargo, con el auge de la producción globalizada, el santo y seña de los sindicatos ya no es la demanda reformista de "un día justo de trabajo por una paga justa" sino la lucha interminable por la "competividad internacional". En nombre de los empleadores, los sindicatos insisten en que los trabajadores sacrifiquen sus empleos y condiciones y produzcan más para ser competitivos con los trabajadores de algún otro lugar.

Ideológicamente, los sindicatos son semilleros de chauvinismo y proteccionismo, utilizados para enfrentar a trabajadores en un país contra sus hermanos y hermanas de clase en otros países. Durante las recientes huelgas en china, el AFL-CIO consideró en pedirle a la administración Obama de que investigue si la represión de los derechos de los trabajadores chinos constituía un "ventaja competivia injusta". En otras palabras, los sindicatos estadounidenses no tienen la más mínima preocupación en terminar la despiadada explotación de los trabajadores chinos, incluyendo la realizada por parte de las corporaciones estadounidenses. El único interés del AFL-CIO en sus "derechos" fue descubrir si podían usar el tema como un recurso para proteger secciones débiles del capital estadounidense y en desviar la atención de su propio rol en la destrucción de los trabajos, los sueldos y las condiciones de vida de los trabajadores estadounidenses.

Como sus hermanos y hermanas de clase en China, los trabajadores en los EE.UU. y en otros países pueden sólo defender sus derechos más elementales en una rebelión en contra de los sindicatos, los cuales funcionan, esencialmente, como el FNSC del estado policíaco chino. Lo que se requiere es una ruptura con los sindicatos y con todas las organizaciones de clase media, antiguamente radicales, que mantienen a los trabajadores encadenados a estos. Como fue hecho en las plantas de Honda en China, el primer paso es la elección de comités de base de trabajadores leales para que lideren la lucha, y acudir a otras secciones de trabajadores confrontando problemas similares. Sólo de esta manera se puede construir un poderoso movimiento independiente de la clase trabajadora para abolir la explotación en su origen: el mismo sistema capitalista.

Tal lucha plantea cuestiones políticas cruciales. En China, existen aquellos que aseguran de estar del lado de los trabajadores, que levantan la demanda por "sindicatos independientes" como un fin en sí mismo. Han Songfang, el que fue líder de la Federación de Trabajadores Autónomos de Pekín, quien jugara un rol prominente en las protestas de 1989, ahora aboga por sindicatos independientes "despolitizados" y de que sean restringidos a "negociaciones colectivas" con los empleadores. Su Boletín del Trabajo de China, publicó un reporte en Mayo urgiendo al régimen del PCC en Pekín de que aceptara tales sindicatos como medios más eficientes y rentables de contener las emergentes luchas de los trabajadores.

Es vital que los trabajadores chinos aprendan de las experiencias de trabajadores en otros países. El AFL-CIO, que tuvo sus orígenes en las masivas huelgas de brazos caídos de los trabajadores automotrices estadounidenses en la década del 30, similarmente despolitizó a los sindicatos mientras realizó una cacería de brujas de los socialistas después de la Segunda Guerra Mundial y subordinó a los trabajadores al Partido Demócrata. Hoy estos sindicatos operan mano a mano con la élite gubernamental y corporativa. Los Trabajadores Automotrices Unidos (UAW, siglas en inglés) estuvo directamente involucrada con la administración Obama en el "rescate financiero" de GM y Chrysler, sentados en las juntas corporativas como accionistas mayores exigieron por medio de acuerdos la destrucción de salarios y de las condiciones de trabajo.

Más cercano a China, la Confederación Coreana de los Sindicatos (CCS) emergió en los años ochenta de las luchas militantes de la clase trabajadora surcoreana contra la dictadura militar. No hay duda del coraje y determinación de sus líderes al haber confrontado la represión del estado policíaco. Pero su perspectiva política fue limitada en sólo obtener derechos sindicales dentro del marco del capitalismo. El CSS fue legalizado en la década de los noventa y jugó un rol crítico en reprimir la oposición a la abolición del sistema de estabilidad laboral de por vida. El año pasado, el CSS colaboró con el gobierno de derecha del presidente Lee Myung-bak cuando éste envío policías para que reprimiera a la larga ocupación de la Planta de Motores de Ssangyong.

La lección crucial es que la lucha militante por sí misma no es suficiente. Mientras la segunda etapa de la crisis económica global se desenvuelve, los trabajadores en cada país confrontan, de una u otra manera, un ataque cada vez más profundo a sus estándares de vida, casualmente por las mismas corporaciones internacionales. Tan pronto como empiezan a luchar por sus estándares de vida, ellos se enfrentan a los sindicatos, los cuales operan como la policía industrial para la élite gubernamental y corporativa. La cuestión no es la de reformar a los sindicatos, que son orgánicamente incapaces de liderar cualquier lucha contra el capitalismo, sino de organizar una rebelión consciente en contra de estos aparatos burocráticos en la base de una perspectiva socialista e internacionalista. La única manera de que los trabajadores puedan defender sus trabajos, salarios, estándares de vida y sus derechos básicos es la unión global en una lucha común para abolir al capitalismo y reconstruir a la sociedad para que satisfagan las necesidades de la aplastante mayoría de la humanidad, en vez de las ganancias de las élites adineradas.

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